volumen 4
Luisa Piccarreta Volumen 04
I. M. I.
Septiembre 5, 1900
La Esperanza, alimento del Amor.
Como en los días pasados mi adorable Jesús no se hacía ver, yo me
sentía desconfiada en la esperanza de tenerlo de nuevo, es más, creía que
todo había terminado para mí, visitas de Nuestro Señor y estado de víctima.
Pero esta mañana al venir el bendito Jesús traía una horrible corona de
espinas y se puso junto a mí, lamentándose todo, en actitud de querer un
alivio; entonces yo se la he quitado poco a poco, y para darle más gusto la he
puesto sobre mi cabeza. Poco después me ha dicho:
“Hija mía, el verdadero amor es cuando está sostenido por la
esperanza, y por la esperanza perseverante, porque si hoy espero y mañana
no, el amor se enferma, porque el amor siendo alimentado por la esperanza,
por cuanto alimento se le suministra tanto más fuerte se vuelve, más robusto,
más vivo el amor, y si esto viene a faltar, primero se enferma el pobre amor,
y si queda solo, sin sostén, termina con morir del todo. Por eso, por cuán
grandes sean tus dificultades, jamás, ni siquiera por un instante debes
apartarte de la esperanza con el temor de perderme, es más, debes hacer de
modo que la esperanza, superando todo, te haga encontrarte siempre unida
conmigo, y entonces el amor tendrá vida perpetua.”
Después de esto continuó viniendo sin decirme nada más.
Septiembre 6, 1900
Estado de víctima.
Continúa viniendo mi dulcísimo Jesús. Esta mañana en cuanto ha
venido quiso verter un poco sus amarguras en mí, y después me ha dicho:
“Hija mía, Yo quiero dormir un poco, tú haz mi oficio de sufrir, rogar
y aplacar la Justicia.”
Así, Él se ha dormido y yo me he puesto a rezar junto a Jesús.
Después, despertándose, hemos girado un poco entre las gentes y me ha
hecho ver diversos planes que están ideando para hacer revoluciones, y
especialmente veía que estaban maquinando un ataque de improviso para
4 Este libro ha sido traducido directamente del original manuscrito de Luisa Piccarreta.
tener mejor resultado en su propósito, y para hacer que ninguno se pueda
defender ni prevenirse contra el enemigo. ¡Cuántos espectáculos funestos!
Pero parece que el Señor aún no les da libertad para hacer eso, y no sabiendo
ellos la razón se roen de rabia, porque a pesar de su perversa voluntad se ven
impotentes para realizarlo. No se necesita otra cosa sino que el Señor les
conceda esta libertad, porque todo está preparado. Después de esto hemos
regresado y Jesús se mostraba todo llagado y me ha dicho:
“Mira cuántas llagas me han abierto y la necesidad del estado continuo
de víctima, de tus sufrimientos, porque no hay momento en que dejen de
ofenderme, y siendo continuas las ofensas, continuos deben ser los
sufrimientos y las plegarias para aliviarme en algo; y si te ves suspendido el
sufrir, tiembla y teme, porque no viéndome aliviado en mis penas, no vaya a
ser que les conceda a los enemigos esa libertad tan deseada por ellos.”
Al oír esto me he puesto a rogarle que me hiciera sufrir a mí, y
mientras estaba en esto veía al confesor que con sus intenciones forzaba a
Jesús a hacerme sufrir. Entonces el bendito Señor me ha participado tales y
tantas penas, que yo misma no sé cómo he quedado viva, pero el Señor en
mis penas no me ha dejado sola, es más, parecía que no resistía su corazón el
dejarme, y he pasado algunos días junto con Jesús, y me ha comunicado
tantas gracias y me hacía comprender muchas cosas; pero, parte por el
estado de sufrimiento, y parte porque no sé expresarme, paso adelante y
hago silencio.
Septiembre 9, 1900
Jesús prepara el alma de Luisa para la comunión.
Amenaza contra los gobernantes de los pueblos.
Continúa viniendo, pero he estado la mayor parte de la noche sin
Jesús, entonces al venir me ha dicho:
“Hija mía, ¿qué quieres que con tanta ansia me estás esperando?
¿Acaso necesitas alguna cosa?”
Y yo como sabía que tenía que comulgar he dicho:
“Señor, toda la noche te estuve esperando, sobre todo que debiendo
recibir la comunión temía que mi corazón no estuviese bien dispuesto para
poderte recibir, por eso tengo necesidad de que mi alma sea revisada por Ti,
para poderse disponer a unirme contigo sacramentalmente.”
Y Jesús benignamente ha revisado mi alma para prepararme a
recibirlo, y después me ha transportado fuera de mí misma, y junto he
encontrado a nuestra Reina Mamá que le decía a Jesús:
“Hijo mío, esta alma estará siempre dispuesta a hacer y a sufrir lo que
Nosotros queramos; y esto es como una atadura que ata a la Justicia, por eso
Tú evita tantas matanzas y tanta sangre que deben derramar las gentes.”
Y Jesús ha dicho: “Madre mía, es necesario el derramamiento de
sangre porque quiero que esta estirpe del rey caiga de su reinar, y esto no
puede ser sin sangre, y también para purgar a mi Iglesia porque está muy
infectada; a lo más puedo conceder el evitar en parte, en consideración de
los sufrimientos.”
Mientras estaba en esto veía a la mayor parte de los diputados que
estaban planeando cómo hacer caer al rey, y pensaban poner en el trono a
uno de aquellos diputados que estaban maquinando. Después de esto me he
encontrado en mí misma. ¡Cuántas miserias humanas! ¡Ah Señor, ten
compasión de la ceguera en la cual está inmersa la pobre humanidad!
Después, al continuar viendo al Señor y a la Reina Madre, he visto al
confesor junto a ellos, y la Virgen Santísima ha dicho:
“Mira Hijo mío, tenemos un tercero, que es el confesor, que se quiere
unir con Nosotros y hacer su trabajo comprometiéndose a concurrir para
hacerla sufrir, para satisfacer a la divina Justicia, y también esto es un volver
más fuerte la cuerda que te ata para aplacarte; y además, ¿cuándo has
resistido a la fuerza de la unión de quien sufre y ruega y de quien concurre
contigo solamente con el único fin de glorificarte y para el bien de los
pueblos?”
Jesús oía a la Madre, tenía consideración del confesor, pero no ha
pronunciado sentencia del todo favorable, sino que se limitaba a evitar en
parte.
Septiembre 10, 1900
Amenaza contra los perversos.
Esta mañana me he encontrado fuera de mí misma y veía las tantas
infamias y pecados enormes que se comenten, así como también los
cometidos contra la Iglesia y el santo Padre. Después, regresando en mí
misma ha venido mi adorable Jesús y me ha dicho:
“¿Qué dices tú del mundo?”
Y yo, sin saber a donde quería llegar con esta pregunta, impresionada
como estaba por las cosas vistas he dicho: “Señor bendito, ¿quién puede
decir la perversidad, la dureza, la fealdad del mundo? No tengo palabras
para decirte cuán malo es.” Y Él, tomando ocasión de mis mismas palabras
ha agregado:
“¿Has visto cómo es perverso? Tú misma lo has dicho, no hay modo
de hacer que se rinda; después de que casi le he quitado el pan, permanece
en la misma obstinación, más bien peor, y por ahora va a procurárselo con
los robos y con las rapiñas, haciendo daño a sus semejantes, por tanto es
necesario que le toque la piel, de otra manera se pervertirá mayormente.”
¿Quién puede decir cómo he quedado petrificada ante este hablar de
Jesús? Me parece que he sido yo la ocasión para hacer que se irritara contra
el mundo, en vez de excusarlo lo he pintado negro; después he hecho cuanto
he podido por disculparlo, pero no me ha prestado atención, el mal ya estaba
hecho. ¡Ah Señor, perdóname esta falta de caridad y usa misericordia!
Septiembre 12, 1900
Sufrimiento despiadado, Jesús la alivia.
Maquinaciones de revoluciones contra la Iglesia.
Continúa casi lo mismo; esta mañana al venir ha derramado sus
amarguras y yo he quedado tan sufriente que he comenzado a pedirle al
Señor que me diese la fuerza y que me aliviase un poco, porque no podía
resistir. Mientras estaba en eso me ha venido una luz a la mente haciendo
que pensara que cometía pecado al hacer esto, y además, ¿qué dirá el bendito
Jesús? Mientras en otras ocasiones le he rogado tanto que derramara, esta
vez que sin hacerse rogar había derramado, estaba buscando alivio, parece
que me voy haciendo más mala, y llega a tanto mi maldad, que aun delante
de Él mismo no me abstengo de cometer defectos y pecados. Entonces, no
sabiendo qué hacer para reparar, he resuelto en mi interior que por esta vez,
para hacer un mayor sacrificio y darme una penitencia a fin de que mi
naturaleza en otra ocasión no osara buscar alivio, renunciar a la venida de
Nuestro Señor, y si viniese debía decirle: “No vengas amor, ten compasión
de mí, no me alivies.” Así he hecho y he pasado algunas horas en intenso
sufrimiento y sin Jesús; cuán amargo me resultaba, pero Jesús teniendo
compasión de mí, sin que lo buscara ha venido, y yo pronto le he dicho:
“Ten paciencia, no vengas, que no quiero alivio.”
Y Él: “Hija mía, estoy contento de tu sacrificio, pero tienes necesidad
de un consuelo, de otro modo desfallecerías.”
Y yo: “No Señor, no quiero alivio.”
Pero Él acercándose a mi boca, casi a la fuerza ha derramado de su
boca alguna gota de leche dulce que han mitigado mi sufrir. Quién puededecir la confusión, la vergüenza que sentía delante de Él, esperándome un
regaño, pero Jesús como si no hubiera advertido mi falta se mostraba más
afable, más dulce. Yo, viéndolo así he dicho: “Mi adorable Jesús, una vez
que has derramado en mí y yo sufro, debes perdonar al mundo, ¿no es
verdad?”
Y Él: “Hija mía, ¿crees tú que Yo haya derramado todo en ti? Y
además, ¿cómo podrías afrontar todo lo que de castigo derramaré sobre el
mundo? Tú misma has visto que aquel poco que he derramado no podías
resistirlo, y si no hubiese venido a ayudarte habrías sucumbido; ahora, ¿qué
sería si derramara todo en ti? Amada mía, te he dado mi palabra, te
contentaré en parte.”
Después de esto me ha transportado fuera de mí misma, en medio de
las gentes y continuaba viendo los tantos males, especialmente
maquinaciones de revoluciones contra la Iglesia y entre la sociedad, planes
para matar al santo Padre y a sacerdotes. Yo me sentía desgarrar el alma al
ver estas cosas y pensaba entre mí: “Si, jamás sea, llegaran a efectuarse
estas maquinaciones, ¿qué pasará? ¿Cuántos males vendrán?” Y toda
afligida he mirado a Jesús, y Él me ha dicho:
“Y de aquella revuelta sucedida acá, ¿qué dices tú?”
Y yo: “¿Cuál revuelta? En mi país no ha sucedido nada.”
Y Él: “¿No te acuerdas de la revuelta de Andria?”
“Sí Señor.”
“Y bien, parece que es nada, pero no es así, aquella fue toda una
ocasión, y es un fomento, una fuerza para otras ciudades para moverse y
derramar sangre, causando ultraje a las personas consagradas y a mis
templos, y como cada uno quiere mostrar cuánto es más fiero en exaltar el
mal, harán competencia para ver quién puede hacer más mal.”
Y yo: “¡Ah Señor, da la paz a la Iglesia y no permitas tantas
desgracias!” Y queriendo decir más se me desapareció, dejándome toda
afligida y pensativa.
Septiembre 14, 1900
Jesús vierte para aplacar su Justicia.
El heroísmo de la verdadera virtud.
Esta mañana mi adorable Jesús no venía, y después de mucho esperar
se hacía ver dentro de mi interior, que apoyándose en mi corazón ceñía sus
brazos a su alrededor y apoyaba su sacratísima cabeza en él, todo afligido,
serio, de modo que te imponía silencio, y volteado de espaldas al mundo.
Después de haber estado un poco en mudo silencio, porque el aspecto con
que se mostraba no permitía el atreverse a decir una palabra, se ha quitado
de esa posición y me ha dicho:
“Había resuelto no derramar, pero han llegado a tal punto las cosas,
que si no derramara estallarían inminentemente tales alborotos, de mover
revoluciones que harían sangrientas matanzas.”
Y yo: “Sí Señor, derrama; este es mi único deseo, que desahogues
sobre mí tu ira y perdones a las criaturas.” Así ha derramado un poco.
Después, como si se hubiese calmado ha agregado:
“Hija mía, como cordero me hice conducir al matadero y estuve mudo
ante quien me sacrificó, así será de aquellos pocos buenos de estos tiempos;
sin embargo esto es el heroísmo de la verdadera virtud.”
De nuevo ha agregado: “He derramado, ¿quieres tú que derrame otro
poco, así me aligero más?”
Y yo: “Señor mío, no me lo preguntes siquiera, estoy a vuestra
disposición, puedes hacer de mí lo que quieras.” Así ha derramado de nuevo
y ha desaparecido dejándome sufriente y contenta por el pensamiento de que
había aligerado las penas de mi amado Jesús.
Septiembre 16, 1900
Amargura de Jesús por algunos
sacerdotes que incitan las revueltas.
Mi amable Jesús continúa viniendo, y me ha participado algunas
penas de su Pasión, y después me ha transportado fuera de mí misma,
haciéndome ver los pueblos circunvecinos, especialmente me parecía que
fuese Andria, que si el Señor no hace uso de su omnipotencia para su
castigo, las revueltas se harán serias, mucho más que parecía que había
incitación por parte de algunos sacerdotes para estas revueltas, lo que
amargaba más a Nuestro Señor. Entonces, después de haber visitado varias
iglesias junto con Jesús bendito, haciendo actos de reparación y adoración
por las tantas profanaciones que se cometen en las iglesias, Jesús me ha
dicho:
“Hija mía, déjame derramar un poco, pues son tales y tantas las
amarguras que no puedo sufrirlas solo, y mi corazón no las puede soportar.”
Así ha derramado y ha desaparecido, volviendo otras veces sin
decirme más nada.
Septiembre 18, 1900
La Caridad al prójimo.
Le ruega que se la lleve al Cielo.
Esta mañana mi adorable Jesús me ha transportado fuera de mí misma
y me hacía ver los muchos males que se cometen contra la caridad del
prójimo. Cuánta pena daban al pacientísimo Jesús, parecía que los recibía Él
mismo; entonces todo afligido me ha dicho:
“Hija mía, quien hace daño al prójimo se hace daño a sí mismo, y
matando al prójimo mata su alma, y así como la Caridad predispone al alma
a todas las virtudes, así el no tener la Caridad predispone al alma a cometer
toda suerte de vicios.”
Después de esto nos hemos retirado, y como desde hacía varios días
sufría un dolor intenso en las costillas, me sentía por ello agotada de fuerzas,
y el bendito Jesús compadeciéndome me ha dicho:
“Amada mía, tú te quisieras venir, ¿no es verdad?”
Y yo: “Quiera el Cielo Señor mío que este dolor fuese causa para
venir a Ti, cómo le estaría agradecida, cuán querido me sería, y lo tendría
por uno de mis más fieles amigos, pero creo que quieres tentarme como las
otras veces y excitarme con tus invitaciones, y quedando después
desilusionada vendrás a hacer más crudo y desgarrador mi martirio. Pero,
¡ah, ten compasión de mí y no me dejes mucho más tiempo sobre la tierra!
Absorbe en Ti este mísero gusano, que tiene razón porque de Ti mismo ha
salido.” El amable Jesús enterneciéndose todo al oírme me ha dicho:
“Pobre hija, no temas, porque es cierto que vendrá tu día en el cual
quedarás absorbida en Mí. Sin embargo, debes saber que tus continuas
violencias de venir a Mí, especialmente tras mis invitaciones, te sirven
mucho y te hacen vivir en la atmósfera del aire, sin la sombra de ningún
peso terreno, tanto, que tú eres como aquellas flores que no tienen ni siquiera
la raíz en la tierra, y viviendo así, suspendida en el aire, vienes a recrear al
Cielo y a la tierra, y tú mirando el Cielo, sólo en él te recreas y te nutres de
todo lo que es celestial, y viendo la tierra tienes compasión de ella y la
ayudas por cuanto puedes por parte tuya, pero en comparación con el olor
del Cielo adviertes inmediatamente la peste que exhala de la tierra y la
aborreces. ¿Podría ponerte en una posición para Mí y para el Cielo más
querida, y para ti y para el mundo más provechosa?”
Y yo: “Sin embargo, oh Señor mío, deberías tener compasión de mí
con no alargarme mi morada aquí, por las tantas razones que tengo,
especialmente por los tristes tiempos que se preparan; ¿quién tendrá corazón
para ver carnicería tan sangrienta? Y además por tus continuas privaciones
que me cuestan más que la muerte.” Mientras esto decía he visto una
multitud de ángeles entorno a Nuestro Señor que decían:
“Señor y Dios nuestro, no os hagáis más importunar, conténtala,
nosotros con ansia la esperamos, heridos por su voz hemos venido aquí para
escucharla y estamos impacientes por llevarla con nosotros. Y tú, oh
elegida, ven a alegrarnos en nuestra celestial morada.”
El bendito Jesús conmovido, parecía que quisiera condescender y ha
desaparecido, y encontrándome en mí misma me sentía aumentado el dolor,
tanto, que deliraba continuamente, pero no me entendía a mí misma por el
contento.
Septiembre 19, 1900
Obediencia de pedir alivio en las penas a Jesús.
Duplicándose siempre más el espasmo del dolor, habría querido
esconderlo y hacer que nadie se diera cuenta, y habría querido tenerlo en
secreto, sin decir al confesor lo que he dicho arriba, pero era tan fuerte el
espasmo que me ha resultado imposible, y el confesor valiéndose de su
acostumbrada arma de la obediencia, me ha ordenado que le manifestara
todo; entonces, después de haberle manifestado todas las cosas, me ha dicho
que por obediencia debía pedirle al Señor que me liberara, de otra manera
cometería pecado. ¡Oh, qué clase de obediencia es esta, es siempre ella la
que se atraviesa en mis planes! Entonces, de mala gana he aceptado esta
nueva obediencia, pero a pesar de esto no tenía corazón para rogar al Señor
que me liberara de un amigo tan querido como lo es el dolor, mucho más
que esperaba salir del exilio de esta vida. El bendito Jesús me toleraba, y al
venir me ha dicho:
“Tú sufres mucho, ¿quieres que te libere?”
Y yo, habiéndoseme olvidado un momento la obediencia he dicho:
“No Señor, no, no me liberes, me quiero ir; y además Tú sabes que no sé
amarte, soy fría, no hago grandes cosas por Ti, al menos te ofrezco este
sufrir para satisfacer a lo que no sé hacer por amor tuyo.”
Y Él: “Y Yo hija mía, infundiré tanto amor y tanta gracia en ti, de
modo que ninguno me pueda amar y desear como tú, ¿no estás contenta?”
“Sí, pero me quiero venir.” Jesús ha desaparecido, y yo volviendo en
mí misma me he acordado de la obediencia recibida, y he tenido que
acusarme con el confesor, y me ha ordenado que absolutamente no quería
que me fuera, y que el Señor me debía liberar. ¡Qué pena sentía al recibir
esta obediencia! Parece que quiere tocar los extremos de mi paciencia.
Septiembre 20, 1900
Signos de cruz para recobrar la salud.
Continúo sufriendo, es más, más que nunca sentía un resentimiento en
mi interior porque me era negado el poder morir. Entonces al venir mi
adorable Jesús me ha reprendido por mi tardanza en el obedecer, porque
hasta entonces parecía que me tolerase; mientras tanto veía al confesor y
Jesús volteándose hacia él le ha tomado la mano y le ha dicho:
“Cuando vengas márcala con la señal de la cruz en la parte del dolor,
que la haré obedecer.”
Y ha desaparecido. Entonces, quedando sola sentía más intenso el
dolor, después ha venido el confesor y encontrándome sufriente, también él
me ha reprendido porque no obedecía, y habiéndole dicho lo que había visto
y lo que Nuestro Señor había dicho al confesor, él al oírme me hizo la señal
de la cruz en la parte donde sufría, y en dos minutos he podido respirar y
moverme, mientras que antes no podía hacerlo sin sentir espasmos atroces;
me parece que la obediencia y aquellas señales de cruz han atado el dolor, de
modo que no puedo más dolerme, y he aquí por qué he quedado
desilusionada en mis planes, porque esta señora obediencia ha tomado tal
poder sobre mí, que no me deja hacer nada de lo que quiero, hasta en el
mismo sufrir quiere ella dominar y debo estar en todo y para todo bajo su
imperio.
Septiembre 21, 1900
Fuerza de la obediencia.
La obediencia debe ser todo para ella.
¿Quién puede decir mi aflicción al quedar privada de mi amadísimo
amigo dolor? Admiraba, sí, el prodigioso imperio de la santa obediencia,
como también la virtud que el Señor había comunicado al confesor, que con
la obediencia y con hacerme la señal de la cruz me había liberado de un mal
que yo consideraba grave, y que era suficiente para deshacer mi cuerpo, pero
con todo esto no podía hacer menos que sentir la pena de estar privada de un
dolor tan bueno, que apiadaba y enternecía al bendito Jesús, de modo que lo
hacía venir casi continuamente. Entonces al venir nuestro Señor me he
lamentado con Él diciéndole: “Amado Bien mío, ¿qué me has hecho? Me
has hecho liberar por el confesor, por tanto he perdido la esperanza de dejar
por ahora la tierra, y además para qué tantos rodeos, podías Tú mismo
liberarme, ¿por qué pusiste al padre en medio? ¡Ah! quizá no quisiste
disgustarme directamente, ¿no es verdad?”
Y Él: “¡Ah hija mía, qué pronto has olvidado que la obediencia fue
todo para Mí; la obediencia quiero que sea todo para ti! Y además he puesto
en medio al padre para hacer que tú lo tengas en consideración como a mi
misma persona.”
Dicho esto ha desaparecido dejándome toda amargada. ¡Cuántas sabe
hacer la señora obediencia! Se necesita conocerla y tener que ver con ella
por largo tiempo, no por poco, para poder decir realmente quién es ella, y
bravo, bravo a la señora obediencia, cuanto más se está en contacto con ella
más se hace conocer. Yo por mí, para decir la verdad, te admiro, estoy
obligada también a amarte; así que no puedo hacer menos que no sentirme
enojada contigo, especialmente cuando me haces una grande. Por eso te
pido, oh amada obediencia, ser más indulgente, más indulgente en hacerme
sufrir.
Septiembre 22, 1900
Por cuantas veces se dispone a hacer el sacrificio
de la muerte, otras tantas veces Jesús le vuelve
a dar el mérito como si realmente muriera.
Encontrándome toda oprimida y afligida, al venir mi adorable Jesús
me ha dicho:
“Hija mía, ¿por qué te estás toda sumergida en tu aflicción?”
Y yo: “Ah, amado mío, ¿cómo no debo estar afligida si aun no me
quieres llevar contigo y me dejas más tiempo sobre esta tierra?”
Y Él: “Ah no, no quiero que tú respires este aire triste, porque todo lo
que he puesto dentro y fuera de ti, todo es santo, tan es verdad, que si se
acerca a ti alguna cosa o persona que no es recta y santa, tú sientes fastidio,
advirtiendo inmediatamente la peste de lo que no es santo. Ahora, ¿por qué
quieres ensombrecer con este aire de tristeza lo que he puesto dentro de ti?
Sin embargo debes saber que cada vez que te dispones a hacer el sacrificio
de la muerte, otras tantas veces te doy el mérito como si realmente murieses,
y esto debe ser de gran consolación para ti, mucho más porque te conformas
mayormente a Mí, porque mi Vida fue un continuo morir.”
Y yo: “Ah Señor, no me parece que la muerte sea un sacrificio, más
bien, sacrificio me parece la vida.” Y queriendo decir más ha desaparecido.
Septiembre 29, 1900
Las almas víctimas son apoyos para Jesús.
Habiendo pasado algunos días de silencio entre Jesús y yo, y con poco
sufrimiento, a lo más me parece que quisiera continuar tentándome para
hacerme ejercitar un poco más la paciencia, y he aquí cómo:
Al venir decía: “Amada mía, desde el Cielo te suspiro, en el Cielo, en
el Cielo te espero.”
Y como rayo desaparecía. Después regresando repetía: “Cesa ya de
tus encendidos suspiros, que me haces languidecer continuamente hasta
desfallecer.”
Otras veces: “Tu ardiente amor, tus ansias son consuelo a mi triste
corazón.”
¿Pero quién puede decirlo todo? Me parecía que tenía ganas de hacer
versos, y estos versos a veces los expresaba cantándolos, pero sin darme
tiempo de decirle una palabra pronto huía. Después, esta mañana habiendo
puesto el confesor la intención de hacerme sufrir la crucifixión, he visto a la
Reina Mamá que lloraba y casi discutía con Jesús para librar al mundo de los
tantos castigos, pero Él se mostraba reacio y sólo para contentar a la Mamá
ha concurrido para hacerme sufrir. Poco después, como si se hubiera
aplacado un poco ha dicho:
“Hija mía, es verdad que quiero castigar al mundo, tengo en la mano
los castigos para golpearlo, pero es también verdad que si os interesáis tanto
tú como el confesor en rogarme y sufrir, es siempre un apoyo y vendríais a
poner tantos apoyos para librar al mundo, al menos en parte, de otro modo
no encontrando ningún apoyo y puntal, a manos libres me desahogaré sobre
las gentes.”
Dicho esto ha desaparecido.
Septiembre 30, 1900
Jesús le pide consolar a su afligida Mamá.
Esta mañana mi dulcísimo Jesús no venía y he debido tener mucha
paciencia en esperarlo, llegué hasta esforzarme en salir de mi habitual estado
porque no tenía fuerza para continuar en él. Jesús no venía, el sufrir me
parecía que había huido de mí, los sentidos me los sentía en mí misma, no
me quedaba más que hacer un esfuerzo para salir, pero mientras esto hacía,
el bendito Jesús ha venido y ha hecho un cerco alrededor de mi cabeza con
sus brazos, y desde ese momento no me he sentido más en mí misma, y veía
a Nuestro Señor muy indignado con el mundo, y al querer aplacarlo me ha
dicho:
“Por ahora no quieras ocuparte de Mí, sino que te pido que te ocupes
de mi Mamá, consuélala porque está muy afligida por los castigos más
pesados que estoy por derramar sobre la tierra.”
¿Quién puede decir cuán afligida quedé?
Octubre 2, 1900
Estado de victima por Italia y Corato.
Temiendo que no fuera más Voluntad de Dios mi estado, al venir el
bendito Jesús he dicho: “Cuánto temo que no sea ya Voluntad tuya mi
estado, porque veo que me faltan las dos cosas principales que me tenían
atada, esto es: el sufrir y tu presencia.”
Y Él: “Hija mía, no es que no quiera tenerte más en este estado, pero
como quiero castigar al mundo, por eso no vengo y te hago faltar el sufrir.”
Y yo: “¿Con qué provecho estoy en este estado?”
Y Él: “Tu posición de víctima y tu continuo esperarme me desarman
los brazos, porque tú no me ves, Yo en cambio te veo muy bien y numero
todos tus suspiros, tus penas, tus deseos de quererme, y este tu estar toda
atenta en Mí, es siempre un acto de reparación por tantos que no se
preocupan de Mí, ni me desean, más bien me desprecian y están todos
atentos a las cosas terrenas, enfangados en la suciedad de los vicios.
Entonces, tu estado siendo totalmente opuesto al de ellos, viene siempre a
desarmar la Justicia, tanto que tenerte a ti en este estado y comenzar las
guerras sangrientas en Italia me resulta casi imposible.”
Y yo: “¡Ah! Señor, estar en este estado sin sufrir me resulta casi
imposible, siento que me faltan las fuerzas, porque la fuerza para estar en
este estado me viene de los sufrimientos; entonces faltándome éstos, algún
día que no vengas yo trataré de salirme, te lo digo antes a fin de que no te
disgustes.”
Y Él: “Ah sí, sí, saldrás de este estado cuando empiece la matanza en
Italia, entonces te lo suspenderé del todo.”
Mientras esto decía me hacía ver las guerras fierísimas que deberán
suceder, tanto entre los seglares como aquellas en contra de la Iglesia; la
sangre inundaba las ciudades como cuando hay una lluvia tupida, mi pobre
corazón se estrujaba por el dolor al ver esto, y acordándome de mi ciudad he
dicho: “¡Ah! Señor, ¿si Tú dices que me suspenderás del todo, das a
entender que ni siquiera del pobre Corato tendrás compasión ni lo
perdonarás?”
Y Él: “Si los pecados llegan a un cierto número, de modo que no
merezcan tener almas víctimas, y aquellos que te tienen víctima no se
interesan, Yo no tendré ninguna consideración de Corato.”
Dicho esto desapareció y yo quedé toda afligida y oprimida.
Octubre 4, 1900
Jesús sufre al castigar al hombre
porque son sus imágenes.
Después de haber pasado un día de privación y con escaso
sufrimiento, me sentía convencida de que el Señor no quería tenerme más en
este estado; sin embargo la obediencia, aun en esto, no quiere ceder y quiere
que continúe estando en él, aunque deba morir. Sea siempre bendito el
Señor y en todo sea hecho su santo y amable Querer. Entonces, esta mañana
al venir el bendito Jesús, se hacía ver en un estado que daba compasión,
parecía que sufría en sus miembros y su cuerpo era cortado en tantos
pedazos que era imposible numerarlos, y con voz lastimosa decía:
“Hija mía, ¡qué siento! ¡Qué siento! Son penas inenarrables e
incomprensibles a la naturaleza humana; es carne de mis hijos que es
lacerada, y es tanto el dolor que siento, que me siento lacerar mi misma
carne.”
Y mientras esto decía gemía y se dolía. Yo me sentía enternecer al
verlo en este estado, y he hecho cuanto he podido por compadecerlo y
rogarle que me participara sus penas; me contentó en parte y apenas he
podido decirle: “Ah Señor, ¿no te lo decía yo, que no echaras mano de los
castigos, porque lo que más me disgusta es que quedarás herido en tus
mismos miembros? ¡Ah, esta vez no hubo modos ni oraciones para
aplacarte!” Pero Jesús no puso atención a mis palabras, parecía que tenía
una cosa seria en el corazón que lo llevaba a otra parte, y en un instante me
ha transportado fuera de mí misma, llevándome a lugares donde sucedían
matanzas sangrientas. ¡Oh, cuántas escenas dolorosas se veían en el mundo;
cuántas carnes humanas atormentadas, hechas pedazos, pisoteadas como se
pisa la tierra y dejadas sin sepultar; cuántas desgracias; cuántas miserias! Y
lo peor era que otras cosas más terribles debían suceder. El bendito Señor ha
mirado y conmoviéndose todo se ha puesto a llorar amargamente. Yo, no
pudiendo resistir he llorado junto con Él la triste condición del mundo, tanto
que mis lágrimas se mezclaban con las de Jesús. Después de haber llorado
un buen rato, admiré otro rasgo de la bondad de Nuestro Señor: Para hacer
que dejara de llorar ha ocultado su rostro de mí, se ha secado las lágrimas y
luego, volteándose de nuevo con rostro alegre me ha dicho:
“Amada mía, no llores, basta, basta, lo que ves sirve para justificar mi
Justicia.”
Y yo: “Ah Señor, digo bien que ya no es Voluntad tuya mi estado, ¿en
qué aprovecha mi estado de víctima si no me es dado librar a tus
queridísimos miembros y exentar al mundo de tantos castigos?”
Y Él: “No es como tú dices; también Yo fui víctima, y a pesar de
serlo no me fue dado librar al mundo de todos los castigos; le abrí el Cielo,
lo libre de la culpa, sí, llevé sobre Mí sus penas, pero es justicia que el
hombre reciba sobre sí parte de aquellos castigos que él mismo se atrae
pecando. Y si no fuera por las víctimas merecería no sólo el simple castigo,
o sea la destrucción del cuerpo, sino también la pérdida del alma, y he aquí
la necesidad de las víctimas, que quien se quiera servir de ellas, porque el
hombre es siempre libre en su voluntad, puede encontrar el perdón de la
pena y el puerto de su salvación.”
Y yo: “¡Ah Señor, cómo me quisiera ir antes que avancen más estos
castigos!”
Y Él: “Si el mundo llega a tal impiedad de no merecer ninguna
víctima, seguro que te llevaré.”
Al oír esto he dicho: “Señor, no permitas que permanezca acá y asistir
a escenas tan dolorosas.”
Y Jesús, casi reprochándome ha agregado: “En vez de pedirme que
los libre, tú dices que te quieres venir; si Yo me llevara a todos los míos,
¿qué sería del pobre mundo? Ciertamente que no tendría más qué hacer con
él, y no le tendría ya ninguna consideración.”
Después de esto he pedido por varias personas; Él ha desaparecido y
yo he regresado en mí misma.
Octubre 10, 1900
Estos escritos manifiestan claramente al mundo
el modo como Jesús ama a las almas. El alma
sólo puede salir del cuerpo por fuerza
del dolor o del amor.
Mientras escribía estaba pensando entre mí: “Quién sabe cuántos
desatinos habrá en estos escritos, merecen ser arrojados al fuego, si la
obediencia me lo concediera, de buena gana lo haría, porque siento como un
enfado en el alma, especialmente si llegaran a ser vistos por alguna persona,
ya que en algunos puntos hacen ver como si amara o hiciera alguna cosa por
Dios, mientras que no hago nada, no lo amo, y soy el alma más fría que se
pueda encontrar en el mundo, y entonces me tendrían en un concepto
diferente de lo que soy, y esto es una pena para mí, pero como es la
obediencia la que quiere que escriba, siendo esto para mí uno de los más
grandes sacrificios, por tanto me entrego toda a ella con la esperanza cierta
que ella me excusará y justificará mi causa ante Dios y ante los hombres.”
Pero mientras esto digo, el bendito Jesús se ha movido en mi interior y me
está reprochando y quiere que retire lo que he dicho, y si no lo hago no
quiere que siga escribiendo, me está diciendo que al decir esto me he
apartado de la verdad, siendo que la cosa más esencial de un alma es el no
salir jamás del círculo de la verdad. ¡Cómo! ¿no me amas tú? Con qué
intrepidez lo dices, ¿no quieres tú sufrir por Mí?”
Y yo avergonzándome toda: “Sí Señor.”
Y Él: “Y bien, ¿cómo es que vienes a salirte de la verdad?”
Dicho esto se ha retirado en mi interior sin hacerse oír más, quedando
yo como si hubiera recibido un golpe. ¡Cuántas me hace la señora
obediencia, si no fuera por ella no me encontraría en estas luchas con mi
amado Jesús! ¡Cuánta paciencia se necesita con esta bendita obediencia!
Ahora, voy a decir lo que debía decir, pues el Señor me distrajo un
poco de lo que había comenzado. Entonces, al venir el bendito Jesús ha
respondido a mi pensamiento diciéndome:
“Seguro que merecen ser quemados estos escritos tuyos, ¿pero quieres
saber en cual fuego? En el fuego de mi Amor, porque no hay página en ellos
que no manifieste claramente el modo como amo a las almas, tanto si son
cosas que se refieren a ti, como si se refieren al mundo, y mi Amor en estos
tus escritos encuentra un desahogo a mis preocupados y amorosos
desfallecimientos.”
Después de esto me ha transportado fuera de mí misma, y
encontrándome sola, sin cuerpo, he dicho: “Mi amado y único Bien, qué
castigo es para mí tener que regresar tantas veces a mi cuerpo, porque es
cierto que ahora no lo tengo, es sólo mi alma la que está junto contigo, y
después, no sé cómo me encuentro aprisionada en mi mísero cuerpo como
dentro de una cárcel tenebrosa, y ahí pierdo aquella libertad que me viene
dada al salir de él, ¿no es esto un castigo para mí, el más duro que se pueda
dar?”
Y Jesús: “Hija mía, no es castigo lo que tú dices, ni por culpa tuya
que esto te sucede, es más, debes saber que sólo por dos razones el alma
puede salir del cuerpo: Por fuerza del dolor porque sucede la muerte natural,
o por fuerza de amor recíproco entre el alma y Yo, porque siendo este amor
tan fuerte, ni el alma aguantaría ni Yo puedo aguantar mucho sin gozar de
ella, por eso la voy atrayendo a Mí y luego la devuelvo a su estado natural, y
el alma más que atraída por un hilo eléctrico va y viene como a Mí me place.
He aquí que lo que tú crees castigo es amor finísimo.”
Y yo: “¡Ah Señor, si mi amor fuera bastante, y fuerte, creo que
tendría la fuerza de subsistir ante Ti, y no estaría sujeta a regresar a mi
cuerpo, pero como es muy débil, por eso es que estoy sujeta a estas
vicisitudes.”
Y Él: “Más bien te digo que es amor más grande, es extraído del amor
del sacrificio, porque por amor mío y por amor de tus hermanos te privas y
regresas a las miserias de la vida.”
Después de esto el bendito Jesús me ha transportado a una ciudad
donde eran tantas las culpas que se cometían, que salía como una neblina
densísima, maloliente, que se levantaba hacia el cielo, y del cielo descendía
otra neblina tupida, y dentro estaban condensados tantos castigos que parecía
que fueran suficientes para exterminar esta ciudad, entonces yo he dicho:
“Señor, ¿dónde nos encontramos? ¿Qué lugares son estos?”
Y Él: “Aquí es Roma, donde son tantas las maldades que se cometen,
no sólo por los seglares sino también por los religiosos, que merecen que
esta niebla los termine de cegar, mereciéndose con ello su exterminio.”
En un instante he visto el estrago de vidas humanas que sucedía, y
parecía que el Vaticano recibía parte de las sacudidas, no eran librados ni
siquiera los sacerdotes, por eso toda consternada he dicho: “Mi Señor, libra
a tu ciudad predilecta, a tantos ministros tuyos, al Papa. ¡Oh, de buena gana
te ofrezco a mí misma para sufrir sus tormentos con tal de que los
perdones!”
Y Jesús conmovido me ha dicho: “Ven conmigo y te haré ver hasta
donde llega la malicia humana.”
Y me ha transportado dentro de un palacio, y en una habitación secreta
estaban cinco o seis diputados y decían entre ellos: “Sólo cederemos cuando
hayamos destruido a los cristianos.” Y parecía que querían obligar al rey a
escribir de su propio puño el decreto de muerte contra los cristianos, y la
promesa de dejarlos adueñarse de los bienes de éstos, diciéndole que con tal
de que consintiera con ellos, él no haría nada, porque no lo harían por ahora,
sino que en tiempo y circunstancias oportunas lo habrían hecho. Después de
esto me ha transportado a otra parte y me hacía ver que debía morir uno de
aquellos que se dicen jefes, y este tal parecía tan unido con el demonio, que
ni siquiera en ese punto se apartaba, toda su fuerza la tomaba de los
demonios que lo cortejaban como su fiel amigo; los demonios al verme se
han agitado, y alguno me quería golpear, otro me quería hacer una cosa y
otro otra, sin embargo yo, no haciendo caso a sus molestias porque me
importaba más la salvación de aquella alma, me he esforzado y he llegado
junto a aquel hombre. ¡Oh Dios, qué vista tan espantosa, más que los
mismos demonios! ¡En qué estado tan lamentable yacía él! Más duro que
piedra, en nada lo conmovió nuestra presencia, es más, parecía que se
burlaba, Jesús en seguida me quitó de ese lugar y yo empecé a rogarle por la
salvación de esa alma.
Octubre 12, 1900
Los tres enemigos más potentes del
hombre son: El amor a los placeres,
a las riquezas y a los honores.
Continúa viniendo mi adorable Jesús; esta mañana traía una tupida
corona de espinas. Se la he quitado poco a poco y la he puesto en mi cabeza
y he dicho: “Señor, ayúdame a clavarla.”
Y Él: “Esta vez quiero que tú misma te la claves, quiero ver qué cosa
saber hacer y cómo quieres sufrir por amor mío.”
Yo la he clavado muy bien, mucho más que se trataba de hacerle ver
hasta donde llegaba mi amor de sufrir por Él, tanto que Él mismo, todo
enternecido y estrechándome me ha dicho:
“Basta, basta, que mi corazón no resiste más el verte sufrir.”
Y dejándome muy sufriente, mi amado Jesús no hacía otra cosa que ir
y venir. Después de esto ha tomado el aspecto de crucificado y me ha
participado sus penas, y me ha dicho:
“Hija mía, los enemigos más potentes del hombre son: el amor a los
placeres, a las riquezas y a los honores, que hacen infeliz al hombre porque
estos enemigos se introducen hasta en el corazón y lo roen continuamente, lo
amargan, lo abaten, tanto, de hacerle perder toda la felicidad. Yo sobre el
Calvario derroté a estos tres enemigos y obtuve gracia para el hombre de que
pudiera vencerlos también él, y le restituí la felicidad perdida, pero el
hombre siempre ingrato y desagradecido rechaza mi Gracia y ama
rabiosamente estos enemigos que ponen el corazón humano en una tortura
continua.”
Dicho esto ha desaparecido y yo comprendía con tal claridad la verdad
de estas palabras, que sentía una repugnancia, un odio hacia estos enemigos.
Sea siempre bendito el Señor, y todo sea para su gloria.
Octubre 14, 1900
El peligroso flagelo de los burgueses.
Sólo la inocencia atrae la misericordia
y mitiga la justa indignación.
Esta mañana me sentía tan aturdida, que no reaccionaba ni podía ir
según lo acostumbrado en busca de mi sumo Bien. Él, de vez en cuando se
movía dentro de mi interior y se hacía ver, y abrazándome toda y
compadeciéndome me decía:
“Pobre hija, tienes razón de no poder estar sin Mí, ¿cómo podrías vivir
sin tu amado?”
Y yo, turbada por sus palabras he dicho: “Ah, amado mío, qué duro
martirio es la vida por los intervalos en que estoy obligada a estar sin Ti. Tú
mismo lo dices, que tengo razón en esto, ¿y luego me dejas?”
Y Él furtivamente se ha escondido como si no quisiera que oyera lo
que me decía, y yo he quedado de nuevo en mi turbación, sin poder decir
más nada; cuando me ha visto de nuevo turbada ha salido y dijo:
“Tú eres todo mi contento, en tu corazón encuentro el verdadero
reposo, y reposándome siento en él las más queridas delicias.”
Y yo sacudiéndome le he dicho: “También para mí Tú eres todo mi
contento, tanto, que todas las otras cosas no son para mí más que
amarguras.”
