volumen 10
I. M. I.
Marzo 10, 1909
El Padre hace una sola cosa con Jesús.
Jesús se da continuamente a las almas.
Continuando mi habitual estado me he encontrado fuera de mí misma con
el niño Jesús en brazos, y yo le he dicho: “Dime querido mío, ¿qué cosa
hace el Padre?”
Y Él: “Hace una sola cosa conmigo; así que lo que hace el Padre hago
Yo.”
Entonces yo he agregado: “¿Y con los santos qué cosa haces?”
Y Él: “Darme continuamente, así que Yo soy vida de ellos, gozo,
felicidad, bien inmenso, sin término y sin confines. De Mí están llenos, en
Mí todo encuentran, Yo soy todo para ellos y ellos son todos para Mí.”
Yo al oír esto quería como enojarme y le he dicho: “A los santos te das
continuamente, en cambio a mí tan limitado, tan avaramente y a intervalos,
hasta hacerme pasar parte del día sin que vengas, y a veces tardas tanto que
me viene el temor de que ni siquiera en la noche vendrás, por eso yo vivo
muriendo, pero de la muerte más cruel y despiadada, y sin embrago decías
que me amabas mucho.”
Y Él: “Hija mía, también a ti me doy continuamente, ahora
personalmente, ahora con la Gracia, ahora con la luz, y en tantos otros
modos. Y además, ¿quién te dice que no te amo tanto, tanto?”
Ahora, mientras estaba en esto me ha venido un pensamiento, que
preguntara si era Voluntad de Dios mi estado, pues esto era más necesario
que lo que le estaba diciendo, y se lo he preguntado. Y Él en lugar de
responderme se ha acercado y me puso su lengua en mi boca, y yo no pude
hablar más, sólo chupaba una cosa que no sé decir; y al retirarla apenas he
podido decir: “Señor, regresa pronto, quién sabe cuando vendrás.”
Y ha desaparecido.
Abril 1, 1909
Jesús enjoya al alma con las
gemas que produce el dolor.
Me sentía muy sufriente, hasta el punto de no poderme mover y estaba
ofreciendo mis pequeños sufrimientos junto con los de Jesús y con la
intensidad de amor con la cual Él quería glorificar al Padre, reparar nuestras
culpas y obtener todos los bienes que nos consiguió con sus sufrimientos, y
decía entre mí: “Hago de cuenta que estos mis sufrimientos sean mi
martirio, que los dolores sean los ayudantes de los verdugos, que la cama es
el lugar de tortura, que la inmovilidad es la soga que me tiene atada para
hacer que llegue a ser más amada y amante de mi sumo bien; pero verdugos
yo no veo, entonces ¿quién es mi verdugo, que no sólo en el exterior del
cuerpo, sino también en las partes más íntimas, hasta en el fondo de mi alma
me lacera, me despedaza, tanto que el cerco de la vida me parece que
quisiera romperse? ¡Ah, mi verdugo es propiamente Jesús bendito!” Y en
ese momento, casi como dentro de un relámpago me ha dicho:
“Hija mía, es demasiado honor para ti el ser Yo tu verdugo. Yo no hago
otra cosa que como alguno que debiendo desposar a la novia y hacerla
aparecer en público, para hacer que tenga una bella presentación y para
hacerla digna de él, no se fía de ninguno, ni siquiera de ella misma, sino que
él mismo la quiere limpiar, peinar, vestir, adornar con gemas, con brillantes.
