Y tú, ¿cómo rezas? Salvador T.F.

02.09.2015 16:55

 

¿Cuánto tiempo ha transcurrido desde que conocimos la Divina Voluntad? ¿Días, meses, años? Realmente no importa, lo importante es, ¿qué tanto hemos entendido? Y sobre todo, ¿en realidad estamos dispuestos a vivir esta Vida que se nos ofrece en don?

 

Se podría hablar tanto acerca de esto, que tendríamos que escribir, por lo menos, otros 36 libros al igual que la obra de Luisa para explicarlo, pero recurramos a un ejemplo muy sencillo de entender, donde se nos muestra la gran diferencia entre el obrar con la voluntad humana o la Divina.

 

Se hará mención a la oración, pues es uno de los temas que más polémica despierta, y uno de los más difíciles de soltar, pues cuando nos hemos acostumbrado a nuestras rutinas, o tomamos esta oración simplemente por el gusto humano, lo que hacemos es DARNOS GUSTO A NOSOTROS MISMOS, sin tomar en cuenta el deseo divino. Nunca nos hemos preguntado ¿qué clase de oración querrá Dios?

 

Jesús le dice a Luisa:  "¡REZA, PERO REZA COMO REZO YO, es decir, vuélcate toda en mi Voluntad, y en Ella encontrarás a Dios y a todas las criaturas, y haciendo tuyas todas las cosas de las criaturas, las darás a Dios como si fuera una sola criatura, porque el Querer Divino es el dueño de todas, y pondrás a los pies de la Divinidad los actos buenos para darle honor, y los malos para repararlos con la santidad, potencia e inmensidad de la Divina Voluntad a la que nada escapa. ÉSTA FUE LA VIDA DE MI HUMANIDAD EN LA TIERRA, por cuan Santa era mi Humanidad, tenía necesidad de este Divino Querer PARA DAR COMPLETA SATISFACCIÓN AL PADRE, y redimir a las generaciones humanas. Esta fue toda la Vida de mi Humanidad en la tierra, desde el primer instante de mi concepción hasta el último respiro, para continuarla luego en el Cielo y en el Santísimo Sacramento.

 

AHORA, ¿POR QUÉ NO PUEDES HACERLO TAMBIÉN TÚ?"

 

Es muy claro, la oración de Él no es como la nuestra, es una oración que se expresa como un diálogo personal, íntimo, donde lo único que importa es dar a Dios lo que es su derecho, o sea el amor, la gloria, el reconocimiento, adoración, etc., que sus obras reclaman, y dejar a disposición de las criaturas los dones que de Él salen en correspondencia.

 

Por supuesto, necesario es tomar la misma Vida de Jesús para tener sus mismos atributos, sus mismos intereses, fines, su mismo amor, y esto SIGNIFICA DEJAR DE LADO mi pensamiento, mi gusto; es poner en la cruz todo lo que yo pienso acerca de la oración, y de todo lo demás. Para llegar a este punto de unificación con Él, no se requiere de ningún esfuerzo personal, pues no es un trabajo de nuestra voluntad..., NO, no es un esfuerzo que tengamos que hacer, no se requiere de ningún sacrificio, PUES LO ÚNICO QUE PUEDE LLEVARNOS A ESTE PUNTO ES EL AMOR, pues sólo el amor transforma al alma en Jesús, así que en lugar de esfuerzo, de sacrificio, se trata de enamorarnos, y una vez logrado esto, el resto es facilísimo, es simplemente darnos en brazos de nuestro amaso, y como natural estaremos en la disposición de hacer lo que le agrade, siempre y cuando lo hagamos junto; pero hacer sin Él nos resultará cansado, tedioso, hasta nauseante.

 

Ahora vayamos al ejemplo: Supongamos que nos fuese dado un metal de oro, con el cual, trabajándolo, formaríamos tantos bellos objetos de oro; pero si en vez del oro nos fuese dado un metal de cobre o de fierro, no podríamos cambiar el cobre y el fierro en metal de oro, por tanto haríamos objetos de cobre, o bien de fierro.  Ahora comparando los objetos de fierro con los de oro, ¿cuál es la diferencia de valor?  Si bien se ha empleado el mismo tiempo en trabajarlos, hemos hecho objetos similares, mas por la diversidad del metal, los de oro superan en modo sorprendente en valor, en belleza, en finura, a los de fierro.

 

Ahora quien obra aun el bien con su voluntad humana, puesto que nos encontramos en el tiempo, se puede decir que todo lo que hacemos son obras temporales, sujetas a mil miserias, serán siempre obras humanas de mínimo valor, porque les falta el hilo de oro de luz de la Divina Voluntad.  En cambio quien obra en Ella, tendrá el hilo de oro en su poder, no sólo esto, sino tendrá a su Creador obrante en su acto, tendrá no el tiempo, sino la eternidad en su poder.  Por tanto la diferencia entre Voluntad Divina y humana, no hay comparación que rija entre la una y la otra.

 

Esto es propiamente el orar, mejor dicho, el vivir en la Divina Voluntad. Ella tiene el acto primero y obrante en la criatura, hace como un maestro que quiere desarrollar el tema que ha dado a su alumno, él mismo le da el papel, le pone la pluma en la mano, pone su mano sobre la misma mano del discípulo y desarrolla el tema, escribiendo juntamente la mano del maestro y la del discípulo. Su acto es de oro, el nuestro de fierro o cobre, ¿cuál tendrá más valor ante Dios? La pregunta es necia.

 

¿Cómo será nuestra oración?  Nosotros decidimos.