Y Él retirándose de nuevo me dejó a medio hablar, quedando más
turbada que antes, y así continuó esta mañana; parecía que tenía ganas de
jugar un poco. Después de esto me he sentido fuera de mí misma y he visto
que venían personas desconocidas vestidas de burgueses, y la gente al verlas,
todas se horrorizaban y daban un grito de espanto y de dolor, especialmente
los niños, y decían: “Si estos nos caen encima, para nosotros todo terminó”,
y agregaban: “Escondan a las jóvenes; pobre juventud si llega a manos de
estos.” Entonces yo, dirigiéndome al Señor le dije: “Piedad, misericordia,
aleja este flagelo tan peligroso para la mísera humanidad. Te muevan a
compasión las lágrimas de la inocencia.”
Y Él: “¡Ah! hija mía, sólo por la inocencia tengo consideración de los
otros, sólo ella me arranca la misericordia y mitiga mi justa ira.”
Octubre 15, 1900
Lucha entre el confesor y Jesús
por la crucifixión de Luisa.
Esta mañana habiendo recibido la comunión, el bendito Jesús me hizo
oír su voz que decía:
“Hija mía, esta mañana siento toda la necesidad de ser reconfortado,
¡ah, toma un poco mis penas sobre ti y déjame reposar en tu corazón!”
Y yo: “Sí mi Bien, hazme partícipe de tus penas, y mientras yo sufro
en lugar tuyo, tendrás todo el tiempo para poderte restaurar y tomar un dulce
reposo; sólo te pido que esperes otro poco hasta que me quede sola, porque
me parece que está el confesor todavía, a fin de que nadie me pueda ver
sufrir.”
Y Él: “¿Qué importa que esté presente el padre? ¿No sería mejor que
en vez de tener uno que me alivie tenga dos, tú sufriendo y él concurriendo
conmigo con mi misma intención?”
Entre tanto he visto al confesor que ponía la intención de la
crucifixión, y de inmediato el Señor, sin la mínima demora me ha
participado las penas de la cruz. Después de haber estado un poco en
aquellos sufrimientos, el confesor me llamó a la obediencia, Jesús se retiró y
yo trataba de someterme a quien me ordenaba. Cuando en un instante, de
nuevo ha venido mi dulce Jesús que me quería someter por segunda vez a las
penas de la crucifixión, y el padre no quería; y yo, cuando me uniformaba
con Jesús, esto es, a sufrir, Él venía; cuando el confesor veía que empezaba a
sufrir, con la obediencia detenía el sufrir y Jesús se retiraba. Yo sufría una
pena grande al verlo retirarse, pero hacía cuanto más podía por obedecer, y a
veces, como veía presente al confesor, los dejaba hacer a ellos, esperando a
ver quién vencía, la obediencia o Nuestro Señor. Ah, me parecía ver luchar
a la obediencia y a Jesús, ambos potentes y capaces de poder enfrentar una
lucha. Después de que han luchado, en el momento de ver quién vencía, ha
venido la Reina Mamá y acercándose al padre le dijo:
“Hijo mío, esta mañana en que Él mismo quiere que sufra, déjalo
hacer, de otra manera no seréis librados, ni siquiera en parte de los castigos.”
En aquel momento, el padre cesó, como si se hubiera distraído en
sostener la lucha, y Jesús vencedor me ha sometido de nuevo a las penas,
pero con tal vehemencia y acerbos dolores que yo misma no sé como he
quedado viva; cuando creía morir, la obediencia me ha llamado de nuevo y
me he encontrado en mí misma. Reconfortado el bendito Jesús, pero no
contento aún, regresando quería repetir por tercera vez, pero la obediencia
armándose de fuerza esta vez se hizo vencedora, perdiendo mi amado Jesús.
Con todo esto, de vez en cuando lo intentaba, quién sabe y a lo mejor podría
vencer nuevamente Él, tanto que no me daba calma, y he debido decir:
“Pero Señor mío, estate quieto y déjame en paz, ¿no ves que la obediencia se
puso en armas y no quiere ceder? Por eso ten paciencia, y si quieres repetir
la tercera vez prométeme que me harás morir.”
Y Jesús: “Sí, ven.”
Se lo he dicho al padre y también en esto la obediencia se volvió
inexorable; a pesar de que mi dulce Bien me llamaba diciéndome: “Luisa
ven”, yo le decía que me llamaba y me respondía con un no terminante. Qué
obediencia es esta que quiere hacer en todo y sobre todo de señora, se quiere
meter en cosas que a ella no le pertenecen, como es el morir, y además,
bonita cosa, expone a una pobre infeliz a los peligros de morir, le hace tocar
con la mano el puerto de la felicidad eterna, y luego para hacer ver que en
todo sabe hacer de señora, por la fuerza que posee la detiene y la hace
permanecer en la mísera prisión del cuerpo, y si se le pregunta por qué todo
esto, primero no te contesta, y después en su mudo lenguaje te dice: “¿Por
qué? Porque soy señora y tengo imperio sobre todo.” Parece que si se
quiere estar en paz con esta bendita obediencia se necesita una paciencia de
santo, y no sólo, sino la misma de Nuestro Señor, de otra manera se está en
continuas fricciones, porque se trata de que quiere tocar los extremos.
Entonces, viendo que no podía vencer en nada, el bendito Jesús se ha
calmado ante la obediencia y me ha dejado en paz, me ha mitigado las penas
que sufría y me ha dicho:
“Amada mía, en las penas que has sufrido he querido hacerte sentir el
furor de mi Justicia al derramarla un poco sobre ti. Si tú pudieras ver con
claridad el punto hasta donde la han hecho llegar los hombres, y cómo el
furor de mi Justicia se ha armado contra ellos, tú temblarías de pies a cabeza
y no harías otra cosa que pedirme que lluevan sobre ti las penas.”
Entonces parecía que me sostenía en mis sufrimientos y para
animarme me decía:
“Yo me siento mejor, ¿y tú?”
Y yo: “¡Ah! Señor, ¿quién puede decirte lo que siento? Me parece
como si hubiera sido triturada dentro de una máquina, siento tal
aniquilamiento de fuerzas, que si Tú no me infundes vigor no puedo
recuperarme.”
Y Él: “Amada mía, es necesario que al menos de vez en cuando
sientas con intensidad las penas, primero por ti, porque por cuan bueno sea
un fierro, si se deja largamente sin ponerlo al fuego siempre adquiere algo de
herrumbre; segundo por Mí, que si por largo tiempo no me descargara sobre
ti, mi furor se encendería en tal modo, que no tendría ninguna consideración
ni libraría a nadie, y si no pusiera sobre ti mis penas, ¿cómo podría
mantenerte la palabra de perdonar en parte al mundo de los castigos?”
Después de esto ha venido el confesor a llamarme a la obediencia, y
así he regresado en mí misma.
Octubre 17, 1900
Un alma sufriente y una oración humilde
hacen perder toda la fuerza a Jesús.
El aspecto de la Justicia.
Al venir mi adorable Jesús, me parecía verlo tan sufriente que daba
compasión, y arrojándose entre mis brazos me ha dicho:
“Hija mía, calma el furor de mi Justicia, de otra manera...”
Mientras estaba en esto, me ha parecido ver a la Justicia divina armada
de espadas, de saetas de fuego, que daba terror, y al mismo tiempo la fuerza
con la que puede obrar. Por eso toda asustada he dicho: “¿Cómo puedo
calmar tu furor si te veo tan fuerte que puedes en un simple instante
aniquilar cielo y tierra?”
Y Él: “Sin embargo un alma sufriente y una oración humildísima me
hacen perder toda mi fuerza, y me hacen tan débil que me dejo atar por esa
alma como a ella le parece y le place.”
Y yo: “¡Ah Señor, en qué aspecto tan feo se hace ver la Justicia!”
Y Jesús ha agregado: “No es fea, si tú la ves tan armada, esto lo han
provocado los hombres, pero en sí misma es buena y santa, como mis otros
atributos, porque en Mí no puede haber ni siquiera la sombra del mal; es
verdad que su aspecto aparece áspero, punzante, amargo, pero los frutos son
dulces y sabrosos.”
Dicho esto ha desaparecido.
Octubre 20, 1900
La Justicia quiere la satisfacción de lo
que es injusto, así el Amor quiere el
desahogo de amar y de ser amado.
Esta mañana al venir mi adorable Jesús me hacía ver sus atributos y
me ha dicho:
“Hija mía, todos mis atributos están en continua actitud hacia los
hombres, y todos exigen su tributo.”
Después ha agregado: “Así como la Justicia quiere la satisfacción de
lo que es injusto, así mi Amor quiere el desahogo de amar y de ser amado.
Tú ponte en la Justicia y reza, repara, y cuando recibas algún golpe ten la
paciencia de soportarlo; después pasa a mi Amor y dame el desahogo del
amor, de otra manera quedaría defraudado en el amor. Esta vez siento toda
la necesidad de dar desahogo a mi Amor reprimido, y si me fuera dado
hacerlo, languidecería y desfallecería.”
Mientras esto decía ha comenzado a besarme, a acariciarme y a
hacerme tantas ternuras de amor, que no tengo palabras para saberlas
manifestar, y quería que yo le correspondiera, diciéndome:
“Así como Yo siento la necesidad de desahogarme contigo en amor,
así tú tienes necesidad de desahogarte en amor conmigo, ¿no es verdad?”
Entonces, después de habernos desahogado mutuamente en amor ha
desaparecido.
Octubre 22, 1900
Dudas de Luisa acerca de las cosas que
le suceden. La obediencia no tiene
razón humana, su razón es divina.
Esta mañana me encontraba toda oprimida y con temor de que no
fuera Jesús bendito el que obraba en mí, sino el demonio, pero a pesar de
esto no me sabía contener en buscarlo y desearlo, y en cuanto se ha dignado
venir me ha dicho:
“¿Qué es lo que asegura que sale el sol sino la luz que pone en fuga las
tinieblas nocturnas y el calor que expande en la misma luz? Si se dijera que
ha salido el sol, y sin embargo se ve más densa la oscuridad de la noche y no
se siente ningún calor, ¿qué dirías tú? Que no es sol verdadero el que salió,
sino falso, porque no se ven los efectos del sol. Ahora, si mi vista te aleja
las tinieblas y te muestra la luz de la verdad, haciéndote sentir el calor de mi
Gracia, ¿por qué quieres cansarte el cerebro pensando que no soy Yo quien
obra en ti?”
Agrego, porque así lo quiere la obediencia, que el otro día estaba
pensando que si de verdad suceden tantos castigos que he escrito en estos
cuadernos, ¿quién tendrá corazón de ser espectador? Y el bendito Señor con
claridad me hizo comprender que algunos se realizarán mientras esté todavía
sobre esta tierra, otros después de mi muerte, y algunos otros serán
disminuidos en parte. Así que quedé un poco más aliviada pensando que no
me tocaba verlos todos. He aquí satisfecha la señora obediencia, que había
empezado a fruncir el ceño, a dar lamentos y a regañar; parece que esta
bendita señora no quiere en ningún modo adaptarse a la razón humana, no
quiere investirse de ninguna circunstancia, es más, parece que no tiene
razón, y en verdad es un martirio tener que ver con alguien que no tiene
razón, porque para poder estar un poco bien es necesario perder la propia
razón, porque la señorita se va jactando: “Yo no tengo ninguna razón
humana, por eso no sé adaptarme a la manera humana, mi razón es divina, y
quien quiera vivir en paz conmigo es absolutamente necesario que pierda la
suya, para hacer adquisición de la mía.” Así es como razona la señorita,
¿qué se puede decir? Es mejor callar, porque al derecho o al revés, siempre
quiere la razón y se gloría de negártela siempre.
Octubre 23, 1900
El verdadero amor jamás está solo.
Esta mañana habiendo recibido la comunión, mi adorable Jesús me
hacía ver al confesor que ponía la intención de hacerme sufrir la crucifixión;
mi pobre naturaleza sentía repugnancia, no porque no quisiera sufrir, sino
por otras razones que no es necesario describirlas aquí. Pero Jesús, como
lamentándose de mí decía al padre:
“No quiere someterse.”
Yo me he enternecido ante el lamento, el padre ha renovado la orden y
me he sometido. Después de haber sufrido un poco, como veía al padre
presente, el Señor ha dicho:
“Amada mía, he aquí el símbolo de la Sacrosanta Trinidad: Yo, el
padre y tú. Mi Amor desde ‘ab eterno’ jamás ha estado solo, sino siempre
unido en perfecta y recíproca unión con las Divinas Personas, porque el
verdadero amor jamás está solo, sino que produce otros amores y goza el ser
amado por los amores que él mismo ha producido, y si está solo, o no es de
la naturaleza del Amor divino, o bien está solo aparentemente. Si supieras
cuanto me complazco y me gusta poder continuar en las criaturas aquel
Amor que desde ‘ab eterno’ reinaba y reina todavía ahora en la Santísima
Trinidad. He aquí el por qué digo que quiero el consentimiento de la
intención del confesor unido conmigo, para poder continuar más
perfectamente este Amor que simboliza a la Trinidad Sacrosanta.”
Octubre 29, 1900
La cosa más esencial y necesaria
en un alma es la Caridad.
Después de haber pasado algunos días de privación y de silencio, esta
mañana al venir el bendito Jesús he dicho: “Se ve que no es más Voluntad
tuya mi estado.”
Y Él: “Sí, sí; álzate y ven a mis brazos.”
Por este hablar he olvidado el penoso estado de los días pasados y
corrí a sus brazos, y como se veía el costado abierto he dicho: “Amado mío,
hace ya algún tiempo que no me has admitido a chupar de tu costado, te pido
que me admitas hoy.”
Y Jesús: “Amada mía, bebe pues a tu placer y sáciate.”
¿Quién puede decir mi contento y con qué avidez puse mi boca para
beber de aquella fuente divina? Después que he bebido a saciedad, hasta no
tener más donde poner ni siquiera otra gota, me separé y Jesús me ha dicho:
“¿Te has saciado? Si no, sigue bebiendo.”
Y yo: “Saciada no, porque de esta fuente, por cuanto más se bebe más
crece la sed, sólo que siendo muy pequeña mi capacidad, no soy capaz de
contener más.”
Después de esto veía junto con Jesús a otras personas, y ha dicho:
“La cosa más esencial y necesaria en un alma es la Caridad; si no hay
Caridad sucede como a aquellas familias o reinos que no tienen regidores,
todo está trastornado, las cosas más bellas quedan oscurecidas, no se ve
ninguna armonía, quién quiere hacer una cosa y quién otra. Así sucede en el
alma donde no reina la Caridad, todo está en desorden, las más bellas
virtudes no armonizan entre ellas, por esto la Caridad se llama reina, porque
tiene régimen, orden, y dispone todo.”
Octubre 31, 1900
La medicina más eficaz en los momentos
más tristes de la vida, es la resignación.
Encontrándome en mi habitual estado, me he sentido fuera de mí
misma y he encontrado a la Reina Mamá, en cuanto me vio comenzó a
hablar de la Justicia, de cómo está por descargarse con todo el furor contra
las gentes, dijo muchas cosas sobre esto, pero no tengo palabras para
expresarlo, y mientras estaba en eso veía todo el cielo lleno de puntas de
espadas contra el mundo. Después ha agregado:
“Hija mía, tú, muchas veces has desarmado a la Justicia divina y te has
contentado en recibir sobre ti sus golpes, ahora que la ves en el colmo del
furor no te desalientes, sino sé animosa, con ánimo lleno de santa fortaleza
entra en esa Justicia y desármala, no tengas temor de las espadas, del fuego y
de todo lo que puedas encontrar; para obtener este propósito, si te ves herida,
golpeada, quemada, rechazada, no retrocedas, sino más bien te sea de
estímulo para proseguir. Mira, para hacer esto he venido Yo en tu ayuda
trayéndote una vestidura, la cual, usándola tu alma, adquirirás valor y
fortaleza para no temer nada.”
Dicho esto, de su manto sacó una vestidura entretejida de oro jaspeado
de varios colores y vistió mi alma, luego me dio a su Hijo diciéndome:
“Y he aquí que como prenda de mi amor te doy en custodia a mi
amadísimo Hijo para que lo custodies, lo ames y lo contentes en todo, trates
de hacer mis veces, para que encontrando en ti todo su contento, el disgusto
que le dan los demás no le pueda causar tanta pena.”
¿Quién puede decir cómo he quedado feliz y fortificada al ser vestida
por esa vestidura y con la amorosa prenda entre mis brazos? Felicidad más
grande ciertamente no podría desear. Entonces la Reina Mamá ha
desaparecido y yo he quedado con mi dulce Jesús; hemos girado un poco por
la tierra, y entre tantos encuentros nos hemos encontrado con un alma en
poder de la desesperación; teniendo compasión de ella nos hemos acercado,
y Jesús quiso que yo le hablara para hacerle comprender el mal que hacía, y
con una luz que Jesús mismo me infundía le he dicho:
“La medicina más provechosa y eficaz en las circunstancias más
tristes de la vida es la resignación. Tú con desesperarte, en vez de tomar la
medicina estás tomando el veneno para matar tu alma. ¿No sabes tú que el
remedio más oportuno para todos los males, la cosa principal que nos hace
nobles, nos diviniza y nos asemeja a Nuestro Señor y tiene virtud de
convertir en dulzura las mismas amarguras es la resignación? ¿Qué cosa fue
la Vida de Jesús sobre la tierra sino un continuar el Querer del Padre, y
mientras estaba en la tierra estaba unido con el Padre en el Cielo? Así el
alma resignada, mientras vive en la tierra, el alma y su voluntad está unida
con Dios en el Cielo. ¿Se puede dar cosa más querida y deseable que ésta?”
Aquella alma, como sacudida ha comenzado a calmarse, y yo junto
con Jesús nos hemos retirado. Sea todo para gloria de Dios y sea siempre
bendito.
Noviembre 2, 1900
Quien mora en Jesús, nada en
el océano de todos los contentos.
Esta mañana me sentía toda oprimida y afligida, con la añadidura que
el bendito Jesús no se hacía ver. Después de mucho esperar ha salido de
dentro de mi interior, y abriéndome su corazón me ponía dentro diciéndome:
“Estate dentro de Mí, sólo aquí encontrarás la verdadera paz y estable
contento, porque dentro de Mí no penetra nada de lo que no pertenece a la
paz y felicidad, y quien mora en Mí no hace otra cosa que nadar en el océano
de todos los contentos; mientras que al salir fuera de Mí, aunque el alma no
se tomara la molestia de nada, sólo con ver las ofensas que me hacen y el
modo como me disgustan, ya viene a participar en la aflicciones y queda
perturbada por ello; por eso tú de vez en cuando olvídate de todo, entra
dentro de Mí y ven a gustar mi paz y felicidad, después sal fuera y hazme el
oficio de reparadora mía.”
Dicho esto ha desaparecido.
Noviembre 8, 1900
La obediencia restituye al alma su estado original.
Continuando sus acostumbradas demoras al venir, yo sentía todo el
peso de su privación, cuando repentinamente ha venido y sin saber por qué,
me ha hecho esta pregunta:
“¿Me sabrías decir por qué la obediencia es tan glorificada y causa
tanto honor de imprimir en el alma la imagen divina?”
Yo toda confundida no he sabido qué responder, pero el bendito Jesús
con una luz intelectual que me mandaba, me ha respondido Él mismo, pero
como es por medio de luz y no de palabras, no tengo palabras para
expresarlo, pero la obediencia quiere que lo intente para ver si logro
escribirlo, aunque creo que diré disparates y escribiré cosas que no
concordarán, pero pongo toda mi fe en la obediencia, especialmente que son
cosas que se refieren directamente a ella, y ahora empiezo a intentarlo.
Entonces parecía que me decía:
“La obediencia es tan glorificada porque tiene virtud de descubrir,
desde las raíces, las pasiones humanas, destruye en el alma todo lo que es
terreno y material y con gran honor suyo le restituye al alma su estado
original, esto es, como fue creada por Dios en la justicia original, antes de
ser arrojada del edén terrestre, y en este sublime estado el alma se siente
atraída fuertemente a todo lo que es bien, siente connatural a ella todo lo que
es bueno, santo y perfecto, con un horror grandísimo aun a la sombra del
mal. Con esta naturaleza feliz, recibida por la expertísima mano de la
obediencia, el alma no experimenta más dificultad para seguir las órdenes
recibidas, mucho más que quien manda, debe mandar siempre lo bueno. Y
he aquí como la obediencia sabe imprimir bien la imagen divina, y no sólo
eso, sino cambia la naturaleza humana en la divina, porque como Dios es
bueno, santo y perfectísimo, y es llevado a todo lo que es bueno y odia
sumamente el mal, así la obediencia tiene virtud de divinizar la naturaleza
humana y de hacerle adquirir las propiedades divinas; y cuanto más el alma
se deja manejar por esta expertísima mano, tanto más adquiere de divino y
destruye el propio ser. Por eso es tan glorificada y honrada, tanto que Yo
mismo me sometí a ella y por ella quedé honrado y glorificado, y restituí por
medio suyo el honor y la gloria a todos mis hijos, que por la desobediencia
habían perdido.”
Esto más o menos he sabido manifestar, lo demás lo tengo en la mente
pero me faltan las palabras, porque es tanta la altura del concepto de esta
virtud, que mi pobre lenguaje humano no sabe adaptarse a ponerlo en
palabras.
Noviembre 10, 1900
Jesús le enseña donde está el verdadero amor.
Jesús continuaba sin venir y yo me sentía inmersa en la más grande
amargura, mi alma quedaba desgarrada de mil modos, entonces sentía como
una sombra junto a mí y oía la voz de mi adorable Jesús, pero sin verlo, que
me ha dicho:
“El amor más perfecto está en la verdadera confianza que se debe
tener hacia el objeto amado, y aunque se viera perdido el objeto que se ama,
entonces más que nunca es tiempo de demostrar esta viva confianza. Este es
el medio más fácil para ponerse en posesión de lo que ardientemente se
ama.”
Dicho esto ha desaparecido la sombra y la voz. ¿Quién puede decir la
pena que siento por no haber visto a mi amado Bien?
Noviembre 11, 1900
Saliendo del Divino Querer se pierde el
conocimiento de Dios y de sí mismo.
Parece que el Señor bendito quiere ejercitarme en la paciencia, no
tiene compasión ni de mis lágrimas ni de mi dolorosísimo estado. Yo sin Él
me veo inmersa en las más grandes miserias, creo que no haya alma más
perversa que la mía, si bien estando con Jesús me veo más que nunca mala,
pero como me encuentro con Él que posee todos los bienes, mi alma
encuentra el remedio a todos los males. Así que faltándome Él, todo para mí
termina, no hay ningún remedio a mis grandes miserias, mucho más me
oprime el pensamiento de que no sea más Voluntad suya mi estado, y no
estando en su Querer me parece estar fuera del centro, y muchas veces
pienso en el modo cómo poder salir. Ahora, estando con estas disposiciones
lo he oído atrás de mi espalda que me decía:
“Te has cansado, ¿no es verdad?”
Y yo: “Sí Señor, me siento muy cansada.”
Y Él continuó: “¡Ah! hija mía, no salgas de mi Querer, porque
saliendo de dentro de Él vienes a perder mi conocimiento, y no
conociéndome vienes a perder el conocimiento de ti misma, porque sólo se
distingue con claridad si hay oro o fango con los reflejos de la luz, porque si
todo es tinieblas fácilmente se pueden confundir los objetos. Ahora, luz es
mi Querer, que dándote mi conocimiento, a los reflejos de esta luz vienes a
conocer quién eres tú, y viendo tu debilidad, tu pura nada, te pegas a mis
brazos y unida con mi Querer vives conmigo en el Cielo; pero si quieres
salir de mi Querer, lo primero que perderás es la verdadera humildad, y
después vendrás a vivir sobre la tierra y estarás obligada a sentir el peso
terreno, a gemir y suspirar como todos los demás desventurados que viven
fuera de mi Voluntad.”
Dicho esto se ha retirado sin ni siquiera hacerse ver. ¿Quién puede
decir el desgarro de mi alma?
Noviembre 13, 1900
Ve las muchas miserias humanas, el
envilecimiento y despojamiento de la Iglesia.
Después de haber pasado varios días de privaciones amarguísimas,
habiendo recibido la santa comunión, dentro de mi interior he visto tres
niños; era tanta su belleza e igualdad, que parecían los tres nacidos de un
mismo parto. Mi alma quedó sorprendida y estupefacta al ver tanta belleza
encerrada en el círculo de mi interior tan miserable, y más crecía mi
asombro porque veía a estos tres niños como si tuvieran en la mano muchas
cuerdas de oro, con las cuales se ataban totalmente a mí y ataban todo mi
corazón a ellos. Luego, como si cada uno tomara su lugar empezaron a
discutir entre ellos, pero yo no entendía y no encuentro palabras para poder
repetir su altísimo lenguaje, sólo puedo decir que en un abrir y cerrar de ojos
he visto las tantas miserias humanas, el envilecimiento y despojo de la
Iglesia, la misma degradación de los sacerdotes, que en vez de ser luz para
los pueblos son tinieblas. Entonces toda amargada por estas escenas he
dicho: “Santísimo Dios, da la paz a la Iglesia, haz que le restituyan lo que le
han quitado, no permitas que los malos rían a espaldas de los buenos.” Y
mientras esto decía, los niños han dicho:
“Son arcanos incomprensibles de Dios.”
Dicho esto han desaparecido y yo he regresado en mí misma.
Noviembre 14, 1900
La Reina Mamá reconforta a Jesús.
La transporta al Purgatorio.
Esta mañana al venir mi adorable Jesús me ha transportado fuera de
mí misma y me ha pedido un consuelo a sus penas, yo, no teniendo nada he
dicho: “Dulcísimo amor mío, si estuviera la Reina Mamá podría reanimarte
con su leche, porque yo no tengo otra cosa que miserias.” En ese momento
ha venido la Santísima Reina, y yo enseguida le he dicho: “Jesús siente la
necesidad de un alivio, dale tu dulcísima leche para que quede aliviado.”
Entonces nuestra amadísima Mamá le ha dado su leche, y mi amado Jesús ha
quedado todo aliviado. Después dirigiéndose a mí ha dicho:
“Yo me siento reconfortado, también tú acércate a mis labios y bebe
parte de esa leche que he recibido de mi Madre, para que podamos quedar
ambos reanimados.”
Así lo he hecho; ¿pero quién puede decir la virtud de aquella leche que
salía a borbotones de Jesús, y que contenía tanta que parecía una fuente
inmensa, que aunque bebieran todos los hombres no disminuiría en nada?
Después de esto hemos girado un poco por la tierra y en un lugar parecía que
estaban gentes sentadas alrededor de una mesita que decían: “Habrá una
guerra en Europa, y lo que será más doloroso es que será producida por
parientes.” Jesús escuchaba pero no decía nada referente a eso, por lo que
no estoy segura si sucederá o no, siendo los juicios humanos mudables y lo
que hoy dicen mañana desdicen. Después me ha transportado dentro de un
jardín en el que sobresalía un edificio grandísimo, como si fuera un
monasterio, poblado de tanta gente que resultaba difícil contarla. Mi
adorable Jesús a la vista de aquella gente se volteó de espaldas y se abrazó a
mí, poniendo su cabeza apoyada en mi hombro junto al cuello y me ha
dicho:
“Amada mía, no me las hagas ver, de otra manera sufriría mucho.”
También yo lo abracé, y acercándome a una de aquellas almas he
dicho: “Al menos decidme quiénes sois.” Y ella ha respondido: “Todas
somos almas purgantes, y nuestra liberación está condicionada a la
satisfacción de aquellos piadosos legados que dejamos a nuestros sucesores,
y como no se satisfacen nosotras estamos obligadas a estarnos aquí, lejos de
nuestro Dios; qué pena es para nosotras, porque Dios es para nosotras un Ser
necesario, del cual no podemos prescindir, sentimos una continua muerte
que nos martiriza en el modo más despiadado, y si no morimos es porque
nuestra alma no está sujeta a eso; así que dolientes como estamos, quedando
privadas de un objeto que forma toda nuestra vida, imploramos a Dios que
haga sentir a los mortales una mínima parte de nuestras penas, con privarlos
de lo que es necesario al mantenimiento de la vida corporal, a fin de que
aprendan por su propia cuenta cómo es doloroso el estar privado de lo que es
absolutamente necesario.”
Después de esto el Señor me ha transportado a otra parte, y yo
sintiendo compasión por aquellas almas he dicho: “¡Cómo, oh mi buen
Jesús! Volteaste tu rostro de aquellas almas benditas que tanto te suspiran,
mientras que bastaba sólo hacerte ver para hacer que quedaran libres de las
penas y quedaran beatificadas.”
Y Él: “Ah hija mía, si Yo me mostrase a ellas, como no están del todo
purgadas no habrían podido sostener mi presencia, y en vez de arrojarse
entre mis brazos, confundidas se habrían retirado y no habría hecho otra cosa
que acrecentar mi martirio y el suyo. Por eso hice así.”
Dicho esto ha desaparecido.
Noviembre 16, 1900
Jesús le quita a Luisa el corazón
y le da su Amor por corazón.
Esta mañana habiendo recibido la comunión, mi adorable Jesús hacía
ver todo mi interior lleno de flores, como si fuera una cabaña, y a Él que
estaba dentro recreándose y complaciéndose todo. Yo, viéndolo en esa
actitud le he dicho: “Mi dulcísimo Jesús, ¿cuándo será que tomes este
corazón mío para uniformarlo todo al tuyo, de modo que pueda vivir de la
vida de tu corazón?” Mientras esto decía, mi sumo y único bien ha tomado
una lanza y me ha abierto la parte que corresponde al corazón, después, con
sus manos lo ha sacado y lo miraba todo para ver si estaba despojado y
tuviese las cualidades para poder estar en su santísimo corazón; también yo
lo he mirado y con mi sorpresa he visto impresa en una parte la cruz, la
esponja y la corona de espinas, pero queriendo verlo por la otra parte y por
dentro porque parecía hinchado, como si pudiera abrirse, mi amado Jesús me
lo ha impedido diciéndome:
“Quiero mortificarte no dejándote ver todo lo que he derramado en
este corazón. Ah, sí, aquí, dentro de este corazón están todos los tesoros de
mis gracias, que humana naturaleza puede llegar a contener.”
En ese momento lo encerró en su santísimo corazón agregando:
“Tu corazón ha tomado posesión en mi corazón, y Yo por corazón te
doy mi Amor, que te dará vida.”
Y acercándose a esa parte ha mandado tres respiros conteniendo luz,
que tomaban el lugar del corazón, y después ha cerrado la herida
diciéndome:
“Ahora más que nunca te conviene fijarte en el centro de mi Querer,
teniendo por corazón sólo mi Amor; ni siquiera por un solo instante debes
salir de Él, y mi Amor sólo encontrará en ti su verdadero alimento, si
encuentra en ti, en todo y por todo, mi Voluntad, en Ella encontrará su
contento y la verdadera y fiel correspondencia.”
Después, acercándose a la boca me ha mandado otros tres respiros, y
al mismo tiempo ha derramado un licor dulcísimo que toda me embriagaba.
Entonces, como llevado por entusiasmo decía:
“Mira, tu corazón está en el mío, así que no es más tuyo.”
Y me besaba y me volvía a besar, y me hacía mil finezas de amor;
¿pero quién puede decirlas todas? Me resulta imposible manifestarlas.
¿Quién puede decir lo que sentía al encontrarme en mí misma? Sólo sé decir
que me sentía como si no fuera más yo, sin pasiones, sin inclinaciones, sin
deseos, toda abismada en Dios; en la parte del corazón sentía un frío sensible
en comparación con las otras partes.
Noviembre 18, 1900
La unión del corazón con el de
Jesús, hace pasar al estado de
perfecta consumación.
Jesús sigue teniendo mi corazón en su corazón, y de vez en cuando se
digna hacérmelo ver, haciendo fiesta como si hubiera hecho una gran
adquisición, y en estos días encontrándome fuera de mí misma, en la parte
que corresponde al corazón, en vez del corazón veo la luz que el bendito
Jesús me envió en aquellos tres respiros. Después, esta mañana al venir,
mostrándome su corazón me ha dicho:
“Amada mía, ¿cuál quieres, mi corazón o el tuyo? Si quieres el mío te
tocará sufrir más, pero debes de saber que he hecho esto para hacerte pasar a
otro estado, porque cuando se llega a la unión se pasa a otro estado, que es el
de la consumación, y el alma para pasar a este estado de perfecta
consumación, tiene necesidad, o de mi corazón para vivir, o del suyo todo
transformado en el mío, de otra manera no puede pasar a este estado de
consumación.”
Y yo temiendo toda respondí: “Dulce amor mío, mi voluntad no es
más mía sino tuya, haz lo que quieras y yo estaré más contenta.” Después de
esto me he acordado de algunas dificultades del confesor, y Jesús viendo mi
pensamiento me ha hecho ver como si yo estuviera dentro de un cristal, y
éste impedía hacer ver a los demás lo que el Señor obraba en mí, y ha
agregado:
“Sólo se conoce el cristal y lo que contiene dentro, a los reflejos de la
luz; así es para ti, quien trae la luz de la creencia tocará con mano lo que Yo
obro en ti, si no, advertirá las cosas naturalmente.”
Noviembre 20, 1900
Debiendo vivir del corazón de Jesús,
Él le da reglas para aprender
un vivir más perfecto.
Encontrándome fuera de mí misma, mi adorable Jesús continúa
haciéndome ver mi corazón en el suyo, pero tan transformado que no
reconozco más cuál es el mío y cual el de Jesús. Lo ha conformado
perfectamente con el suyo, le ha impreso todas las insignias de la Pasión,
haciéndome entender que su corazón desde que fue concebido, fue
concebido con estas insignias de la Pasión, tanto, que lo que sufrió en lo
último de su Vida fue un desbordamiento de lo que su corazón había sufrido
continuamente; me parecía verlos como el uno así el otro. Me parecía ver a
mi amado Jesús ocupado en preparar el lugar donde tenía que poner el
corazón, perfumándolo y adornándolo con tantas diversas flores, y mientras
esto hacía me ha dicho:
“Amada mía, debiendo vivir de mi corazón te conviene emprender un
modo de vivir más perfecto, por eso quiero de ti:
1º Uniformidad perfecta a mi Voluntad, porque jamás podrás amarme
perfectamente sino hasta que me ames con mi misma Voluntad, es más, te
digo que amándome con mi misma Voluntad llegarás a amarme a Mí y al
prójimo con mi mismo modo de amar.
2º Humildad profunda, poniéndote ante Mí y ante las criaturas como la
última de todas.
3º Pureza en todo, porque cualquier mínima falta de pureza, tanto en el
amar como en el obrar, todo se refleja en el corazón, y éste queda manchado,
por eso quiero que la pureza sea como el rocío sobre las flores al despuntar
el sol, en el que reflejándose los rayos, transmuta esas pequeñas gotitas
como en tantas perlas preciosas que encantan a las gentes. Así todas tus
obras, pensamientos y palabras, latidos y afectos, deseos e inclinaciones, si
están adornadas por el rocío celestial de la pureza, tejerás un dulce encanto
no sólo a los ojos humanos, sino a todo el empíreo.
4º La obediencia va unida con mi Voluntad, porque si esta virtud se
refiere a los superiores que te he dado en la tierra, mi Voluntad es obediencia
que se refiere a Mí directamente, tanto que se puede decir que la una y la
otra, ambas son virtud de obediencia, con esta sola diferencia, que una se
refiere a Dios y la otra se refiere a los hombres, las dos tienen el mismo
valor y no puede estar la una sin la otra, por lo que a las dos las debes amar
de una misma manera.”
Después ha agregado: “Debes saber que de ahora en adelante vivirás
con mi corazón, y debes entendértela a modo de mi corazón para encontrar
en ti mis complacencias, por eso te lo encomiendo, porque no es más
corazón tuyo, sino corazón mío.”
Noviembre 22, 1900
Jesús se pone en el lugar del corazón de Luisa.
Le dice el alimento que quiere de ella.
Continúa haciéndose ver mi adorable Jesús; esta mañana habiendo
recibido la comunión lo veía en mi interior, y los dos corazones tan fundidos
que parecían uno, y mi dulcísimo Jesús me ha dicho:
“Hoy he decidido darte en lugar del corazón, a Mí mismo.”
En ese momento he visto que Jesús tomaba lugar en aquel punto
donde está el corazón, y de dentro de Jesús recibía la respiración y sentía el
latido del corazón; ¡cómo me sentía feliz viviendo de esta manera! Después
de esto ha agregado:
“Habiendo Yo tomado el lugar del corazón, te conviene tener un
alimento siempre preparado para nutrirme, el alimento será mi Querer, y
todo lo que te mortificarás y de lo que te privarás por amor mío.”
¿Pero quién puede decir todo lo que en mi interior ha pasado entre
Jesús y yo? Creo que es mejor callar, de otra manera siento como si lo
estropeara. No estando mi lengua adiestrada para hablar de gracias tan
grandes que el Señor ha hecho a mi alma, no me queda otra cosa que
agradecer al Señor que tiene consideración de un alma tan miserable y
pecadora.
Noviembre 23, 1900
Modo en el cual están las almas en Jesús.
Encontrándome en mi habitual estado, mi amante Jesús me ha
transportado fuera de mí misma, y saliendo de dentro de mi interior se hacía
ver tan grande que absorbía en Él toda la tierra, y extendía tanto su grandeza
que mi alma no encontraba el término, me sentía dispersa en Dios, no sólo
yo sino todas las criaturas quedaban dispersas, y ¡oh, cómo parecía
impropio, qué afrenta se hace a Nuestro Señor, el que nosotros, pequeños
gusanos, viviendo en Él osemos ofenderlo! ¡Oh, si todos pudieran ver el
modo como estamos en Dios, cómo se cuidarían de no darle ni siquiera la
sombra de un disgusto! Después se hacía tan alto que absorbía en Él todo el
Cielo, así que en Dios mismo veía a todos los ángeles y santos, oía su canto,
entendía muchas cosas de la felicidad eterna. Después de esto veía que de
Jesús salían muchos arroyos de leche y yo bebía de ellos, pero siendo yo
muy restringida y Jesús tan grande y alto que no tenía límite ni de grandeza
ni de altura, no lograba absorberlo todo en mí, muchos corrían fuera, si bien
permanecían en Dios mismo, y yo sentía un disgusto por ello, y hubiera
querido que todos corrieran a beber de estos arroyos, pero escasísimo era el
número de los viadores que bebían; Nuestro Señor disgustado también por
esto me ha dicho:
“Esto que tú ves es la Misericordia contenida, y esto irrita mayormente
a la Justicia. ¿Cómo no debo hacer justicia mientras que ellos mismos me
impiden la Misericordia?”
Y yo, tomándole las manos lo he estrechado diciendo: “No Señor, no
puedes hacer justicia, no lo quiero yo, y no queriéndolo yo tampoco Tú lo
quieres, porque mi voluntad no es más mía sino tuya, y siendo tuya, todo lo
que yo no quiero tampoco Tú lo quieres. ¿No me lo habéis dicho Tú mismo,
que debo vivir en todo y por todo de tu Querer?”
Mi hablar ha desarmado a mi dulce Jesús, se ha empequeñecido de
nuevo y se ha encerrado en mi interior, y yo me he encontrado en mí misma.
Noviembre 25, 1900
La naturaleza del verdadero amor es de
transformar las penas en alegrías,
las amarguras en dulzuras.
Al tardar en venir mi dulcísimo Jesús me sentí casi con temor, y aún
no venía, pero después con mi sorpresa, todo de improviso ha venido y me
ha dicho:
“Amada mía, ¿quieres saber cuándo una obra se hace por la persona
amada? Cuando encontrando sacrificios, amarguras y penas, tiene virtud de
cambiarlas en dulzuras y delicias, porque esta es la naturaleza del verdadero
amor, la de transformar las penas en alegrías, las amarguras en dulzuras; si
se experimenta lo contrario es señal de que no es el verdadero amor el que
obra. ¡Oh, en cuántas obras se dice: lo hago por Dios, pero en las
dificultades retroceden! Con esto hacen ver que no era por Dios, sino por el
propio interés y el placer que sentían.”
Después ha agregado: “Generalmente se dice que la propia voluntad
estropea todas las cosas e infecta las obras más santas, sin embargo si esta
voluntad propia está conectada con la Voluntad de Dios, no hay otra virtud
que la pueda superar, porque donde hay voluntad hay vida en el obrar el
bien, pero donde no hay voluntad hay muerte en el obrar, o bien se obrará
fatigosamente como si se estuviera en agonía.”
Diciembre 3, 1900
La naturaleza de la Santísima Trinidad está formada
de Amor purísimo, simplísimo y comunicativo.
Esta mañana encontrándome fuera de mí misma, me he encontrado
con el niño Jesús entre los brazos, y mientras me deleitaba en mirarlo, sin
saber como, del mismo niño ha salido un segundo, y después de breves
instantes un tercer niño, los dos semejantes al primero, si bien distintos entre
ellos. Asombrada al mirar esto he dicho: “¡Oh, cómo se toca con la mano el
misterio sacrosanto de la Santísima Trinidad, que mientras sois Uno, sois
también Tres!” Me parecía que los Tres me decían, pero al salir la palabra
formaba una sola voz:
“Nuestra naturaleza está formada de Amor purísimo, simplísimo y
comunicativo, y la naturaleza del verdadero Amor tiene como propiedad
especial producir de sí mismo imágenes todas semejantes en la Potencia, en
la Bondad, en la belleza y en todo lo que él contiene, y sólo para dar un
realce más sublime a nuestra omnipotencia pone la marca de la distinción, de
modo que esta nuestra naturaleza, derritiéndose en amor, como es simple,
sin ninguna materia que pudiera impedir la unión, de ella forma Tres y
volviéndose a derretir forma Uno solo. Y es tan cierto que la naturaleza del
verdadero Amor tiene esto de producir imágenes todas similares a sí, o de
asumir la imagen de quien se ama, que la segunda Persona al redimir al
género humano asumió la naturaleza y la imagen del hombre, y comunicó al
hombre la Divinidad.”
Mientras esto decían, yo distinguía muy bien a mi amado Jesús,
reconociendo en Él la imagen de la naturaleza humana, y sólo por Él tenía la
confianza de permanecer ante la presencia de ellos, ¿de otra manera quién se
habría atrevido? Ah, sí, me parecía que la Humanidad asumida por Jesús
había abierto el comercio a la criatura, a fin de hacerla subir hasta el trono de
la Divinidad para ser admitida a su conversación, y obtener reescritos de
gracias. ¡Oh, qué momentos felices he gustado, cuántas cosas comprendía!
Pero para escribir algunas cosas necesitaría escribirlas cuando mi alma se
encuentra con mi amado Jesús, porque entonces me parece liberada del
cuerpo, pero al encontrarme de nuevo aprisionada, las tinieblas de la prisión,
la lejanía de mi místico Sol, la pena de no verlo, me vuelven incapaz de
describirlas y me hacen vivir muriendo, pero estoy obligada a vivir atada,
encarcelada en este mísero cuerpo. ¡Ah! Señor, ten compasión de una
miserable pecadora que vive enferma y prisionera, rompe pronto los muros
de esta cárcel para volar a Ti y no regresar más.
Diciembre 23, 1900
Delante a la Santidad de la Divina Voluntad,
las pasiones no osan presentarse, y pierden
por sí mismas la vida.