Esto es un gran honor para la esposa, y además no tendrá ningún
pensamiento acerca de si agradará a su esposo o no, si le agradará como se
he adornado o la tomará por una tonta al no haber sabido adivinar el modo
para agradarle más. Así hago Yo con mis esposas amadas, es tanto el amor
que les tengo que no me fío de ninguno; me veo obligado a hacerla de
verdugo, pero verdugo amoroso. Y ahora la lavo, ahora la peino, ahora la
visto con el vestido más bello, ahora la enjoyo, pero no con joyas salidas de
la tierra, que son cosas superficiales, sino con joyas que hago salir del fondo
del alma, de las partes más íntimas, que se forman con el toque de mis dedos
que crean el dolor, y del dolor salen las joyas; convierte la voluntad en oro y
esta voluntad convertida en oro por mis mismas manos, hará salir joyas
preciosas de todos los colores y las coronas más bellas, los vestidos más
magníficos y las flores más perfumadas, las músicas más agradables, y Yo
con mis mismas manos, a medida que la hago producir, así la iré arreglando
toda para adornarla siempre más. Todo esto pasa con las almas sufrientes,
así que, ¿no tengo tal vez razón en decirte que es un gran honor para ti?”
Mayo 5, 1909
Los sufrimientos imprimen la
santidad de Jesús en el alma.
Encontrándome en mi habitual estado, en cuanto ha venido mi benigno Jesús
se ha hecho oír con su dulce voz diciéndome:
“Hija mía, las mortificaciones, miserias, privaciones, dolores, cruces,
sirven a quien se sirve de ellos para imprimir mi santidad en el alma y para
irse embellecido de todas las variedades de los colores divinos; además no
son otra cosa que tantos perfumes de Cielo, con los cuales el alma queda
toda perfumada.”
Mayo 8, 1909
Quien mucho habla está vacío de Dios.
Continuando mi habitual estado, en cuanto mi amable Jesús se hizo ver me
ha dicho:
“Hija mía, quien mucho habla es señal de que está vacío en su interior,
mientras que quien está lleno de Dios, encontrando más gusto en su interior
no quiere perder aquel gusto, le cuesta trabajo hablar y sólo por necesidad
habla, y aun hablando no se aparta jamás de su interior, y trata, por cuanto
está en él, de imprimir en los otros lo que siente en sí. Mientras que quien
mucho habla no sólo está vacío de Dios, sino que con su mucho hablar trata
de vaciar de Dios a los demás.”
Mayo 16, 1909
El sol es símbolo de la Gracia.
Continuando mi habitual estado, en cuanto ha venido el bendito Jesús me ha
dicho:
“Hija mía, el sol es como un símbolo de la Gracia, el cual donde
encuentra vacío, aunque fuera una caverna, un subterráneo, una fisura, un
agujero, con tal que estén vacíos y haya alguna pequeña abertura para entrar,
entra y todo lo llena de luz; con esto no disminuye su luz en los otros
espacios donde está, y si la luz no ilumina más, no es que le falte la luz, sino
que le falta el terreno para poder difundir de más su luz. Así es mi Gracia,
más que sol majestuoso envuelve a todas las criaturas con su benéfico
influjo, pero no entra sino sólo en los corazones vacíos, y por cuanto vacío
encuentra, tanta luz hace penetrar dentro de los corazones. Pero, ¿cómo se
forman estos vacíos? La humildad es la pala que excava y forma el vacío; el
desapego de todo, aun de sí mismo, es el vacío mismo; la ventana para hacer
entrar la luz de la Gracia en este vacío es la confianza en Dios y la
desconfianza de sí mismo; así que por cuanto confía en Dios, otro tanto
ensancha la puerta para hacer entrar la luz y tomar de ella mayor Gracia; la
custodia que guarda la luz y la engrandece es la paz.”
Mayo 20, 1909
El amor a Dios supera todo.
Continuando mi habitual estado, Jesús apenas como relámpago se ha hecho
ver y me ha dicho:
“Hija mía, no hay cosa que pueda superar al amor, ni la doctrina, ni la
dignidad, mucho menos la nobleza. A lo más, quien se ocupa en hacer a
veces especulaciones en torno a mi Ser me puede conocer más o menos,
¿pero quién llega a hacerme su propio objeto? El amor. ¿Quién llega a
comerme como se hace con un alimento? El amor. Quien ama me devora;
quien me ama, en cada partícula de su ser encuentra fundido mi Ser. Hay
diferencia entre quien me ama de verdad y los demás, de cualquier condición
o cualidades que sean, la diferencia es como la que hay entre quien conoce
un objeto precioso, lo aprecia, lo estima, pero no es cosa suya, y entre quien
posee aquel objeto precioso como propio; ¿quién es más afortunado entre
estos, quien lo conoce o quien lo posee? Ciertamente quien lo posee, así que
el amor suple la doctrina y la supera, suple a la dignidad y supera todas las
dignidades, dándole la dignidad divina, suple por todo y supera todo.”