Después de haber pasado largos días de silencio entre el bendito Jesús
y yo, sentía un vacío en mi interior, y esta mañana al venir me ha dicho:
“Amada mía, ¿qué cosa quieres decirme que tanto ansías hablar
conmigo?”
Y yo avergonzándome toda he dicho: “Mi dulce Jesús, quiero decirte
que ansío ardientemente el quererte a Ti y a tu santo Querer, y si esto me
concedes me harás totalmente feliz y contenta.” Y Él ha agregado:
“Tú en una palabra has aferrado todo, pidiéndome lo más grande que
hay en el Cielo y en la tierra, y Yo, en este santo Querer deseo y quiero
mayormente conformarte, y para hacer que te sea más dulce y gustoso mi
Querer, ponte en el círculo de mi Voluntad y observa en Ella sus diversas
virtudes y cualidades, deteniéndote ahora en la Santidad de mi Querer, ahora
en la bondad, ahora en la humildad, ahora en la belleza, ahora en la pacífica
morada que produce mi Querer, y en estas paradas que hagas adquirirás
siempre más nuevas e inauditas noticias de mi santo Querer, y por eso
quedarás tan atada y enamorada, que no saldrás nunca más de Él, y esto te
traerá un gran provecho, que estando tú en mi Voluntad no tendrás necesidad
de combatir con tus pasiones y de estar siempre en armas contra ellas, pues
mientras parece que mueren renacen nuevamente más fuertes y vivas, sino
que sin combatir, sin estrépito, dulcemente se mueren, porque ante la
Santidad de mi Voluntad las pasiones no se atreven a presentarse y pierden
por sí mismas la vida; y si el alma siente los movimientos de sus pasiones, es
señal que no hace morada continua en los confines de mi Querer, que hace
sus salidas, sus escapaditas a su propio querer, y está obligada a sentir la
peste de la naturaleza corrupta. Mientras que si estás fija en mi Voluntad
estarás libre del todo, y tu única ocupación será el amarme y ser amada por
Mí.”
Después de esto, mirando al bendito Jesús vi que tenía la corona de
espinas y se la he quitado poco a poco y la he puesto sobre mi cabeza, y Él
me la encajó y desapareció, y yo me he encontrado en mí misma, con un
deseo ardiente de estar siempre en su Santísima Voluntad.
Diciembre 25, 1900
Nacimiento de Jesús.
Encontrándome en mi habitual estado, me he sentido fuera de mí
misma y después de haber girado me encontré dentro de una cueva, y he
visto a la Reina Mamá que estaba en el momento de dar a luz al niñito Jesús.
¡Qué estupendo prodigio! Me parecía que tanto la Madre como el Hijo
estaban cambiados en luz purísima, pero en esa luz se distinguía muy bien la
naturaleza humana de Jesús, que contenía en sí la Divinidad y le servía como
de velo para cubrir a la Divinidad, de modo que abriendo el velo de la
naturaleza humana era Dios, y cubierto con ese velo era hombre, y he aquí el
prodigio de los prodigios: Dios y hombre, hombre y Dios, que sin dejar al
Padre y al Espíritu Santo viene a habitar con nosotros y toma carne humana,
porque el verdadero amor no se desune jamás. Ahora, me ha parecido que la
Madre y el Hijo en ese felicísimo instante quedaron como espiritualizados, y
sin el mínimo obstáculo Jesús salió del seno materno, desbordándose ambos
en un exceso de amor, o sea, esos santísimos cuerpos transformados en luz,
sin el mínimo impedimento Jesús luz ha salido de dentro de la luz Madre,
quedando sanos e intactos tanto el uno como la otra, regresando después al
estado natural. ¿Pero quién puede decir la belleza del niñito que en ese
momento de su nacimiento traslucía aun externamente los rayos de su
Divinidad? ¿Quién puede decir la belleza de la Madre que quedaba toda
absorbida en aquellos rayos divinos? Me parecía que San José no estaba
presente en el momento del parto, sino que permanecía en otro rincón de la
cueva, todo absorto en aquel profundo misterio, y si no vio con los ojos del
cuerpo, vio muy bien con los ojos del alma, porque estaba raptado en éxtasis
sublime.
Ahora, en el momento en que el niñito salió a la luz yo habría querido
volar para tomarlo entre mis brazos, pero los ángeles me lo impidieron
diciéndome que le correspondía a la Madre el honor de ser la primera en
tomarlo. Entonces la Virgen Santísima, como sacudida, ha vuelto en sí, y de
las manos de un ángel recibió al Hijo en sus brazos, lo estrechó tan fuerte en
el arrebato de amor en que se encontraba, que parecía que lo quisiera meter
de nuevo en Ella, después, queriendo dar un desahogo a su ardiente amor lo
puso a mamar de sus pechos. Mientras tanto yo permanecía toda aniquilada,
esperando ser llamada para no recibir otro regaño de los ángeles. Entonces
la Reina me dijo:
“Ven, ven a tomar a tu amado y gózalo también tú, desahoga con Él tu
amor.”
En cuanto dijo esto me acerqué y la Mamá me lo puso en los brazos.
¿Quién puede decir mi contento, los besos, los abrazos, las ternuras?
Después de que me desahogué un poco le dije: “Amado mío, Tú has tomado
leche de nuestra Mamá, hazme partícipe.” Y Él condescendiendo, de su
boca derramó parte de esa leche en la mía, y después me ha dicho:
“Amada mía, Yo fui concebido unido al dolor, nací al dolor y morí en
el dolor, y con los tres clavos con que me crucificaron clavé las tres
potencias: inteligencia, memoria y voluntad de aquellas almas que desean
amarme, haciéndolas quedar todas atraídas a Mí, porque la culpa las había
vuelto enfermas, dispersas de su Creador y sin ningún freno.”
Y mientras esto decía ha dado una mirada al mundo y comenzó a
llorar sus miserias. Yo, viéndolo llorar he dicho: “Amable niño, no
entristezcas una noche tan alegre con tu llanto a quien te ama, en lugar de
dar desahogo al llanto demos desahogo al canto.” Y así diciendo comencé a
cantar; Jesús se distrajo al oírme cantar y dejó de llorar. Al terminar mi
verso Él cantó el suyo con una voz tan fuerte y armoniosa, que todas las
demás voces desaparecían ante su voz dulcísima. Después de esto le pedí al
niño Jesús por mi confesor, por aquellos que me pertenecen, y finalmente
por todos, y Él parecía todo condescendiente. Mientras estaba en esto ha
desaparecido y yo volví en mí misma.
Diciembre 26, 1900
Continúa en la gruta.
Al continuar viendo al santo niño, veía a la Reina Madre de un lado y
a San José del otro, que estaban adorando profundamente al infante divino.
Estando todos atentos a Él, me parecía que la continua presencia del niñito
los tenía absortos en éxtasis continuo, y si obraban era un prodigio que el
Señor obraba en ellos, de otra manera habrían quedado inmóviles, sin poder
externamente atender a sus deberes. También yo he hecho mi adoración y
me he encontrado en mí misma.
Diciembre 27, 1900
Dios no está sujeto a cambiarse, el demonio y la
naturaleza humana frecuentemente se cambian.
Esta mañana me encontraba con temor sobre mi estado, que no fuera
el Señor el que obrara en mí, con el agregado de que no se dignaba venir.
Entonces, después de mucho esperar, en cuanto lo he visto le he expuesto mi
temor y Él me ha dicho:
“Hija mía, antes que todo, para ponerte en este estado está el concurso
de mi Potencia; y después, ¿quién te habría dado la fuerza, la paciencia de
estar por tan largo tiempo en este estado dentro de una cama? La sola
perseverancia es una señal cierta de que la obra es mía, porque solamente
Dios no está sujeto a cambiarse, pero el demonio y la naturaleza humana
muy frecuentemente se cambian, y lo que hoy aman, mañana aborrecen, y lo
que hoy aborrecen, mañana aman y encuentran en eso su satisfacción.”
Enero 4, 1901
Estado infeliz de un alma sin Dios.
Después de haber pasado días amarguísimos de privación y de
turbación, me sentía dentro de mí un místico infierno; sin Jesús todas mis
pasiones han salido a la luz, y expandiendo cada una sus tinieblas me han
obscurecido de tal manera, que no sabía más donde me encontraba. ¡Cuán
infeliz es el estado de un alma sin Dios! Basta decir que sin Dios el alma
siente viviente dentro de sí el infierno; tal era mi estado, me sentía desgarrar
el alma por penas infernales. ¿Quién puede decir lo que he pasado? Para no
alargarme paso adelante. Entonces, esta mañana habiendo comulgado y
estando en lo sumo de la aflicción, he sentido moverse dentro de mí a
Nuestro Señor, yo, al ver su imagen quise ver si era de madera, o estaba
vivo, de carne; he mirado y era el crucificado vivo, de carne, que mirándome
me ha dicho:
“Si mi imagen dentro de ti fuera de madera, el amor sería aparente,
porque sólo el amor verdadero y sincero, unido a la mortificación me hace
renacer vivo, crucificado en el corazón de quien me ama.”
Yo al ver al Señor habría querido sustraerme de su presencia, tan malame veía, pero Él prosiguió diciendo:
“¿A dónde quieres ir? Yo soy luz, y mi luz dondequiera que vayas te
inviste por todas partes.”
A la presencia de Jesús, ante su luz, a su voz, mis pasiones han
desaparecido, no sé yo misma a dónde se han ido, he quedado como una
niña y he regresado en mí misma, toda cambiada. Sea todo para gloria de
Dios y para bien de mi alma.
Enero 5, 1901
La Humanidad de Jesús fue hecha expresamente
para obedecer y para destruir la desobediencia.
Luisa reconforta a Jesús.
Encontrándome fuera de mí misma veía al confesor que ponía la
intención de la crucifixión, yo temía someterme pero Jesús me ha dicho:
“¿Qué quieres de Mí? Yo no puedo hacer más que obedecer, porque
mi Humanidad fue hecha expresamente para obedecer y para destruir la
desobediencia; y estando tan unida conmigo esta virtud, que en Mí se puede
decir que la obediencia es naturaleza y el distintivo para Mí más querido y
glorioso, tanto, que si mi Humanidad no tuviera esto como propio, la
aborrecería y jamás me habría unido con Ella. Entonces, ¿quieres tú
desobedecer? Puedes hacerlo, pero lo harás tú, no Yo.”
Yo, toda confundida al ver un Dios tan obediente he dicho: “También
yo quiero obedecer.” Y me he sometido, y Jesús me ha participado los
dolores de la cruz.
Después de esto me ha transportado fuera de mí misma, y Jesús
bendito me dio un beso, y mientras esto hacía ha salido un aliento amargo, y
estaba en actitud de querer verter sus amarguras, pero no lo ha hecho porque
para hacerlo quería que yo se lo pidiera. Yo en seguida he dicho: “¿Quieres
alguna reparación? Hagámosla juntos, así mis reparaciones unidas a las
tuyas tendrán sus efectos, porque por mí sola creo que te disgustarán más.”
Entonces he tomado su mano que chorreaba sangre, y besándola he recitado
el Laudate Dominum con el Gloria Patri, Jesús rezó una parte y yo la otra
para reparar las tantas obras malas que se hacen, poniendo la intención de
alabarlo tantas veces por cuantas ofensas recibe por las malas obras. ¡Cómo
era conmovedor ver orar a Jesús! Después hice lo mismo a la otra mano,
poniendo la intención de alabarlo tantas veces por cuantas ofensas recibe por
los pecados de acción; después los pies con la intención de alabarlo tantas
veces por cuantos pasos malos y por tantos caminos torcidos recorridos, aun
bajo aspecto de piedad y santidad; al último el corazón, con la intención de
alabarlo tantas veces por cuantas veces el corazón humano no late para Dios,
no ama a Dios, no desea a Dios. Mi amado Jesús parecía todo reconfortado
con estas reparaciones hechas junto con Él, pero no contento aún, parecía
que quería verter y yo he dicho: “Señor, si quieres verter, te pido que lo
hagas.” Y Él ha vertido sus amarguras, y después ha agregado:
“Hija mía, cuánto me ofenden los hombres, pero vendrá el tiempo en
que los castigaré de modo que saldrán muchos gusanillos que producirán
nubes de mosquitos y mucho los oprimirán, entonces saldrá el Papa.”
Y yo: “¿Y por qué saldrá el Papa?”
Y Él: “Saldrá para consolar a los pueblos, que oprimidos, cansados,
abatidos, traicionados por tantas falsedades, buscarán ellos mismos el puerto
de la verdad, y todos humillados pedirán al santo padre que vaya en medio
de ellos para liberarlos de tantos males y ponerlos en el puerto de la
salvación.”
Y yo: “Señor, ¿esto sucederá después de las guerras que otras veces
Tú has dicho?”
Y Él: “Sí.”
Y yo: “Cómo me quisiera ir antes de que estas cosas sucedan.”
Y Él: “¿Y entonces Yo a dónde iré a entretenerme?”
“Ah Señor, hay tantas almas buenas con las cuales puedes
entretenerte, que comparándome yo con ellas, ¡oh! cuán mala me veo.” Pero
Jesús no poniéndome atención ha desaparecido, y yo he regresado en mí
misma.
Enero 6, 1901
Jesús se comunica a los tres magos con el
Amor, con la belleza y con la Potencia.
Encontrándome fuera de mí misma, me parecía ver cuando los santos
magos llegaron a la cueva de Belén; apenas llegados a la presencia del niño,
Él se complació en hacer relucir externamente los rayos de su Divinidad,
comunicándose a los magos en tres modos: con el amor, con la belleza y
con la Potencia, de modo que quedaron raptados y postrados ante la
presencia del niñito Jesús, tanto que si el Señor no hubiera retirado a su
interior los rayos de su Divinidad, habrían permanecido ahí para siempre sin
poderse mover más. Entonces, en cuanto el niño retiró la Divinidad,
volvieron en sí mismos los santos magos, se sacudieron estupefactos al ver
un exceso de amor tan grande, porque en esa luz el Señor les había hecho
comprender el misterio de la encarnación, luego se levantaron y ofrecieron
los dones a la Reina Madre, y Ella habló largamente con ellos, pero no sé
decir todo lo que dijo, sólo recuerdo que les inculcó fuertemente no sólo su
salvación, sino que tomaran a pecho la salvación de sus pueblos, no teniendo
temor ni siquiera de exponer sus vidas para obtener el intento.
Después de esto me he retirado en mí misma y me he encontrado junto
con Jesús, y Él quería que yo le dijera alguna cosa, pero yo me veía tan mala
y confundida que no me atrevía a decirle nada, entonces, viendo que no
decía nada, Él mismo prosiguió hablando sobre los santos magos
diciéndome:
“Con haberme comunicado en tres modos a los magos, les obtuve tres
efectos, porque jamás me comunico a las almas inútilmente, sino que
siempre reciben algún provecho, entonces, comunicándome con el amor
obtuvieron el desapego de ellos mismos, con la belleza obtuvieron el
desprecio de las cosas terrenas, y con la Potencia quedaron sus corazones
atados a Mí, y obtuvieron el valor de arriesgar la sangre y la vida por Mí.”
Después ha agregado: “Y tú, ¿qué quieres? Dime, ¿me quieres
mucho? ¿Cómo me quisieras amar?”
Y yo, no sabiendo qué decir, aumentando mi confusión he dicho:
“Señor, no quisiera otra cosa que a Ti, y si me preguntas que si te quiero, no
tengo palabras para saberlo manifestar, sólo sé decir que siento esta pasión
de que nadie me pueda ganar en amarte, y que yo sea la primera en amarte
sobre todos, y que ninguno me pueda sobrepasar, pero esto no me contenta
aún, para estar contenta quisiera amarte con tu mismo Amor, y así poderte
amar como te amas Tú mismo. ¡Ah sí! Sólo entonces cesarían mis temores
sobre el amarte.”
Y Jesús, contento, se puede decir de mis desatinos, me ha estrechado
tanto a Él, de modo que me veía dentro y fuera transfundida en Él, y me ha
comunicado parte de su Amor. Después de esto he regresado en mí misma,
y me parecía que por cuanto amor me es dado, tanto poseo a mi Bien, y si
poco lo amo, poco lo poseo.
Enero 9, 1901
Jesús la quiere unida a Él como un rayo al sol,
del cual recibe la vida, el calor y el esplendor.
Esta mañana me sentía toda oprimida y aplastada, tanto, que estaba en
busca de alivio; mi único Bien me ha hecho esperar largamente su venida, y
al venir me ha dicho:
“Hija mía, ¿no tomé Yo sobre Mí por amor tuyo tus pasiones, miserias
y debilidades? ¿Y no quisieras tú tomar sobre ti las de los demás por amor
mío?”
Después ha agregado: “Lo que quiero es que tú estés siempre unida
conmigo, como un rayo de sol que está siempre fijo en el centro del sol y
que de él recibe la vida, el calor y el esplendor. Supón tú que un rayo se
pudiera separar del centro del sol, ¿en qué se convertiría? En cuanto saliera
perdería la vida, la luz y el calor y volvería a las tinieblas reduciéndose a la
nada. Tal es el alma, mientras está unida conmigo, en mi centro, se puede
decir que es como un rayo de sol que vive y recibe luz del sol, camina donde
él quiere, en suma, está en todo a disposición y a la voluntad del sol; si
después se distrae de Mí, se desune, queda toda en tinieblas, fría, y no siente
en sí aquel impulso supremo de Vida Divina.”
Dicho esto ha desaparecido.
Enero 15, 1901
Jesús le dice que ella forma su más grande martirio.
Como en los días pasados mi amado Jesús se ha hecho ver en cierto
modo enojado con el mundo, esta mañana al no verlo venir pensaba entre
mí: “Quién sabe, quizá no viene porque quiere mandar algún castigo, ¿y qué
culpa tengo yo de que como quiere mandar castigos no se digna venir a mí?
Que bonita cosa, que mientras quiere castigar a los otros, me da a mí el más
grande de los castigos, que es su privación.” Ahora, mientras decía estos y
otros desatinos, mi amable Jesús apenas se hizo ver me ha dicho:
“Hija mía, tú formas para Mí el más grande martirio, porque debiendo
mandar algún castigo no puedo estar contigo, porque me atas por todas
partes y no quieres que haga nada, y no viniendo, tú me ensordeces con tus
demandas, con tus lamentos y tus esperas, tanto, que mientras me ocupo en
castigar estoy obligado a pensar en ti, a oírte, y mi corazón es lacerado al
verte en tu estado doloroso de mi privación, porque el martirio más doloroso
es el martirio del amor, y por cuanto más se aman dos personas, tanto más
resultan dolorosas esas penas, que no por otros, sino por medio de ellos
mismos se suscitan, por eso estate tranquila, calmada, no quieras acrecentar
mis penas por medio de tus penas.”
Entonces Él ha desaparecido y yo he quedado toda mortificada al
pensar que yo formo el martirio de mi amado Jesús, y que para no hacerlo
sufrir tanto, cuando no viene debo estarme tranquila, ¿pero quién puede
hacer este sacrificio? Me parece imposible, y estaré obligada a seguir
martirizándonos mutuamente.
Enero 16, 1901
Jesucristo le explica el orden de la Caridad.
Como continúo viéndolo un poco enojado con el mundo, yo queríaocuparme en aplacarlo, pero Él me distrajo diciéndome:
“La caridad más aceptable a Mí es la que se hace por aquellos que me
están más cercanos, y los más cercanos a Mí son las almas purgantes, porque
ya están confirmadas en mi gracia y no hay ninguna oposición entre mi
Voluntad y la suya, viven continuamente en Mí, me aman ardientemente, y
estoy obligado a verlas sufrir en Mí mismo, impotentes por sí mismas para
darse el más mínimo alivio. ¡Oh! cómo es lacerado mi corazón por el estado
de esas almas, porque no están lejos de Mí sino cerca, no sólo cerca, sino
dentro de Mí y, cómo es acepto a mi corazón quien se interesa por ellas.
Supón tú que tuvieras una madre, una hermana, que convivieran contigo en
un estado de dolor, incapaces de ayudarse por sí mismas, y un extraño que
viviera fuera de tu habitación, también en un estado de dolores pero que se
puede ayudar por sí mismo, ¿no agradecerías más si alguna persona se
ocupara en aliviar a tu madre o a tu hermana, que al extraño que puede
ayudarse por sí mismo?”
Y yo: “Ciertamente, oh Señor.”
Después ha agregado: “La segunda caridad más aceptable a mi
corazón es por aquellas que, si bien viven sobre esta tierra, pero son casi
como las almas purgantes, esto es, me aman, hacen siempre mi Voluntad, se
interesan de mis cosas como si fueran propias; ahora, si éstas se encuentran
oprimidas, necesitadas, en un estado de sufrimientos, y alguien se ocupa en
aliviarlas y ayudarlas, a mi corazón le resulta más agradable que si se les
hicieran a otros.”
Jesús se ha retirado, y yo encontrándome en mí misma, me parecía que
eran cosas que no iban según la verdad. Entonces al regresar mi adorable
Jesús me ha hecho entender que esto que me había dicho era según la
verdad, sólo quedaba hablar sobre los miembros separados de Él, que son los
pecadores, y que quien se ocupa en reunir estos miembros sería muy
aceptable a su corazón. La diferencia que hay es esta: Que encontrándose
un pecador oprimido por una desventura y uno se ocupa no en convertirlo
sino en aliviarlo y ayudarlo materialmente, el Señor agradecería más esto
que si se hiciera a aquellos que están en el orden de la Gracia, porque si
estos sufren, es siempre un producto, o del amor de Dios hacia ellos o del
amor de ellos hacia Dios, y si los pecadores sufren, el Señor ve en ellos la
marca de la culpa y de su obstinada voluntad. Me parece que así he
entendido; pero dejo el juicio a quien tiene el derecho de juzgarme, si va o
no va según la verdad.
Enero 24, 1901
Luisa pregunta a Jesús la causa de
su privación. Jesús le dice la causa.
Habiendo pasado los días anteriores en silencio y algunas veces
también privada de mi adorable Jesús, esta mañana al venir me he lamentado
con Él diciendo: “Señor, cómo es que no vienes, cómo han cambiado las
cosas, se ve que es, o por castigo de mis pecados que me privas de tu amable
presencia, o que no me quieres más en este estado de víctima, ¡ah! te pido
que me hagas conocer tu Voluntad; si no pude oponerme cuando quisiste de
mí el sacrificio, mucho menos ahora, que no siendo más merecedora de ser
víctima me quieres quitar.” Y Jesús, interrumpiendo mi hablar me ha dicho:
“Hija mía, Yo, con haberme hecho víctima por el género humano,
tomando sobre Mí todas las debilidades, las miserias, y todo lo que merecía
el hombre, ante la Divinidad represento la cabeza de todos, y la naturaleza
humana, siendo Yo la cabeza ante la Divinidad, encuentra en Mí un escudo
potentísimo que la defiende, protege, excusa e intercede. Ahora, como tú te
encuentras en el estado de víctima, vienes a representar ante Mí la cabeza de
la generación presente, por lo que debiendo mandar algún castigo para bien
de los pueblos y para llamarlos a Mí, si Yo viniera contigo según mi
costumbre, sólo con mostrarme a ti ya me siento aliviado y los dolores se
mitigan, y me sucede como a uno que sintiera un fuerte dolor y por el
espasmo grita, si a este le cesara el dolor dejaría de gritar y lamentarse. Así
me sucede a Mí, mitigándose mis penas, naturalmente no siento más la
necesidad de mandar ese castigo. Además tú, al verme, también
naturalmente buscas repararme y tomar sobre ti las penas de los demás, no
puedes hacer menos que hacer tu oficio de víctima ante mi presencia, y si tú
no lo hicieras, lo que no puede ser jamás, Yo quedaría disgustado contigo.
He aquí la causa de mi privación, no es porque quiera castigar tus pecados,
tengo otros modos para purificarte, sin embargo te recompensaré, en los días
que venga te duplicaré mis visitas, ¿no estás contenta por ello?”
Y yo: “No Señor, te quiero siempre, cualquiera que sea la causa no
cedo en quedarme un solo día privada de Ti.” Mientras esto decía, Jesús ha
desaparecido y yo he regresado en mí misma.
Enero 27, 1901
La firmeza de la Fe está en la firmeza de la Caridad.
Encontrándome en mi habitual estado, mi adorable Jesús por poco se
ha hecho ver, y no sé por qué me ha dicho:
“Hija mía, toda la solidez de la Fe católica está en la solidez de la
Caridad que une los corazones y los hace vivir en Mí.”
Después, arrojándose entre mis brazos quería que yo lo reconfortara.
Habiendo hecho por cuanto he podido, luego Él me lo hizo a mí y
desapareció.
Enero 30, 1901
Las virtudes, los meritos de Jesús, son tantas torres
de fuerza en las cuales cada uno puede apoyarse en el
camino a la eternidad. El veneno del interés.
Esta mañana al venir el bendito Jesús me ha transportado fuera de mí
misma, en medio de muchas personas de diferentes condiciones: sacerdotes,
monjas, seglares, y Jesús dando un doloroso lamento ha dicho:
“Hija mía, el veneno del interés ha entrado en todos los corazones, y
como esponjas han quedado empapados de este veneno. Este veneno
pestífero ha penetrado en los monasterios, en los sacerdotes, en los seglares.
Hija mía, lo que no cede a la luz de la verdad y a la potencia de la virtud,
cede delante a un vilísimo interés, y las virtudes más sublimes y excelsas,
ante este veneno, como frágil vidrio caen hechas pedazos.”
Y mientras esto decía lloraba amargamente. Ahora, ¿quién puede
decir el desgarro de mi alma al ver llorar a mi amorosísimo Jesús? No
sabiendo qué hacer para que dejara de llorar he dicho disparates: “Amado
mío, ¡ah! no llores, si los demás no te aman, te ofenden y tienen los ojos
cegados por el veneno del interés, de modo que por él quedan todos
embebidos, estoy yo que te amo, te alabo, y miro como inmundicia todo lo
que es terreno, y no anhelo más que a Ti, por eso deberías quedar contento
con mi amor y dejar de llorar, y si te sientes amargado derrama en mí tus
amarguras, que estaré más contenta, antes que verte llorar.”
Al oírme dejó de llorar, derramó un poco y luego me participó los
dolores de la cruz, y después ha agregado:
“Mis virtudes y los méritos adquiridos para el hombre en mi Pasión,
son tantas torres de fortaleza en las cuales cada uno puede apoyarse en el
camino hacia la eternidad, pero el hombre ingrato, huyendo de estas torres
de fortaleza, se apoya en el fango y recorre el camino de la perdición.”
Entonces Jesús ha desaparecido, y yo me he encontrado en mí misma.
Enero 31, 1901
Jesucristo le explica la grandeza de la virtud de la paciencia.
Encontrándome en mi habitual estado, mi dulce Jesús no venía, y
después de mucho esperar, en cuanto lo he visto me ha dicho:
“Hija mía, la paciencia es superior a la pureza, porque sin paciencia el
alma fácilmente se desenfrena y es difícil mantenerse pura, y cuando una
virtud tiene necesidad de otra para tener vida, se dice que ésta es superior a
aquella, es más, se puede decir que la paciencia es custodia de la pureza, y
no sólo, sino es escalera para subir al monte de la fortaleza, de modo que si
uno subiera sin la escalera de la paciencia, pronto se precipitaría de lo más
alto a lo más bajo. Además de esto la paciencia es germen de la
perseverancia, y este germen produce unas ramas llamadas firmeza. ¡Oh!
cómo es firme y estable en el bien emprendido el alma paciente, no toma en
cuenta ni la lluvia, ni la escarcha, ni el hielo, ni el fuego, sino que toda su
atención está en llevar a término el bien comenzado, porque no hay
insensatez mayor de aquel que hoy, porque le gusta hace un bien, y mañana
porque no encuentra más gusto lo deja. ¿Qué se diría de un ojo que a cierta
hora posee la vista, y a otra hora queda ciego? ¿De una lengua que ahora
habla, y ahora queda muda? ¡Ah sí, hija mía, sólo la paciencia es la llave
secreta para abrir el tesoro de las virtudes, sin el secreto de esta llave, las
otras virtudes no salen para dar vida al alma y ennoblecerla.”
Febrero 5, 1901
Ve dos doncellas que sirven a la Justicia:
La tolerancia y la disimulación.
Esta mañana el bendito Jesús me ha transportado fuera de mí misma,
se hacía ver en un estado que movía a compasión aun a las piedras. ¡Oh!
cómo sufría, y parecía que no pudiendo aguantar más quería aliviarse un
poco, casi como buscando ayuda. Mi pobre corazón me lo sentía despedazar
por la ternura, y en seguida le quité la corona de espinas poniéndomela yo
para darle alivio, luego le he dicho: “Dulce Bien mío, hace tiempo que no
me has renovado las penas de la cruz, te ruego que me las renueves hoy, así
quedarás más aliviado.”
Y Él: “Amada mía, para hacerlo es necesario preguntarle a la Justicia,
porque han llegado a tanto las cosas que no puede permitir que tú sufras.”
Yo no sabía cómo hacer para preguntarle a la Justicia, cuando se han
presentado dos doncellas que parecía que servían a la Justicia, una tenía
nombre de tolerancia, la otra de disimulación, y habiéndoles pedido a ellas
que me crucificaran, la tolerancia me tomó una mano y me la ha clavado, sin
querer terminar. Entonces he dicho: “¡Oh! santa disimulación, termina tú
de crucificarme, ¿no ves que la tolerancia me ha dejado? Haz ver cómo eres
más hábil en disimular.” Entonces ha terminado de crucificarme, pero con
tal espasmo que si el Señor no me hubiera sostenido entre sus brazos,
ciertamente habría muerto por el dolor. Después de esto el bendito Jesús ha
agregado:
“Hija, es necesario que a lo menos algunas veces sufras estas penas, si
así no fuera, ¡ay del mundo! ¿Qué sería de él?”
Luego le pedí por varias personas y me he encontrado en mí misma.
Febrero 6, 1901
La perfecta complacencia de Jesús es
al encontrarse a Sí mismo en el alma.
Encontrándome en mi habitual estado, el bendito Jesús al venir me ha
dicho:
“Hija mía, cuando mi Gracia se encuentra en posesión de muchas
personas festeja más; sucede como con aquellas reinas que por cuantas más
doncellas están atentas de sus órdenes y les hacen corona alrededor, tanto
más gozan y hacen fiesta. Tú, quédate fija en mí y mírame, y quedarás tan
adherida a Mí, que todo lo material quedará muerto para ti, y tanto debes
fijarte en Mí, hasta atraerme todo en ti, porque Yo encontrando en ti a Mí
mismo, puedo encontrar en ti mi perfecta complacencia. Ahora,
encontrando en ti todos mis placeres posibles que puedo encontrar en una
criatura humana, no puede disgustarme tanto lo que me hacen los demás.”
Y mientras esto decía se ha internado dentro de mí y todo se
complacía. Cómo sería afortunada si llegara a atraer en mí a todo mi amado
Jesús.
Febrero 10, 1901
La obediencia tiene una vista aguda,
el amor propio es muy corto de vista.
Al venir mi adorable Jesús, se hacía ver con los ojos resplandecientes
de vivísima y purísima luz; yo he quedado cautivada y sorprendida ante
aquella luz deslumbrante, y Jesús viéndome tan cautivada, sin que le dijera
nada me ha dicho:
“Amada mía, la obediencia tiene la vista agudísima y vence en belleza
y en penetración a la misma luz del sol, mientras que el amor propio es muy
corto de vista, tanto que no puede dar un paso sin tropezar. Y no creas tú
que esta vista agudísima la tienen las almas que están siempre agitadas y
haciendo escrúpulo de todo, más bien ésta es una red que les teje el amor
propio, porque siendo muy corto de vista primero las hace caer y luego les
suscita mil turbaciones y escrúpulos, y lo que hoy detestan con tantos
escrúpulos y temores, mañana caen en eso nuevamente, tanto, que su vivir se
reduce a estarse siempre sumergidos en esta red artificiosa que les sabe tejer
muy bien el amor propio, a diferencia de la vista agudísima de la obediencia
que es homicida del amor propio, porque siendo agudísima y clarísima,
inmediatamente prevé donde puede dar un paso en falso, y con ánimo
generoso se abstiene de darlo y goza la santa libertad de los hijos de Dios. Y
así como las tinieblas atraen más tinieblas y la luz atrae más luz, así esta luz
llega a atraer la luz del Verbo y uniéndose tejen la luz de todas las virtudes.”
Sorprendiéndome al oír esto he dicho: “Señor, ¿qué dices? A mí me
parece que es santidad ese modo de vivir escrupuloso.”
Y Él con tono más serio ha agregado: “Más bien te digo que ésta es la
verdadera marca de la obediencia, y la otra es la verdadera marca del amor
propio, y ese modo de vivir me mueve más a indignación que a amor,
porque cuando es la luz de la verdad la que hace ver una falta, aun mínima,
debería haber una enmienda, pero como es la vista corta del amor propio, no
hace otra cosa que tenerlas oprimidas, sin que avancen en el camino de la
verdadera santidad.”
Febrero 17, 1901
El hombre viene de Dios y debe regresar a Dios.
Esta mañana, encontrándome toda oprimida y sufriente he visto a miamado Jesús y a muchas gentes sumergidas en muchas miserias, y Él
rompiendo el silencio que tenía desde hace muchos días me ha dicho:
“Hija mía, el hombre primero nace en Mí, y por eso recibe la marca de
la Divinidad, y saliendo de Mí para renacer del seno materno le doy orden de
caminar un pequeño tramo de camino, y al término de ese camino,
haciéndome encontrar por él lo recibo de nuevo en Mí, haciéndolo vivir
eternamente conmigo. Mira un poco cuán noble es el hombre, de donde
viene, a donde va y cuál es su destino. Ahora, ¿cuál debería ser la santidad
de este hombre saliendo de un Dios tan santo? Pero el hombre al recorrer el
camino para venir otra vez a Mí, destruye en él lo que ha recibido de divino,
se corrompe de modo que en el encuentro que tenemos para recibirlo en Mí
no lo reconozco más, no descubro más en él la marca divina, nada encuentro
de mío en él, y no reconociéndolo más, mi Justicia lo condena a andar
disperso en el camino de la perdición.”
Cuán tierno era oír hablar a Jesucristo sobre esto, cuántas cosas hacía
comprender, pero mi estado de sufrimientos no me permite escribir más
extensamente.
Marzo 8, 1901
Jesús le dice que la cruz lo hizo conocer como Dios.
Le habla acerca de la cruz del dolor y del amor.
Continuando mi pobre estado y el silencio de Jesús bendito, esta
mañana, encontrándome más que nunca oprimida, al venir me ha dicho:
“Hija mía, no las obras, ni la predicación, ni la misma potencia de los
milagros me hicieron conocer con claridad como Dios, el cual soy, sino
cuando fui puesto en la cruz y levantado sobre ella como sobre mi propio
trono, entonces fui reconocido como Dios, así que sólo la cruz reveló al
mundo y a todo el infierno quién era Yo verdaderamente; entonces todos
quedaron sacudidos y reconocieron a su Creador. Así que es la cruz la que
revela a Dios al alma, y hace conocer si el alma es verdaderamente de Dios,
se puede decir que la cruz descubre todas las partes íntimas del alma, y
revela a Dios y a los hombres quién es esta alma.”
Después ha agregado: “Sobre dos cruces Yo consumo a las almas, una
es de dolor, la otra es de amor. Y así como en el Cielo todos los nueve coros
angélicos me aman, sin embargo cada uno tiene su oficio especial, como los
serafines, que su oficio especial es el amor y su coro es puesto más enfrente
para recibir las reverberaciones de mi Amor, tanto que mi Amor y el de ellos
saeteándose juntos se tocan, se acoplan continuamente; así a las almas sobre
la tierra les doy su oficio diferente, a quien la vuelvo mártir de dolor, y a
quien de amor, siendo ambos hábiles maestros en sacrificar a las almas y
hacerlas dignas de mis complacencias.”
Marzo 19, 1901
Le explica el modo de sufrir.
Esta mañana, encontrándome toda oprimida y sufriente, sobre todo por
la privación de mi dulce Jesús, después de mucho esperar, en cuanto lo he
visto me ha dicho:
“Hija mía, el verdadero modo de sufrir es no mirar de quién vienen los
sufrimientos, ni qué cosa se sufre, sino al bien que debe venir de los
sufrimientos. Este fue mi modo de sufrir, no miré ni a los verdugos, ni al
sufrir, sino al bien que quería hacer por medio de mi sufrir, aun a aquellos
mismos que me daban el sufrimiento, y mirando el bien que debía producir a
los hombres desprecié todo lo demás y con intrepidez seguí el curso de mi
sufrir. Hija mía, este es el modo más fácil y más provechoso para sufrir no
sólo con paciencia, sino con ánimo invicto y animoso.”
Marzo 22, 1901
Ve los grandes pecados de Roma.
Jesús quiere castigar y ella se opone.
Continuando mi estado de privación, y por tanto, de amarguras
indecibles, esta mañana mi adorable Jesús ha venido y me ha transportado
fuera de mí misma, me parecía que fuera Roma. Qué espectáculos se veían
en todas las clases de personas, hasta en el Vaticano se veían cosas que
daban horror. ¿Y qué decir de los enemigos de la Iglesia? Cómo se roen de
rabia contra Ella, cuántos estragos van maquinando, pero no pueden
efectuarlos porque Nuestro Señor los tiene como atados todavía, pero lo que
más me ha espantado es que veía a mi amante Jesús casi en acto de darles la
libertad. ¿Quién puede decir cuán consternada quedé? Entonces, viendo
Jesús mi consternación me ha dicho:
“Hija, son absolutamente necesarios los castigos, en todas las clases ha
entrado la podredumbre y la gangrena, por lo que es necesario el fierro y el
fuego para hacer que no perezcan todos, por eso esta es la última vez que te
digo que te conformes a mi Querer, y Yo te prometo perdonar en parte.”
Y yo: “Amado Bien mío, no tengo corazón para conformarme contigo
en castigar a las gentes.”
Y Él: “Si tú no te conformas, siendo de absoluta necesidad hacer esto,
Yo no vendré según mi costumbre y no te manifestaré cuándo enviaré los
castigos, y no sabiéndolo tú, y no encontrando Yo quien de algún modo
rompa mi justa indignación, daré libre desahogo a mi furor y no tendrás ni
siquiera el bien de hacer perdonar en parte el castigo. Además de esto, el no
venir y no derramar en ti aquellas gracias que habría querido derramar, es
también una amargura para Mí, como en estos días pasados en que no he
venido tanto, tengo la gracia contenida en Mí.”
Y mientras esto decía mostraba que quería aligerarse, y acercándose a
mi boca ha derramado una leche dulcísima y ha desaparecido.
Marzo 30, 1901
Jesús le habla acerca de la Divina
Voluntad y de la perseverancia.
Continuando el estado de privación me sentía como un tedio y un
cansancio de mi pobre situación, y mi pobre naturaleza quería liberarse de
dicho estado. Mi adorable Jesús, teniendo compasión de mí ha venido y me
ha dicho:
“Hija mía, en cuanto te retiras de mi Querer, así empiezas a vivir de ti
misma; en cambio si te estás fija en mi Voluntad vivirás siempre de Mí
mismo, muriendo del todo a ti misma.”
Después ha agregado: “Hija mía, ten paciencia, resígnate en todo a mi
Voluntad, y no por poco sino siempre, siempre, porque sólo la perseverancia
en el bien es lo que hace conocer si el alma es verdaderamente virtuosa, sólo
ella es la que une todas las virtudes, se puede decir que sólo la perseverancia
une perpetuamente a Dios y al alma, virtudes y gracias, y como cadena se
pone alrededor y atando todo junto forma el nudo segurísimo de la
salvación; pero donde no hay perseverancia hay mucho que temer.”
Dicho esto ha desaparecido.
Marzo 31, 1901
Inconstancia y volubilidad.
Esta mañana, sintiéndome toda amargada me veía aún tan mala, que
casi no me atrevía a ir en busca de mi sumo y único Bien, pero el Señor no
mirando mis miserias, se ha dignado venir diciéndome:
“Hija mía, es a Mí a quien quieres, pues bien, he venido a alegrarte,
estémonos juntos, pero estémonos en silencio.”
Después de haber estado así por un poco, me ha transportado fuera de
mí misma y veía que la Iglesia festejaba el día de las palmas, y Jesús
rompiendo el silencio me ha dicho:
“¡Cuánta volubilidad, cuánta inconstancia! Así como hoy gritaron
hosanna, proclamándome como su Rey, otro día gritaron crucifícalo,
crucifícalo. Hija mía, la cosa que más me disgusta es la inconstancia y la
volubilidad, porque esto es señal de que la verdad no ha tomado posesión de
tales almas, y aun en cosas de religión puede ser que encuentren su
satisfacción, su propia comodidad y el interés, o bien, porque se encuentran
en tal partido, pero mañana pueden cambiar estas cosas y se pueden
encontrar en medio de otros partidos, y he aquí que se desvían de la religión,
y sin disgusto se entregan a sectas; porque cuando la verdadera luz de la
verdad entra en un alma y se posesiona de un corazón, esta alma no está
sujeta a inconstancia, es más, todo lo sacrifica por amor de aquella y para
hacerse dominar por ella, y con ánimo firme desprecia todo lo demás que no
pertenece a la verdad.”
Y mientras esto decía, lloraba sobre la condición de la presente
generación, que peor que antes está sujeta a la inconstancia según soplan los
vientos.
Abril 5, 1901
Compadeciendo a la Mamá se compadece
a Jesús. En el calvario, en la crucifixión,
ve en Jesús a todas las generaciones.
Continuando el estado de privación, esta mañana parece que lo he
visto por un poco, junto con la Reina Madre, y como el adorable Jesús tenía
la corona de espinas se la he quitado y lo compadecí todo, y mientras esto
hacía me ha dicho:
“Compadece al mismo tiempo a mi Madre, porque siendo mi sufrir la
causa de sus dolores, compadeciéndola a Ella vienes a compadecerme a Mí
mismo.”
Después de esto me parecía encontrarme en el monte calvario, en el
momento de la crucifixión de Nuestro Señor, y mientras sufría la crucifixión
veía, no sé cómo, en Jesús a todas las generaciones pasadas, presentes y
futuras, y cómo Jesús teniéndonos a todos en Él, sentía todas las ofensas que
cada uno de nosotros le hacía y sufría por todos en general y por cada
individuo en particular, de modo que descubría también mis culpas y las
penas que por mí sufría especialmente, como también veía el remedio que a
cada uno de nosotros, sin castigar a ninguno, nos suministraba para nuestros
males y para nuestra salvación eterna. ¿Pero quién puede decir todo lo que
veía en Jesús bendito? Desde el primero hasta el último hombre. Ahora,
estando fuera de mí misma veía las cosas claras y distintas, pero
encontrándome en mí misma las veo todas confusas. Así que para evitar
disparates pongo punto.
Abril 7, 1901
Ve la Resurrección de Jesús. Habla de la obediencia.
Mi adorable Jesús continúa privándome de su presencia, siento una
amargura y como traspasado el corazón por un cuchillo que me da tal dolor,
de hacerme llorar y gritar como un niño. ¡Ah! verdaderamente me parece
haber llegado a ser como un niño, que por poco que se aleje la madre llora y
grita tanto, que trastorna toda la casa y no hay ningún remedio para hacer
que deje de llorar mientras no se vea de nuevo en los brazos de la madre.
Así soy yo, verdadera niña en la virtud, que si me fuera posible trastornaría
Cielos y tierra para encontrar a mi sumo y único Bien, y sólo me calmo
cuando me encuentro en posesión de Jesús. Pobre niña que soy, siento
todavía que los pañales de la infancia me cubren, no sé caminar por mí sola,
soy muy débil, no tengo la capacidad de los adultos que se dejan guiar por la
razón, y esta es la suma necesidad que tengo de estar con Jesús, con razón o
sin razón, no quiero saber nada, lo que quiero saber es que quiero a Jesús.
Espero que el Señor quiera perdonar a esta pobre niñita que a veces comete
desatinos.
Entonces, encontrándome en este estado, por poco tiempo he visto a
mi adorable Jesús en el momento de su Resurrección, con un rostro tan
resplandeciente que no se puede comparar a ningún otro esplendor, y me
parecía que la Humanidad Santísima de Nuestro Señor, si bien era carne
viva, pero estaba resplandeciente y transparente de modo que se veía con
claridad la Divinidad unida a la Humanidad. Ahora, mientras lo veía tan
glorioso, una luz que venía de Él parecía que me dijera:
“Tanta gloria le vino a mi Humanidad por medio de la perfecta
obediencia, que destruyendo del todo la naturaleza antigua me dio la nueva
naturaleza gloriosa e inmortal. Así el alma por medio de la obediencia
puede formar en sí la perfecta resurrección a las virtudes, como por ejemplo:
Si el alma está afligida, la obediencia la hará resurgir a la alegría; si está
agitada, la obediencia la hará resurgir a la paz; si tentada, la obediencia le
suministrará la cadena más fuerte para atar al enemigo y la hará resurgir
victoriosa de las insidias diabólicas; si asediada por pasiones y vicios, la
obediencia matándolos la hará resurgir a las virtudes. Esto al alma, y a su
tiempo formará también la resurrección del cuerpo.”
Después de esto la luz se ha retirado, Jesús ha desaparecido, y yo hequedado con tal dolor, viéndome de nuevo privada de Él, que me sentía
como si tuviera una fiebre ardiente que me hace agitar y dar en delirio. ¡Ah
Señor, dame la fuerza para aguantarte en estas tardanzas, porque me siento
desfallecer!
Abril 9, 1901
Si los fervores y virtudes no están bien arraigados
en la Humanidad de Jesús, ante las tribulaciones,
ante los infortunios, rápidamente se secan.
Encontrándome en la plenitud del delirio decía disparates, y creo que
mezclaba también defectos; mi pobre naturaleza sentía todo el peso de mi
estado, la cama le parecía peor que el estado de los condenados a las
cárceles, hubiera querido desvincularse de este estado, con el agregado de mi
estribillo, que mi estado no es más Voluntad de Dios y por eso Jesús no
viene, e iba pensando lo que debía hacer. Mientras esto hacía, mi paciente
Jesús ha salido de dentro de mi interior, pero con un aspecto grave y serio
que daba temor, y me ha dicho:
“¿Qué piensas tú que habría hecho Yo si me encontrara en tu
situación?”
En mi interior decía: “Ciertamente la Voluntad de Dios.”
Y Él de nuevo: “Pues bien, eso haz tú.”
Y ha desaparecido. Era tanta la gravedad de Nuestro Señor, que en
aquellas palabras que dijo sentía toda la fuerza de su palabra no sólo
creadora, sino también destructora. Mi interior ha quedado de tal manera
sacudido, oprimido y amargado por estas palabras, que no hacía otra cosa
que llorar, especialmente recordaba la gravedad con la cual Jesús me había
hablado y no me atrevía a decirle “ven.”
Ahora, estando durante el día en este estado he hecho mi meditación,
sin llamarlo, cuando en lo mejor ha venido y con un aspecto dulce, todo
cambiado en comparación de la mañana me ha dicho:
“Hija mía, ¡qué ruina, qué destrucción está por suceder!”
Y mientras esto decía he sentido todo mi interior cambiado, porque no
era por otra cosa que no venía sino por los castigos, y mientras estaba en
esto veía a cuatro personas venerables que lloraban ante las palabras que
Jesús había dicho. Pero Jesús bendito queriéndonos distraer dijo algunas
pocas palabras sobre las virtudes:
“Hay ciertos fervores y ciertas virtudes que se asemejan a aquellos
arbustos que nacen en torno a ciertos árboles, y que no estando bien
arraigados en el tronco, un viento impetuoso, una helada un poco fuerte y se
secan, y si bien después de algún tiempo puede ser que reverdezcan de
nuevo, pero estando expuestos a la intemperie y por tanto a cambiarse, jamás
llegan a ser árboles hechos. Así son esos fervores y esas virtudes que no
están bien arraigados en el tronco del árbol de la obediencia, esto es, en el
tronco del árbol de mi Humanidad que fue toda obediencia ante las
tribulaciones, los infortunios, súbito se secan y jamás llegan a producir
frutos para la vida eterna.”
Abril 19, 1901
Lamentos por la privación. Jesús la
consuela y le explica algo acerca de la Gracia.
Continúo mis días privada de mi adorable Jesús, a lo más viene como
sombra o como rayo, mi pobre corazón está sobremanera amargado, siento
tanto su privación que todas mis fibras, los nervios, mis huesos, hasta las
gotas de mi sangre me contienden continuamente y me dicen: “¿Dónde está
Jesús? ¡Cómo! ¿lo has perdido? ¿Qué has hecho que no viene más? ¿Cómo
haremos para estarnos sin Él? ¿Quién nos consolará habiendo perdido la
fuente de toda consolación? ¿Quién nos fortificará en la debilidad, quién
nos corregirá y descubrirá nuestros defectos, habiendo quedado privada de
aquella luz, que más que hilo eléctrico penetraba los más íntimos escondites,
y con la dulzura más inefable corregía y sanaba nuestras llagas? Todo es
miseria, todo es escuálido, todo es tétrico sin Él, ¿cómo haremos?” Y
aunque en el fondo de mi voluntad me siento resignada y voy ofreciendo su
misma privación como el sacrificio más grande por amor suyo, todo lo
demás me hace guerra continua y me ponen en tortura. ¡Ah Señor! cuánto
me cuesta el haberte conocido, y a que alto precio me haces pagar tus
pasadas visitas. Ahora, estando en este estado, por breves instantes se ha
hecho ver y me ha dicho:
“Siendo mi Gracia parte de Mí mismo, poseyéndola tú, con razón y de
estrecha necesidad todo lo que forma tu ser no puede estar sin Mí, he aquí la
razón por la que todo te pide a Mí y eres torturada continuamente, porque
estando embebida de Mí y llena sólo en parte de Mí mismo, entonces no se
están en paz, pues sólo tienen paz y quedan contentas cuando me poseen no
sólo en parte, sino en todo.”
Y habiéndome lamentado de mi dura situación ha agregado:
“También Yo en el curso de mi Pasión sentí un extremo abandono, si
bien mi Voluntad estuvo siempre unida con el Padre y con el Espíritu Santo;
esto lo quise sufrir para divinizar en todo la cruz, tanto, que
contemplándome a Mí y contemplando la cruz encontrarás el mismo
esplendor, las mismas enseñanzas y el mismo espejo en el cual podrías
reflejarte continuamente, sin diferencia entre uno y otro.”
Abril 21, 1901
La necesidad de los castigos es
para no permitir que el hombre
se corrompa mayormente.
Continuando mi habitual estado he visto a mi dulce Jesús con una cruz
en la mano, en actitud de arrojarla sobre las gentes y me ha dicho:
“Hija mía, el mundo es siempre corrupto, pero hay ciertos tiempos en
que llega a tal corrupción, que si Yo no derramara sobre las gentes parte de
mi cruz perecerían todos en la corrupción, como fue en los tiempos en que
vine Yo al mundo, la sola cruz salvó a muchos de la corrupción en la cual
estaban inmersos. Así en estos tiempos, ha llegado a tanto la corrupción,
que si Yo no vertiera los flagelos, las espinas, las cruces, haciéndoles
derramar hasta la sangre, quedarían sumergidos en las olas de la
corrupción.”
Y mientras esto decía parecía que agitaba aquella cruz sobre las gentes
y sucedían castigos.
Abril 22, 1901
Jesús la instruye sobre la imitación de su Vida.
Sintiéndome toda afligida y confundida y casi sin esperanza de volver
a ver a mi adorable Jesús, de improviso ha venido y me ha dicho:
“¿Sabes qué quiero de ti? Te quiero en todo similar a Mí, así en el
obrar como en la intención; quiero que seas respetuosa con todos, porque
respetar a todos da paz a sí mismo y paz a los demás; que te tengas cómo la
mínima de todos y que todas mis enseñanzas las rumies siempre en tu mente
y las conserves en tu corazón, a fin de que en las diversas ocasiones las
encuentres siempre listas para servirte de ellas y ponerlas en ejecución, en
suma, quiero que tu vida sea un desbordamiento de la mía.”
Y mientras esto decía, veía que por detrás del Señor descendía sobre la
tierra un hielo y un fuego que hacían daño a las cosechas, y al decir yo:
“Señor ¿qué haces? ¡Pobre gente!” No haciéndome caso ha desaparecido.
Junio 13, 1901
La cruz y las tribulaciones son el
pan de la bienaventuranza eterna.
Después de un largo silencio por parte de mi adorable Jesús, en que a
lo más decía alguna cosa sobre los flagelos que quiere derramar, esta
mañana encontrándome oprimida, cansada por mi dura situación,
especialmente por las continuas privaciones a las cuales estoy
frecuentemente sujeta, lo he visto por breves instantes y me ha dicho:
“Hija mía, las cruces y las tribulaciones son el pan de la eterna
bienaventuranza.”
Comprendía que sufriendo mayormente, más abundante y más sabroso
será el pan que nos nutrirá en la celestial morada, o sea que por cuanto más
se sufre, más garantía recibimos de la futura gloria.
Junio 18, 1901
Jesús exige su gloria de todas las partículas de nuestro
ser. Del estado de unión se pasa a la consumación.
Encontrándome en mi habitual estado, por unos instantes he visto a mi
dulce Jesús y me he lamentado de mi pobre estado por sus privaciones, y de
una especie de cansancio físico y moral, como si me sintiera destrozar mi
pobre naturaleza y que por todas partes me siento desfallecer. Entonces,
habiendo dicho todo esto a mi Jesús, me ha dicho:
“Hija mía, no temas porque te sientes desfallecer por todas partes, ¿no
sabes tú que todo debe ser sacrificado por Mí, no sólo el alma sino también
el cuerpo? ¿Y que de todas las mínimas partes de ti Yo exijo mi gloria? Y
además, ¿no sabes tú que del estado de unión se pasa a otro que es el de la
consumación? Es verdad que no vengo según mi costumbre para castigar a
las gentes, pero me sirvo de esto también para tu provecho, que es no sólo
tenerte unida conmigo sino de consumirte por amor mío. En efecto, no
viniendo Yo y sintiéndote desfallecer por mi ausencia, ¿no vienes a
consumirte por Mí? Por lo demás, no tienes razón de afligirte, primero,
porque cuando me ves es siempre de tu interior que me ves salir, y esto es
una señal cierta que estoy contigo; y después porque aun deben pasar días
sin que puedas decir que me has visto perfectamente.”
Después de esto, tomando un tono de voz más dulce y benigno ha
agregado:
“Hija mía, te recomiendo mucho, mucho, que no hagas salir de ti ni el
mínimo acto que no sea paciencia, resignación, dulzura, igualdad de ti
misma, tranquilidad en todo, de otra manera vendrías a deshonrarme, y
sucedería como a un rey que habitara dentro de un palacio muy enriquecido,
y por fuera se viera todo lleno de grietas, sucio, casi por derrumbarse; no
dirían, ¿cómo habita un rey en este palacio si por fuera se ve tan feo, que
hasta da temor acercarse? ¿Quién sabe qué rey será este? ¿Y esto no sería
un deshonor para aquel rey? Ahora, piensa que si de ti sale alguna cosa que
no sea virtud, lo mismo dirían de ti y de Mí, y Yo quedaría deshonrado
porque habito dentro.”
Junio 30, 1901
Señales para saber si el alma posee la Gracia.
Encontrándome en mi habitual estado, por poco tiempo mi dulcísimo
Jesús se ha hecho ver todo fundido en mí y me ha dicho:
“Hija mía, ¿quieres saber cuáles son las señales para conocer si el
alma posee mi Gracia?”
Y yo: “Señor, como le plazca a tu santísima bondad.”
Entonces Él ha proseguido: “La primera señal para ver si el alma
posee mi Gracia, es que todo lo que pueda oír o ver en el exterior que
pertenece a Dios, en el interior siente una dulzura, una suavidad toda divina,
no comparable a ninguna cosa humana y terrena; sucede como a una madre
que aun al respiro, a la voz, conoce al parto de sus vísceras en la persona de
un hijo y se regocija de alegría, o como a dos íntimas amigas que
conversando manifiestan recíprocamente los mismos sentimientos,
inclinaciones, alegrías, aflicciones, y encontrando esculpidas una en la otra
sus mismas cosas, sienten placer, gozo y se toman tanto amor que no saben
separarse. Así la Gracia interna que reside en el alma, al ver exteriormente
el parto de sus mismas entrañas, o sea al hallarse en aquellas mismas cosas
que forman su esencia, se acoplan y hace sentir en el alma tal alegría y
dulzura, que no se sabe expresar.
La segunda señal es que el hablar del alma que posee la Gracia es
pacífico y tiene virtud de arrojar en los demás la paz, tanto que las mismas
cosas dichas por quien no posee la gracia, no producen ninguna impresión y
ninguna paz, mientras que dichas por quien posee la Gracia obran
maravillosamente y restituyen la paz a las almas.
Además hija mía, la Gracia despoja al alma de todo, y de la
humanidad hace un velo para estar cubierta, de modo que roto ese velo se
encuentra el paraíso en el alma de quien la posee. Entonces, no es maravilla
si en esa alma se encuentra la verdadera humildad, obediencia y demás,
porque de ella no queda otra cosa que un simple velo y ve con claridad que
dentro de ella está toda la Gracia, que obra y que le tiene en orden todas las
virtudes y la hace estar en continua actitud para Dios.”
Julio 5, 1901
Jesús es el principio, el medio y el fin de todos los deseos.
Estando con temor sobre el estado de mi alma, de improviso ha venido
mi adorable Jesús y me ha dicho:
“Hija mía, no temas, porque Yo solo soy el principio, el medio y el fin
de todos tus deseos.”
Con estas palabras me he calmado en Jesús. Sea todo para gloria de
Dios y bendito su santo nombre.
Julio 16, 1901
El principio del mal en el hombre. Diferencia
entre el amor de Jesús y el amor humano. Para
entrar en el Cielo el alma debe estar toda
transformada en Jesús.
Después de varios días de privación, esta mañana se ha dignado venir
transportándome fuera de mí misma. Ahora, encontrándome ante Jesús
bendito veía mucha gente y los males de la generación presente; mi adorable
Jesús los miraba con compasión y dirigiéndose a mí me ha dicho:
“Hija mía, ¿quieres saber de dónde comenzó el mal en el hombre? El
principio es que el hombre en cuanto se conoce a sí mismo, o sea, empieza a
adquirir el uso de la razón, se dice a sí mismo: ‘Yo soy algo’, y creyéndose
alguna cosa se separa de Mí, no se fía de Mí que soy el Todo y toda la
confianza y fuerza la toma de él mismo, y de esto sucede que pierde hasta
todo buen principio, y perdiendo el buen principio, ¿cuál será su fin?
Imagínalo tú misma hija mía.
Después, separándose de Mí que contengo todo bien, ¿qué puede
esperar de bien el hombre, siendo él un océano de mal? Sin Mí todo es
corrupción, miseria y sin ninguna sombra de verdadero bien, y esta es la
sociedad presente.”
Yo al oír esto sentía tal aflicción que no sabía expresarla, pero Jesús
queriéndome consolar me ha transportado a otra parte, y yo encontrándome
sola con mi amado Jesús le he dicho: “Dime, ¿me amas?”
Y Él: “Sí.”
Y yo: “No estoy contenta con el sí solo, quisiera que me explicaras
mejor cuánto me amas.”
Y Él: “Es tanto mi amor por ti, que no sólo no tiene principio, sino
que no tendrá fin, y en estas dos palabras puedes comprender cuán grande,
fuerte y constante es mi Amor por ti.”
He considerado todo esto por un poco de tiempo, y veía un abismo de
distancia entre mi amor y el suyo, y toda confundida he dicho: “Señor, ¡qué
diferencia entre mi amor y el tuyo! El mío no sólo tiene principio, sino que
en el pasado veo vacíos en mi alma de no haberte amado.”
Y Jesús compadeciéndome toda me ha dicho:
“Amada mía, no puede haber igualdad entre el Amor del Creador y el
de la criatura, sin embargo hoy te quiero decir una cosa que te será de
consolación y que no has entendido. Debes saber que cada alma durante
todo el curso de su vida está obligada a amarme constantemente, sin ningún
intervalo, y no amándome siempre quedan en el alma tantos vacíos por
cuantos días, horas, minutos ha dejado de amarme, y nadie podrá entrar al
Cielo si no ha llenado estos vacíos, y sólo podrá llenarlos: o amándome
doblemente el resto de su vida, o si no alcanza los llenará a fuerza de fuego
en el purgatorio. Ahora, tú cuando estás privada de Mí, la privación del
objeto amado hace duplicar el amor, y con esto vienes a llenar los vacíos que
hay en tu alma.”
Después de esto le he dicho: “Dulce Bien mío, déjame ir junto
contigo al Cielo, y si no quieres para siempre, al menos por un poco, ¡ah, te
lo pido, conténtame!” Y Él me ha dicho:
“¿No sabes tú que para entrar en esa bienaventurada morada el alma
debe estar toda transformada en Mí, de manera que debe aparecer como otro
Cristo? De otra manera, ¿qué papel harías en medio de los demás
bienaventurados? Tú misma tendrías vergüenza de estar junto con ellos.”
Y yo: “Es verdad que soy muy desemejante de Ti, pero si quieres
puedes volverme tal.” Entonces para contentarme me encerró toda en Él, de
modo que no me veía más a mí misma sino a Jesucristo, y en este modo nos
elevamos hacia el Cielo; llegados a un punto nos hemos encontrado ante una
luz indescriptible, delante a aquella luz se experimentaba nueva vida, alegría
insólita, jamás sentida, ¡cómo me sentía feliz! Más bien me parecía
encontrarme en la plenitud de toda la felicidad. Ahora, mientras nos
adentramos en esa luz, yo sentía temor, hubiera querido alabarlo,
agradecerlo, pero no sabiendo que decir he recitado tres Gloria Patri, y Jesús
respondía junto conmigo; pero apenas terminadas, como relámpago me he
encontrado en la mísera prisión de mi cuerpo. Ah Señor, ¿cómo es que tan
poco ha durado mi felicidad? Parece que es demasiado duro el barro de mi
cuerpo, pues se necesita mucho para romperse e impide a mi alma marcharse
de esta miserable tierra. Pero espero que algún golpe impetuoso lo quiera no
sólo romper, sino pulverizar, y entonces, no teniendo ya casa donde
podernos estar aquí, tengas compasión de mí y me acojas para siempre en la
celestial morada.
Julio 20, 1901
Cómo le es dulce a Jesús la voz del alma (de Luisa).
Encontrándome en mi habitual estado, mi adorable Jesús no venía;
después de haber esperado y haber casi perdido la esperanza de volverlo a
ver, de improviso ha venido y me ha dicho:
“Hija mía, tu voz me es dulce, como al pequeño pajarito le es dulce la
voz de la madre que regresa después de haberlo dejado para ir en busca del
alimento para nutrirlo, y el pajarito al oír su voz siente una dulzura y hace
fiesta, y después de que la madre le pone el alimento en la boca, se acurruca
todo y se esconde bajo el ala materna para calentarse, librarse de las
inclemencias del tiempo y tomar reposo seguro; ¡oh! cómo le resulta querido
y agradable al pequeño pajarito este estarse bajo el ala materna. Así eres tú
para Mí, eres ala que me calienta, me repara, me defiende y me haces tomar
seguro reposo. ¡Oh! cómo me es querido y agradable el estarme debajo de
esta ala.”
Dicho esto ha desaparecido y yo he quedado toda confundida y llena
de vergüenza sabiéndome tan mala, pero la obediencia ha querido acrecentar
mi confusión queriendo que escribiera esto. Sea hecha siempre la Santísima
Voluntad de Dios.
Julio 23, 1901
Jesús habla de su Voluntad y de la Caridad.
Encontrándome con muchas dudas acerca de mi estado, al venir mi
adorable Jesús me ha dicho:
“Hija, no temas, lo que te recomiendo es que estés siempre uniformada
a mi Voluntad, porque cuando en el alma está la Voluntad Divina, no tienen
fuerza de entrar en ella ni la voluntad diabólica ni la humana, para hacerse
un juguete del alma.”
Después de esto me parecía verlo crucificado, y habiéndome
participado el Señor no sólo sus penas, sino algunos sufrimientos de otra
persona, ha agregado:
“Esta es la verdadera Caridad, destruirse a sí mismo para dar la vida a
otros, y tomar sobre sí los males de los otros y donar los bienes propios.”
Julio 27, 1901
Dudas del confesor, respuesta de Jesús.
Habiendo tenido algunas dudas el confesor, al venir el bendito Jesús lo
veía junto él, y le iba diciendo:
“Mi obrar está siempre apoyado en la verdad, y si bien muchas veces
parece oscuro, bajo enigmas, sin embargo no se puede hacer menos que
decir que es la verdad, y si bien la criatura no entiende con claridad mi obrar,
esto no destruye la verdad, más bien hace comprender mucho mejor que es
modo de obrar divino, porque siendo la criatura finita no puede abrazar y
comprender lo infinito, a lo más puede comprender y abrazar algún destello;
así como en tantas cosas dichas por Mí en las escrituras y mi modo de obrar
en los santos, ¿han sido tal vez comprendidas con toda claridad? ¡Oh!
cuántas cosas han dejado en la oscuridad y en el enigma. ¿Sin embargo
cuántas mentes de doctos y sabios se han fatigado en interpretarlas? ¿Y qué
cosa han comprendido? Se puede decir que nada en comparación de lo que
queda por conocer. ¿Esto acaso perjudica a la verdad? Para nada, más bien
la hace resplandecer mayormente. Por eso tu ojo debe estar atento a si hay
la verdadera virtud, si se siente en todo, y aunque a veces a lo oscuro que
esté la verdad, y de lo demás, se necesita estar tranquilo y en santa paz.”
Dicho esto ha desaparecido y yo he regresado en mí misma.
Julio 30, 1901
Ve el mundo, y cómo la mayor parte son ciegos.
Encontrándome en mi habitual estado, el bendito Jesús me ha
transportado fuera de mí misma en medio de mucha gente. ¡Qué ceguera!
Casi todos eran ciegos, unos pocos de corta vista y apenas uno que otro se
notaba, como sol en medio de las estrellas, de vista agudísima, todo
concentrado en el Sol divino, y esta vista le era concedida porque la tenía
fija en la luz del Verbo humanado. Jesús, compadeciéndose todo me ha
dicho:
“Hija mía, cómo ha arruinado al mundo la soberbia, ha llegado a
destruir esa pequeña lucecita de razón que todos llevan consigo desde que
nacen. Pero debes saber que la virtud que más exalta Dios es la humildad, y
la virtud que más exalta a la criatura ante Dios y ante los hombre es la
humildad.”
Dicho esto ha desaparecido; más tarde ha regresado todo angustiado y
afligido y ha agregado:
“Hija mía, están por suceder tres terribles castigos.”
Y como relámpago ha desaparecido sin darme tiempo de decirle ni una
palabra.
Agosto 3, 1901
El alma que posee la Gracia tiene potestad
sobre el infierno, sobre los hombres y sobre Dios.
Esta mañana mi adorable Jesús no venía, y después de mucho esperar
ha venido la Virgen Mamá conduciéndolo casi por la fuerza, pero Jesús huía.
Entonces la Virgen Santísima me ha dicho:
“Hija mía, no te canses en pedirle, más bien sé inoportuna, porque este
huir que hace es señal de que quiere enviar algún castigo, por eso huye de la
vista de las personas amadas, pero tú no te detengas, porque el alma que
posee la Gracia tiene potestad sobre el infierno, sobre los hombres y sobre
Dios mismo, porque siendo la Gracia parte de Dios mismo, poseyéndola el
alma, ¿no tiene tal vez el poder sobre lo que ella misma posee?”
Entonces, después de mucho esperar, obligado por la Mamá Reina e
importunado por mí, ha venido, pero con un aspecto imponente y serio, de
modo que no me atrevía a hablar, no sabía cómo hacer para quitarle aquel
aspecto tan imponente. Pensé comenzar a hablar con disparates diciéndole:
“Mi dulce Bien, amémonos, si no nos amamos nosotros, ¿quién nos debe
amar? Y si no te contentas con mi amor, ¿quién podrá contentarte? ¡Ah!
dame una señal cierta de que estás contento de mi amor, de otra manera yo
desfallezco, yo muero.” ¿Pero quién puede decir todos los disparates que he
dicho? Creo que es mejor pasarlos por alto. Pero con esto parece que he
tenido éxito en quitarle aquel aire imponente que tenía, y me ha dicho:
“Sólo estaré contento de tu amor cuando este sobrepase el río de la
iniquidad de los hombres, por eso piensa en acrecentar tu amor, porque así
más estaré contento de ti.”
Dicho esto ha desaparecido.
Agosto 5, 1901
Las mortificaciones son los ojos del alma.
Encontrándome en mi habitual estado, mi bendito Jesús tardaba en
venir y yo me sentía morir por la pena de su privación, cuando de improviso
ha venido y me ha dicho:
“Hija mía, así como los ojos son la vista del cuerpo, así la
mortificación es la vista del alma, así que la mortificación se puede decir
ojos del alma.”
Y ha desaparecido.
Agosto 6, 1901
El amor de los bienaventurados es propiedad
divina, pero el amor de los viadores es propiedad
que está en acto de hacer adquisición de él.
Esta mañana habiendo recibido la comunión, mi adorable Jesús se
hacía ver tan sufriente y ofendido que movía a compasión; yo lo he
estrechado a mí y le he dicho: “Dulce Bien mío, cuán amable y deseable
eres, ¿cómo es posible que los hombres no te amen, más bien te ofenden?
Amándote a Ti todo se encuentra y el amarte contiene todos los bienes, y no
amándote todo bien nos desaparece, sin embargo, ¿quién es aquél que te
ama? Pero ah, tesoro mío amadísimo, haz a un lado las ofensas de los
hombres y por un poco desahoguémonos en amor.” Entonces Jesús ha
llamado a toda la corte celestial a ser espectadora de nuestro amor y ha
dicho:
“El amor de todo el Cielo no sería suficiente pago ni me haría feliz si
no estuviera el tuyo unido, mucho más que ese amor es propiedad mía que
nadie me puede quitar, pero el amor de los viadores es como propiedad que
estoy en acto de adquirir, y como mi Gracia es parte de Mí mismo, al entrar
en los corazones, siendo mi Ser activísimo, los viadores pueden comerciar
con el amor, y este comercio engrandece las propiedades de mi Amor, y Yo
siento tal gusto y placer, que faltándome éste quedaría amargado. Por eso es
que sin tu amor el amor de todo el Cielo no me dejaría plenamente contento,
y tú debes saber comerciar bien con mi Amor, porque amándome en todo me
harás feliz y contento.”
¿Quién puede decir cómo he quedado asombrada al oír esto y cuántas
cosas comprendía sobre este amor? Pero mi lengua se vuelve balbuceante,
por eso pongo punto.
Agosto 21, 1901
La Celestial Mamá le enseña el secreto de la felicidad.
Encontrándome en mi habitual estado, me he encontrado fuera de mí
misma y después de haber girado y girado en busca de Jesús, he encontrado
en cambio a la Reina Mamá, y oprimida y cansada como estaba le he dicho:
“Dulcísima Mamá mía, he perdido el camino para encontrar a Jesús, no sé
más a donde ir ni qué hacer para encontrarlo de nuevo.” Y mientras esto
decía lloraba, y Ella me ha dicho:
“Hija mía, ven junto a Mí y encontrarás el camino a Jesús, es más,
quiero enseñarte el secreto para poder estar siempre con Jesús y para vivir
siempre contenta y feliz aun sobre esta tierra, y éste es, tener fijo en tuinterior que sólo Jesús y tú están en el mundo, y nadie más, y sólo a Él debes
agradar, complacer y amar, y sólo de Él debes esperar ser amada y
contentada en todo. Estando en este modo tú y Jesús, no te hará más
impresión si estarás circundada de desprecios o alabanzas, de parientes o
extraños, de amigos o enemigos, sólo Jesús será todo tu contento y sólo
Jesús te bastará por todos. Hija mía, hasta en tanto que todo lo que existe
acá abajo no desaparezca del todo del alma, no se puede encontrar verdadero
y perpetuo contento.”
Ahora, mientras esto decía, como de dentro de un rayo ha salido Jesús
en medio de nosotras, y yo lo he tomado, lo he llevado conmigo y me he
encontrado en mí misma.
Septiembre 2, 1901
Jesús habla de la Iglesia y de la sociedad presente.
Esta mañana mi adorable Jesús se hacía ver junto con el santo Padre y
parecía que le dijera:
“Las cosas hasta aquí sufridas no son más que todo lo que Yo pasé
desde el principio de mi Pasión hasta que fui condenado a la muerte; hijo
mío, no te queda otra cosa que llevar la cruz al calvario.”
Y mientras esto decía, parecía que Jesús bendito tomaba la cruz y laponía sobre la espalda del santo Padre, ayudándolo Él mismo a llevarla.
Ahora, mientras esto hacía ha agregado:
“Mi Iglesia parece que está como moribunda, especialmente respecto a
las condiciones sociales, que con ansia esperan el grito de muerte; pero
ánimo hijo mío, después de que hayas llegado al monte, cuando levanten la
cruz, todos se sacudirán y la Iglesia dejará el aspecto de moribunda y
recobrará su pleno vigor. Sólo la cruz será el medio para esto, como sólo la
cruz fue el único medio para llenar el vacío que el pecado había hecho y para
unir el abismo de distancia infinita que había entre Dios y el hombre, así en
estos tiempos sólo la cruz hará levantar la frente de mi Iglesia, valerosa y
resplandeciente para confundir y poner en fuga a los enemigos.”
Dicho esto ha desaparecido, y después de un poco ha regresado mi
amado Jesús, todo afligido, y continuó diciendo:
“Hija mía, cuánto me duele la sociedad presente, son mis miembros y
no puedo hacer menos que amarlos; me sucede como a un tal que tuviera un
brazo, una mano infectada y llagada, ¿tal vez la odia, la aborrece? ¡Ah! no,
más bien le procura todos los cuidados, quién sabe cuánto gaste para verse
curado, y mientras no llega a obtener la curación es causa de hacerle sufrir
todo el cuerpo, de tenerlo oprimido, afligido. Así es mi condición, veo mis
miembros infectados, llagados y por ello siento dolor y pena, y por esto me
siento más atraído a amarlos. ¡Oh, cómo es diferente mi Amor al de las
criaturas! Yo estoy obligado a amarlas porque son cosa mía, pero ellas no
me aman como cosa de ellas, y si me aman, me aman por su propio bien.”
Después de esto ha desaparecido y yo me he encontrado en mí misma.
Septiembre 4, 1901
Ardores del corazón de Jesús por la gloria de la
Majestad Divina y por el bien de las almas.
Mi adorable Jesús continúa viniendo, y esta mañana apenas lo he
visto, sentía un ansia de preguntarle si me había perdonado mis pecados, por
eso le he dicho: “Dulce amor mío, cuánto anhelo oír de tu boca si me has
perdonado mis tantos pecados.” Y Jesús se ha acercado a mi oído, y con su
mirada parecía que escrutase todo mi interior y me ha dicho:
“Todo está perdonado y te los remito, no te queda otra cosa que
algunos defectos cometidos por ti inadvertidamente, y también te los
remito.”
Después de esto parecía que Jesús se ponía a mis espaldas y
tocándome los riñones con su mano me los fortificaba. ¿Quién puede decir
lo que sentía con aquel toque? Solamente sé decir que sentía un fuego
refrigerante, una pureza unida a una fuerza; después que me tocó los riñones
le he pedido que hiciera lo mismo al corazón, y Jesús para complacerme ha
condescendido, y después me parecía como si Jesús bendito estuviera
cansado por causa mía y le he dicho: “Dulce vida mía, estás cansado por
causa mía, ¿no es verdad?”
Y Él: “Sí. Al menos sé agradecida por las gracias que te estoy
haciendo, porque la gratitud es la llave para poder abrir a placer los tesoros
que Dios contiene. Pero debes saber que esto que he hecho te servirá para
preservarte de la corrupción, para corroborarte y para disponer tu alma y tu
cuerpo a la gloria eterna.”
Después de esto parecía que me transportase fuera de mí misma y me
hacía ver la multitud de las gentes y el bien que podían hacer y no hacen, y
por lo tanto la gloria que Dios debe recibir y no recibe, y Jesús todo afligido
ha agregado:
“Amada mía, mi corazón arde por el honor de mi gloria y por el bien
de las almas. Por todo el bien que omiten, tantos vacíos recibe mi gloria, y
sus almas aunque no hicieran el mal, no haciendo el bien que podrían hacer
son como aquellas habitaciones vacías, que si bien son bellas, pero no hay
nada para admirar que atraiga la mirada, y por tanto ninguna gloria recibe el
dueño; y si hacen un bien y otro lo omiten, son como aquellas habitaciones
todas despobladas, en que apenas algún objeto se descubre sin ningún orden.
Amada mía, entra a tomar parte de estas penas, de los ardores que mi
corazón siente por la gloria de la Majestad Divina y por el bien de las almas,
trata de llenar estos vacíos de mi gloria, y podrás hacerlo no dejando pasar
momento de tu vida que no esté unido con la mía, esto es, en todas tus
acciones, sea oración o sufrimiento, reposo o trabajo, silencio o
conversación, tristeza o alegría, aun el alimento que tomes, en suma, en todo
lo que te pueda suceder pondrás la intención de darme toda la gloria que en
tales acciones deberían darme y de suplir al bien que deberían hacer y no
hacen, intentando repetir la intención por cuanta gloria no recibo y por
cuanto bien omiten. Si esto haces llenarás en algún modo el vacío de la
gloria que debo recibir de las criaturas, y mi corazón sentirá un refrigerio a
mis ardores, y por este refrigerio correrán ríos de gracia en provecho de los
mortales, que les infundirán mayor fuerza para hacer el bien.”
Después de esto me he encontrado en mí misma.
Septiembre 5, 1901
El verdadero amor suple a todo.
Al volver mi amable Jesús me sentía casi con temor de no
corresponder a las gracias que el Señor me hace, habiéndome dejado
impresas aquellas palabras que me dijo antes: “Al menos sé agradecida.” Y
Él, viéndome con este temor me ha dicho:
“Hija mía, ánimo, no temas, el amor suplirá a todo; además, habiendo
puesto la voluntad de verdaderamente hacer lo que Yo quiero, aunque
alguna vez faltaras Yo supliré por ti, por eso no temas. Debes saber que el
verdadero amor es ingenioso, y el verdadero ingenio llega a todo; mucho
más cuando en el alma hay un amor amante, un amor que se duele de las
penas de la persona amada como si fueran propias, y un amor que llega a
tomar sobre sí, a sufrir lo que debería sufrir la persona que se ama, es el más
heroico y se asemeja a mi Amor, siendo muy difícil encontrar quien ponga la
propia piel. Entonces, si en toda tú no hay más que amor, si no me
complacerás en un modo lo harás en otro; es más, si estás en posesión de
estos tres amores, me sucederá a Mí como a aquel que siendo injuriado,
ofendido con todo tipo de afrentas por todos, entre tantos hay uno que lo
ama, lo compadece, le paga por todos, y aquel, ¿qué hace? Fija la mirada en
la persona amada y encontrando su recompensa olvida todos los ultrajes, y
da favores y gracias a los mismos que lo ultrajan.”
Septiembre 9, 1901
Eficacia de las intenciones.
Esta mañana mi adorable Jesús no venía. Entonces, mientras mi
mente estaba ocupada en considerar el misterio de la coronación de espinas,
me he acordado que estando ocupada otras veces en este misterio, el Señor
se complacía en quitarse de su cabeza la corona de espinas y clavarla en la
mía, y he dicho en mi interior: “Ah Señor, ya no soy digna de sufrir tus
espinas.”
Y Él, ha venido de improviso y me ha dicho:
“Hija mía, cuando tú sufres mis mismas espinas, tú me consuelas, y
sufriéndolas tú Yo me siento completamente libre de esas penas; cuando te
humillas y te crees indigna de sufrirlas, entonces me reparas los pecados de
soberbia que se cometen en el mundo.”
Yo he agregado: “¡Ah Señor, por cuantas gotas derramaste, por
cuantas espinas sufriste, por cuantas heridas, tanta gloria intento darte por
cuanta gloria deberían darte todas las criaturas si no existiera el pecado de
soberbia, y tantas gracias intento pedirte para todas las criaturas para hacer
que este pecado se destruya.”
Mientras esto decía he visto que Jesús contenía en Él a todo el mundo,
como una máquina contiene en sí los objetos, y todas las criaturas se han
movido en Él, y Jesús se movía hacia ellas, y parecía que Él tuviese la gloria
de mi intención y las criaturas hubieran regresado a Él para poder recibir el
bien prestado por mí para ellas. Yo he quedado estupefacta, y Jesús viendo
mi estupor ha dicho:
“Parece sorprendente todo esto, ¿no es verdad? No obstante parece
cosa de nada lo que tú has hecho, sin embargo no es así. ¿Cuánto bien se
podría hacer con repetir esta intención y no se hace?”
Dicho esto ha desaparecido.
Septiembre 10, 1901
El unir nuestras acciones con Jesús,
es continuar su Vida sobre la tierra.
Continúo haciendo lo que Jesús bendito me enseñó el día 4 de este
mes, si bien alguna vez me distraigo, pero mientras alguna vez me olvido,
parece que Jesús en mi interior se pone en guardia y lo hace Él por mí,
entonces yo, viendo esto me ruborizo y enseguida me uno a Él y le hago el
ofrecimiento de lo que en el momento estoy haciendo, así sea aun una
mirada, una palabra, voy diciendo: “Señor, toda esa gloria que las criaturas
deberían darte con la boca y no te dan, yo intento dártela con la mía, e
impetro a ellas el hacer un buen y santo uso de la boca, uniéndome siempre a
la misma boca de Jesús.” Entonces mientras en todas mis cosas esto hacía,
vino y me ha dicho:
“He aquí la continuación de mi Vida, que era la gloria del Padre y el
bien de las almas; si en esto perseveras tú formarás mi Vida y Yo la tuya, tú
serás mi respiro y Yo el tuyo.”
Después de esto Jesús se ponía a reposar sobre mi corazón, y yo sobre
el corazón de Él, y parecía que Jesús tomaba el respiro de mí, y yo lo tomaba
por medio de Jesús. ¡Qué felicidad, qué gozo, qué vida celestial
experimentaba en esa posición! Sea siempre agradecido y bendecido el
Señor, que tanta misericordia usa con esta pecadora.
Septiembre 14, 1901
El principio y el fin de nuestras
acciones debe ser el amor de Dios.
Después de haber pasado varios días de privación, hoy, mientras me
disponía a hacer la meditación, mi mente se distrajo en otra cosa, y por
medio de una luz comprendía que el alma al salir del cuerpo entra en Dios, y
como Dios es purísimo Amor, el alma entra en Dios sólo cuando es un
complejo de amor, porque Dios a ninguno recibe en Sí si no es en todo
semejante a Él, y encontrándola complejo de amor la recibe y le participa
todas sus dotes. Así que estaremos en Dios más allá del cielo, como aquí
estamos en nuestra propia habitación.
Ahora, esto me parecía que se podría hacer también en el curso de
nuestra vida para ahorrar trabajo al fuego del purgatorio y a nosotros la pena,
y así ser introducidos inmediatamente, sin ninguna dificultad, en nuestro
sumo Bien Dios. Entonces me parecía que el alimento del fuego es la leña, y
para estar seguro que la leña se ha convertido en fuego, es cuando se
advierte que ya no produce humo. Ahora, principio y fin de todas nuestras
acciones debe ser el fuego del amor de Dios; la leña que debe alimentar este
fuego son las cruces, las mortificaciones; el humo que se eleva entre la leña
y el fuego son las pasiones, las inclinaciones, que muy frecuentemente
asoman la cabeza; entonces la señal de que todo en nosotros se ha
consumido en fuego, es si nuestras pasiones están en su lugar y no sentimos
más inclinaciones a todo lo que no se refiere a Dios.
Parece que con esto pasaremos libremente, sin ningún obstáculo a
habitar en nuestro Dios, y llegaremos aun desde acá a gozar el paraíso
anticipado.
Septiembre 15, 1901
Huyendo de la cruz se permanece en lo oscuro.
Esta mañana, mi adorable Jesús ha venido glorioso, con las llagas
resplandecientes más que sol y con una cruz en la mano. Mientras estaba en
esto veía también una rueda de la que salían cuatro ángulos; parecía que en
un ángulo escapaba la luz y quedaba a oscuras, en esta oscuridad quedaba la
gente como abandonada por Dios y sucedían guerras sangrientas contra la
Iglesia y contra la gente misma. ¡Ah, parecía que las cosas dichas antes por
Jesús bendito se van acercando a pasos veloces. Ahora, Nuestro Señor
viendo todo esto, movido a compasión se ha acercado a la parte oscura y
arrojó encima la cruz que tenía en la mano, diciendo con voz sonora:
“Gloria a la cruz.”
Y parecía que aquella cruz llamaba de nuevo la luz, y los pueblos
sacudiéndose imploraban ayuda y socorro. Y Jesús ha repetido:
“Todo el triunfo y la gloria será de la cruz, de otra manera los
remedios empeorarán los mismos males, por lo tanto la cruz, la cruz.”
¿Quién puede decir cómo he quedado afligida y pensativa en lo que
podrá suceder?
Octubre 2, 1901
Jesús lleva al Cielo a Luisa y los ángeles le
piden que la haga conocer a todas las gentes.
Ella nada en Dios y trata de comprender
el interior divino.