Mayo 22, 1909
Las dulces notas de amor.
Esta mañana habiendo recibido la comunión, el bendito Jesús no ha
venido, y después de haber estado mucho tiempo esperando, entre la vigilia
y el sueño, viendo que pasaba la hora y Jesús no venía, quería salir de mi
sueño y al mismo tiempo quería quedarme por el desgarro que sentía en el
corazón por no haberlo visto; me sentía como un niño que queriendo dormir
es despertado por la fuerza y hace un berrinche y llora, pero en mi berrinche,
mientras me esforzaba por despertarme decía en mi interior: “¡Qué amarga
separación! Me siento sin vida, sin embargo vivo, pero la vida es más dura
que la muerte; sin embargo sea por amor tuyo tu misma privación, por amor
tuyo la amargura que siento, por amor tuyo mi corazón desgarrado, por amor
tuyo la vida que no siento aunque vivo; y para hacer que te sea más grato,
uno este mi sufrir en la inmensidad de tu Amor y te ofrezco con el mío tu
mismo Amor.” Pero mientras esto decía se ha movido en mi interior y me
ha dicho:
“Cómo es dulce y deleitable a mi oído la nota del amor, dila, dila otra vez,
repítela de nuevo, recrea mi oído con estas notas de amor tan armoniosas
que me descienden hasta en el corazón y todo me endulzan.”
Sin embargo, ¿quién lo creería? Tengo vergüenza de decirlo, en mi
berrinche he respondido: “No quiero decirlo, Tú te endulzas y yo me
amargo más.” Mi dulce Jesús ha hecho silencio, como si se disgustara por
mi respuesta, y no apenas me he despertado he repetido muchas veces mis
notas de amor, pero no se ha hecho oír más, ni ver en todo el día.
Mayo 25, 1909
Jesús confunde al alma en amor.
Continuando mi habitual estado, el bendito Jesús no venía, pero yo he
sentido todo el día como a alguien que me apuraba, que no me dejaba perder
ni un minuto de tiempo, sino que me tenía siempre en continua oración. Un
pensamiento me quería distraer al decirme: “Cuando el Señor no viene tú
rezas más, estás más atenta, y con esto das ocasión para que no venga,
porque el Señor dirá: Ya que se porta mejor cuando no vengo, es mejor que
la prive de Mí.” Yo no pudiendo perder tiempo y escuchar lo que decía el
pensamiento, para cerrarle la puerta en la cara he dicho: “Por cuanto más Él
no venga, yo más lo confundiré en amor, yo no quiero darle ocasión, esto
puedo y esto quiero hacer, y Él es dueño de hacer lo que quiera.” Y sin
pensar en el desatino que me había dicho el pensamiento continué lo que
debía hacer. Y en la noche, cuando ya ni siquiera me acordaba de eso, el
bendito Jesús ha venido y sonriéndome me ha dicho:
“Bravo, bravo a mi amante que quiere confundirme en amor, sin embargo
te digo: Jamás me confundirás, y si alguna vez pareciera que me confundas
en amor, soy Yo quien te da la libertad de hacerlo, porque el único alivio y
la cosa que más gozo por parte de las criaturas es el amor. De hecho era Yo
quien te sugería rezar, que rezaba contigo, que no te daba reposo, así que en
vez de confundirme tú, Yo te confundía en amor, y como tú te sentías toda
llena de amor y por eso quedabas confundida, viendo qué tanto vertía en ti
mi Amor, creías que me confundías a Mí con tu amor; pero te digo, con tal
de que tú busques amarme más, gozo de éstos tus desatinos y hago de ellos
un entretenimiento entre tú y Yo.”