Esta mañana mi adorable Jesús ha venido y me ha transportado fuera
de mí misma, en medio de las gentes; ¿quién puede decir los males, los
horrores que se veían? Entonces todo afligido me ha dicho:
“Hija mía, qué peste exhala la tierra, mientras que debería ser una con
el Cielo, y como en el Cielo no se hace otra cosa que amarme, alabarme,
agradecerme, el eco del Cielo debería absorber la tierra y formar uno solo,
pero la tierra se ha vuelto insoportable. Por eso ven tú y únete con el Cielo y
a nombre de todos ven a darme una satisfacción por ellos.”
En un instante me he encontrado en medio de los ángeles y santos, no
sé decir como me he sentido una infusión de lo que cantaban y decían los
ángeles y los santos, y yo a la par de ellos he hecho mi parte a nombre de
toda la tierra. Mi dulce Jesús todo contento, después de esto dijo
dirigiéndose a todos:
“He aquí de la tierra una nota angélica; cómo me siento satisfecho.”
Y mientras esto decía, como para recompensarme me ha tomado entre
sus brazos, me besaba y besaba y me mostraba a toda la corte celestial como
objeto de sus más queridas complacencias. Al ver esto los ángeles han
dicho:
“Señor, te pedimos que muestres lo que has obrado en esta alma a las
gentes, con una señal prodigiosa de vuestra omnipotencia para gloria vuestra
y para el bien de las almas, no tengas más escondidos los tesoros derramados
en ella, y así viendo y tocando ellos mismos vuestra omnipotencia en otra
criatura, pueda servir de arrepentimiento a los malos y de mayor estímulo a
quien quiere ser bueno.”
Yo al oír esto me sentí sorprender por un temor, y toda anulándome,
tanto que me veía como un pequeño pececillo, me he arrojado en el corazón
de Jesús diciendo: “Señor, no quiero otra cosa que a Ti y estar escondida en
Ti, y esto te he pedido siempre y esto te pido que me confirmes.” Y dicho
esto me he encerrado en el interior de Jesús, como nadando en los vastísimos
mares del interior de Dios. Y Jesús ha dicho a todos:
“¿No la habéis escuchado? No quiere otra cosa que a Mí y estar
escondida en Mí, este es su más grande contento, y Yo al ver una intención
tan pura me siento más atraído hacia ella, y viendo su disgusto si mostrase a
las gentes con una señal prodigiosa mi obra, para no entristecerla no os
concedo lo que me habéis pedido.”
Los ángeles parecía que insistían, pero yo no he prestado atención a
ninguno, no hacía otra cosa que nadar en Dios para comprender el interior
divino, pero qué, me parecía ser como un niñito que quiere tomar en su
pequeña manita un objeto de desmesurada grandeza, que mientras lo toma se
le escapa y apenas logra tocarlo, así que no puede decir ni cuánto pesa, ni
qué amplitud tenía aquel objeto; o bien como otro niño que no conociendo
toda la profundidad de los estudios, dice con ansias que quiere aprender todo
en breve tiempo, y apenas logra aprender las primeras letras del alfabeto.
Así la criatura no puede decir otra cosa que: “Lo he tocado, es bello, es
grande, no hay bien que no posea.” Pero qué tan bello es, cuánta grandeza
contiene, cuántos bienes posee, no sé decirlo, o sea, puede decir de Dios las
primeras letras del alfabeto, dejando atrás toda la profundidad de los
estudios. Así que mis amadísimos hermanos ángeles y santos, aun estando
en el Cielo, como criaturas no tienen la capacidad de comprender en todo a
su Creador, son como tantos recipientes llenos de Dios, que queriéndolos
llenar de más se derraman fuera. Creo que estoy diciendo muchos desatinos,
por eso pongo punto.
Octubre 3, 1901
Luisa se ofrece en modo especial. No hay obstáculo
mayor para la unión con Dios que la voluntad humana.
Habiendo recibido la comunión, estaba pensando como ofrecer una
cosa más especial a Jesús, como atestiguarle mi amor y darle un mayor
gusto, entonces le he dicho: “Amadísimo Jesús mío, te ofrezco mi corazón
para tu satisfacción y como eterna alabanza, y te ofrezco a toda mí misma,
aun las mínimas partículas de mi cuerpo, como tantos muros para ponerlos
ante Ti para impedir cualquier ofensa que te sea hecha, aceptándolas todas
sobre mí si fuese posible y a tu placer hasta el día del juicio, y porque quiero
que mi ofrecimiento sea completo y te satisfaga por todos, tengo intención
de que todas las penas que sufriré al recibir sobre mí las ofensas, te
recompensen de toda aquella gloria que te debían dar los santos que están en
el Cielo cuando estaban en la tierra, aquella que te debían dar las almas del
purgatorio, y aquella gloria que te debían dar todos los hombres pasados,
presentes y futuros, te la ofrezco por todos en general y por cada uno en
particular.” En cuanto he terminado de decir esto, el bendito Jesús, todo
conmovido por tal ofrecimiento me ha dicho:
“Amada mía, tú misma no puedes entender el gran contento que me
has dado con el ofrecerte de este modo, me has curado todas mis heridas y
me has dado una satisfacción por todas las ofensas pasadas, presentes y
futuras, y Yo la tendré en cuenta por toda la eternidad como una gema
preciosa que me glorificará eternamente, y cada vez que la vea te daré nueva
y mayor gloria eterna.
Hija mía, no puede haber obstáculo mayor que impida la unión entre
Yo y las criaturas y que se oponga a mi Gracia, que la propia voluntad. Tú,
con ofrecerme tu corazón para mi satisfacción, te has vaciado de ti misma, y
vaciándote de ti, Yo me verteré todo en ti, y de tu corazón me vendrá una
alabanza que me traerá las mismas notas de las alabanzas de mi corazón, que
continuamente da a mi Padre para satisfacer a la gloria que no le dan los
hombres.”
Mientras esto decía, veía que mediante mi ofrecimiento salían de todas
las partes de mí misma muchos ríos que se derramaban sobre el bendito
Jesús, y que después, con ímpetu y más abundantes los derramaba sobre toda
la corte celestial, sobre el purgatorio y sobre todas las gentes. ¡Oh bondad
de mi Jesús al aceptar un tan mísero ofrecimiento, que lo recompensa con
tanta gracia! ¡Oh! prodigio de las santas y piadosas intenciones, si en todas
nuestras obras, aun triviales, nos sirviéramos de ellas, ¿qué negocio no
haríamos? ¿Cuántas propiedades eternas no adquiriríamos? ¿Cuánta gloria
de más no daríamos al Señor?
Octubre 8, 1901
Cuando el alma obra unida con Jesús, sus
actos tienen los mismos efectos del obrar
de Él. Valor de la intención.
Esta mañana he padecido mucho por esperar a mi adorable Jesús, pero
mientras lo esperaba hacía cuanto más podía por unir todo lo que estaba
haciendo en mi interior con el interior de Nuestro Señor, intentando darle
toda aquella gloria y reparación que le daba su Humanidad Santísima.
Ahora, mientras esto hacía, el bendito Jesús ha venido y me ha dicho:
“Hija mía, cuando el alma se sirve de mi Humanidad como medio para
obrar, aunque sea sólo un pensamiento, un respiro, un acto cualquiera, son
como tantas gemas que salen de mi Humanidad y se presentan ante la
Divinidad, y como salen por medio de mi Humanidad, tienen los mismos
efectos de mi obrar cuando estaba sobre la tierra.”
Y yo: “¡Ah Señor! Siento como una duda, ¿cómo puede ser que con
la simple intención en el obrar, aun en las más mínimas cosas, mientras que
considerándolas son cosas de nada, vacías, y parece que la sola intención de
la unión contigo y de agradarte sólo a Ti, las llena, y Tú las elevas en aquel
modo supremo haciéndolas aparecer como cosas grandísimas?”
“¡Ah hija mía! Vacío es el obrar de la criatura, aunque fuese una obra
grande, pero es la unión conmigo y la simple intención de agradarme a Mí lo
que lo llena, y como mi obrar, aunque fuese un respiro, excede en modo
infinito a todas las obras de las criaturas juntas, he aquí la causa que lo hace
tan grande, y además, ¿no sabes tú que quien se sirve de mi Humanidad
como medio para obrar sus acciones, viene a nutrirse de los frutos de mi
misma Humanidad, y a alimentarse de mi mismo alimento? Además de
esto, ¿no es acaso la buena intención lo que hace al hombre santo, y la mala
intención lo que lo hace perverso? No siempre se hacen cosas diversas, sino
que con las mismas acciones uno se santifica y el otro se pervierte.”
Mientras decía esto, veía dentro de nuestro Señor un árbol verde, lleno
de bellos frutos, y a aquellas almas que obraban para agradar sólo a Dios y
por medio de su Humanidad las veía dentro de Él, sobre de este árbol, y su
Humanidad servía de habitación a estas almas. ¡Pero qué escasísimo era su
número!
Octubre 11, 1901
Silencio de Jesús. El alimento más necesario es la paz.
Habiendo pasado varios días de privación y de silencio, esta mañana al
venir continuaba su silencio, y si bien lo he tenido casi siempre conmigo, por
cuanto he hecho no he logrado hacerlo decir una sola palabra, parecía que
tenía una cosa en su interior que lo amargaba, tanto, que lo dejaba taciturno
y no quería que yo lo supiera. Ahora, mientras Jesús estaba conmigo, me
pareció ver a la Reina Mamá, y al ver a Jesús conmigo me ha dicho:
“¿Tú lo tienes? Menos mal que está contigo, porque si debe desahogar
su justo furor, estando contigo lo detienes; hija mía, pídele que detenga los
flagelos, porque los malos están todos listos para salir, pero se ven atados
por una potencia suprema que lo impide, y también porque si la Justicia
divina no permite que lo hagan cuando les plazca a ellos, se tendrá este bien,
que conocerán la autoridad divina sobre ellos y dirán: ‘Lo hemos hecho
porque nos ha sido dado el poder de lo alto.’ Hija mía, qué guerra se encuba
en el mundo moral, da horror verlo, no obstante el primer alimento que se
debería buscar en la sociedad, en las familias y por cada alma, debería ser la
paz, todos los demás alimentos se vuelven insalubres sin ella, aunque sean
las mismas virtudes, la caridad, el arrepentimiento, sin la paz no llevan ni
salud ni verdadera santidad, sin embargo en el mundo de hoy se ha
descartado este alimento de la paz tan necesario y saludable, y no se quiere
mas que turbulencias y guerras. Hija mía, ruega, ruega.”
Octubre 14, 1901
Jesús se muestra como un relámpago,
y le hace comprender alguna cosa
de los atributos divinos.
El bendito Jesús viene de prisa, casi como un relámpago, y en ese
relámpago hace salir de dentro de su interior, ahora un distintivo especial de
un atributo suyo, y ahora algún otro, cuántas cosas hace comprender en
aquel relámpago; pero retirándose aquel relámpago la mente permanece a
oscuras y no sabe decir lo que ha comprendido, mucho más que siendo cosas
que se refieren a la Divinidad, la lengua humana se ve en dificultades para
poderlas decir, y por cuanto más se esfuerza, más muda queda, es más, en
estas cosas es siempre una niñita recién nacida. Pero la obediencia quiere
que me esfuerce en decir lo poco que pueda, y helo aquí: “Me parecía que
todos los bienes Dios los contiene en Sí mismo, de modo que encontrando
en Dios todos los bienes que Él contiene, no es necesario ir a otra parte para
ver la amplitud de sus confines, no, sino que Él solo basta para encontrar
todo lo que es suyo. Ahora, en un relámpago mostraba un distintivo especial
de su belleza, ¿pero quién puede decir cuán bello es? Sólo sé decir que
comparadas todas las bellezas angélicas y humanas, las bellezas de la
variedad de las flores y de los frutos, el espléndido azul y estrellado cielo,
que parece que mirándolo nos hipnotiza y nos habla de una belleza suprema,
son sombras o aliento que Dios ha mandado de la belleza que en Él contiene,
o sea, como pequeñas gotas de rocío comparadas con las inmensas aguas del
mar. Paso adelante pues mi mente empieza a perderse. En otro relámpago
mostraba un distintivo especial del atributo de la Caridad, pero, ¡oh Dios tres
veces Santo! ¿Cómo podré yo, miserable, hablar sobre este atributo que es
la fuente de la cual se derivan todos los otros atributos? Diré sólo lo que
comprendí de él con respecto a la naturaleza humana. Comprendí que Dios
al crearnos, este atributo de la Caridad se vierte en nosotros y nos llena todo
de Sí, de modo que si el alma correspondiese, estando llena del soplo de la
Caridad de Dios, la misma naturaleza debería transformarse en caridad hacia
Dios. En cambio, conforme el alma se va difundiendo en el amor de las
criaturas, o de los placeres, o del interés, o de cualquier otra cosa, aquel
soplo divino va saliendo del alma, y si llega a difundirse en todo, el alma
queda vacía de la Caridad divina. Y como al Cielo no se entra si no se es un
complejo de Caridad purísima, toda divina, si el alma se salva, este soplo
recibido al ser creada lo irá a readquirir a fuerza de fuego en las llamas
purgantes, y sólo saldrá cuando llegue a desbordarse de esta Caridad,
entonces quién sabe qué larga etapa tendrá que pasar en aquel lugar
expiatorio. Ahora, si así tiene que ser la criatura, ¿qué será el Creador?
Creo que estoy diciendo muchos disparates, pero no me maravillo porque no
soy para nada ninguna docta, soy siempre una ignorante, y si hay alguna
cosa de verdad en estos escritos no es mía, sino de Dios, y yo quedo siempre
la ignorante que soy.
Octubre 21, 1901
La recta intención. Todo lo que no se hace
por Dios queda perdido, como polvo
ante un viento impetuoso.
Esta mañana, el bendito Jesús al venir parecía que hacía un cerco con
sus brazos como para encerrarme dentro, y mientras me estrechaba me ha
dicho:
“Hija mía, cuando el alma hace todo por Mí, todo queda encerrado
dentro de este cerco, nada queda fuera, así fuera un suspiro, un latido, un
movimiento cualquiera, todo entra en Mí, y en Mí todo queda numerado y
Yo en recompensa los derramo en el alma, pero duplicados de Gracia, de
modo que el alma derramándolos nuevamente en Mí, y Yo en ella, llega a
adquirir un capital sorprendente de Gracia. Y todo esto es mi deleite, esto
es: “Dar a la criatura lo que me ha dado como si fuese cosa suya, agregando
siempre de lo mío.” Y quien con su ingratitud impide que le de lo que
quiero, impide mis inocentes delicias. Ahora, quien no obra por Mí, todo
queda fuera de mi cerco, dispersado como el polvo por un viento
impetuoso.”
Octubre 25, 1901
La privación hace conocer de dónde vienen
las cosas, y la preciosidad del objeto perdido.
Después de haber pasado varios días de temores y dudas sobre mi
estado, creyéndolo todo un trabajo de mi fantasía, y a veces se fijaba tanto
mi mente en esto, que llegaba a lamentarme y a disgustarme con Nuestro
Señor diciendo: “¡Qué pena, qué desgracia la mía ser víctima de mi fantasía,
creía verte a Ti y en cambio era todo alucinación de la fantasía, creía cumplir
tu Querer estando por tanto tiempo en este lecho, y quién sabe si no ha sido
también un fruto de la fantasía! Señor, da pena, da espanto el sólo pensarlo;
tu Querer endulzaba todo, pero esto me amarga hasta la médula de los
huesos; ¡ah! dame la fuerza de salir de este estado de fantasía.” Y lo tenía
tan fijo que no me podía distraer, tanto, que llegaba a pensar que la fantasía
me habría preparado un lugar en el infierno; si bien buscaba liberarme
diciendo: “Pues bien, me serviré de la fantasía para poderlo amar en el
infierno.
Ahora, mientras me encontraba en esto, el bendito Jesús ha querido
acrecentar mi dolorosa situación, con moverse dentro de mí diciendo: “No
prestes atención a esto, de otra manera Yo te dejo y te haré ver si soy Yo
quien vengo o es tu fantasía que engaña.”
A pesar de esto no me he preocupado por entonces diciendo: “¡Ah!,
no tendrá ánimo de hacerlo, es tan bueno.” Sin embargo, en efecto lo hizo.
Es inútil decir lo que pasé algunos días privada de Jesús, me alargaría
demasiado, sólo al recordarme se me hiela la sangre en las venas, por eso
paso adelante. Ahora, habiendo dicho todo esto al confesor, parece que él
fue mi mediador. Habiendo comenzado a pedir juntos que se dignara venir,
me sentí perder los sentidos y se hacía ver de muy lejos, casi enfadado que
no quería venir. Yo no me atrevía, pero el confesor insistía uniendo la
intención de que me participara la crucifixión, entonces para contentar al
confesor se ha acercado y me ha participado los dolores de la cruz, y
después, como si hubiera hecho las paces me ha dicho:
“Era necesario que te privara de Mí, de otra manera no te habrías
convencido si soy Yo o bien tu fantasía. La privación sirve para hacer
conocer de donde vienen las cosas y la preciosidad del objeto perdido, y para
estimarlo más cuando se recobra.”
Noviembre 22, 1901
El yo lleva la marca de todas las
Ruinas; sin el yo todo es seguridad.
Después de haber pasado días amarguísimos de lágrimas, de
privaciones y de silencio, mi pobre corazón no puede más; tanto es el dolor
fuera de mi centro Dios, que continuamente soy arrojada entre profundas
olas de fiera tempestad, en estado de fuerte violencia en que sufro a cada
momento la muerte, y lo que es más, no poder morir. Entonces,
encontrándome en esta situación, por poco se ha hecho ver y me ha dicho:
“Hija mía, cuando un alma hace en todo la voluntad de otra, se dice
que tiene confianza en aquella, por eso vive del querer de la otra y no del
suyo, así cuando el alma hace en todo mi Voluntad, Yo digo que tiene Fe,
así que el Divino Querer y la Fe son ramas producidas de un solo tronco, y
como la Fe es simple, la Fe y el Divino Querer producen la tercera rama de
la simplicidad, y así el alma readquiere en todo las características de paloma.
¿No quieres tú entonces ser mi paloma?”
En otra ocasión me dijo:
“Hija mía, las perlas, el oro, las gemas, las cosas más preciosas, se
tienen bien custodiadas dentro de algún cofre y con doble llave. ¿Por qué
temes tú entonces si te tengo bien custodiada en el cofre de la santa
obediencia, custodia segurísima donde no una, sino dos llaves tienen bien
cerrada la puerta para tener prohibido el ingreso a cualquier ladrón, y aun a
la sombra de cualquier defecto? Sólo el yo lleva la marca de todas la ruinas,
pero sin el yo todo es seguridad.”
Diciembre 27, 1901
Jesús suministrador de la Santísima Trinidad.
Es inútil el decir mi pobre estado, cómo me he reducido, sería un
querer recrudecer y hacer más profundas las llagas de mi alma, por eso paso
todo en silencio, haciendo un ofrecimiento al Señor. Entonces, esta mañana,
mientras lloraba la pérdida de mi adorable Jesús, ha venido el confesor y me
ha dado la obediencia de pedir al Señor que se dignara venir. Parece que ha
venido, y habiendo puesto el confesor la intención de la crucifixión, me ha
participado los dolores de la cruz, y mientras esto hacía ha dicho al confesor:
“Yo fui suministrador de la Santísima Trinidad, esto es: Suministré a
las gentes la Potencia, la Sabiduría, la Caridad de las Divinas Personas. Tú,
siendo mi representante, no debes hacer otra cosa que continuar mi misma
obra hacia las almas, y si no te interesas vienes a destrozar la obra empezada
por Mí, y Yo me siento defraudado en la ejecución de mis designios, y soy
obligado a retirar la Potencia, la Sabiduría, la Caridad que os habría
suministrado si hubieras cumplido la obra que te confié.”
Después de esto parecía que me transportaba fuera de mí misma, y
desde lejos se veía una multitud de personas, de la cual venía una peste
insoportable, y Jesús ha dicho:
“Hija mía, qué escisión harán los sacerdotes entre ellos, y esto será el
último golpe para fomentar entre los pueblos: partidos y revoluciones.”
Y lo decía tan amargado que daba compasión. Después de esto,
recordándome de mi estado le he dicho: “Dime Señor mío, ¿quieres que me
haga dar la obediencia para terminar de estar en este estado? Sobre todo que
no sufriendo más como antes me siento inútil.” Y Él me ha respondido:
“Justo.”
Pero muy afligido, y mi corazón quedó inquieto, como si no hubiera
querido que me hubiera dicho eso. Entonces he replicado: “Pero Señor, no
porque yo quiera salir, sino que quiero conocer tu santo Querer, porque
como mi estado era porque Tú venías a mí y me participabas tus
sufrimientos, habiendo cesado esto temo que ni siquiera quisieras que
continúe estando en la cama.” Y Jesús ha dicho:
“Tienes razón, tienes razón.”
¿Pero qué? El corazón me lo sentía romper por las respuestas que me
daba Jesús bendito, y he agregado: “Pero mi Señor, dime al menos cual es
mayor gloria para Ti, ¿que continúe estando así aunque tenga que morir, o
que me haga dar la obediencia que termine mi estado?” Y Jesús, viendo queno terminaba con esto, Él mismo ha cambiado tema diciéndome:
“Hija mía, me siento ofendido por todos, mira, aun las almas devotas
tienen los ojos fijos para examinar si lo que hacen es o no es culpa, pero
enmendarse, extirpar la culpa, eso no, y esto es señal de que no hay ni dolor
ni amor, porque el dolor y el amor son dos ungüentos eficacísimos, que
aplicados al alma la dejan perfectamente curada, y uno corrobora y fortifica
mayormente al otro.”
Pero yo pensaba en mi pobre situación, y quería decirle de nuevo para
conocer la Voluntad del Señor con claridad, pero Jesús me ha desaparecido,
y yo retornando en mí misma me veía toda confundida sobre qué hacer,
entonces, para estar segura he expuesto todo a la obediencia, la cual quiere
que continúe estando en mi estado. Sea siempre hecha la Voluntad del
Señor.
Diciembre 29, 1901
Las tribulaciones son necesarias
a quien vive a la sombra de Jesús.
Estando toda oprimida apenas he visto a mi adorable Jesús, el cual
mirándome me ha dicho:
“Hija mía, para quien vive a mi sombra es necesario que soplen los
vientos de las tribulaciones, a fin de que el aire infectado de alrededor no
pueda penetrar en él aunque esté bajo mi sombra. Así que los vientos
continuos, agitando siempre este aire malsano, lo tienen siempre lejano y
hacen soplar un aire purísimo y saludable.”
Al terminar ha desaparecido, y yo comprendía muchas cosas sobre
esto, pero no es necesario explicarlas porque creo que es fácil comprender el
significado.
Enero 6, 1902
Efectos portentosos del unir nuestra vida
con la de Jesús. Dos palabras sobre la muerte.
Estando en mi habitual estado, después de haber esperado mucho, vino
por poco mi amadísimo Jesús, y poniéndose cerca de mí me ha dicho:
“Hija mía, quien busca uniformarse en todo a mi Vida, no hace otra
cosa que agregar un perfume de más y distinto a todo lo que hice en mi
Vida, de modo de perfumar el Cielo, toda la Iglesia, y aun los mismos malos
sienten espirar este perfume celestial; tanto, que todos los santos no son otra
cosa que tantos perfumes, y lo que más regocija a la Iglesia y al Cielo es que
son distintos entre ellos. No sólo esto, sino que quien busca continuar mi
Vida, obrando lo que hice, hasta donde puede, y donde no puede, al menos
con el deseo y con la intención, Yo lo tengo en mis manos como si estuviera
continuando toda mi Vida en dicha alma, no como cosa pasada, sino como si
en el presente viviera, y esto es un tesoro en mis manos, que duplicando el
tesoro de todo lo que obré, lo dispongo para bien de todo el género humano.
Entonces, ¿no quisieras tú ser uno de éstos?”
Yo me he sentido toda confundida y no he sabido qué responder, y
Jesús ha desaparecido, pero poco después ha vuelto y al mismo tiempo veía
varias personas que temían mucho a la muerte. Entonces yo, viendo esto he
dicho: “Amable Jesús mío, ¿será defecto en mí este no temer la muerte,
mientras veo que tanto la temen los demás? Y yo en cambio, pensando sólo
en que la muerte me unirá para siempre contigo y terminará el martirio de mi
dura separación, el pensamiento de la muerte no sólo no me da ningún
temor, sino que me es de alivio, me da paz y hago fiesta por ello, dejando de
lado todas las demás consecuencias que lleva consigo la muerte.”
Y Jesús: “Hija, en verdad ese temor extravagante de morir es locura,
ya que cada uno tiene todos mis méritos, virtudes y obras como pasaporte
para entrar al Cielo, habiéndoselos dado en donación a todos, y mucho más
si aprovechando esta donación mía ha agregado lo suyo, y con todas estas
cosas, ¿qué temor se puede tener de la muerte? Mientras que con este
segurísimo pasaporte el alma puede entrar donde quiera, y todos por
consideración del pasaporte la respetan y le dan el paso. En cuanto a ti, este
no temer para nada la muerte es por haber tratado conmigo y haber
experimentado cómo es dulce y amada la unión con el sumo Bien, pero
debes saber que el homenaje más agradable que se me pueda ofrecer, es
desear morir para unirse conmigo, y es la más bella disposición del alma
para purgarse y sin ningún intervalo pasar directamente por el camino al
Cielo.”
Dicho esto ha desaparecido.
Enero 11, 1902
El amor para ser perfecto debe
ser triple. Habla del divorcio.
Esta mañana, habiendo recibido la santa comunión, por un poco he
visto a mi adorable Jesús, y yo, en cuanto lo vi le dije: “Dulce Bien mío,
dime, ¿continúas amándome?”
Y Él: “Sí, pero soy amante y celoso, celoso y amante, es más, te digo
que para ser perfecto el amor debe ser triple, y en Mí hay esta triple
condición de amor: Primero, te amo como Creador, como Redentor y como
Amante. Segundo, te amo en mi omnipotencia, que me sirvió para crearte y
crear todo por amor tuyo, de modo que el aire, el agua, el fuego y todo lo
demás te dicen que te amo y que por amor tuyo los hice; te amo como mi
imagen; y te amo por ti misma. Tercero, te amo ab eterno, te amo en el
tiempo y te amo por toda la eternidad, y esto no es otra cosa que un aliento
que ha salido fuera de mi amor, imagina tú qué será aquel Amor que
contengo en Mí mismo.
Ahora, tú estás obligada a corresponderme este triple amor, amándome
como tu Dios, en el cual te debes fijar toda tú y no hacer salir nada de ti que
no sea amor por Mí; amándome por cuenta tuya y por el bien que a ti te
viene; y amarme por todos y en todos.”
Después de esto me ha transportado fuera de mí misma y me he
encontrado en medio de muchas personas que decían: “Si se confirma esta
ley, pobre mujer, todo le será para mal.” Y todos esperaban con ansia oír el
pro o el contra; y se veía en otro lugar apartado que estaban muchas
personas discutiendo entre ellas, y uno de estos tomaba la palabra y los hacía
callar a todos, y después de haber fatigado mucho ha salido a la puerta y ha
dicho: Ciertamente sí, en favor de la mujer. Al oír esto todos los de afuera
hacían fiesta, y los de adentro quedaban todos confundidos, tanto que ni
siquiera tenían valor de salir.
Creo que sea esta ley del divorcio que dicen, y yo comprendía que no
la confirmaron.
Enero 12, 1902
La ceguera de los hombres. Jesús
habla del divorcio. Las contradicciones
son perlas preciosas.
Parece que continua viniendo un poco mi adorable Jesús, es más, esta
mañana transportándome fuera de mí misma me hacía ver los graves malesde la sociedad, y sus grandes amarguras de Él, y ha vertido abundantemente
en mí parte de lo que lo amargaba, y después me ha dicho:
“Hija mía, mira un poco hasta donde ha llegado la ceguera de los
hombres, hasta querer formar leyes inicuas y contra ellos mismos y su
bienestar social. Hija mía, por esto te llamo de nuevo a los sufrimientos, a
fin de que ofreciéndote conmigo a la divina Justicia, aquellos que deben
combatir esta ley del divorcio obtengan luz y gracia eficaz para resultar
victoriosos. Hija mía, Yo tolero que hagan guerras, revoluciones, que la
sangre de los nuevos mártires inunde el mundo, esto es honor para Mí y para
mi Iglesia, pero esta ley brutal es una afrenta a la Iglesia, y a Mí me es
abominable e intolerable.”
Mientras esto decía he visto un hombre que luchaba contra esta ley,
cansado y sin fuerzas, en actitud de quererse retirar de la empresa, entonces
junto con el Señor lo hemos alentado y él ha respondido: “Me veo casi solo
para luchar e imposibilitado para obtener el propósito.” Yo le dije: “Ánimo,
porque las contradicciones son tantas perlas de las que el Señor se servirá
para adornaros en el Cielo.” Y él ha tomado aliento y ha seguido con la
empresa.
Después de esto he visto a otro todo afanado, pensativo, no sabiendo
qué decidir, y algunos le decían: “¿Sabes qué quieres hacer? Sal, sal de
Roma.” Y él: “No, no puedo, es palabra dada a mi padre, expondré mi vida,
pero salir jamás.”
Después nos hemos retirado, Jesús ha desaparecido y yo me he
encontrado en mí misma
Enero 14, 1902
No se es digno de Jesús si no se vacía de todo.
En qué consiste la verdadera exaltación.
Estando en mi habitual estado ha venido mi adorable Jesús y me ha
dicho:
“Hija mía, no puede ser verdaderamente digno de Mí, sino sólo quien
ha vaciado todo de dentro de sí, y se ha llenado todo de Mí, de modo de
formar de sí mismo un objeto todo de amor divino, tanto, que mi Amor debe
llegar a formar su vida y a amarme no con su amor, sino con mi Amor.”
Después ha agregado: “¿Qué significan aquellas palabras: ‘Ha
depuesto del trono a los poderosos y ha exaltado a los pequeños?’ Que el
alma destruyéndose del todo a sí misma se llena toda de Dios, y amando a
Dios con Dios mismo, Dios exalta al alma a un amor eterno, y esta es la
verdadera y la más grande exaltación y a la vez la verdadera humildad.”
Después ha continuado: “La verdadera señal para conocer si se posee
este amor, es si el alma no se ocupa de ninguna otra cosa más que de amar a
Dios, de hacerlo conocer, y hacer que todos lo amen.”
Después, retirándose en mi interior he oído que rezaba diciendo:
“Siempre Santa e indivisible Trinidad, os adoro profundamente, os
amo intensamente, os agradezco perpetuamente por todos y en los corazones
de todos.”
Y así la he pasado, oyendo casi siempre que rezaba dentro de mí y yo
junto con Él.
Enero 25, 1902
La fiebre del amor hace emprender el vuelo
hacia el Cielo. Reproches de Jesús.
Esta mañana después de haber esperado mucho ha venido mi adorable
Jesús, y apenas lo he visto le he dicho: “Amado Bien mío, no puedo más,
llévame de una vez para siempre contigo al Cielo, o bien quédate para
siempre conmigo sobre esta tierra.”
Y Él: “Hazme observar hasta donde ha llegado la fiebre de tu amor,
porque así como la fiebre natural cuando llega a un grado alto tiene virtud de
consumir el cuerpo y hacerlo morir, así la fiebre del amor, si llega a un grado
altísimo tiene virtud de deshacer el cuerpo y hacer tomar el vuelo al alma,
nada menos que hacia el Cielo.”
Y mientras esto decía ha tomado mi corazón entre sus manos como
para revisarlo y prosiguió diciéndome:
“Hija mía, la fuerza de la fiebre del amor no ha llegado al punto, se
necesita otro poco.”
Después hacía ver que quería verter, pero yo no le decía nada, y Él,
casi reprochándome dulcemente ha agregado:
“¿No sabes tu deber? ¿No sabes que la primera cosa que deberías
hacer al verme, es ver si hay en Mí alguna cosa que me aflige y amarga y
pedirme que la vierta sobre ti? Este es el verdadero amor, sufrir las penas de
la persona amada, para poder ver en todo contenta a la persona que se ama.”
Yo, avergonzándome de esto he dicho: “Señor, vierte.” Y Él ha
vertido y ha desaparecido.
Enero 26, 1902
La Reina Mamá está enriquecida con las tres
prerrogativas de la Santísima Trinidad.
Esta mañana mientras me encontraba en mi habitual estado, veía ante
mí una luz interminable, y comprendía que en aquella luz moraba la
Santísima Trinidad, y al mismo tiempo veía delante a esa luz a la Reina
Mamá que quedaba toda absorbida por la Santísima Trinidad, y Ella
absorbía en Sí a las Tres Divinas Personas, de modo tal, que quedaba
enriquecida con las tres prerrogativas de la Trinidad Sacrosanta, es decir:
Potencia, Sabiduría y Caridad, y así como Dios ama al género humano como
parte de Sí, y como partícula salida de Sí, y desea ardientemente que esta
parte de Sí mismo regrese a Él mismo, así la Mamá Reina, participando en
esto ama al género humano con amor apasionado.
Ahora, mientras esto comprendía he visto al confesor y le pedí a la
Virgen Santísima que intercediera ante la Santísima Trinidad por él; Ella
hizo una inclinación llevando mi oración al trono de Dios, y he visto que del
trono divino salía un flujo de luz que cubría todo al confesor, y me he
encontrado en mí misma.
Febrero 3, 1902
Ofrece su vida para que no se
apruebe la ley del divorcio.
Encontrándome en mi habitual estado, me he encontrado fuera de mí
misma con mi adorable niño Jesús entre mis brazos. Primero ha derramado
un poco de lo que lo amargaba, y después hacía como si se quisiera ir, y yo
estrechándolo entre mis brazos le he dicho: “Bonito mío y vida de mi vida,
¿qué haces? ¿Te quieres ir? ¿Y yo cómo hago? ¿No ves que cuando estoy
privada de Ti es para mí un continuo morir? Y además, tu corazón que es la
misma bondad no tendrá valor de hacerlo, y yo jamás te dejaré partir.” Y lo
estrechaba fuerte como si mis brazos se hubieran vuelto cadenas, así que no
pudiendo soltarse se ha quedado conmigo, callado, y yo, viendo que los
males de la sociedad se agravaban mayormente, le he dicho: “Dulce Bien
mío, dime qué será de este divorcio que dicen, ¿llegarán a formar esta ley
impía o no?”
Y Él me ha dicho: “Hija mía, el interior del hombre contiene un tumor
gangrenoso, lleno de podredumbre, como si hubiera llegado a supurar, y no
pudiendo contenerlo más dentro, quieren cortar este tumor, pero no para
curarse sino para hacer que saliendo parte de esta podredumbre pueda
contaminar, contagiar a toda la sociedad. Pero el Sol divino, casi nadando
en medio de la sociedad grita continuamente diciendo: “Oh hombre, ¿no
recuerdas de qué fuente de pureza has salido, que como aura de luz te
llamaba a tu camino? ¿Cómo, no sólo te has contaminado, sino que quieres
llegar a obrar contra naturaleza, casi queriendo dar otra forma a la naturaleza
que te he dado, y del modo por Mí establecido?”
Después dijo muchas otras cosas que yo no sé decir, pero lo decía con
tanta amargura que yo, no pudiendo resistir el verlo en aquel modo he dicho:
“Señor, retirémonos, ¿no ves cómo te amargan los hombres y casi no te dan
paz?”
Así nos hemos retirado a la cama, y queriendo aliviar a mi buen Jesús
le he dicho: “Si tanto te aflige que los hombres hagan esto, yo te ofrezco mi
vida para sufrir cualquier pena y obtener que no lleguen a eso, y para hacer
que de ningún modo sea lanzada nuevamente, lo uno a tu sacrificio para
poder obtener con seguridad un reescrito de gracia.” Mientras esto decía,
parecía que el Señor presentaba mi ofrecimiento a la divina Justicia. Él ha
desaparecido y yo me he encontrado en mí misma.
Parece que los hombres a cualquier costo quieren confirmar al menos
algún artículo de esta ley, no pudiendo obtener que la confirmaran toda
como ellos quieren y les place.
Febrero 8, 1902
Significados de la Pasión de Jesús.
Esta mañana, al venir mi adorable Jesús me ha participado parte de su
Pasión. Ahora, mientras me encontraba sufriendo, el Señor, para aliviarme
me ha dicho:
“Hija mía, el primer significado de la Pasión contiene gloria, alabanza,
honor, agradecimiento, reparación a la Divinidad. El segundo es la
salvación de las almas y todas las gracias que se necesitan para obtener esta
finalidad. Entonces, quien participa en las penas de mi Pasión, su vida
contiene estos mismos significados, no sólo, sino que toma la misma forma
de mi Humanidad, y como dicha Humanidad está unida con la Divinidad,
también el alma que participa en mis penas está en contacto con la Divinidad
y puede obtener lo que quiere. Es más, sus penas son como llaves para abrir
los tesoros divinos; esto mientras vive acá abajo, y después allá en el Cielo
también le está reservada una gloria distinta que le es dada por mi
Humanidad y Divinidad, en modo de semejarse a mi misma luz y gloria, y
será una gloria más especial para toda la corte celestial, que le será dada por
medio de esta alma, por lo que Yo le he comunicado, porque por cuantas
más almas se han semejado a Mí en las penas, tanto más de dentro de la
Divinidad saldrá luz y gloria, y toda la corte celestial participará de esta
gloria.”
Sea siempre bendito el Señor y todo sea para su gloria y honor.
Febrero 9, 1902
Jesús se pone a disposición del alma.
Ella pide el milagro de que no se
confirme la ley del divorcio.
Esta mañana mi dulcísimo Jesús al venir me ha participado en
abundancia sus penas, tanto que me sentía como si debiera morir. Mientras
me sentía en tal estado, el bendito Jesús enternecido y conmovido al verme
sufrir, se ha puesto en mi interior y doblando las manos me ha dicho:
“Hija mía, como tú has estado a mi disposición para sufrir, así también
Yo para corresponderte me pongo a tu disposición. Dime que quieres que
haga, porque estoy pronto para hacer lo que tú quieres.”
Entonces yo, recordándome cuánto le disgustaría si los hombres
confirmasen la ley del divorcio y los males que a la sociedad le vendrían, le
he dicho: “Dulce Bien mío, ya que te dignas ponerte a mi disposición,
quiero que con tu omnipotencia obres un prodigio, que encadenando la
voluntad de las criaturas no puedan confirmar esta ley.” Y el Señor parecía
que aceptaba mi propuesta, diciéndome: “Casi todas las víctimas que ha
habido sobre la tierra y que ahora se encuentran en el Cielo, tienen alguna
estrella brillantísima en sus coronas, que las hacen distinguir bien por el
lugar que ocupan, y estas estrellas no son otra cosa que alguna gloria grande
que le han procurado a Dios, y al mismo tiempo, por su medio un bien
grande a la humanidad. Tú quieres que obre un prodigio para no dejar que
se confirme este divorcio, pues de otra manera no se podría evitar esto, pues
bien, por amor tuyo realizaré este prodigio, y esta será la estrella más
refulgente que resplandecerá en tu corona, esto es, por haber impedido con
tus sufrimientos que mi Justicia, en estos tristes tiempos, a las tantas
maldades que cometen, permita también este mal que ellos mismos han
querido. Así que, ¿se puede dar gloria más grande a Dios y más bien a los
hombres?”
Febrero 17, 1902
Le explica qué cosa es la muerte.
Esta mañana después de haber esperado mucho, finalmente he
encontrado a mi dulcísimo Jesús y quejándome con Él le he dicho: “Amado
Bien mío, ¿cómo me haces esperar tanto? ¿Acaso no sabes que sin Ti no
puedo vivir y mi alma siente un continuo morir?”
Y Él: “Amada mía, cada vez que tú me buscas a Mí, te dispones a
morir, porque en realidad, ¿qué cosa es la muerte sino la unión estable y
permanente conmigo? Tal fue mi Vida, un continuo morir por amor tuyo, y
esta continua muerte fue la preparación al gran sacrificio de morir en la cruz
por ti. Debes saber que quien vive en mi Humanidad, y se alimenta de las
obras de Ella, forma de sí mismo un gran árbol, lleno de flores y frutos
abundantes, y éstos forman el alimento de Dios y del alma. Quien vive fuera
de mi Humanidad, sus obras son odiosas a Dios e infructuosas para sí
mismo.”
Después de esto el Señor ha vertido abundantemente en mí amarguras
y dulzuras mezcladas, luego giramos un poco en medio de las gentes y yo no
podía separar mi mirada del rostro de mi amado Jesús, y Él viendo esto me
ha dicho:
“Hija mía, quien se deja seducir por las obras del Creador, deja
suspendidas las obras de las criaturas.”
Él ha desaparecido y yo me he encontrado en mí misma.
Febrero 19, 1902
El alma es como tela que recibe en sí
el retrato de la imagen divina.
Encontrándome en mi habitual estado, mi adorable Jesús se hacía ver
que dormía en mi interior, irradiando de Sí muchos rayos de luz dorados, y
yo estaba contenta de verlo, pero al mismo tiempo descontenta por no poder
oír la dulzura y suavidad de su voz creadora. Entonces, después de mucho
esperar ha vuelto a hacerse ver, y viendo mi descontento me ha dicho:
“Hija mía, en el ministerio público es necesario el uso de la voz para
hacerme entender, pero en el ministerio privado mi sola presencia basta para
todo, porque verme y entender la armonía de mis virtudes, para copiarlas en
sí misma, es lo mismo, por lo tanto la atención del alma debe estar en verme
y en uniformarse en todo a las operaciones interiores del Verbo, porque
cuando Yo atraigo al alma a Mí, se puede decir, al menos por ese tiempo,
que la tengo en mi presencia, que hace Vida Divina. Siendo mi luz como
pincel para pintar, mis virtudes suministran los diferentes colores, y el alma
es como tela que recibe en sí el retrato de la imagen divina. Sucede como
aquellos puentes altos, que por cuanto más altos, tanto más precipitan a lo
bajo una lluvia abundante; así el alma, ante mi presencia se pone en el estado
que le conviene, o sea en lo bajo, en la nada, tanto que se siente destruir, y la
Divinidad a torrentes hace llover la Gracia sobre ella y llega a sumergirla en
Sí misma, Por eso debes estar contenta de todo, si hablo, y contenta si no
hablo.”
Mientras esto decía me he sentido como sumergir en Dios, y después
me he encontrado en mí misma.
Febrero 21, 1902
La palabra de Jesús fue simple, la entendían los doctos
como los más ignorantes. Los predicadores mezclan
tantos artificios, que los pueblos se quedan en ayunas,
y esto es porque no la toman de la fuente divina.
Encontrándome en mi habitual estado, mi adorable Jesús se hacía ver
en mi interior como queriendo descansar, pero mientras parecía que
reposaba, como si hubiera recibido una ofensa que no podía soportar,
despertándose me ha dicho:
“Hija mía, ten paciencia, hazme verter en ti esta amargura que no me
da reposo.”
Y así diciendo vertió en mí lo que lo amargaba, y ha tomado su
aspecto dulce de modo de poder reposar, y continuaba estando en mi interior
esparciendo tantos rayos de luz, de modo de formar una red de luz para
tomar a todos los hombres dentro de aquella red, sólo que unos recibían más
de aquella luz y otros menos. Ahora, mientras esto veía, Nuestro Señor me
ha dicho:
“Amada mía, cuando hago silencio es señal que quiero reposo, es decir
que tú te reposes en Mí y Yo en ti; cuando hablo es señal de que quiero vida
activa, es decir que me ayudes en la obra de la salvación de las almas,
porque siendo mis imágenes, lo que a ellas se hace lo considero hecho a Mí
mismo.”
Al decir esto veía algunos sacerdotes, y Jesús como lamentándose con
ellos ha agregado:
“Mi hablar fue simple, tanto que lo hacía comprender a los doctos y a
los más ignorantes, como se ve con claridad en el santo evangelio. En
cambio los predicadores de estos tiempos, tantas vueltas y vueltas mezclan,
que los pueblos queda en ayunas y fastidiados, se ve que no lo toman de la
fuente de mi manantial.”
Febrero 24, 1902
La Reina Mamá le habla de sus dolores.
Continúa hablando acerca del divorcio.
Estando en mi habitual estado, ha venido la Reina Madre y me ha
dicho:
“Hija mía, mis dolores, como dicen los profetas, fueron un mar de
dolores, y en el Cielo se han cambiado en un mar de gloria, y cada uno de
mis dolores ha fructificado otros tantos tesoros de gracia; y así como en la
tierra me llaman estrella del mar, que con seguridad guía al puerto, así en el
Cielo me llaman estrella de luz para todos los bienaventurados, de modo que
son recreados por esta luz que me produjeron mis dolores.”
Mientras estaba en esto ha venido mi adorable Jesús diciéndome:
“Amada mía, no hay cosa que me sea más querida y agradable que un
corazón justo que me ama, y viéndome sufrir me pide sufrir ella lo que sufro
Yo, esto me ata tanto y tiene tanta fuerza sobre mi corazón, que por
recompensa le doy todo Yo mismo, y le concedo las gracias más grandes y
lo que ella quiere. Y si no hiciera esto, habiéndole hecho donación de Mí,
siento que por cuantas cosas no le doy, tantos hurtos le hago, o sea, tantas
deudas contraigo con ella.”
Después me ha transportado fuera de mí misma, y Jesús ha agregado:
“Hija mía, hay ciertas ofensas que superan por mucho los mismos
sufrimientos que sufrí en mi Pasión, como el día de hoy en que he recibido
varias, que si no vertiera parte, mi Justicia me obligaría a mandar sobre la
tierra fieros flagelos, por eso déjame verter en ti.”
Después de que vertió, no sé como, oyéndolo hablar de las ofensas le
he dicho: “Señor, esta ley del divorcio que dicen, ¿es cierto que no la
confirmarán?”
Y Él: “Por ahora es cierto, porque después, de aquí a cinco, diez,
veinte años, o que te suspenda de víctima o te pueda llamar al Cielo, podrán
hacerlo, pero el prodigio de encadenar su voluntad y de confundirlos, por
ahora lo he hecho. Pero si supieras la rabia que tienen los demonios y
aquellos que querían esta ley, que tenían por seguro obtenerla, es tanta, que
si pudieran destruirían cualquier autoridad y harían estragos por todas partes.
Entonces, para mitigar esta rabia y para impedir en parte estos estragos,
¿quieres tú exponerte un poco a su furor?”
Y yo: “Sí, a condición que vengas conmigo.” Y así hemos ido a un
lugar donde estaban demonios y personas que parecían furibundas,
enfurecidas y enloquecidas; en cuanto me vieron han corrido sobre mí como
tantos lobos, y quien me golpeaba, quien me desgarraba las carnes, habrían
querido destruirme pero no tenían el poder. Pero yo, si bien he sufrido
mucho, no los temía porque tenía a Jesús conmigo. Después de esto me he
reencontrado en mí misma llena de varias penas. Sea siempre bendito el
Señor.
Marzo 2, 1902
Efectos de la Fe.
Esta mañana me sentía toda pensativa, como si el Señor quisiera
nuevamente sustraerme su presencia, y por tanto quitarme los sufrimientos,
también sentía un poco de desconfianza. Entonces, después de mucho
esperar, en cuanto ha venido me ha dicho:
“Hija mía, quien de la Fe se nutre adquiere Vida Divina, y adquiriendo
Vida Divina destruye la humana, esto es, destruye en sí los gérmenes que
produjo la culpa original, readquiriendo la naturaleza perfecta como salió de
mis manos, semejante a Mí, y con esto viene a superar en nobleza a la
misma naturaleza angélica.”
Dicho esto ha desaparecido.
Marzo 3, 1902
Los castigos son necesarios.
Encontrándome en mi habitual estado, mi adorable Jesús no venía y yo
me sentía morir por su ausencia. Después, hacia la última hora, movido a
compasión de mí ha venido y besándome me ha dicho:
“Hija mía, es necesario que alguna vez no venga, ¿de otra manera
cómo daría desahogo a mi Justicia? Y los hombres viendo que Yo no los
castigo no harían otra cosa que enorgullecerse siempre más, por eso son
necesarias las guerras, los estragos; el principio y el medio serán
dolorosísimos, pero el fin será gozosísimo, y además tú lo sabes, que la
primera cosa es la resignación a mi Voluntad.”
Marzo 5, 1902
El mal ejemplo de las cabezas.
Esta mañana me he encontrado fuera de mí misma, y después de haber
ido en busca de mi adorable Jesús lo he reencontrado, pero para mi sorpresa
he visto que tenía clavadas en los pies, en las plantas, muchas espinas que le
daban dolor y le impedían caminar; todo afligido se ha arrojado en mis
brazos como queriendo encontrar reposo y que yo le quitara aquellas
espinas, yo me lo he estrechado y le he dicho: “Dulce amor mío, si hubieras
venido en los días pasados no te habrías clavado tantas espinas, a lo más,
conforme se te clavara alguna te la habría sacado, he aquí lo que has hecho
con no venir.” Y mientras esto le decía le iba quitando todas aquellas
espinas, y los pies del bendito Jesús derramaban sangre, y Él sufría por el
fuerte dolor. Después de esto, como si se hubiera aliviado, ha querido
también verter y después me ha dicho:
“Hija mía, ¡qué corrupción en los pueblos, qué torcidos senderos
recorren! Pero en esto ha influido el mal ejemplo de las cabezas, mientras
que en quien posee la mínima de cualquier autoridad, el espíritu de
desinterés debería ser luz para hacerlo distinguir que es cabeza, y la justicia
ejercitada por él debería ser como fulgor para herir los ojos de los presentes,
de modo de no poder separarlos de él y de sus ejemplos.”
Dicho esto ha desaparecido.
Marzo 6, 1902
Jesús es despojado de todo principado,
de todo régimen y de toda soberanía.
Esta mañana mi adorable Jesús al venir se hacía ver todo desnudo,
como buscando cubrirse en mi interior, y me decía:
“Hija mía, me han despojado de todo principado, de todo régimen, de
toda soberanía, y para readquirir estos mis derechos sobre las criaturas, es
necesario que las despoje a ellas y casi las destruya, y con esto conocerán
que donde no está Dios por principio, por régimen y por soberano, todo lleva
a la destrucción de ellos mismos, y por lo tanto a la fuente de todos los
males.”
Marzo 7, 1902
El alma delante de la presencia Divina
adquiere en sí misma, y copia, los
modos del obrar divino.
Encontrándome en mi habitual estado, en cuanto he visto a mi amante
Jesús me ha dicho:
“Hija mía, cuando atraigo al alma a mi presencia tiene este bien, que
adquiere en sí misma, y copia, los modos del obrar divino, de manera que
tratando después con las criaturas, sienten en ellas mismas la fuerza del
obrar divino que dicha alma posee.”
Después de esto sentía un temor, y era que si aquellas cosas que hago
en mi interior eran aceptables o no al Señor, y Él ha agregado:
“¿Por qué temes mientras tu vida está injertada con la mía? Y además,
todo lo que haces en tu interior ha sido infundido por Mí, y muchas veces lo
he hecho Yo junto contigo, sugiriéndote el modo cómo hacerlas para que
fueran agradables a Mí, otras veces he llamado a los ángeles y juntos han
hecho lo que tú hacías en tu interior, esto significa que me agrada lo que tú
haces y que Yo mismo te he enseñado, por eso sigue y no temas.”
Así he quedado tranquilizada.
Marzo 10, 1902
La pena del amor es más terrible que el infierno.
Encontrándome en mi habitual estado, me sentía fuera de mí misma, y
como iba buscando a mi adorable Jesús y no lo encontraba, repetía las
búsquedas, los llantos, pero todo en vano, no sabía qué hacer, mi pobre
corazón agonizaba y sentía un dolor tan agudo que no lo sé explicar, sólo sé
decir que no sé como he quedado viva. Mientras me encontraba en esta
dolorosa situación, pero siempre buscándolo, sin poder ni un momento
abstenerme de hacer nuevas búsquedas, finalmente lo he encontrado y le he
dicho: “¿Señor, cómo te haces cruel conmigo? Mira un poco Tú mismo si
son penas que yo pueda tolerar.” Y toda sin fuerzas me he abandonado en
sus brazos, y Jesús compadeciéndome toda y mirándome me ha dicho:
“Hija amada mía, tienes razón, cálmate, cálmate que estoy contigo y
no te dejaré; pobre hija, cómo sufres, la pena del amor es más terrible que el
infierno. ¿Qué cosa tiraniza más, el infierno, un amor contrapuesto, un amor
odiado? ¿Qué cosa puede tiranizar a un alma más que el infierno? Un amor
amado. Si tú supieras cuánto sufro Yo al verte por causa mía tiranizada por
este amor; para no hacerme sufrir tanto deberías estar más tranquila cuando
te privo de mi presencia. Imagínate tú misma, si Yo sufro tanto al ver sufrir
a quien no me ama y me ofende, ¿cuánto más sufriré al ver sufrir a quien me
ama?”
Entonces yo al oír esto, toda conmovida he dicho: “Señor, dime al
menos si quieres que me esfuerce en salir de este estado sin esperar al
confesor cuando Tú no vienes.”
Y Él ha agregado: “No, no quiero que tú salgas de este estado antes
que venga el confesor, deja todo temor, Yo me pongo en tu interior teniendo
tus manos en las mías, y al contacto de mis manos conocerás que estoy
contigo.”
Así, cuando me viene el ansia de quererlo, me siento estrechar las
manos por las de Jesús, y sintiendo el contacto divino me tranquilizo y digo:
“Es verdad, está conmigo.” Otras veces, viniéndome más fuerte el deseo de
verlo, me siento estrechar más fuerte las manos por las suyas y me dice:
“Luisa, hija mía, estoy aquí, aquí estoy, no me busques en otra parte.”
Y así parece que estoy más tranquila.
Marzo 12, 1902
Amenaza de castigos.
He seguido viendo en el mismo modo a mi adorable Jesús, es decir en
mi interior, pero lo veía dentro de mí de espaldas al mundo, con un flagelo
en la mano en actitud de mandarlo sobre las criaturas, y con esto parecía que
sucedían castigos sobre las cosechas, mortalidad de gente; y en el momento
de mandar aquel flagelo ha dicho palabras de amenaza, entre las cuales
solamente recuerdo:
“Yo no quería, pero vosotros mismos habéis buscado que os
exterminara, pues bien, os exterminaré.”
Dicho esto ha desaparecido.
Marzo 16, 1902
No se debe buscar el propio interés
ni la estima y el agradar a otros, sino
sólo y únicamente agradar a Dios.
Oh, cuánto cuesta el hacerlo venir un poco, es un continuo dolor y
también temor de que no venga más. ¡Oh Dios! qué pena, no sé cómo vivo,
si bien vivo muriendo. Entonces, por poco tiempo se ha hecho ver en un
estado que daba compasión, con un brazo mutilado, y todo afligido me ha
dicho:
“Hija mía, mira lo que me hacen las criaturas, ¿cómo quieres tú que no
las castigue?”
Y mientras esto decía parecía que tomaba una cruz alta de cuyos
brazos pendían seis o siete ciudades, y sucedían diversos castigos. Al ver
esto he sufrido mucho, y Él queriéndome distraer de aquella pena ha
agregado:
“Hija mía, tú sufres mucho cuando te privo de mi presencia, y esto por
necesidad te debe suceder, porque habiendo estado por tanto tiempo cercana,
identificada con el contacto de la Divinidad, has gozado a tus anchas todo lo
agradable de la luz divina, y por cuanto más uno ha gozado la luz, tanto más
siente la privación de dicha luz, y los aburrimientos, los fastidios y las penas
que llevan consigo las tinieblas.”
Después ha repetido: “Pero la cosa principal de cada uno es que en
cada pensamiento suyo, palabra y obra, no busque el propio interés, ni la
estima y el agradar a los demás, sino sólo y únicamente el agradar a Dios.”
Marzo 18, 1902
La inquietud hace sufrir a Jesús.
Esta mañana me sentía inquieta por la ausencia de mi adorable Jesús, y
habiendo recibido la comunión, en cuanto ha venido a mi corazón he
comenzado a decir muchos disparates: “Dulce Bien mío, no es cosa de
estarse quieta cuando no vienes, pues Tú al verme tranquila abusas y no te
das ningún pensamiento de venir, por lo tanto es necesario dar pasos, de otra
manera no se logra.” Él, al oírme se ha movido en mi interior y se ha hecho
ver en acto de sonreír, porque oía mis disparates y me ha dicho:
“Entonces tú quieres que sufra, porque sabiendo que si estás inquieta
Yo vengo a sufrir, así que el no tratar de estar tranquila es lo mismo que
querer hacerme sufrir más.”
Y yo, loca como estaba he dicho: “Mejor que sufras, porque por tu
mismo sufrimiento puedes tener más compasión de mi sufrimiento; y
además, el sufrimiento que te viene por el pecado es feo, y basta con que no
sea ese sufrimiento.”
Y Jesús: “Pero si vengo me obligas a no enviar castigos, mientras que
son tan necesarios. Entonces deberías uniformarte conmigo y querer lo que
quiero Yo.”
Y yo, recordándome lo que había visto en los días pasados he dicho:
“¿Qué castigos? ¿Que quieres hacer morir a las gentes? Hazlas morir,
alguna vez deben ir a Ti y a su propia patria, con tal que los salves; lo que
quiero es que los liberes de los males contagiosos.” El Señor no me ha
prestado atención y ha desaparecido. Al regresar se hacía ver siempre con la
espalda volteada al mundo, y por más que hacía no he logrado que lo mirase,
y cuando lo quería obligar por la fuerza me ha dicho:
“No me fuerces, pues de esta manera me obligas a privarte de mi
presencia.”
Entonces he quedado con un remordimiento y siento que cometí
muchos defectos.
Marzo 19, 1902
Las criaturas se han corrompido por
propia voluntad. Jesús no quiere
tener compasión de ellas.
Continuaba con el remordimiento, pero el Señor ha continuado
viniendo, y queriendo reparar lo que había hecho el día anterior le he dicho:
“Señor, vamos a ver lo que hacen las criaturas, son tus imágenes, ¿no
quieres tener compasión de ellas?”
Y Él: “No, no quiero ir, por voluntad propia se han corrompido y Yo
permitiré que lo que sirve para su alimento les sirva de infección. ¿Quieres
ir tú a ayudar, a consolar, a hacer alguna cosa? Ve, pero Yo no.”
Así he dejado a mi amado Jesús, y yo he ido en medio de las criaturas,
he ayudado a bien morir a alguno, y después he visto de donde venía el aire
infectado e hice varias penitencias para alejarlo, y después he regresado; y
continuaba haciéndose ver el bendito Jesús, pero en silencio.
Marzo 23, 1902
El apoyo de la verdadera santidad
es el conocimiento de sí mismo.
Después de haber esperado mucho ha venido mi dulcísimo Jesús y me
ha dicho:
“Hija mía, el apoyo de la verdadera santidad está en el conocimiento
de sí mismo.”
Y yo: “¿De veras?
Y Él: “Cierto, porque el conocimiento de sí mismo, deshace a sí
mismo y se apoya todo en el conocimiento que adquiere de Dios, de modo
que su obrar es el mismo obrar divino, no quedando más nada del propio
ser.”
Después ha agregado: “Cuando el interior se embebe, se ocupa todo
de Dios y de todo lo que a Él pertenece, Dios se comunica todo Sí mismo al
alma; pero cuando el interior se ocupa, ahora de Dios, ahora de otras cosas,
Dios se comunica en parte al alma.”
Marzo 27, 1902
Enseñanza de Jesús acerca la Justicia.
Encontrándome fuera de mí misma buscaba a mi dulcísimo Jesús, y
mientras giraba lo he visto en brazos de la Reina Madre. Cansada como
estaba, toda atrevida, casi se lo he arrebatado y lo he tomado entre mis
brazos diciéndole: “Amor mío, ¿esta es la promesa de que no me dejarías, si
en los días pasados poco o nada has venido?”
Y Él: “Hija mía, estaba contigo, sólo que no me has visto con
claridad, y además, si tus deseos hubieran sido tan ardientes de quemar el
velo que te impedía el verme, ciertamente me habrías visto.”
Después, como si quisiera hacerme una exhortación ha agregado:
“No sólo debes ser recta, sino justa, y en la justicia entra el amarme,
alabarme, glorificarme, agradecerme, bendecirme, repararme, adorarme, no
sólo por sí, sino por todas las otras criaturas; estos son derechos de justicia
que exijo de toda criatura, y que como Creador me corresponden, y quien me
niega uno solo de estos derechos no puede decirse jamás justo. Por eso
piensa en cumplir tu deber de justicia, porque en la justicia encontrarás el
principio, el medio y el fin de la santidad.”
Marzo 30, 1902
Ve la Resurrección. Vestido de luz de
la Humanidad resucitada de Jesús.
Esta mañana, encontrándome fuera de mí misma, he visto por poco
tiempo a mi adorable Jesús en el momento de su Resurrección, todo vestido
de luz resplandeciente, tanto, que el sol quedaba oscurecido ante aquella luz.
Yo he quedado encantada y he dicho: “Señor, si no soy digna de tocar tu
Humanidad glorificada, hazme tocar al menos tus vestidos.”
Y Él me ha dicho: “Amada mía, ¿qué dices? Después de que resucité
no tuve más necesidad de vestidos materiales, sino que mis vestiduras son de
sol, de luz purísima que cubre mi Humanidad y que resplandecerá
eternamente dando gozo indecible a todos los sentidos de los
bienaventurados. Y esto fue concedido a mi Humanidad porque no hubo
parte de Ella que no fuera cubierta de oprobios, de dolores y de llagas.”
Dicho esto ha desaparecido sin que haya tocado ni su Humanidad ni
los vestidos, porque mientras tomaba entre mis manos sus sagradas
vestiduras, se me escapaban y no las encontraba.
Abril 4, 1902
Destruyendo los bienes morales, se destruyen
también los bienes físicos y temporales.
Continuando mi habitual estado, mi adorable Jesús viene pero casi
siempre en silencio, o bien me dice alguna cosa respecto a la verdad, y
sucede que mientras está el Señor la comprendo y me parece que la sabré
decir, pero desapareciendo siento que me quita esa luz de verdad que me
había infundido y no sé decir nada. Después, esta mañana he tenido que
sufrir mucho por esperarlo, y al venir me ha transportado fuera de mí misma,
haciéndose ver muy indignado. Entonces yo para aplacarlo he hecho varios
actos de arrepentimiento, pero a Jesús parecía que no le agradaba ninguno;
yo toda me afanaba en variar los actos de arrepentimiento, a lo mejor alguno
pudiera gustarle, y al final le he dicho:
“Señor, me arrepiento de las ofensas hechas por mí y por todas las
criaturas de la tierra, y me arrepiento y me disgusta por la única razón de que
te hemos ofendido a Ti, sumo Bien, porque mientras mereces amor, nosotros
hemos osado darte ofensas.”
Con este último pareció que el Señor quedaba complacido y mitigado.
Después de esto me ha transportado en medio de un camino donde estaban
dos hombres en forma de bestias, todos ocupados en destruir todo tipo de
bien moral. Parecían fuertes como leones y ebrios de pasión, el sólo verlos
daba terror y miedo, y el bendito Jesús me ha dicho:
“Si quieres aplacarme un poco ve y pasa en medio de aquellos
hombres para convencerlos del mal que hacen, afrontando su furor.”
Si bien un poco tímida, pero he ido y en cuanto me vieron me querían
devorar, pero yo les he dicho: “Permitan que hable y después hagan lo que
quieran: Debéis saber que si lográis vuestro propósito de destruir todo bien
moral perteneciente a religión, virtud, dependencia y bienestar social,
vosotros sin daros cuenta del error, vendréis a destruir al mismo tiempo
todos los bienes físicos y temporales, porque por cuanto se quitan los bienes
morales, otro tanto se multiplican los males físicos; entonces sin daros
cuenta vais contra vosotros mismos destruyendo todos aquellos bienes
caducos y pasajeros que tanto amáis, y no sólo eso, sino que vais buscando
destruir vuestra misma vida y seréis causa de hacer derramar lágrimas
amargas a vuestros descendientes.”
Después he hecho un acto grandísimo de humildad que ni siquiera lo
sé decir, y aquellos han quedado como uno al que le pasa el estado de locura,
y tan débiles que no tenían fuerza ni siquiera de tocarme. Así he pasado
libre y comprendía que no hay fuerza que pueda resistir a la fuerza de la
razón y de la humildad.
Abril 16, 1902
Modo de reprimir las pasiones.
La importancia de los primeros
movimientos de ellas.
Esta mañana mi adorable Jesús no venía, entonces yo, no viéndolo
venir he dicho: “¿Qué estoy haciendo en este estado si el objeto que me
tenía embelesada no viene más? Mejor que la termine de una vez.”
Mientras esto decía, mi dulce Jesús ha venido por poco y me ha dicho:
“Hija mía, todo el punto está en reprimir los primeros movimientos, si
el alma está atenta a esto, todo irá bien; si no, a los primeros movimientos no
reprimidos saldrán fuera las pasiones, y romperán la fuerza divina, que como
cerca circunda al alma para tenerla bien custodiada y alejarle los enemigos
que siempre buscan insidiar y dañar a la pobre alma. Pero si en cuanto los
advierte entra en sí misma, se humilla, se arrepiente y con valor pone
remedio, la fuerza divina se cierra de nuevo en torno al alma; pero si no
pone remedio, rota ya la fuerza divina dará el paso a todos los vicios. Por
eso está atenta a los primeros movimientos, pensamientos, palabras que no
sean rectos y santos, porque si se te escapan los primeros, no es más el alma
la que reina, sino las pasiones, si quieres que la fuerza no te deje sola un solo
instante.”
Abril 25, 1902
La cruz es sacramento.
Esta mañana me he encontrado fuera de mí misma, y después de haber
ido en busca de mi dulce Jesús, lo he encontrado, pero en actitud tan
lamentable que hacía rompérseme el corazón; tenía las manos llagadas, tan
contraídas por la aspereza del dolor que no se podían tocar, yo he tratado de
tocarlas para poder estirarle los dedos y curar las llagas, pero no he podido
porque el bendito Jesús lloraba por el fuerte dolor. Entonces, no sabiendo
qué hacer lo he estrechado y le he dicho: “Amante Bien mío, desde hace
tiempo no me has participado los dolores de tus llagas, tal vez por eso se han
exacerbado tanto, te pido que me hagas partícipe de tus penas, así, sufriendo
yo se podrán mitigar tus sufrimientos.” Mientras esto decía ha salido un
ángel con un clavo en la mano y me ha traspasado las manos y los pies, y
conforme iba clavando el clavo en mis manos, se iban aflojando los dedos y
quedaban sanadas las llagas de mi amado Jesús. Y mientras yo sufría el
Señor me ha dicho:
“Hija mía, la cruz es sacramento; cada uno de los sacramentos
contiene sus efectos especiales: Uno quita la culpa, otro confiere la gracia,
otro une con Dios, otro dona la fuerza, y tantos otros efectos; ahora, sólo la
cruz contiene todos juntos estos efectos produciéndolos en el alma con tal
eficacia, de volverla en poquísimo tiempo semejante al original de donde
salió.”
Después de esto, como si quisiera tomar reposo se ha retirado en mi
interior.
Abril 29, 1902
Quien quiere todo Dios, debe dar todo a Dios.
Esta mañana mi adorable Jesús ha venido por poco tiempo
diciéndome:
“Hija mía, quien todo quiere de Dios, debe darse todo sí mismo a
Dios.”
Y se ha detenido sin decirme más nada por entonces. Entonces yo
viéndolo cerca de mí le he dicho: “Señor, ten compasión de mí, ¿no ves
cómo todo está árido y seco? Me parece que me he vuelto tan seca como si
jamás hubiera tenido ni gota de lluvia.”
Y Él: “Mejor así. ¿No sabes tú que por cuanto más la leña está seca,
tanto más fácil el fuego la devora y la convierte en fuego? Basta una sola
chispa para encenderla, pero si está llena de humores y no bien seca, se
necesita gran fuego para encenderla y mucho tiempo para convertirla en
fuego. Así en el alma, cuando todo está seco basta una sola chispa para
convertirla toda en fuego de amor divino.”
Y yo: “Señor, ¿te burlas de mí? ¿Cómo entonces todo es feo, y
además, qué cosa debes quemar si todo está seco?”
Y Él: “No me burlo, y tú misma no comprendes que cuando no está
seco todo en el alma, humor es la complacencia, humor es la satisfacción,
humor el propio gusto, humor es la estima propia; en cambio cuando todo
está seco y el alma obra, estos humores no tienen de donde nacer y el fuego
divino encontrando sólo al alma desnuda, seca como fue creada por Él, sin
otros humores extraños, siendo cosa suya le resulta facilísimo convertirla en
su mismo fuego divino. Y después de esto Yo le infundo un hábito de paz,
siendo conservada esta paz por la obediencia interior y custodiada por la
obediencia exterior. Esta paz pare a todo Dios en el alma, esto es todas las
obras, las virtudes, los modos del Verbo humanado, de modo que se
descubre en ella su simplicidad, la humildad, la dependencia de su vida
infantil, la perfección de sus virtudes adultas, la mortificación y crucifixión
de su morir; pero esto comienza siempre, en que quien quiere todo Cristo,
debe dar todo a Cristo.”
Mayo 16, 1902
Dos estados sublimes.
Esta mañana después de haber esperado mucho, ha venido mi
dulcísimo Jesús, y yo en cuanto lo he visto me lo he estrechado y le he
dicho: “Amado Bien mío, esta vez te estrecharé tanto que no podrás huir
más.” Mientras estaba en esto me he sentido toda llena de Dios, como si
estuviera inundada, de modo que mis potencias del alma han quedado como
embelesadas e inactivas, sólo contemplaban. Después de haber estado un
poco en esta inactiva, pero dulce y agradable posición, mi adorable Jesús me
ha dicho:
“Hija mía, algunas veces lleno tanto de Mí mismo al alma, que el alma
perdiéndose en Mí queda como ociosa; otras veces le dejo alguna parte
vacía, y entonces el alma ante mi presencia negocia admirablemente,
prorrumpiendo en actos de alabanza, de agradecimiento, de amor, de
reparación y demás, de modo que llena con ellos aquellos vacíos que le dejo.
Sin embargo, estos dos estados, ambos son sublimes y se dan
recíprocamente la mano.”
Mayo 22, 1902
La Santísima Virgen incita a Jesús a hacer sufrir a Luisa.
Encontrándome en mi habitual estado el bendito Jesús no venía, y ¡oh!
cuánto he tenido que sufrir y cuántos desatinos he dicho, es inútil decirlo.
Entonces, después de haberme cansado mucho, he sentido que había una
persona cercana a mí, pero no le veía el rostro, he extendido la mano para
encontrarlo y he sentido que su cabeza estaba apoyada sobre mi hombro,
desmayado, lo vi y reconocí a mi dulce Jesús, me parecía desmayado por los
tantos desatinos que había dicho, entonces, en cuanto lo vi que volvía en sí,
no sé cuántos otros desatinos quería decirle, pero Jesús me ha dicho:
“Cálmate, cálmate, no quieras hablar más, de otra manera me harás
desfallecer; tu callar me hará tomar vigor y así podré al menos besarte,
abrazarte y hacerte contenta.”
Así pues me he quedado en silencio y ambos nos hemos besado
muchas veces, y Jesús me hacía tantas demostraciones de amor, pero no sé
explicarlo. Después de esto me he encontrado fuera de mí misma, e iba
buscando al amado de mi alma, y no encontrándolo levanté los ojos al cielo,
quién sabe y a lo mejor lo pudiera de nuevo hallar, y vi que estaba la Reina
Madre, y Jesucristo volteado de espaldas, que discutían, y como no quería
hacerle caso a la Madre por eso estaba volteado de espaldas, todo lleno de
furor y parecía que de la boca le salía el fuego de su ira. Yo sólo he
entendido que Nuestro Señor, en aquel día quería con el fuego de su ira
destruir todo lo que servía de alimento al hombre, y la Santísima Virgen no
quería y Jesús decía:
“¿Pero en quién desahogaré este fuego encendido de mi ira?”
Y la Madre decía: “Estás con quien puedes desahogarlo, señalándome
a mí, ¿no ves que siempre está dispuesta a nuestros quereres?” Jesús al oír
esto se volteó hacia la Madre como si se hubieran puesto de acuerdo,
llamaron a los ángeles dándoles a cada uno de ellos una chispa de aquel
fuego que salía de Jesucristo, y ellos las han llevado a mí, poniéndolas una
en la boca y las otras en las manos, en los pies y en el corazón; yo sufría, me
sentía devorar, amargar por aquel fuego, pero me sentía resignada a soportar
todo. El bendito Jesús y la Madre eran espectadores de mis sufrimientos, y
Jesús parecía en algún modo calmado. Mientras estaba en esto me he
encontrado en mí misma y estaba el confesor para llamarme a la obediencia
según lo acostumbrado, pero en vez de llamarme a la obediencia puso la
intención de hacerme sufrir la crucifixión. Jesús concurrió participándome
sus penas; parecía que el confesor había completado la obra comenzada por
la Reina Madre. Sea todo para gloria de Dios y sea siempre bendito.
Junio 2, 1902
El trono de Jesús está compuesto de
virtudes. El alma que posee las virtudes
lo hace reinar en su corazón.
Esta mañana después de haber esperado mucho, Jesús bendito se ha
movido en mi interior y he visto que estaba dentro de mí, abrazado,
sostenido como por otra persona, yo he quedado maravillada al ver esto, y
Jesús me ha dicho:
“Hija mía, el interior del alma es un cúmulo de pasiones, y conforme
el alma va abatiendo las pasiones, así toma lugar cada una de las virtudes,
cortejada por grados de Gracia, y según la virtud va perfeccionándose, así la
Gracia le suministra sus grados. Y como mi trono está compuesto de
virtudes, así el alma que posee las virtudes me suministra los brazos, el trono
para poder reinar en su corazón y tenerme continuamente abrazado y
cortejado, hasta deleitarme con ella. Ahora, siendo que el alma puede
mancharse, pero la virtud queda siempre intacta, y hasta en tanto que el alma
la sabe tener, está con ella, cuando no, se regresa a Mí, o sea, de donde salió.
Por eso no te maravilles si me has visto así en tu interior.”
Junio 15, 1902
El Amor no es un atributo de Dios,
sino su misma naturaleza. El alma
que verdaderamente ama a Jesús
no puede perderse.
Encontrándome en mi habitual estado, mi adorable Jesús me ha
transportado fuera de mí misma y me ha dicho:
“Hija mía, todas las virtudes puede decirse que son mis dotes y mis
atributos, pero el Amor no puede decirse que sea un atributo mío, sino mi
misma naturaleza. Por eso todas las virtudes forman mi trono y mis
cualidades, pero el Amor me forma a Mí mismo.”
Al oír esto me he acordado que el día anterior había dicho a una
persona que temía por la inseguridad de la salvación, que quien
verdaderamente ama a Jesucristo puede estar seguro de salvarse; yo para mí
considero imposible que Nuestro Señor aleje de Sí a un alma que de todo
corazón lo ama, por eso pensemos en amarlo y tendremos en nuestro propio
puño nuestra salvación. Entonces he preguntado al amante Jesús si había
dicho mal, y Él ha agregado:
“Amada mía, con razón tú dijiste esto, porque el amor tiene esto de
propio, el formar de dos objetos uno solo, de dos voluntades una sola; así
que el alma que me ama forma conmigo una sola cosa, una sola voluntad,
entonces, ¿cómo puede separarse de Mí? Mucho más que siendo mi
naturaleza Amor, donde encuentra alguna chispa de amor en la naturaleza
humana, en seguida la une al Amor eterno. Entonces, así como es imposible
formar de un alma, dos almas; de un cuerpo, dos cuerpos, así es imposible
que se pierda quien verdaderamente me ama.”
Junio 17, 1902
La mortificación produce la gloria.
Esta mañana cuando vi a mi amado Jesús, parecía que tenía un papel
escrito en la mano en el que se leía:
“La mortificación produce la gloria. Quien quiere encontrar la fuente
de todos los placeres, debe alejarse de todo lo que pueda disgustar a Dios.”
Dicho esto ha desaparecido.
Junio 29, 1902
Jesús habla de Francia.
Esta mañana en cuanto he visto a mi adorable Jesús he oído que decía,
sin saber el por qué:
“Pobre Francia, pobre Francia, te has ensoberbecido y has roto y
destrozado las leyes más sagradas, desconociéndome como tu Dios, y te has
vuelto ejemplo a las otras naciones para atraerlas al mal, y tu ejemplo tiene
tanta fuerza, que las otras naciones están por arruinarse; pero debes saber
que en castigo serás conquistada.”
Después de esto se ha retirado en mi interior y oía que buscaba ayuda,
piedad, compasión a tantas penas suyas. ¡Era tan desgarrador oír que Jesús
bendito quería ayuda de sus criaturas!
Julio 1, 1902
Las verdaderas victimas deben exponerse a las
penas de Jesús. Maquinaciones en contra de la
Iglesia y en contra del Papa.
Encontrándome en mi habitual estado, me he encontrado fuera de mí
misma, arrodillada sobre un altar junto con otras dos personas. Mientras
estaba en esto ha venido Jesucristo sobre este altar y ha dicho:
“Las verdaderas víctimas deben tener comunicación con mi misma
Vida, deben disfrutar de Mí mismo y exponerse a mis mismas penas.”
Mientras esto decía, ha tomado un copón en la mano y a los tres nos
ha dado la comunión. Detrás de aquel altar parecía que estaba una puerta
que daba a una calle llena de gente y atestada de demonios, de modo que no
se podía caminar sin ser oprimido por ellos, porque estando llenos de espinas
agudísimas no se podía hacer movimiento sin sentirse pinchar por todas
partes. A cualquier costo habría querido huir de aquellos diabólicos furores,
y casi me esforzaba en hacerlo, pero no sé quien me lo ha impedido
diciéndome:
“Todo lo que tú ves son maquinaciones contra la Iglesia y contra el
Papa. Quisieran que el Papa saliera de Roma para invadir el Vaticano y
apropiárselo, y si tú quieres sustraerte de estas molestias, los hombres y los
demonios tomarán fuerza y harán salir estas espinas que pincharán a la
Iglesia acerbamente, y si tú aceptas sufrirlas, quedarán debilitados los unos y
los otros.”
Al oír esto me he detenido, ¿pero quién puede decir lo que he pasado y
sufrido? Creía que no iba a salir ya de en medio de aquellos diabólicos
espíritus, pero después de haber estado casi una noche, la protección divina
me ha liberado.
Julio 3, 1902
Jesús le habla de su Vida Eucarística.
Continuando mi acostumbrado estado, me he encontrado fuera de mí
misma dentro de una iglesia, y no encontrando a mi adorable Jesús, he ido atocar a una custodia para que Él me abriera, y no abriéndome, volviéndome
atrevida yo misma la abrí y encontré a mi solo y único Bien. ¿Quién puede
decir mi contento? He quedado como estática al ver su belleza indecible. Y
Jesús al verme se arrojó en mis brazos y me dijo:
“Hija mía, cada período de mi Vida debe recibir del hombre distintos y
especiales actos y grados de imitación, de amor, de reparación y más, pero el
período de mi Vida Eucarística, como es toda Vida de escondimiento, de
transformación y de continua consumación, tanto que puedo decir que mi
Amor, después que ha llegado al exceso y aun haberse consumado, no pudo
encontrar en mi infinita Sabiduría otras señales externas de demostración de
amor para el hombre que esta Vida Eucarística. Y así como la encarnación,
la Vida, pasión y muerte de cruz obtienen amor, alabanza, agradecimiento,
imitación, así la Vida Sacramental obtiene del hombre un amor extático,
amor de dispersión en Mí, amor de perfecta consumación, y consumándose
el alma en mi misma Vida Sacramental, puede decir que hace ante la
Divinidad los mismos oficios que continuamente estoy haciendo Yo ante
Dios por amor de los hombres. Y esta consumación hará que el alma
desemboque a la vida eterna.”
Julio 7, 1902
La humillación con Cristo hace
comenzar la exaltación con Cristo.
Esta mañana no venía el bendito Jesús y me sentía toda confundida y
humillada; después de haber esperado mucho se ha hecho ver diciéndome:
“Luisa humillada siempre con Cristo.”
Y yo, complaciéndome y deseando ser con Cristo humillada, he dicho:
“¡Siempre, oh Señor!”
Y Él ha continuado: “Y el siempre de la humillación con Cristo hará
comenzar el siempre de la exaltación con Cristo.”
Así que comprendía que por cuantas humillaciones sufre el alma con
Cristo y por amor de Cristo, y si estas son continuas, el Señor otras tantas
veces la exaltará, y esta exaltación la hará continuamente ante toda la corte
celestial, ante los hombres, y hasta ante los mismos demonios.
Julio 28, 1902
Efectos de la oración continua.
Continuando mi habitual estado, me he encontrado fuera de mí misma,
y he encontrado a mi adorable Jesús, que no queriéndome dejar ver los
males del mundo me ha dicho:
“Hija mía, retírate, no quieras ver los males gravísimos que hay en el
mundo.”
Y al decir esto me ha retirado Él mismo, y al conducirme ha dicho:
“Lo que te recomiendo es el espíritu de continua oración. Este buscar
siempre el alma el conversar conmigo, sea con el corazón, sea con la mente,
sea con la boca y hasta con la simple intención, la hace tan bella a mi vista,
que las notas de su corazón armonizan con las notas de mi corazón, y Yo me
siento tan atraído para conversar con esta alma, que no sólo le manifiesto las
obras ‘ad extra’ de mi Humanidad, sino que le voy manifestando algunas
cosas de las obras ‘ad intra’ que la Divinidad hacía en mi Humanidad; y no
sólo esto, sino que es tanta la belleza que hace adquirir el espíritu de
continua oración, que el demonio queda golpeado como por un rayo y queda
frustrado en las insidias con las que intenta dañar a esta alma.”
Dicho esto ha desaparecido, y yo me he encontrado en mí misma.
Julio 31, 1902
La verdadera Caridad debe ser desinteresada.
Encontrándome en mi habitual estado, algunas veces he visto a mi
adorable Jesús, pero siempre en silencio, yo me sentía toda confundida y no
me atrevía a preguntarle nada, pero parecía que quería decirme alguna cosa
que hería su sagrado corazón. Finalmente, la última vez que vino me dijo:
“Hija mía, la verdadera Caridad debe ser desinteresada por parte de
quien la hace y por parte de quien la recibe, y si existe el interés, ese fango
produce un humo que ciega la mente e impide recibir el influjo y los efectos
de la Caridad divina. He aquí por qué en tantas obras, aun santas que se
hacen, tantos cuidados caritativos que se realizan, se siente como un vacío y
no reciben el fruto de la caridad que hacen.”
Agosto 2, 1902
Jesús en todo el curso de su Vida
reparaba por todos en general, y
por cada uno en particular.
Esta mañana mi adorable Jesús después de haberme hecho esperar
mucho, de improviso ha venido expandiendo rayos de luz, y yo he quedado
investida por aquella luz, y no sé cómo me he encontrado dentro de
Jesucristo. ¿Quién puede decir cuántas cosas comprendía dentro de aquella
Humanidad Santísima? Sólo sé decir que la Divinidad dirigía en todo a la
Humanidad, y como la Divinidad en un mismo instante puede hacer tantos
actos cuantos cada uno de nosotros puede hacer en todo el período de la
vida, y cuantos más quiera hacer, entonces, siendo que en la Humanidad de
Jesucristo obraba la Divinidad, comprendía con claridad que Jesús bendito
en todo el curso de la Vida rehacía por todos en general y por cada uno en
particular todo lo que cada uno está obligado a hacer hacia Dios, de modo
que adoraba a Dios por cada uno en particular, agradecía, reparaba,
glorificaba por cada uno, alababa, sufría, rogaba por cada uno. Entonces
comprendía que todo lo que cada uno debe hacer, ya ha sido hecho primero
en el corazón de Jesucristo.
Agosto 10, 1902
Privaciones, lamentos, y necesidad de los castigos.
Encontrándome sumamente afligida por la pérdida de mi sumo Bien,
mi pobre corazón es lacerado continuamente y sufre una muerte continua.
Ahora, viniendo el confesor estaba diciéndole mi pobre estado, y él empezó
a llamarlo y a poner intención, pero qué, mi mente quedaba suspendida, por
unos instantes veía como un relámpago y huía y regresaba en mí misma sin
verlo. ¡Oh Dios, qué pena! Son penas que ni siquiera se pueden explicar.
Entonces, después de haber esperado mucho, finalmente ha venido, y al
quejarme con Él me ha dicho:
“Hija mía, si no supieras la causa de mi ausencia tendrías quizá alguna
razón para lamentarte, pero sabiendo que no vengo porque quiero castigar al
mundo, injustamente te lamentas.”
Y yo: “¿Qué tiene que ver el mundo conmigo?”
Y Él: “Sí tiene que ver, porque al venir tú me dices: ‘Señor, quiero
darte satisfacción por ellos, quiero sufrir por ellos.’ Y Yo siendo justísimo
no puedo recibir de uno y de otro la satisfacción de una deuda, y queriendo
tomar de ti la satisfacción, el mundo no haría otra cosa que ensoberbecerse
siempre más. Mientras que en estos tiempos de rebelión son tan necesarios
los castigos, y si no hago esto se volverán tan densas las tinieblas, que todos
quedarán cegados.”
Mientras esto decía me he encontrado fuera de mí misma y veía la
tierra toda llena de tinieblas, apenas alguna estela de luz. ¿Qué será del
pobre mundo? Dan mucho que pensar las cosas tristísimas que sucederán.
Septiembre 3, 1902
Todo lo que mereció Jesús en su Vida, lo
cedió a todas las criaturas, y en modo especial
y sobreabundante a quien es victima por amor suyo.