Julio 14, 1909
Sólo Dios puede infundir paz en el alma.
Me la he pasado amargamente con la privación del bendito Jesús, a lo más se
hace ver como una sombra o un relámpago, y algunas veces también la
fulguración parecía que huía. Mi mente era molestada por el pensamiento de
que siendo Jesús tan bueno, cuán cruelmente me ha dejado, ¡ah, tal vez no
era Él el que venía, su bondad no me lo habría hecho! Quién sabe si no haya
sido el demonio, o mi fantasía, o bien sueños, pero en la parte íntima el alma
no quería saber de esto, quería estarse en paz y parecía que se apartaba de
todo, se adentraba siempre más en la Voluntad de Dios, se escondía en Ella
tomando un sueño profundo en su Santo Querer, y no hay modo de que se
despierte; parece que el buen Jesús la encierra tanto en su Querer, que ni
siquiera la puerta deja que se encuentre para poder tocar y hacerle oír que
Jesús la ha dejado, y ella duerme y se está en paz. La mente, no encontrando
ninguna respuesta dice entre sí: “¿Sólo yo debo enojarme? También yo
quiero tranquilizarme y hacer la Voluntad de Dios; venga, que venga con tal
que haga su Santa Voluntad.” Éste es mi estado presente.
Ahora, esta mañana pensando en lo que he escrito arriba, el buen Jesús me
ha dicho:
“Hija mía, si fueran fantasías, sueños, demonios, no tendrían tanta fuerza
de hacerte poseer la aureola de la paz, y no por un día, sino por veinticinco
años, ninguno hubiera podido hacerte respirar esa aura de suave paz dentro y
fuera de ti, sólo aquél que es todo paz, y que si un aliento de turbación
pudiera sorprenderlo, dejaría de ser Dios, quedaría ofuscada su Majestad,
empequeñecida su Grandeza, débil su Potencia, en suma, todo el Ser Divino
recibiría una sacudida. Aquél que te posee y que tú posees te resguarda, te
defiende continuamente de todo aliento de turbación. Recuerda que en todas
mis visitas siempre te he corregido si había en ti algún aliento de turbación,
y de ninguna otra cosa me he disgustado tanto como de no verte en paz, y
solamente me he ido cuando te he tranquilizado toda. La fantasía, el sueño,
mucho menos el demonio, tienen esta virtud, y mucho menos la pueden
infundir a los demás, por eso tranquilízate y no me seas ingrata.”
Julio 24, 1909
Todo lo que el alma hace por amor de Dios, entra
en Él y se transforma en sus mismas obras.
Estaba pensando en la miseria de mi estado presente y decía entre mí:
“Todo ha terminado para mí, Jesús ha olvidado todo, no se recuerda más de
mis fatigas, de los sufrimientos que en tantos años de cama he pasado por
amor suyo.” Y entonces mi mente iba repasando algunos sufrimientos, de
los más graves que he pasado. Mientras estaba en esto el bendito Jesús me
ha dicho:
“Hija mía, todo lo que es hecho por amor mío entra en Mí y se transforma
en mis mismas obras, y así como mis obras están a beneficio de todos, esto
es, de los viandantes, de los purgantes y de los triunfantes, así todo lo que tú
has hecho y sufrido por Mí está en Mí, y hacen su oficio en bien de todos,
como los míos. ¿Quisieras tú retirártelos en ti?”
Yo he respondido: “Jamás Señor.” Pero a pesar de todo esto continuaba
pensando y estando un poco distraída de mi acostumbrado obrar interior; y
el buen Jesús ha repetido:
“¿No la quieres terminar tú? Te la hago terminar Yo.”