Esta mañana encontrándome en mi habitual estado, sentí que me venía
un mal natural, tan fuerte que me sentía morir. Entonces, temiendo que
pudiera pasar del tiempo a la eternidad, y mucho más temía porque el
bendito Jesús apenas viene y a lo más como sombra, porque si viniera según
su costumbre yo no temería para nada, entonces para hacer que me pudiera
encontrar en buen momento, rogaba al Señor que me cediera el ejercicio de
su santa mente para satisfacer por los males que haya podido hacer con mis
pensamientos, sus ojos, su boca, sus manos, sus pies, su corazón y todo su
sacratísimo cuerpo para satisfacer por todos los males que haya podido
cometer, y por todo el bien que debía hacer y no he hecho. Mientras esto
hacía, el bendito Jesús ha venido vestido de fiesta, en acto de recibirme entre
sus brazos y me ha dicho:
“Hija mía, todo lo que merecí lo cedí a todas las criaturas, y de modo
especial y sobreabundante a quien es víctima por amor mío; entonces todo lo
que quieras te lo cedo no sólo a ti, sino a quien quieras tú.”
Y yo recordándome del confesor le he dicho: “Señor, si me llevas te
pido que contentes al padre.”
Y Él: “Es cierto que alguna recompensa ha recibido gracias a la
caridad que te ha hecho, y como él ha cooperado, viniendo tú a Mí en el
ambiente de la eternidad, otra recompensa le daré.”
El mal aumentaba siempre más, pero me sentía feliz encontrándome
en el puerto de la eternidad. Mientras estaba en esto ha venido el confesor y
me ha llamado a la obediencia. Yo habría querido callar todo, pero él me ha
obligado a decir todo, y ha salido con el acostumbrado estribillo de que no
debo morir por obediencia. A pesar de todo esto el mal no cesaba.
Septiembre 4, 1902
El confesor pide a Jesús que no la haga morir.
Continuo sintiéndome mal, y al mismo tiempo sentía una inquietud
por esta extraña obediencia, como si no pudiera emprender el vuelo hacia mi
sumo y único Bien, con la añadidura de que debiendo celebrar la santa misa
el confesor, no quería darme la comunión por los continuos conatos de
vómito que me molestaban. Pero Jesús bendito, como el confesor me había
dicho que por obediencia me hiciera tocar el estomago por Jesucristo, en
cuanto ha venido me lo ha tocado y se han detenido los vómitos continuos,
pero el mal no cesaba, y Jesús viéndome tan inquieta me ha dicho:
“Hija mía, ¿qué haces? ¿No sabes que si la muerte te sorprende
encontrándote inquieta te deberá tocar el purgatorio? Porque si la mente no
se encuentra unida a la mía, si la voluntad no es una con la mía, los deseos
no son mis mismos deseos, por necesidad te conviene la purgación para
transformarte toda en Mí; por eso está atenta, piensa sólo en estarte unida
conmigo y yo pensaré en lo demás.”
Mientras esto decía veía la Iglesia, al Papa, y parte de Ella se apoyaba
sobre mi espalda, y al mismo tiempo veía al confesor que forzaba a Jesús a
no llevarme por ahora, y el bendito Señor ha dicho:
“Los males son gravísimos y los pecados están por llegar al punto de
no merecer más almas víctimas, es decir, quien sostenga y proteja al mundo
ante Mí. Si este punto toca la Justicia, ciertamente me la llevaré.”
Así que comprendía que las cosas son condicionadas.
Septiembre 5, 1902
Jesús, los ángeles y los santos la incitan
a irse con ellos; el confesor se opone.
Continuaba sintiéndome mal y el confesor continuaba estando firme,
es más, comenzaba a inquietarse porque no lo obedecía en lo que respecta a
no morir, y le pedía al Señor que me quitara el sufrimiento. Por otra parte
me sentía incitada por Jesús bendito, por los santos, por los ángeles, a irme
con ellos, y ahora me encontraba con Jesús, y ahora con los ciudadanos
celestiales. En este estado me sentía torturada, yo misma no sabía qué hacer,
sin embargo permanecía tranquila, temiendo que si me llevaba no me
encontrara lista para irme directa con Jesús, por eso toda me abandonaba en
sus manos. Ahora, mientras me encontraba en esta situación veía al
confesor y a otros que pedían para que no me hiciera morir, y Jesús me ha
dicho:
“Hija mía, me siento violentado, ¿no ves que no quieren que Yo te
lleve?”
Y yo: “También yo me siento violentada. En verdad que poner a una
pobre criatura en esta tortura merecería una pena.”
Y Jesús: “¿Qué pena quieres que les dé?”
Y yo, no sabiendo qué decir ante aquella fuente de Caridad inagotable,
he dicho: “Dulce Señor mío, como la santidad lleva consigo el sacrificio,
hazlos santos, porque así obtendrán el propósito de tenerme con ellos y yo
obtendré el propósito de verlos santos, y así ellos sentirán la pena que lleva
consigo la santidad.”
Jesús al oírme se ha complacido y me ha besado diciéndome:
“Bravo a mi amada, has sabido escoger lo óptimo para su bien y para
mi gloria. Así que por ahora se debe ceder, reservándome para otra ocasión
el llevarte pronto, no dándoles tiempo de podernos hacer violencia.”
Entonces Jesús ha desaparecido y yo me he encontrado en mí misma,
mitigados en gran parte mis sufrimientos, con un nuevo vigor como si
hubiera vuelto a nacer. Pero sólo Dios sabe la pena, el desgarro de mi alma.
Espero al menos que quiera aceptar la dureza de este sacrificio.
Septiembre 10, 1902
Las prerrogativas del amor.
Creía que el bendito Jesús volvería según lo habitual, pero cuál no ha
sido mi desengaño, porque después de haber decidido que por ahora no me
llevará, ha comenzado a hacerme esperar para verlo, y las más de las veces
como sombra y como rayo. Entonces, esta mañana, sintiéndome muy
cansada y agotada de fuerzas por el continuo desear y esperar, parece que ha
venido y transportándome fuera de mí misma me ha dicho:
“Hija mía, si estás cansada ven a mi corazón, bebe y te repondrás.”
Así que me he acercado a aquel corazón divino y he bebido a grandes
sorbos una leche mezclada con sangre dulcísima. Después de esto me ha
dicho:
“Las prerrogativas del amor son tres: Amor constante sin término,
amor fuerte y amor unido junto, a Dios y al prójimo. Si en el alma no se
descubren estas prerrogativas, se puede decir que no es de la calidad del
verdadero amor.”
Octubre 22, 1902
Amenazas para Italia.
Esta mañana por pocos instantes ha venido mi adorable Jesús, todo
indignado y me ha dicho:
“Cuando Italia haya bebido hasta el fondo las más fétidas suciedades,
hasta ahogarse, tanto que se dirá está muerta, está muerta, entonces
resurgirá.”
Después, estando más calmado ha agregado:
“Hija mía, cuando Yo quiero una cosa de mis criaturas infundo en
ellas las disposiciones naturales, en modo de cambiar la misma naturaleza
para querer la cosa que quiero; por eso tú tranquilízate en el estado en el que
te encuentras.”
Dicho esto ha desaparecido y yo he quedado pensativa acerca de lo
que me ha dicho.
Octubre 30, 1902
Jesucristo vino a unir nuevamente a Dios y al hombre.
Esta mañana, encontrándome en un mar de aflicciones y de lágrimas
por el abandono total de mi sumo Bien, mientras me sentía consumir por el
dolor, me he sentido perder la mente, y veía a Jesús bendito que me sostenía
la frente con su mano y como una luz que contenía dentro muchas palabras
de verdad, y yo apenas recuerdo esto: Que nuestra humanidad desatando el
nudo de la obediencia que Dios había hecho entre Él y la criatura, se
dispersó, y Jesucristo tomando la naturaleza humana y haciéndose nuestra
cabeza, vino a reunir a la humanidad dispersa, y con su obediencia a los
quereres del Padre, vino a unir otra vez a Dios y al hombre. Pero esta unión
indisoluble es mayormente reforzada a medida de nuestra obediencia a los
quereres divinos.
Después de esto no he visto más a mi amado Jesús, retirándose junto
con Él la luz.
Noviembre 1, 1902
La verdadera seriedad se encuentra en la religión,
y la verdadera religión consiste en mirar al
prójimo en Dios y a Dios en el prójimo.
Encontrándome en mi habitual estado, me he sentido salir fuera de mí
misma y he encontrado un niño que lloraba, y varios hombres, entre los
cuales, uno más serio tomó una bebida amarguísima y la ha dado a aquel
niño que lloraba, el cual al pasarla ha sufrido tanto, que parecía que se le
cerraba la garganta. Yo, no sabiendo quién era, por compasión lo he tomado
en brazos diciéndole: “Y eso que es un hombre serio, y te ha hecho esto,
pobrecito, ven a mí que te quiero secar el llanto.”
Y Él me ha dicho: “La verdadera seriedad se encuentra en la religión,
y la verdadera religión consiste en mirar al prójimo en Dios y a Dios en el
prójimo.”
Después, acercándose al oído, tanto que sus labios me tocaban y su
voz resonaba en mi interior, ha agregado:
“La palabra religión para el mundo es palabra ridícula, y parece que no
vale nada, pero ante Mí cada palabra que pertenece a la religión es una
virtud de valor infinito, tanto, que me serví de la palabra para propagar la Fe
en todo el universo, y quien en esto se ejercita me sirve de boca para
manifestar a las criaturas mi Voluntad.”
Mientras esto decía, comprendía muy bien que era Jesús, al oír su voz
clara que desde hace tanto tiempo no oía, me sentía resurgir de la muerte a la
vida, y estaba esperando que terminara de hablar pues debía decirle mis
extremas necesidades, pero qué, no apenas terminé de oír su voz ha
desaparecido, y yo he quedado desconsolada y afligida.
Noviembre 5, 1902
Ve un árbol en el corazón de Jesús,
y Él le explica el significado.
Esta mañana mi adorable Jesús se hacía ver en mi interior y parecía
que tenía un árbol plantado en el corazón, y tan enraizado que parecía que
las raíces brotaban desde la punta del corazón, en suma, parecía nacido junto
con su misma naturaleza. Yo he quedado maravillada al ver la belleza, la
perfección y la altura que parecía que tocaba el cielo, y sus ramas se
extendían hasta los últimos confines del mundo. Entonces, Jesús bendito al
verme tan maravillada me ha dicho:
“Hija mía, este árbol fue concebido junto conmigo, dentro del centro
de mi corazón, y desde entonces Yo sentí en lo más profundo del corazón
todo lo que de bien y de mal debía hacer el hombre gracias a este árbol de
Redención, llamado árbol de Vida, tanto que todas aquellas almas que se
mantienen unidas a este árbol recibirán vida de Gracia en el tiempo, y
cuando los haya hecho crecer bien les suministrará vida de gloria en la
eternidad. Sin embargo, ¿cuál no es mi dolor? Que si bien no pueden
arrancar el árbol, no pueden tocar el tronco, muchos tratan de cortarme las
ramas para hacer que las almas no reciban la vida, y quitarme toda la gloria
y el placer que este árbol de Vida me habría producido.”
Mientras decía esto ha desaparecido.
Noviembre 9, 1902
Diferencia entre el obrar de Jesús y el obrar del hombre.
Mientras estaba deseando a mi adorable Jesús, ha venido con el
aspecto cuando sus enemigos lo abofeteaban, le cubrían el rostro de
escupitinas y le vendaban los ojos; Él, con admirable paciencia todo lo
sufría, es más, parecía que ni siquiera los miraba, tan ocupado estaba en su
interior viendo el fruto que aquellos padecimientos le habrían producido.
Yo miraba todo con asombro, y Jesús me ha dicho:
“Hija mía, en mi obrar y sufrir no miré jamás hacia fuera, sino siempre
hacia dentro, y viendo el fruto, cualquier cosa que fuera no sólo la sufría,
sino la sufría con deseo y avidez. En cambio el hombre, todo lo contrario, al
obrar el bien no mira hacia dentro de la obra, y no viendo el fruto fácilmente
se aburre, se fastidia todo y muchas veces deja de hacer el bien; si sufre,
fácilmente se impacienta, y si hace el mal, no mirando hacia dentro de aquel
mal, con facilidad lo hace.”
Después ha agregado: “Las criaturas no quieren persuadirse de que la
vida va acompañada de varios y diferentes acontecimientos: ahora
sufrimientos, ahora consolaciones, y son las plantas, las flores las que dan el
ejemplo con estar sometidas a los vientos, nevadas, granizadas y calores.”
Noviembre 16, 1902
La palabra de Dios es alegría. El confesor le dice
que Monseñor ordenaba que por ningún motivo fuera
más el sacerdote para hacerla salir de su estado.
Esta noche la he pasado muy angustiada, y veía al confesor en actitud
de darme prohibiciones y órdenes. El bendito Jesús por poco tiempo ha
venido y sólo me dijo:
“Hija mía, la palabra de Dios es alegría, y quien la escucha y no la
hace fructificar con las obras, le pone una tinta negra y la enfanga.”
Entonces, sintiéndome muy sufriente he tratado de no poner atención a
lo que veía, y encontrándome en este estado ha venido el confesor,
diciéndome que monseñor ordenaba que por ningún motivo debía venir más
el sacerdote a hacerme salir de mi habitual estado, sino que por mí misma
debía salir de él, cosa que durante dieciocho años jamás he podido obtener,
por más lágrimas y oraciones, votos y promesas que haya hecho al Altísimo,
porque, lo confieso ante Dios, que todo lo que he podido pasar de
sufrimientos no han sido para mí verdaderas cruces, sino gustos y gracias de
Dios, y la única y verdadera cruz para mí ha sido la venida del sacerdote.
Entonces, conociendo por tantos años de experiencia la imposibilidad del
éxito, mi corazón era lacerado por el temor de no poder obedecer, no
haciendo otra cosa que derramar lágrimas amarguísimas, rogándole a aquel
Dios que es el único que observa el fondo del corazón, que tuviera piedad de
la situación en la cual me encontraba. Mientras rezaba llorando he visto un
rayo de luz y una voz que decía:
“Hija mía, para hacer conocer que soy Yo, Yo lo obedeceré a él, y
después de que haya dado pruebas de obediencia, él me obedecerá a Mí.”
Y diciendo yo: “Señor, temo demasiado el no poder obedecer.” Él ha
agregado:
“La obediencia desata y encadena, y como es cadena ata al Querer
Divino con el humano y de ellos forma uno solo, de modo que el alma no
obra con el poder de su voluntad, sino con el poder de la Voluntad Divina, y
además no serás tú la que obedecerá, sino Yo que obedeceré en ti.”
Después, todo afligido ha agregado: “Hija mía, ¿no te lo decía, que
tenerte en este estado de víctima y comenzar los estragos en Italia me es casi
imposible?”
Entonces yo he quedado un poco más tranquila, pero no sabía en qué
modo debía realizarse esta obediencia.
Noviembre 17, 1902
Es decreto de la Voluntad de Dios servirse del
sacerdote para recobrarla del estado de sufrimiento.
Siendo la hora de ser sorprendida por mi habitual estado, con gran
amargura mía, pero amargura tal que semejante no he sentido en mi vida, mi
mente no sabía más perder los sentidos. Y mi vida, mi tesoro, Aquel que
formaba todo mi gusto, mi todo amable Jesús no venía, trataba de recogerme
por cuanto podía, pero sentía tan despierta mi mente que no podía perder los
sentidos, ni dormir, por eso no hacía otra cosa que quitar el freno a las
lágrimas, hacía cuanto podía para seguir en mi interior lo que hacía en el
estado de pérdida de los sentidos, y una por una recordaba las enseñanzas,
las palabras del modo como debía estarme siempre unida con Él, y estas eran
tantas flechas que herían mi corazón acerbamente diciéndome: “¡Ay!
después de quince años que lo has visto cada día, cuando más, cuando
menos, cuando tres o cuatro veces, y cuando una, cuando te ha hablado y
cuando en silencio, pero siempre lo has visto, pero ahora lo has perdido, no
lo ves más, no oyes más su voz dulce y suave, para ti todo ha terminado.” Y
mi pobre corazón se llenaba tanto de amarguras y de dolor, que puedo decir
que mi pan era el dolor y mi bebida las lágrimas, y tan saciada estaba de
ellas que ni una gota de agua entraba en mi garganta. A esto se agregaba
otra espina, el que muchas veces había dicho a mi adorable Jesús: “¡Cuánto
temo que mi estado sea todo fantasía mía, que sea fingimiento!”
y Él me decía: “Quita estos temores, después verás que vendrán días
que a costa de cualquier esfuerzo y sacrificio que querrás hacer para perder
los sentidos, no lo podrás hacer.”
A pesar de todo esto sentía calma en mi interior, porque al menos
obedecía, si bien me costaba la vida. Entonces creía que así debían
continuar las cosas, convenciéndome de que el Señor, como no me quería
más en aquel estado, se había servido de monseñor para darme esa
obediencia. Después de haber pasado dos días, en la noche me disponía a
hacer la adoración al crucificado, y un rayo de luz se hacía ante mi mente,
me sentía abrir el corazón y una voz me decía:
“Por pocos días te tendré suspendida y después te haré caer de nuevo.”
Y yo: “Señor, ¿me harás Tú mismo volver en mí si me haces caer?”
Y la voz: “No. Es decreto de mi Voluntad servirme de la obra del
sacerdote para hacerte recobrar de ese estado de sufrimientos, y si quieren
saber el por qué, que vengan a Mí a preguntarlo. Mi Sabiduría es
incomprensible y tiene muchos modos inusitados para la salvación de las
almas, y si bien incomprensible, si quieren encontrar la razón, vayan al
fondo que la encontrarán clara como el sol. Mi Justicia está como una nube
cargada de granizo, truenos y saetas, y en ti encontraba un dique para no
descargarse sobre los pueblos, por eso no quieran anticipar el tiempo de mi
ira.”
Y yo: “¿Sólo para mí estaba reservado este castigo, sin esperanza de
ser liberada? Habéis hecho tantas gracias a las demás almas, han sufrido
tanto por amor tuyo, sin embargo no tenían necesidad de ninguna obra de
sacerdote.”
Y la voz ha continuado: “Serás liberada, no ahora sino cuando
comiencen los estragos en Italia.”
Esto ha sido para mí nuevo motivo de dolores y de lágrimas
amarguísimas, tanto que mi amabilísimo Jesús, teniendo compasión de mí,
se ha movido en mi interior poniendo como un velo delante de lo que me
había dicho, y sin hacerse ver me hacía oír su voz que decía:
“Hija mía, ven a Mí, no quieras afligirte, alejemos un poco la Justicia,
demos lugar al amor, de otra manera sucumbes; escúchame, tengo tantas
cosas que enseñarte, ¿crees tú que he terminado de hablarte? No.”
Y como yo lloraba, habiéndose convertido mis ojos en dos ríos de
lágrimas ha agregado:
“No llores amada mía, escúchame, esta mañana quiero oír la misa
junto contigo, enseñándote el modo como debes oírla.”
Y así Él decía y yo lo seguía, pero como no lo veía, mi corazón era
despedazado continuamente por el dolor, y para interrumpir de vez en
cuando mi llanto, me llamaba continuamente, ahora enseñándome alguna
cosa de la Pasión, explicándome el significado, y ahora me enseñaba a hacer
lo que hacía en su interior en el curso de su Pasión, que por ahora omito
escribir, reservándolo para otro tiempo si Dios quiere. Así he continuado
por otros dos días.
Noviembre 21, 1902
Jesús continúa sus sufrimientos en Luisa.
Estando en el estado de no poder perder los sentidos, ni dormir, mi
pobre naturaleza no podía más, y mi amadísimo Jesús cuando yo me sentía
más que nunca convencida de que no lo vería más, de improviso ha venido y
me ha hecho perder los sentidos, y quedé como si hubiera sido golpeada
como por un rayo. ¿Quién puede decir mi temor? Pero qué, no era más
dueña de mí misma, no estaba más en mi poder el recuperar mis sentidos. Y
Jesús me dijo:
“Hija mía, no temas, he venido para fortalecerte, ¿no ves tú misma que
no puedes más, y cómo tu naturaleza sin Mí desfallece?”
Y yo le he dicho llorando: “¡Ah! vida mía, sin Ti estoy muerta, no
siento ya fuerzas vitales; Tú formabas todo mi ser, y faltándome Tú me falta
todo. Seguro que si Tú sigues sin venir, yo me moriré de dolor.”
Y Él: “Hija amada mía, tú dices que Yo soy tu vida, y Yo te digo que
tú eres mi vida viviente. Así como me serví de mi Humanidad para sufrir,
así me sirvo de tu naturaleza para continuar el curso de mis padecimientos
en ti; por eso toda mía tú eres, es más, eres mi misma Vida.”
Mientras decía esto me acordé de la obediencia y le he dicho: “Dulce
Bien mío, ¿me harás obedecer al hacer recuperarme por mí misma?”
Y Él: “Hija mía, Yo, Creador, obedecí a la criatura teniéndote
suspendida estos días, es muy justo que la criatura obedezca a su Creador
sometiéndose a mi Voluntad, porque frente a mi Voluntad Divina la razón
humana no vale, y la razón más fuerte ante la Voluntad Suprema se resuelve
en humo.”
Quién puede decir cómo he quedado amargada, más sin embargo
resignada, haciendo voto al Señor de jamás retirar mi voluntad de la suya ni
siquiera por un parpadeo de ojos, y como me habían dicho que si era
sorprendida por este estado y no me recuperaba por mí misma me dejarían
morir, por eso me estaba preparando a la muerte, considerándola como gran
fortuna y le pedía al Señor que me tomara entre sus brazos.
Mientras esto hacía ha venido el confesor para hacerme volver en mí,
amargándome mayormente, tanto que el Señor al verme tan amargada me
dijo en mi interior:
“Dile que me conceda otros dos días de suspensión, para darles tiempo
a poderse regular.”
Y así se ha ido, dejándome toda traspasada y como llena de amargura,
y Jesús haciendo oír de nuevo su voz me ha dicho:
“Pobre hija, cómo la amargan, me siento lacerar el corazón al verte,
ánimo, no temas hija mía; además recuerda que por la intervención de la
obediencia fuiste suspendida de este estado, si ahora no quieren ya, Yo te
haré obedecer. ¿No es este el clavo que más te traspasa, el no obedecer?”
Y yo: “Sí.”
“Pues bien, Yo te he prometido que te haré obedecer, por lo tanto no
quiero que te amargues. Sin embargo diles: ¿Quieren jugar conmigo? ¡Ay
de quien quiera jugar conmigo y luchar contra mi Voluntad.”
Y yo: “¿Sin Ti cómo hago? Porque si no soy sorprendida por ese
estado yo no te veo.”
“Y Él: “Como no es tu voluntad salir de este estado de sacrificio, Yo
encontraré otros modos para hacerme ver y entretenerme contigo, ¿no estás
contenta?”
Así a la mañana siguiente, sin perder los sentidos se ha hecho ver
sensiblemente dándome algunas gotas de leche para fortalecerme, pues era
extrema mi debilidad.
Noviembre 22, 1902
Corre peligro de morir, la obediencia se opone.
El día 22 de noviembre continuaba sintiéndome mal, y de nuevo el
bendito Jesús ha venido y me ha dicho:
“Amada mía, ¿te quieres venir?”
Y yo: “Sí, no me dejes más sobre esta tierra.”
Y Él: “Sí, te quiero contentar esta vez.”
Y mientras esto decía me he sentido cerrar el estómago y la garganta,
de modo que ya no entraba nada, apenas podía respirar sintiéndome sofocar.
Después he visto que Jesús bendito llamaba a los ángeles y les decía:
“Ahora que la víctima se viene, suspendan las fuerzas a fin de que los
pueblos hagan lo que quieran.”
Y yo: “Señor, ¿quiénes son ellos?”
Y Él: “Son los ángeles que custodian las ciudades, hasta en tanto que
las ciudades son asistidas por la fuerza de la protección divina comunicada a
los ángeles, no pueden hacer nada, cuando esta protección les es quitada por
las graves culpas que cometen, dejándolas en poder de ellos mismos, pueden
hacer revoluciones y cualquier tipo de mal.”
Entonces yo me sentía plácida y viéndome sola con mi amado Jesús y
abandonada por todas las criaturas, de corazón le agradecía al Señor y le
pedía que se dignara no dejar que viniera nadie a darme molestia. Mientras
estaba en esta situación ha venido mi hermana y viéndome mal ha mandado
a llamar al confesor, el cual, por camino de obediencia ha logrado hacerme
abrir un poco la garganta y se fue dándome la obediencia de no morir. Pobre
quien tiene que vérselas con las criaturas, porque no conociendo a fondo
todas las penas y desgarros de una pobre alma, agregan a las penas mayores
dolores, y es más fácil obtener compasión de Dios, ayuda y consuelo, que de
las criaturas, es más, parece que atizan mayormente. Pero sea siempre
bendito el Señor que todo dispone para su gloria y para el bien de las almas.
Noviembre 30, 1902
Jesús le enseña como conocer cuando es
Él el que viene, y cuando el demonio.
Encontrándome con temores, dudas, agitaciones de que todo fuera
obra del demonio, viniendo mi adorable Jesús me ha dicho:
“Hija mía, Yo soy Sol que lleno de luz al mundo y yendo al alma se
reproduce en ella otro Sol, de modo que por camino de rayos de luz se
saetean mutuamente de continuo. Ahora, en medio a estos dos Soles se
producen nubes, que son las mortificaciones, las humillaciones,
contrariedades, sufrimientos y demás; si estos son verdaderamente Soles,
tienen tanta fuerza, que con saetearse continuamente triunfan sobre estas
nubes y las convierten en luz; pero si son soles aparentes y falsos, estas
nubes que se producen en medio tienen fuerza de convertir a estos soles en
tinieblas. Esta es la señal más cierta para conocer si soy Yo o el demonio.
Y después de que una persona ha recibido esta señal, puede arriesgar la vida
por confesar la verdad, que es luz y no tinieblas.”
He estado rumiando en mi mente si se encuentran en mí estas señales,
y me veo tan defectuosa que no tengo palabras para manifestar mi maldad.
Sin embargo no desconfío, más bien espero que la Misericordia del Señor
quiera tener compasión de esta pobre criatura.
Diciembre 3, 1902
Turbaciones por la obediencia.
Esta mañana, encontrándome en mi habitual estado y continuando mis
temores, al venir el bendito Jesús le he dicho: “Vida de mi vida, ¿de dónde
viene que no me haces obedecer las órdenes de los superiores?”
Y Él: “Y tú hija mía, ¿no ves de dónde viene el conflicto? De que el
querer humano no se una con el divino y se den el beso juntos, de modo de
formar uno solo, y cuando hay conflicto entre estos dos quereres, siendo
superior el Querer Divino, el querer humano debe perder por fuerza. Y
además, ¿qué otra cosa quieren? Yo te he dicho que si quieren te hago caer
en este estado, si no quieren te hago obedecer en relación a la obediencia de
que Yo te debo hacer caer y Yo debo hacerte volver en ti sin que ellos
vengan, dejando la cosa independiente de ellos y toda a mi disposición,
queda a Mí si te quiero tener un minuto o media hora en este estado, si te
debo hacer quedar petrificada o suelta, si te debo hacer sufrir o no, esto
queda todo a mi cargo, y queriendo ellos hacer diversamente sería un querer
dictarme leyes del modo, del cómo y del cuándo debo hacer Yo las cosas,
esto sería un quererse meter demasiado en mis juicios y querer hacer de
maestro a quien la criatura está obligada a adorar, y no a investigar.”
Me ha dejado en tal modo que no sabía que responder. Viendo que no
respondía ha agregado:
“Este no quererse persuadir me disgusta demasiado; tú, sin embargo,
en los conflictos y mortificaciones no tengas la mirada en ellos, sino fíjala en
Mí que fui el centro de las contradicciones, y sufriéndolas tú vendrás a ser
más semejante a Mí, así tu naturaleza no podrá separarse, sino que
permanecerás calmada y tranquila. Quiero que de parte tuya hagas cuanto
puedas por obedecerlos, el resto déjalo a mi cargo, sin turbarte.”
Diciembre 4, 1902
Jesús manifiesta las razones de su obrar.
Estaba pensando en mi mente en esta obediencia diciendo: “Ellos
tienen razón de ordenarme eso, y luego no es una gran cosa que el Señor me
haga obedecer en el modo querido por ellos. Además de que ellos dicen:
“O que te haga obedecer, o bien que diga la razón por la que quiere que
venga el sacerdote a hacerte recuperar de ese estado.” Mientras esto
pensaba, mi adorable Jesús se ha movido en mi interior diciéndome:
“Hija mía, Yo quería que ellos mismos hubieran encontrado la razón
de mi obrar, porque en mi Vida, desde que nací hasta que morí, habiendo
encerrado en Mí la vida de toda la Iglesia, todo se encuentra, las cuestiones
más difíciles confrontadas a algún suceso de mi Vida donde se puedan
uniformar, se resuelven; las cosas más enredadas se sueltan y las más
oscuras y obtusas en que la mente humana casi se pierde en esa oscuridad,
encuentran la luz más clara y resplandeciente. Esto significa que no tienen
por regla de su obrar mi Vida, de otra manera habrían encontrado la razón.
Pero ya que no han encontrado ellos la razón, es necesario que Yo hable y la
manifieste.”
Después de esto se ha levantado y con imperio, tanto que yo temía, ha
dicho,:
“¿Qué significa aquél ¿ostende te sacerdoti?”
Después haciéndose un poco más dulce ha agregado:
“Mi Potencia se extendía por doquier, y desde cualquier lugar que me
encontrara podía realizar los más estrepitosos milagros, sin embargo en casi
todos los milagros quise asistir personalmente, como al resucitar a Lázaro,
fui, hice quitar la lápida, lo hice desatar, y después con el imperio de mi voz
lo volví a llamar a la vida. Al resucitar a la niña, la tomé de la mano con mi
mano derecha llamándola nuevamente a vida, y tantas otras cosas que están
registradas en el evangelio, que a todos son conocidas quise asistir con mi
presencia. Esto enseña, estando encerrada la vida futura de la Iglesia en la
mía, el modo como debe comportarse el sacerdote en su obrar. Y estas son
cosas que se refieren a ti pero en modo general, tu lugar propio lo
encontrarán sobre el calvario; Yo, sacerdote y víctima, levantado sobre el
leño de la cruz quise un sacerdote que me asistiera en aquel estado de
víctima, el cual fue san Juan, que representaba la Iglesia naciente; en él Yo
veía a todos: Papas, obispos, sacerdotes y todos los fieles juntos, y él
mientras me asistía me ofrecía como víctima para la gloria del Padre y para
el buen éxito de la Iglesia naciente. Esto no sucedió por casualidad, que un
sacerdote me asistiera en ese estado de víctima, sino que todo fue un
profundo misterio, predestinado desde ‘ab eterno’ en la mente divina,
significando que al escoger a un alma víctima por las graves necesidades que
en la Iglesia hay, un sacerdote me la ofrezca, me la asista, la ayude y la
anime a sufrir; si estas cosas se comprenden, está bien, ellos mismos
recibirán el fruto de la obra que prestan, como san Juan, ¿cuántos bienes no
recibió por haberme asistido en el monte calvario? Si en cambio no, no
hacen otra cosa que poner mi obra en continuos conflictos, desviando mis
más bellos designios.
Además de esto, mi Sabiduría es infinita y al enviar una cruz a algún
alma para santificarse, no sólo toma una, sino cinco, diez, cuantas me
placen, a fin de que no sólo una, sino todas éstas juntas se santifiquen.
Como en el calvario, no estuve Yo solo, además de tener un sacerdote tuve
una Madre, tuve amigos y hasta enemigos, que al ver el prodigio de mi
paciencia muchos creyeron en Mí como el Dios que era y se convirtieron; si
Yo hubiera estado solo, ¿habrían recibido estos grandes bienes?
Ciertamente que no.”
¿Pero quién puede decir todo lo que me ha dicho, y explicar los más
minuciosos significados? Lo he dicho lo mejor que he podido, como en mi
rusticidad he sabido decirlo, lo demás espero que lo haga el Señor
iluminándolos para hacerlos comprender lo que yo no he sabido manifestar
bien.
Diciembre 5, 1902
Ve a una mujer que llora el estado de los pueblos.
Ella le pide no salir de su estado de víctima.
Encontrándome en mi habitual estado, el bendito Jesús me ha
comunicado sus penas, y estando sufriendo veía a una mujer que lloraba
copiosamente y decía: “Los reyes se han aliado y los pueblos perecen, y
éstos no viéndose ayudados, protegidos, sino más bien despojados, se
perderán y los reyes sin los pueblos no pueden subsistir. Pero lo que me
hace llorar más es que veo faltar las fortalezas de la Justicia, cuales son las
víctimas, único y solo sostén que mantiene la Justicia en estos tiempos
tristísimos. ¿Al menos me das tú la palabra de no salirte de este estado de
víctima?”
Y yo, no sé porque, me he sentido tan decidida que he respondido:
“Esta palabra no la doy, no, permaneceré hasta que el Señor quiera, pero en
cuanto Él me diga que ha terminado el tiempo de hacer esta penitencia, no
permaneceré ni siquiera un minuto más.” Y ella al oír mi irremovible
voluntad, más lloraba, como queriendo con su llanto que yo dijera sí, y yo
más que nunca resuelta he dicho: “No, no.”
Y ella llorando ha dicho: “Así que habrá justicia, castigos, matanzas,
sin ninguna disminución.”
Sin embargo, habiéndolo dicho al confesor, me ha dicho que por
obediencia retirara el no.
Diciembre 7, 1902
Francia e Italia no reconocen más a Jesús.
Jesús la suspende de su estado de víctima,
pero ella no acepta y lucha para que no
se redacte la ley del divorcio.
Encontrándome fuera de mí misma me he encontrado en una
densísima oscuridad, y en ella estaban miles de personas, dicha oscuridad las
volvía ciegas, tanto que ellas mismas no comprendían lo que hacían. Parecía
que fuese parte de Italia y parte de Francia. ¡Oh! cuántos errores se
advertían en Francia, peores que los de Italia, parecía que habían perdido la
razón humana, primera dote del hombre y que lo distingue de las bestias, y
se habían vuelto peor que éstas mismas. Cerca de esta oscuridad se veía una
luz, me he acercado y encontré a mi amante Jesús, pero tan afligido e
indignado contra aquella gente, que yo temía y temblaba de pies a cabeza, y
sólo he dicho:
“Señor, cálmate y hazme sufrir a mí, derramando sobre mí tu
indignación.”
Y Él me ha dicho: “¿Cómo puedo aplacarme si me quieren apartar de
ellos como si no fueran obra creada por Mí? ¿No ves cómo Francia me ha
arrojado de sí, considerándose honrada de no reconocerme más? Y cómo
Italia quiere seguir a Francia, habiendo algunos que darían el alma al diablo
con tal de poder formar la ley del divorcio, tantas veces intentada por ellos y
que han quedado aplastados y confundidos; más que aplacarme y derramar
sobre ti mi indignación te suspendo del estado de víctima, porque cuando mi
Justicia ha probado varias veces, usando todo su poder para no dar aquel
castigo querido por el mismo hombre, y con todo esto lo quiere, es necesario
que la Justicia suspenda a quien la detiene y haga caer el castigo.”
Y yo: “Señor, si me quisieras suspender por otros castigos, fácilmente
habría aceptado porque es justo que la criatura se uniforme en todo a tu
santo Querer, pero aceptarlo por este mal gravísimo, mi alma no puede
tolerar esta suspensión, más bien invísteme de tu poder y hazme ir en medio
de esos tales que quieren esto.”
Mientras esto decía me he encontrado con ellos, parecían investidos
por fuerzas diabólicas, especialmente uno que parecía furibundo, como si
quisiera trastornar todo. He dicho y vuelto a decir y apenas logré arrojarles
alguna pequeña luz de razón, haciéndoles conocer el error que cometían, y
después de esto me he encontrado en mí misma con escasísimos
sufrimientos.
Diciembre 8, 1902
El confesor usa la potestad de la Iglesia para
tener crucificado a Jesús en Luisa, crucificándola
juntamente para impedir la ley del divorcio.
Esta mañana mi adorable Jesús ha venido y me ha dicho:
“Hija mía, hoy quiero tenerte suspendida sin hacerte sufrir.”
Y yo he comenzado a temer y a lamentarme con Él, y ha agregado:
“No temas, Yo me estaré contigo, más bien, cuando tú ocupas el
estado de víctima estás expuesta a la Justicia, y además de los otros
sufrimientos muchas veces te toca sufrir mi misma privación y la oscuridad,
en suma, todo lo que merece el hombre por sus culpas, pero suspendiéndote
el oficio de víctima todo será misericordia y amor que mostraré hacia ti.”
Yo me sentía liberada, si bien veía a mi amado Jesús y comprendía
muy bien que no era su venida lo que hacía necesaria la venida del sacerdote
para hacerme recuperar, sino más bien los sufrimientos que Jesús me daba.
Entonces, no sé decir por qué, mi alma sentía una pena, pero mi naturaleza
sentía una gran satisfacción y decía: “Por lo menos ahorraré al confesor el
sacrificio de venir.” Pero mientras esto pensaba he visto junto con Nuestro
Señor un sacerdote vestido de blanco, me parecía que fuera el Papa y junto
el confesor, y ellos le rogaban que me hiciera sufrir para impedir que
redactaran esta ley del divorcio. Pero Jesús no les hacía caso, entonces el
confesor no haciendo caso de que no lo oía, con ímpetu extraordinario que
parecía que no fuera él, ha tomado a Jesucristo en brazos y a fuerza lo ha
puesto dentro de mí diciendo: “Te estarás crucificado en ella,
crucificándola, pero esta ley no la queremos.”
Jesús ha quedado como atado dentro de mí, crucificado por aquella
imposición, sintiendo yo acerbamente los dolores de la cruz, y ha dicho:
“Hija, es la Iglesia que lo quiere, y su potestad unida a la fuerza de la
oración me ata.”
Diciembre 9, 1902
Luisa se encuentra junto con Jesucristo, comoclavada con Él. Hablan acerca del divorcio.
Encontrándome en mi habitual estado, me he encontrado fuera de mí
misma junto con Jesucristo, como clavada con Él, y como yo sufría
permanecía en silencio. Mientras tanto vi al confesor junto con el ángel
custodio que le decía:
“Esta pobrecita está sufriendo mucho, tanto que le impide hablar, dale
un poco de tregua, porque cuando dos amantes desahogan entre ellos lo que
tienen en su interior, terminan concediéndose mutuamente lo que quieren.”
Entonces me he sentido aliviar los sufrimientos, y primeramente he
dicho ciertas necesidades del padre al rogarle que lo hiciera todo de Dios,
porque cuando uno llega a ser tal, no puede encontrar ninguna dificultad
para que le concedan lo que quiere, porque no podrá buscar otra cosa sino lo
que agrada a Dios. Después he dicho: “Señor, ¿esta ley del divorcio
llegarán los hombres a formarla en Italia?”
Y Él: “Hija mía, hay peligro, a menos de que algún rayo chino llegue
a impedirles este propósito.”
Y yo: “Señor, ¿cómo? ¿Es tal vez alguien de China, que mientras
estén por hacer esto tomará algún rayo y lo arrojará entre ellos para
matarlos, de modo que aquellos asustados emprenderán la fuga?”
Y Jesús: “Cuando no comprendas es mejor que calles.”
Yo he quedado confundida y no me he atrevido a hablar más, y sin
haber comprendido el significado. Pero el ángel custodio estaba diciendo al
confesor que además de la intención de la cruz, uniera la de hacerlo
derramar, que si esto conseguía vencería el punto y no podrán hacerlo.
Diciembre 15, 1902
Queda clavada con Jesús.
El hombre está por ser aplastado
por el peso de la Justicia divina.
Continuando mi habitual estado, me he encontrado fuera de mí misma
y he encontrado a mi adorable Jesús arrojado por tierra, crucificado, que
todos lo pisoteaban, y yo para impedir que esto hicieran me he extendido
sobre Él para recibir sobre mí lo que le hacían a Nuestro Señor; y mientras
estaba en aquella posición he dicho: “Señor, ¿qué te cuesta que esos mismos
clavos que te traspasan me traspasen a mí al mismo tiempo?” Mientras
estaba en esto me he encontrado clavada con aquellos mismos clavos que
tenían clavado al bendito Jesús, Él abajo y yo arriba, y en esta posición nos
hemos encontrado en medio de aquellos hombres que quieren el divorcio, y
Jesús les mandaba tantos rayos de luz producidos por los sufrimientos que
Jesús y yo sufríamos, y ellos quedaban deslumbrados y confundidos. Y
comprendía que si el Señor querrá hacerme sufrir cuando ellos vengan para
hacer esto, fracasarán y no concluirán nada.
Después de esto ha desaparecido, quedando yo sola a sufrir, después
ha regresado de nuevo pero no crucificado, y se ha arrojado en mis brazos,
pero se volvió tan pesado que mis pobres brazos no resistían y estaba a
punto de dejarlo caer a tierra. Entonces, viendo que por más que hacía y me
esforzaba no podía sostener ese peso, era tanta la pena que sentía que lloraba
abundantemente, y Él viendo el peligro de caer y mi llanto, lloraba junto
conmigo. ¡Qué desgarradora escena! Entonces, haciéndome violencia lo he
besado en el rostro, y besándome Él también le he dicho: “Vida y fuerza
mía, por mí soy débil y nada puedo, pero contigo todo puedo, por eso
fortifica mi debilidad infundiéndome tu misma fuerza, y así podré sostener
el peso de tu persona, único medio para podernos recíprocamente evitar este
disgusto, yo de hacerte caer y Tú de sufrir la caída.” Al oír esto Jesús me ha
dicho:
“Hija mía, ¿y tú no comprendes el significado de mi pesantez? Debes
saber que es el peso enorme de la Justicia, que ni Yo puedo soportarlo más,
ni tú podrás contenerlo, y el hombre está por ser aplastado por el peso de la
Justicia divina.”
Yo al oír esto lloraba y Él para distraerme, como antes de venir tenía
un fuerte temor de que no debiese obedecer sobre ciertas cosas, ha agregado:
“Y tú amada mía, ¿por qué temes tanto que no te hiciese obedecer?
¿No sabes que cuando atraigo, uno, identifico a un alma conmigo,
comunicándole mis secretos, la primera tecla que pongo, la que suena más
bello y que comunica el sonido a todas las demás teclas, es la tecla de la
obediencia? Tanto, que si las demás teclas no están en comunicación con la
primera tecla, sonarán de un modo discordante, que jamás podrá ser
agradable a mi oído. Por eso no temas, y además no tú, sino Yo obedeceré
en ti, y siendo una obediencia que me corresponde hacer a Mí, déjame actuar
a Mí sin preocuparte, porque sólo Yo sé lo que conviene y el modo para
hacerme conocer.”