Y se ha puesto en mi interior a rezar en voz alta y a decir todo lo que
debía decir yo. Viendo esto he quedado confundida y he seguido al buen
Jesús, y en cuanto ha visto que ya no prestaba atención a nada, entonces ha
hecho silencio y yo he quedado sola haciendo lo que tengo costumbre de
hacer.
Julio 27, 1909
El alma es el juguete de Jesús en la tierra.
Encontrándome en mi habitual estado pensaba entre mí: “¿Qué haré? No
sirvo para nada; Él no viene y yo he quedado como un objeto inútil, porque
sin Él no valgo nada, no sufro nada, ¿entonces para qué tenerme sobre esta
tierra? Y Él, en cuanto se ha hecho ver, como un relámpago me ha dicho:
“Hija mía, te tengo como juguete, pero los juguetes no siempre se tienen
en las manos, muchas veces, aun por meses y meses no se tocan, pero a
pesar de esto, cuando el dueño de aquel juguete lo quiere, éste no deja de
formar su diversión. ¿Quieres tú acaso que ni siquiera un juguete tenga Yo
sobre la tierra? Haz que me entretenga contigo a mi agrado sobre la tierra, y
Yo en correspondencia te haré entretenerte conmigo en el Cielo.”
Julio 29, 1909
La paz es virtud divina.
Continuando mi habitual estado decía entre mí: “¿Por qué el Señor quiere
que no entre en mí ni un aliento de turbación y que en todas las cosas me
mantenga siempre en paz? Parece que ninguna cosa le agrada, aunque
fueran obras grandes, virtudes heroicas, sufrimientos atroces; parece que Él
olfatea en el alma, y a pesar de todas estas obras, virtudes y sufrimientos, si
no hay paz queda nauseado y descontento del alma.” En ese momento se ha
hecho oír, y con una voz digna e imponente, respondiendo a mi ¿por qué?,
me ha dicho:
“Porque la paz es virtud divina, y las otras virtudes son humanas, así que
cualquier virtud, si no está coronada por la paz, no se puede llamar virtud,
sino vicio. He aquí el por qué me importa tanto la paz, porque la paz es la
señal más cierta de que se sufre y se obra por Mí, y es la herencia que doy a
mis hijos, la paz eterna que gozarán conmigo en el Cielo.”
Agosto 2, 1909
El alma, juguete de oro y de brillantes.
Estaba pensando en lo que había escrito el 27 del mes pasado y decía entre
mí: “Yo creía que era alguna cosa en las manos del Señor, pero no soy otra
cosa que un juguete. Que objeto vilísimo soy yo. Los juguetes pueden ser
de barro, de tierra, de papel, de masa elástica, que basta que caigan a tierra o
un mínimo golpe para romperse, y no sirviendo más para jugar se desechan.
¡Oh! mi Bien, cómo me siento oprimida pensando que un día u otro me
podrás arrojar de Ti.” Y el buen Jesús se ha hecho oír diciéndome:
“Hija mía, no te oprimas, cuando los juguetes son de materiales viles y se
rompen, se desechan, pero si son de oro o de brillantes, o de otro material
precioso, se mandan reparar y sirven siempre para formar el entretenimiento
de quien tiene el bien de poseerlos. Tal eres tú para Mí, un juguete de
brillantes y de oro purísimo, por tener en ti mi imagen y por haber
desembolsado el precio de mi sangre para adquirirte, y porque estás
adornada con la semejanza de mis sufrimientos. Así que no eres un objeto
vil que pueda desecharte, me cuestas mucho. Puedes estar tranquila, porque
no hay peligro de que pueda desecharte.”
Octubre 1, 1909
Jesús numera, pesa y mide todo en el
alma, a fin de que nada quede disperso,
y de todo sea recompensada.