Dicho esto ha desaparecido y yo me he encontrado en mí misma. Sea
siempre bendito el Señor.
Diciembre 17, 1902
Para poder ser víctima es necesaria
la unión permanente con Jesús.
Esta mañana, al venir mi adorable Jesús le estaba rogando que se
aplacara, diciéndole: “Señor, si no puedo yo sola sostener el peso de tu
Justicia, hay tantas almas buenas, que dividiendo un poco en cada una,
resultará más fácil sostener el peso y así las gentes podrán ser perdonadas.”
Y Él: “Y tú, hija mía, ¿no sabes que para que mi Justicia pueda
descargar sobre algún alma el peso del castigo de otros, se debe encontrar en
posesión de mi unión permanente, de modo que todo lo que obra, sufre,
intercede y obtiene, le viene dado por virtud de mi unión establecida en ella,
no haciendo otra cosa el alma que poner su voluntad y unificándola con la
mía; ni mi Justicia podría hacerlo si antes no le da las gracias necesarias para
poder poner al alma a sufrir por causa de los demás?”
Y yo: “¿Cómo, tu unión es permanente en mí? Me veo tan mala.” Y
Él interrumpiendo mi hablar ha agregado:
“Tonta, ¿qué dices? ¿No me oyes continuamente en ti, no adviertes
los movimientos sensibles que hago en tu interior? La oración continua que
en tu interior se eleva, no pudiendo tú hacer de otra manera, ¿acaso eres tú o
Yo que habito en ti? A lo más no me ves alguna vez, y esto ¿no dice que mi
unión no sea permanente en ti?”
Yo he quedado confundida y no he sabido qué responder.
Diciembre 18, 1902
Jesús la lleva de nuevo a sufrir con Él para
vencer a aquellos que quieren el divorcio.
No apenas me he encontrado en mi habitual estado, el bendito Jesús ha
venido, pero sufriendo tanto que daba compasión, entonces todo afligido me
ha dicho:
“Hija mía, ven de nuevo a sufrir conmigo para poder vencer la
obstinación de aquellos que quieren el divorcio, probemos otra vez, tú
estarás siempre dispuesta a sufrir lo que quiero, ¿no es verdad? ¿Me das tu
consentimiento?”
Y yo: “Sí Señor, haz lo que quieras.”
No apenas había dicho sí, el bendito Jesús se ha extendido dentro de
mí, crucificado, y como mi naturaleza era más pequeña que la suya, me ha
estirado hasta hacerme llegar a su mismo tamaño, después ha vertido
poquísimo, sí, pero tan amargo y lleno de sufrimientos, que no sólo sentía
los clavos en los puntos de la crucifixión, sino todo el cuerpo me lo sentía
clavado por tantos clavos, de modo que me sentía toda destrozada.
Entonces, por poco tiempo me dejó en esa posición y me he encontrado en
medio de los demonios, que viéndome tan sufriente decían: “Hasta el último
esta maldita debe vencer otra vez para que no hagamos la ley del divorcio.
Maldita tu existencia, tú buscas dañarnos y desbaratar nuestros planes,
arruinando nuestras tantas fatigas mandándolas al vacío, pero te la haremos
pagar, te pondremos en contra obispos, sacerdotes y gentes, de modo que en
otra ocasión haremos que se te pase el capricho de aceptar los sufrimientos.”
Y mientras esto decían me enviaban torbellinos de llamas y humo. Yo me
sentía tan sufriente que no me daba cuenta ni de mí misma. El bendito Jesús
ha regresado y los demonios han huido ante su vista, y de nuevo me renovó
los mismos sufrimientos, más fuertes que antes, y así lo repitió otras dos
veces, y si bien estuve casi siempre con Jesús, como me encontraba comooprimida por fuertes sufrimientos no le he dicho nada, sólo Él me decía:
“Hija mía, por ahora es necesario que sufras, ten paciencia. ¿No
quieres cuidar de mis intereses como si fueran tuyos?”
Y ahora me sostenía entre sus brazos, no pudiendo mi naturaleza
sostener por sí sola el peso de aquellos sufrimientos. Después me ha dicho:
“Amada, ¿quieres ver el mal que ha sucedido en aquellos días que te
tuve suspendida de este estado?”
En ese momento, no sé cómo, he visto la Justicia, y la veía llena de
luz, de gracia, de castigos y de tinieblas, y por cuantos días había estado
suspendida, tantos ríos de tinieblas descendían sobre la tierra, y aquellos que
quieren hacer mal y hablar mal quedaban más ciegos y tomaban fuerza para
ejecutarlo, lanzándose contra la Iglesia y las personas sagradas. Yo he
quedado asombrada y Jesús me ha dicho:
“Tú creías que era nada, tanto que no te preocupabas, pero no era así,
has visto cuánto mal ha venido y cuánta fuerza han tomado los enemigos,
hasta llegar a hacer lo que durante el tiempo en que te he tenido siempre en
este estado no habían podido.”
Después de esto ha desaparecido.
Diciembre 24, 1902
Efectos del sufrir. Valor de la soberbia.
Continuando mi habitual estado, me he encontrado fuera de mí misma
y he encontrado a Nuestro Señor, que junto tenía una cruz toda entretejida de
espinas. Entonces la tomó y me la puso sobre los hombros, ordenándome
que la llevara en medio de una multitud de gente para dar prueba de su
Misericordia y aplacar la Justicia divina. Era tan pesada que la llevaba
encorvada y casi arrastrándome. Mientras la llevaba Jesús ha desaparecido,
y aquel que me guiaba, cuando llegué a un punto me ha dicho:
“Deja la cruz y desnúdate, porque debe regresar Nuestro Señor y te
debe encontrar lista para la crucifixión.”
Yo me he desnudado y he retenido los vestidos en la mano por la
vergüenza que la naturaleza sentía, y he dicho entre mí: “En cuanto venga
los dejaré.” Mientras estaba en esto ha regresado y encontrándome con los
vestidos en la mano me ha dicho:
“Ni siquiera te has desnudado del todo para poderte rápidamente
crucificar, entonces lo dejaremos para otro tiempo.”
Yo he quedado confundida y afligida sin poder articular palabra, y
Jesús para consolarme me ha tomado de la mano y me ha dicho:
“Dime, ¿qué quieres que te done?”
Y yo: “Señor, el sufrir.”
Y Él: “¿Y qué más?”
Y yo: “No sé pedirte otra cosa que sufrir.”
Y Jesús: ¿Y amor no quieres?”
Y yo: “No, sufrir, porque dándome el sufrimiento me darás más amor,
y esto lo sé por experiencia, que para obtener las gracias, el amor más fuerte
y a todo Tú mismo, no se obtiene por otra cosa sino por medio del
sufrimiento, y para merecerme todas tus atracciones, gustos y
complacencias, el único medio es el sufrir por amor tuyo.”
Y Él: “Amada mía, te he querido probar para reencender en ti
mayormente el deseo de sufrir por amor mío.”
Después de esto he visto personas que se creían algo más que los
demás, y el bendito Jesús ha dicho:
“Hija mía, quien ante Mí y ante los hombres se cree alguna cosa, vale
nada, y quien se cree nada vale todo. Primero ante Mí, porque si hace
alguna cosa, no cree que la hace porque puede hacerla, porque tiene la
fuerza, la capacidad, sino que la hace porque recibe de Dios la gracia, las
ayudas, las luces, por lo tanto se puede decir que la hace en virtud del poder
divino, y quien tiene consigo el poder divino, ya vale todo. Segundo, ante
los hombres este obrar en virtud del poder divino, la hace obrar todo
diferente y no hace otra cosa que trasmitir luz del poder divino que en sí
contiene, de modo que los más perversos, sin quererlo, sienten la fuerza de
esta luz y se someten a sus quereres, y he aquí que también ante los hombres
vale todo. Todo al contrario quien se cree alguna cosa, además de que vale
nada, me es abominable, y por los modos ostentosos y refinados que tienen,
creyéndose ellos alguna cosa, burlándose de los demás, los hombres los
tienen señalados con el dedo como sujetos de escarnio y de persecución.”
Diciembre 26, 1902
Las calumnias, las persecuciones, las
oposiciones, sirven para justificar al hombre.
Encontrándome en mi habitual estado, me sentía toda oprimida y con
temor de recibir persecuciones, oposiciones, calumnias, no sólo yo, pues de
mí no me preocupo porque soy una pobre criatura que valgo nada, sino por
el confesor con otros sacerdotes. Así que sentía el corazón aplastado por
este peso, sin poder encontrar calma. En este momento ha venido mi
adorable Jesús diciéndome:
“Hija mía, ¿por qué estarte turbada e inquieta perdiendo el tiempo?
Por tus cosas no hay nada, y además todo es providencia divina que permite
las calumnias, las persecuciones, las oposiciones, para justificar al hombre y
hacerlo regresar a la unión con el Creador, a solas, sin apoyo humano, como
salió al ser creado. Y he aquí como el hombre, por cuan bueno y santo
fuese, siempre le queda alguna cosa de espíritu humano en su interior, como
también en su exterior no es perfectamente libre, siempre tiene alguna cosa
de humano en la que espera, confía y se apoya, y por la cual quiere obtener
estima y respeto, así que la providencia divina hace que sople un poco el
viento de las calumnias, persecuciones y oposiciones, ¡oh!, qué destructora
granizada recibe el espíritu humano, porque el hombre viéndose combatido,
mal visto, despreciado por las criaturas, no encuentra más satisfacción entre
ellas, es más, le viene a faltar todo junto: Ayudas, apoyos, confianza y
estima, y si antes iba en busca de ellas, después él mismo les huye, porque a
donde se vuelve no encuentra más que amarguras y espinas. Así que
reducido a este estado permanece solo, y el hombre no puede estar, ni está
hecho para estarse solo, ¿qué hará el pobrecito? Se volverá todo, sin el
mínimo estorbo a su centro Dios, y Dios se dará todo a él, y el hombre se
dará todo a Dios, aplicando su inteligencia en conocerlo, su memoria en
recordarse de Dios y de sus beneficios, la voluntad a amarlo. Y he aquí hija
mía, justificado, santificado y rehecha en su alma la finalidad para la cual
fue creado. Y aunque después le convendrá tratar con las criaturas, si ve que
se le ofrecen ayudas, apoyos, estima, los recibe con indiferencia, conociendo
por experiencia quiénes son, y si se sirve de ellas lo hace sólo cuando ve en
ello el honor y la gloria de Dios, quedándose siempre sólo Dios y él.”
Diciembre 30, 1902
El Señor le habla de su Voluntad.
Encontrándome en mi habitual estado, me parecía ver a la Santísima
Trinidad y yo en medio de ellos, como si quisieran resolver qué cosa debían
hacer con el mundo. Entonces parecía que decían:
“Si al mundo no se le mandan fortísimos flagelos, todo habrá
terminado para él en materia de religión y se volverán peor que los mismos
bárbaros.”
Y mientras esto decían, parecía que descendían a la tierra guerras de
toda especie, terremotos que destruían ciudades enteras y enfermedades. Yo
al ver esto, temblando toda he dicho: “Majestad Suprema, perdonad la
ingratitud humana; ahora más que nunca el corazón del hombre se ha
rebelado, si se ve castigado se rebelará mayormente, agregando ultrajes a
ultrajes a vuestra Majestad.” Y una voz que salía de en medio de ellos
decía:
“El hombre se puede rebelar cuando sólo es mortificado, pero cuando
es destruido cesa su rebelión. Ahora, aquí no se habla de mortificaciones
sino de destrucción.”
Después de esto han desaparecido; pero quién puede decir cómo he
quedado, mucho más porque sentía como una disposición de querer salir de
este estado de sufrimientos, y una voluntad no perfectamente resignada al
Querer Divino. Veía con claridad que la más fea afrenta que puede hacer la
criatura al Creador es oponerse a su Querer Santísimo, por ello sentía la
pena, temía fuertemente que pudiera hacer un acto opuesto a su Querer, y
con todo esto no podía calmarme. Entonces, después de mucho esperar ha
regresado mi adorable Jesús y me ha dicho:
“Hija mía, muchas veces Yo me complazco en elegir a las almas, en
rodearlas de fuerza divina de modo que ningún enemigo pueda entrar en ella,
y ahí establezco mi perpetua morada, y en este morar que hago, me abajo, se
puede decir, a los más pequeños servicios, la limpio, le extirpo todas las
espinas, le destruyo todo lo que de mal ha producido la naturaleza humana, y
en ella planto todo lo que de bello y de bueno en Mí se encuentra, tanto de
formar el más bello jardín de mis delicias, del cual me sirvo a mi gusto y
según las circunstancias de mi gloria y del bien de los demás, tanto, que se
puede decir que no tiene ya nada de lo suyo, sirviéndome sólo para
habitación mía. Entonces, ¿sabes tú qué se necesita para destruir todo esto?
Un acto opuesto a mi Voluntad, y todo esto lo harás tú si te opones a mi
Voluntad.”
Y yo: “Temo Señor que los superiores me puedan dar la obediencia
de la otra vez.”
Y Él: “Eso no es cosa tuya, y Yo me las veré con ellos, pero en esto
está tu querer.”
A pesar de todo esto no me podía calmar e iba repitiendo en mi
interior: “¡Qué cambio funesto me sucedió! ¿Quién ha desunido mi querer
del Querer de mi Dios, que parecía que formaba uno solo?”
Diciembre 31, 1902
Jesús ama tanto a Luisa, que llega
a amarla cuanto se ama a Sí mismo.
Continuaba con el temor de que pudiese oponerme al Querer de mi
adorable Jesús, me sentía toda oprimida y angustiada, y estaba pidiéndole
que me liberara, diciéndole: “Señor, ten piedad de mí, ¿no ves el peligro en
el cual me encuentro? ¿Es posible que yo, vilísimo gusanillo me atreva a
tanto, de sentirme opuesta a tu santo Querer? Y además, ¿qué bien puedo
encontrar y en qué precipicio caeré si me encuentro desunida de tu
Voluntad?” Mientras esto decía, el bendito Jesús se ha movido en mi
interior y con una luz que me mandaba parecía que me decía:
“Tú no comprendes nunca nada, este estado es estado de víctima;
cuando te ofrecieron víctima por Corato tú aceptaste; ahora, ¿qué cosa hay
de mal en Corato? ¿No hay tal vez la rebelión hacia el Creador por parte de
la criatura, entre sacerdotes y seglares, entre partidos y partidos? Y bien, tu
estado de rebelión no querido, el temor, tus penas, es estado expiatorio, y
este estado de expiación Yo lo sufrí en el Getsemaní, tanto, que llegué a
decir: “Si es posible pase de Mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad sino
la tuya.” Mientras que en todo el curso de mi Vida la había deseado tanto
hasta sentirme consumir.”
Al oír esto parece que me he tranquilizado y me sentí fortificada, y le
he pedido que derramara en mí sus amarguras, y habiéndome acercado a su
boca, por cuanto chupaba no salía nada, sólo un aliento amarguísimo que me
amargaba todo el interior, entonces yo, viendo que nada derramaba he dicho:
“Señor, ¿ya no me quieres? Si no quieres derramar amarguras al menos
derrama tus dulzuras.”
Y Él: “Más bien te amo más, y si tú pudieras entrar en mi interior
verías con claridad en todas mis partículas el amor especial hacia ti, y
algunas veces te amo tanto, que llego a amarte cuanto me amo a Mí mismo,
si bien algunas veces no te puedo ver y me eres nauseante.”
Estas últimas palabras fueron como un relámpago a mi pobre corazón,
pensar que no siempre era amada por mi amante Jesús, y que en ocasiones
llegaba a ser un alma abominable. Si Él mismo no hubiera corrido a
explicarme el significado, yo no habría podido vivir más. Entonces ha
agregado:
“Pobre hija, ¿te es demasiado duro esto? Has encontrado mi misma
suerte, Yo era siempre el que era, uno con la Trinidad Sacrosanta y nos
amábamos con un Amor eterno, indisoluble, no obstante cubierto como
víctima de todas las iniquidades de los hombres, mi exterior era abominable
ante la Divinidad, tanto que la Justicia divina no me perdonó en ninguna
parte, volviéndose inexorable hasta abandonarme. Tú eres siempre como
eres conmigo, pero como desempeñas el estado de víctima, tu exterior
aparece ante la divina Justicia cubierto de las culpas de los demás, he aquí el
por qué te dije esas palabras; sin embargo tú tranquilízate, porque te amo
siempre.”
Dicho esto ha desaparecido. Parece que el bendito Jesús esta vez tenía
ganas de inquietarme, si bien en seguida me da la paz. Sea siempre bendito
y agradecido.
Enero 5, 1903
La libertad es necesaria para conocer al
bueno y al malo. El hombre fue hecho
para el Cielo, no para la tierra.
Esta mañana me sentía casi libre de los sufrimientos, yo misma no
sabía qué hacer. Cuando de repente me he sentido fuera de mí misma y veía
personas de nuestra ciudad, que además de las palabras y calumnias que
habían dicho planeaban llegar a los hechos. Mientras estaba en esto he visto
al bendito Jesús y he dicho: “Señor, demasiada libertad das a estos hombres
infernales, hasta ahora han sido palabras de infierno, y ahora quieren llegar a
poner las manos sobre tus ministros. Átalos y ten compasión de ellos, y al
mismo tiempo defiende a aquellos que te pertenecen.”
Y Él: “Hija, es necesaria esta libertad para conocer al bueno y al
malo, pero debes saber que estoy cansado del hombre, y tan cansado que te
lo participo a ti, de modo que cuando sientes ese cansancio de tu estado de
víctima y casi la voluntad de querer salir de él, te viene de Mí, pero te
advierto que estés atenta en no meter ninguna voluntad, porque Yo voy
buscando la voluntad de la criatura para apoyarme y castigar a los rebeldes.
Sin embargo probemos, todavía te haré sufrir y aquellos quedarán sin fuerza
y no podrán hacer nada de lo que quieren.”
¿Quién puede decir lo que he sufrido y cuántas veces me ha renovado
la crucifixión? Y mientras esto hacía me ha dicho alzando su mano hacia el
cielo:
“Hija mía, al hombre no lo hice para la tierra sino para el Cielo, y su
mente, su corazón, y todo lo que su interior contiene debían existir en el
Cielo, y si esto hiciera, recibiría en las tres potencias el influjo de la
Santísima Trinidad, y Ella quedaría copiada en él mismo; pero como se
ocupa de tierra, recibe en sí el fango, la podredumbre y toda la sentina de
vicios que la tierra contiene.”
Enero 7, 1903
Pide a Jesús que le aclare
su estado y Él se lo esclarece.
Continuando mi habitual estado estaba pensando: “¿Será posible,
puede ser verdad que por pocos sufrimientos míos el Señor suspenda los
castigos, que debilite las fuerzas humanas para que no hagan revoluciones y
para no formar leyes inicuas? Y además, ¿quién soy yo para merecer con
pocos sufrimientos todo esto?” Mientras esto pensaba ha venido el bendito
Jesús y me ha dicho:
“Hija mía, ni tú, ni quien te dirige han comprendido tu estado; tú en el
estado de sufrimientos desapareces del todo, y Yo solo, no místicamente,
sino en carne viva reproduzco mis mismos sufrimientos que sufrió mi
Humanidad. ¿Y no fueron tal vez mis sufrimientos los que debilitaron a los
demonios, iluminaron las mentes cegadas, en una palabra, los que formaron
la redención del hombre? Y si lo pudieron hacer entonces en mi
Humanidad, ¿no lo podrán acaso hacer ahora en la tuya? Si un rey fuera a
habitar en un pequeño tugurio, y desde ahí dispensara gracias, ayuda,
monedas, continuara su oficio de rey, si alguien no lo creyera se diría que es
tonto, pues si es rey puede hacer el bien tanto en el palacio real como en el
pequeño tugurio, es más, se admira más su bondad, porque siendo rey no
desdeña habitar en pequeñas pocilgas y viles chozas; así es tu situación.”
Yo comprendía con claridad todo esto y he dicho: “Señor mío, todo
está bien como dices, toda la dificultad de mi estado está en la venida del
sacerdote.”
Y Él: “Hija mía, aunque un rey habitara en pequeñas pocilgas, por las
circunstancias, por las necesidades, por la condición de rey, es conveniente
que sus ministros no lo dejen solo, sino que le hagan compañía sirviéndolo y
obedeciéndolo en lo que él quiere.”
He quedado tan convencida, que no supe qué más decir.
Enero 9, 1903
Todo está escrito en el corazón de
quien cree, espera y ama. Sin Fe todo
es oscuridad en el intelecto humano.
Esta mañana me sentía toda oprimida, pues había venido monseñor a
visitarme porque decía que no era cierto que fuera Jesucristo quien obraba
en mí, y al venir el bendito Jesús me ha dicho:
“Hija mía, para comprender bien a un sujeto se necesita creer, porque
sin esto todo es oscuridad en el intelecto humano, mientras que el sólo creer
enciende en la mente una luz, y por medio de esta luz descubre con claridad
la verdad y la falsedad, cuando obra la Gracia y cuando la naturaleza y
cuando lo diabólico. Mira, el evangelio es conocido por todos, ¿pero quién
comprende el significado de mis palabras, las verdades que él contiene?
Quién las conserva en su propio corazón y hace de ellas un tesoro para
comprarse el reino eterno, o sea, quien cree. Y todos los demás no sólo no
comprenden nada, sino que se sirven de ellas para hacer escarnio y burlarse
de las cosas más santas. Por lo tanto se puede decir que todo está escrito en
los corazones de quien cree, espera y ama, y para todos los demás, nada está
escrito para ellos. Así es de ti, quien cree un poco ve las cosas con claridad
y encuentra la verdad; quien no, ve las cosas todas confusas.”
Enero 10, 1903
Las palabras que más consuelan a la
dulce Mamá son: “Dominus Tecum.” 5
Esta mañana, después de haber esperado mucho ha venido la Reina
Madre con el niño en brazos, y me lo ha dado diciéndome que lo tuviera
cortejado con actos continuos de amor. Por cuanto he podido lo he hecho, y
mientras esto hacía Jesús me ha dicho:
“Amada mía, las palabras más agradables y que más consuelan a mi
Madre son el “Dominus Tecum”, porque no apenas fueron pronunciadas por
el arcángel, sintió comunicarse en Ella todo el Ser Divino, y por eso se sintió
investida del poder divino, de modo que el suyo, frente al poder divino, se
perdió y mi Madre quedó con el poder divino en sus manos.”
Enero 11, 1903
Ve a Monseñor que combate por la religión.
Habiéndome dicho el confesor que rezara según las intenciones de
monseñor, veía, encontrándome fuera de mí misma, que no concernía a
monseñor sino a otras personas, y entre éstas veía a una mujer buenísima,
pero toda consternada y que lloraba, y monseñor bajo los brazos de una cruz
con Cristo clavado encima de ella, que defendía, y debía tener ocasión para
combatir por la religión, y el bendito Jesús que decía:
5 El Señor es contigo.
“Los confundiré.”
Enero 13, 1903
Ve a la Santísima Trinidad.
Males de las adulaciones.
Encontrándome en mi habitual estado, me parecía ver a la Santísima
Trinidad que recíprocamente se miraban, y era tanta su belleza que quedaban
estáticos con sólo mirarse, y en este estado se desbordaban fuera en Amor, y
por este Amor quedaban como sacudidos, y permanecían más intensamente
estáticos, así que todo su bien y complacencia estaban comprendidos en
Ellos mismos, y toda su eterna Vida, bienaventuranza y funcionamiento,
estaban encerrados en esta única palabra: “Amor.” Y toda la
bienaventuranza de los santos estaba formada por este obrar perfecto de la
Santísima Trinidad.
Mientras esto veía, el Hijo ha tomado la forma de Crucifijo, y saliendo
de entre Ellos vino a mí participándome las penas de la crucifixión, y
mientras estaba conmigo se ha puesto de nuevo en medio de Ellos y ha
ofrecido sus y mis sufrimientos, y dio satisfacción por el amor que le debían
todas las criaturas. ¿Quién puede decir su complacencia y cómo quedaban
satisfechos por el ofrecimiento del Hijo? Parecía que así como al crear a las
criaturas no había salido otra cosa de su interior que llamas contenidas de
amor, pues para dar desahogo a este amor se pusieron a crear tantas otras
imágenes de Ellos, entonces quedaban satisfechos cuando recibían lo que
habían dado, esto es: Amor han dado, amor quieren. Así que la más fea
ofensa es el no amarlos. Sin embargo, ¡oh Dios tres veces Santo! ¿Quién es
aquél que te ama?
Después de esto han desaparecido. ¿Pero quién puede decir lo que
comprendía? Mi mente se perdía y la lengua no sabe articular palabra.
Entonces, poco después volvió el bendito Jesús con el rostro cubierto de
escupitinas y de fango, y me ha dicho:
“Hija mía, las alabanzas, las adulaciones, son escupitinas y fango que
ensucian y enlodan al alma y ciegan la mente para no dejarle conocer quién
verdaderamente es ella, especialmente si no parten de la verdad, porque si
parten de la verdad y la persona es digna de alabanzas, conociendo la verdad
me dará a Mí la gloria; pero si parten de la falsedad, empujan a tal exceso al
alma, que se confirma mayormente en el mal.”
Enero 31, 1903
Efectos de la corona de espinas de Jesús.
Después de haber esperado mucho, he visto al bendito Jesús en mi
interior que tenía la corona de espinas, y yo me puse a contemplarlo y a
compadecerlo y Él me ha dicho:
“Hija mía, quise sufrir estas espinas en mi cabeza, además de para
expiar todos los pecados de pensamiento, para unir la inteligencia divina a la
humana, porque la inteligencia divina estaba como dispersa en las mentes
humanas, y mis espinas la llamaron del Cielo y la injertaron de nuevo. No
sólo esto, sino que obtuve, para quien debía manifestar las cosas divinas,
ayuda, fuerza, lucidez para hacerla conocer a los demás.”
Febrero 1, 1903
La Reina Mamá la reprende. Se abre
una iglesia protestante en Corato.
Encontrándome en mi habitual estado, me sentía toda afligida,
especialmente porque mi confesor me había dicho que esta mañana se abría
en Corato una iglesia protestante, y que yo debía rogar al Señor que hiciera
suceder alguna cosa para confundirlos, a costa de cualquier sufrimiento mío,
y viendo que el Señor no venía y por lo tanto yo no sentía grandes
sufrimientos, único medio para obtener esta especie de gracias, sentía una
aflicción grandísima. Después de mucho esperar ha venido el bendito Jesús,
y veía al confesor que insistía mucho y rogaba para hacerme sufrir; así
parece que me participó las penas de la cruz, y después me ha dicho:
“Hija mía, te he hecho sufrir obligado por la potestad sacerdotal, y
permitiré que aquellos que vayan, en vez de quedar convencidos de lo que
los protestantes digan, los tomarán a burla, y además, como el castigo cayó
sobre Corato en los días que te tuve suspendida del estado de víctima, debe
tener su curso, y si tú continúas sufriendo dispondré de modo tal a los
corazones, que a tiempo oportuno me serviré de alguna ocasión para
hacerlos quedar del todo confundidos y destruidos.”
Después ha venido la Reina Madre, como si hubiera querido usar
conmigo un trato de justicia me ha reprendido ásperamente por algún
pensamiento y palabra, especialmente cuando viéndome con poquísimos
sufrimientos digo que no es ya Voluntad de Dios y entonces quiero salir de
este estado. ¿Quién puede decir con qué rigor me ha reprendido? Y me ha
dicho: “Que el Señor permita que algunos días te suspenda, puede ser; pero
que te dispongas tú, esto es intolerable ante Dios, viniendo tú casi a dictar
leyes del modo como te quiere tener.” Sentí tanto la fuerza del rigor, que
estaba por desmayarme, tanto que el bendito Jesús teniendo compasión de
mí, me sostuvo entre sus brazos.
Febrero 9, 1903
Los bienes que tiene la Iglesia
católica, y los males de los protestantes.
Quien hace en todo la Voluntad de Dios,
posee el centro de la Divinidad.
Esta mañana, encontrándome fuera de mí misma veía al confesor con
otro sacerdote santo, el cual decía: “Quítate todo pensamiento de que no es
Voluntad de Dios tu situación.”
Después ha hablado sobre estos protestantes que dicen de Corato, y ha
dicho: “Poco o nada harán, porque los protestantes no tienen el anzuelo de
la verdad para pescar los corazones, como lo tiene la Iglesia católica, les
falta la barca de la verdadera virtud para ponerlos a salvo, están desprovistos
de velas, de remos, de ancla, los cuales son los ejemplos y enseñanzas de
Jesucristo, y llegan a no tener ni un pan para quitarse el hambre, ni agua para
quitarse la sed y lavarse, como son los sacramentos, y lo que es más, les falta
hasta el mar de la Gracia para poder ir a pescar almas. Así que faltando todo
esto, ¿qué progresos podrán hacer?” Y ha dicho tantas otras cosas que yo no
sé repetir bien. Después ha venido mi amable Jesús y me ha dicho:
“Hija mía, quien me ama se fija de frente al centro divino, pero quien
se resigna y hace en todo la Voluntad Divina, posee en sí mismo el centro de
la Divinidad.”
Y como relámpago ha desaparecido. Poco después ha regresado y yo
le estaba agradeciendo por la Creación y Redención y por tantos otros
beneficios, y Él ha agregado:
“En la Creación formé el mundo material, y en la Redención formé el
mundo espiritual.”
Febrero 22, 1903
El pecado es veneno, y el dolor es el contraveneno.
Encontrándome en mi habitual estado, por poco tiempo he visto a mi
adorable Jesús y me ha dicho:
“Hija mía, el pecado ofende a Dios e hiere al hombre, y como fue
cometido por el hombre y fue ofendido Dios, para recibir una plena
satisfacción se necesitaba un hombre y un Dios que satisficiera. Y los
treinta años de mi Vida mortal dieron satisfacción por las tres edades del
mundo; por los tres diferentes estados de ley: La natural, la escrita y la de la
Gracia; y por las tres diversas edades de cada hombre: Adolescencia,
juventud y vejez. Yo por todos di satisfacción, merecí e impetré, y mi
Humanidad sirve de escalera para subir al Cielo, pero si el hombre no sube
esta escalera con el ejercicio de las propias virtudes, en vano intenta subir y
volverá inútil para sí mismo mi obrar.”
Entonces yo, oyendo nombrar el pecado he dicho: “Señor, háblame un
poco de por qué te complace tanto cuando un alma se duele de haberte
ofendido.”
Y Él: “El pecado es un veneno que envenena toda el alma y la vuelve
tan deforme, que llega a hacer desaparecer en ella mi imagen, y el dolor
destruye este veneno y le restituye mi imagen, el verdadero dolor es un
contraveneno, y conforme el dolor destruye el veneno, hace un vacío en el
alma, y este vacío lo llena mi Gracia. Esta es la causa de mi agrado, porque
veo resucitada por medio del dolor la obra de mi Redención.”
Febrero 23, 1903
No quieren por cabeza a Nuestro Señor.
La Iglesia será siempre Iglesia.
Encontrándome fuera de mí misma, me he encontrado cerca de un
jardín que parecía que fuera la Iglesia, cerca del cual estaban personas que
maquinaban un atentado a la Iglesia y al Papa, y en medio de estos estaba
Nuestro Señor crucificado, pero sin cabeza. ¿Quién puede decir la pena, el
horror que daba ver su santísimo cuerpo en aquel estado? Y comprendía que
los hombres no quieren a Jesucristo por su cabeza, y como la Iglesia lo
representa sobre esta tierra, por eso buscan destruir a aquel que hace sus
veces. Después me he encontrado en otro lugar, en el cual estaban otras
personas que me preguntaban: “¿Qué dices tú de la Iglesia?”
Y yo, sintiendo una luz en la mente he dicho: “La Iglesia será siempre
Iglesia, a lo más podrá lavarse en su propia sangre, pero este lavado la
volverá más bella y gloriosa.”
Ellos al oír esto han dicho: “Es falso, llamemos a nuestro dios y
veamos qué cosa dice.”
Entonces ha salido un hombre que superaba a todos en altura, con
corona en la cabeza, y ha dicho: “La Iglesia será destruida, no existirán
funciones públicas, a lo más alguna escondida, y la Virgen no será más
reconocida.”
Yo al oír esto he dicho: “¿Y quién eres tú que te atreves a decir esto?
¿No eres tú acaso aquella serpiente condenada por Dios a arrastrarse por la
tierra? Y ahora te atreves a tanto que haces creer que eres rey, engañando a
las gentes, te ordeno que te hagas conocer por lo que eres.”
Mientras esto decía, de alto se ha hecho bajo, bajo, ha tomado la forma
de serpiente, y provocando un relámpago se ha precipitado, y yo me he
encontrado en mí misma.
Marzo 5, 1903
Jesús se hace ver llevando un fajo de cruces en los
brazos, y le dice que son las cruces del desengaño
que tiene listas para cada uno.
Encontrándome en mi habitual estado, me he encontrado junto con el
bendito Jesús que llevaba un fajo de cruces de espinas en los brazos, todo
cansado y afanado. Y yo, viéndolo en aquel estado he dicho: “Señor, ¿con
qué fin afanarte tanto con este fajo en los brazos?”
Y Él: “Hija mía, estas son las cruces del desengaño que tengo siempre
listas para desengañar a las criaturas.”
Ahora, mientras esto decía nos hemos encontrado en medio de las
gentes, y el bendito Jesús, no apenas veía a uno que se apegaba a las
criaturas, tomaba de aquel fajo la cruz de la persecución y se la daba, y
aquel, viéndose perseguido, mal visto, quedaba desengañado y comprendía
qué eran las criaturas y que sólo Dios merece ser amado. Si algún otro se
apegaba a las riquezas, tomaba de aquel fajo la cruz de la pobreza y se la
daba, y aquel, viéndose esfumadas las riquezas, empobrecido, comprendía
que todo es humo acá abajo y que verdaderas riquezas son las eternas, y por
lo tanto a todo lo que es eterno apegaba su corazón. Si otro se ataba a la
propia estima, al saber, el bendito Jesús con toda dulzura tomaba la cruz de
las calumnias y de las confusiones y se la daba, y aquel, confundido,
calumniado, se quitaba como una máscara y comprendía su nada, su ser, y
todo su interior lo ordenaba en orden sólo a Dios y no más a sí mismo, y así
de todas las otras cruces. Después de esto mi adorable Jesús me ha dicho:
“¿Has visto la causa por la que tengo este fajo de cruces en los brazos?
El amor hacia las criaturas me obliga a tenerlo, estando en continua actitud
hacia ellas; siendo la cruz el desengaño primario y el primero que juzga el
obrar de las criaturas, de modo que si la criatura se rinde, la cruz le hará
evitar el juicio de Dios, dándome por satisfecho cuando uno en vida se
somete al juicio de la cruz, pero si no se rinde, se encontrará en el ambiente
del segundo desengaño de la muerte, y será juzgado con un estrechísimo
rigor por Dios, mucho más por haber escapado del juicio de la cruz, que es
juicio todo de amor.”
Después de esto ha desaparecido, y yo comprendía también que es
verdad que Jesús ama la cruz, pero muchas veces el hombre mismo incita,
provoca a Jesús a darle la cruz, porque si estuviese ordenado en orden a
Dios, a sí mismo y a las criaturas, no viendo en él ningún desorden, el Señor
se las quedaría y daría la paz.
Marzo 6, 1903
Jesús la lleva a ver el mundo y dice “Ecce homo.” 6
Después de haber esperado mucho, el bendito Jesús se hacía ver
dentro de mi interior, diciéndome:
“¿Quieres que vayamos a ver si las criaturas me quieren?”
Y yo: “Seguro que te querrán; siendo Tú el Ser más amable, ¿quién
tendrá la osadía de no quererte?”
Y Él: “Vayamos y después verás lo que harán.”
Nos hemos ido, y cuando llegamos a un punto donde había mucha
gente, ha sacado su cabeza de dentro de mi interior y ha dicho aquellas
palabras que dijo Pilatos cuando lo mostró al pueblo: “Ecce Homo.” Y
comprendía que aquellas palabras significaban si querían que el Señor
reinase como su Rey, y tuviese el dominio en sus corazones, en las mentes y
obras, y aquellos respondieron: “Quítenlo, no lo queremos, más bien
6 He aquí al hombre.
crucifíquenlo, a fin de que sea destruida toda memoria suya.” ¡Oh, cuántas
veces se repiten estas escenas! Entonces el Señor ha dicho a todos: “Ecce
Homo.”
Al decir esto sucedió un murmullo, una confusión, quien decía: “No
lo quiero por Rey mío, quiero la riqueza, otro el placer, otro el honor, quien
las dignidades y quien tantas otras cosas más. Con horror yo escuchaba
estas voces y el Señor me ha dicho:
“Has comprendido como nadie me quiere, sin embargo esto es nada,
dirijámonos a la clase religiosa y veamos si me quieren.”
Entonces me he encontrado en medio de sacerdotes, obispos,
religiosas, consagrados, y Jesús con voz sonora ha repetido: “Ecce Homo.”
Y aquellos decían: “Lo queremos, pero queremos también nuestra
conveniencia.” Otros: “Lo queremos, pero junto con el interés.”
Respondían otros: “Lo queremos pero unido a la estima, al honor, ¿qué
hace un religioso sin estima?” Replicaban otros: “Lo queremos, pero unido
a alguna satisfacción de criatura, ¿cómo se puede vivir solo y sin que nadie
nos satisfaga?” Y algunos llegaban a querer al menos la satisfacción en el
sacramento de la confesión. Pero solo, solo, casi ninguno lo quería, no
faltando también que alguno no se ocupara de hecho de Jesucristo.
Entonces, todo afligido me ha dicho:
“Hija mía, retirémonos, has visto cómo ninguno me quiere, o a lo más
me quieren unido con alguna cosa que a ellos les agrada, Yo no me contento
con esto, porque el verdadero reinar es cuando se reina solo.”
Mientras esto decía me he encontrado en mí misma.
Marzo 9, 1903
Jesús habla de la humildad y de la correspondencia.
Continuando mi habitual estado, oía que en mi interior el bendito
Jesús rezaba diciendo:
“Padre Santo, glorifica tu nombre, confunde y ocúltate a los soberbios
y manifiéstate a los humildes, porque sólo el humilde te reconoce por su
Creador y se reconoce como tu criatura.”
Dicho esto no se dejó oír más, si bien yo comprendía la fuerza de la
humildad ante Dios; me parecía que no tiene ninguna duda en confiarle los
más preciosos tesoros, más bien todo está abierto para los humildes, ninguna
cosa está bajo llave. Todo lo contrario para los soberbios, más bien parece
que les pone un lazo en los pies para confundirlos a cada paso. Poco
después se ha hecho ver otra vez y me ha dicho:
“Hija mía, si un cuerpo está vivo se conoce por el calor interno
continuo, porque se puede dar que mediante algún calor externo se pueda
calentar, pero no viniendo de la verdadera vida pronto vuelve a enfriarse.
Así el alma, se puede conocer si está viva a la Gracia si su vida interna está
viva en el obrar, en amarme, si siente la fuerza de mi misma Vida en la suya.
Si en cambio es por cualquier causa aparente que se calienta, hace algún
bien y después se enfría, regresa a los vicios, comete las acostumbradas
debilidades, hay una gran certeza de que está muerta a la Gracia, o bien está
en los últimos extremos de la vida. Así se puede conocer si verdaderamente
soy Yo quien voy al alma, si siente mi Gracia en su interior y todo su bien se
funda en su interior; si en cambio todo es externo y nada advierte en su
interior de bien, puede ser obra del demonio.”
Mientras esto decía ha desaparecido, pero poco después regresó y ha
agregado:
“Hija mía, que terrible puede ser para las almas que han sido muy
fecundadas por mi Gracia y no han correspondido. La nación hebrea, la más
predilecta, la más fecundada, no obstante la más estéril, y toda mi persona
no produjo aquel fruto que produjo Pablo en las otras naciones menos
fecundadas, pero más correspondientes, porque la incorrespondencia a la
Gracia ciega al alma, y la hace equivocarse y la dispone a la obstinación, aun
frente a cualquier milagro.”
Marzo 12, 1903
Lamentos. Jesús habla de su Vida y de la Eucaristía.
Encontrándome en mi habitual estado, me veía sola y abandonada,
entonces, después de haber esperado mucho se ha hecho ver en mi interior, y
yo le he dicho:
“Dulce vida mía, cómo me has dejado sola, cuando Tú me pusiste en
este estado todo fue unión y todo lo concertábamos juntos, y con dulce
fuerza me atrajiste toda a Ti. ¡Oh! cómo se ha cambiado la escena, no sólo
me has abandonado, no sólo no me haces ninguna fuerza para tenerme en
aquel estado, sino que estoy obligada a hacerte una continua fuerza para no
salir de este estado, y este forzarte es para mí un continuo morir.”
Y Él me ha dicho: “Hija mía, lo mismo sucedió cuando en el
consistorio de la Sacrosanta Trinidad se decretó el misterio de la
Encarnación para salvar al género humano, y Yo unido con su Voluntad
acepté y me ofrecí víctima por el hombre, todo fue unión entre las Tres
Divinas Personas y todo fue planeado juntos, pero cuando me puse a la obra
llegó un momento, especialmente cuando me encontré en el ambiente de las
penas, de los oprobios, cargado de todas las maldades de las criaturas, que
me quedé solo y abandonado por todos, hasta por mi amado Padre, y no sólo
esto, sino que así, cargado de todas las penas como estaba, debía forzar al
Omnipotente que aceptara y que me hiciera continuar mi sacrificio por la
salvación de todo el género humano, presente, pasado y futuro. Y esto lo
obtuve. El sacrificio dura aún, el esfuerzo es continuo, si bien esfuerzo todo
de amor, ¿y quieres saber dónde y cómo? En el sacramento de la Eucaristía,
en él el sacrificio es continuo, perpetuo, es la fuerza que hago al Padre para
que use Misericordia con las criaturas y con las almas para obtener su amor,
y me encuentro en continuo contraste de morir continuamente, si bien todas
muertes de amor. Entonces, ¿no estás contenta de que te haga partícipe de
los períodos de mi misma Vida?”
Marzo 18, 1903
Jesús dice que quien hace su Querer escoge lo mejor.
Esta mañana, habiéndome preguntado el confesor si sentía el deseo de
sufrir, yo le he respondido: “Sí.” Pero me sentía más tranquila, gozaba más
paz y contento cuando no quería otra cosa sino lo que quiere Dios, por eso
en aquello quería detenerme. Después, habiendo venido el bendito Jesús me
ha dicho:
“Hija mía, tú has escogido lo mejor, porque quien está siempre en mi
Voluntad, me ata en modo de hacer salir de Mí una continua virtud para
tenerla en continua actitud hacia Mí, tanto, que ella forma mi alimento y Yo
el suyo; en cambio, aunque el alma hiciese cosas grandes, santas y buenas,
como no es virtud que haya salido de Mí, no podrá ser para Mí alimento
sabroso, porque no las reconozco como obras de mi Voluntad.”