Encontrándome muy afligida por mi pobre estado, me sentía nauseante a mí
misma y abominable ante Dios. Me sentía como si el Señor me hubiera
dejado a la mitad del camino, y sin Él no puedo seguir más adelante, siento
que no quiere servirse más de mí para evitar los castigos al mundo y por eso
ha alejado de mí las cruces, las espinas, ha interrumpido toda la
participación de la Pasión y roto todas las comunicaciones, lo único que veo
es que está alerta para hacerme estar en paz. Mi Dios, qué pena, si Tú
mismo no me tuvieras distraída de esta mi pérdida de cruces, de Ti, y de
todo, yo moriría de dolor. ¡Ah, si no fuera por tu Santo Querer, en qué mar
de males habría caído! ¡Ah! tenme siempre en tu Santo Querer y eso me
basta.”
Después, encontrándome en mi habitual estado, lloraba y decía entre mí:
“El buen Jesús no me ha tomado en cuenta, ni los años de cama, ni los
sacrificios, no ha tomado en cuenta nada, de otra manera no me habría
dejado.” Y lloraba, lloraba. En ese momento lo he sentido que se movía en
mi interior y perdí los sentidos, pero aun fuera de mí continuaba llorando, y
entonces, como si se hubiera abierto una puerta en mi interior he visto a
Jesús. Yo me sentía enfadada y no le decía nada, sólo lloraba; y Jesús me ha
dicho:
“Cálmate, cálmate, no llores, si tú lloras Yo me siento tocar el corazón y
desmayar de amor por ti. ¿Quieres tú acrecentar mis penas por causa de tu
amor?”
Después ha agregado, tomando una actitud majestuosa y como sentándose
en mi corazón sobre de un trono, parecía que tenía una pluma en la mano y
escribía, y dirigiéndose a mí me ha dicho:
“Mira si no tengo cuenta de tus cosas, y no sólo de los años de cama, de
los sacrificios, sino también de los pensamientos que haces para Mí; escribo
tus afectos, tus deseos, todo, todo, y también lo que quisieras hacer, lo que
quisieras sufrir, y porque Yo no te lo concedo tú no lo haces. Todo numero,
peso y mido, a fin de que nada se pierda y de todo seas recompensada, y
como lo escribo todo lo conservo en mi mismo corazón.”
Después, no sé decir cómo, mientras primero estaba en mi interior,
después yo me encontraba en Jesús, parecía que la cabeza de Jesús estuviera
en el lugar de mi cabeza y todos mis miembros le servían de cuerpo, y ha
dicho:
“Mira cómo te tengo, como miembros de mi mismo cuerpo.”
Y ha desaparecido. Después de un poco, habiendo regresado Jesús, como
yo continuaba estando afligida y de vez en cuando rompía en llanto me ha
dicho:
“Hija mía, ánimo, no te he dejado, estoy oculto, porque si me hiciera ver
como antes tú me atarías todo, y Yo no podría en nada castigar al mundo; ni
te he dejado a medio camino, ¿no recuerdas cuáles son estos años del último
periodo de tu vivir? Son los años queridos por tu confesor, ¿no recuerdas
que no una vez, sino que cuatro o cinco veces te has encontrado luchando
conmigo, Yo que te quería traer, y tú decías que la obediencia no quería, y
mientras Yo te había preparado para poderte traer conmigo, era obligado a
dejarte de nuevo. Mira ahora las consecuencias de eso, son años de espera y
de paciencia; la caridad y la obediencia tienen sus espinas que hacen grandes
heridas y hacen sangrar el corazón, pero también hacen brotar las rosas más
grandes, olorosas y bellas; porque viendo en tu confesor el fruto de su buen
querer y la caridad y el temor de que el mundo pudiera ser castigado, por eso
Yo he concurrido en algún modo; pero si Yo no hubiera encontrado a
ninguno que me hubiese rogado y se hubiera interpuesto, ciertamente ya no
estarías aquí. Pero, vamos, ánimo, no será tan largo el exilio, y te prometo
que vendrá un día en que no me haré vencer por ninguno.”
¿Quién puede decir en qué amarguras me encuentro? Confortada, sí, pero
amargada hasta la médula de los huesos, y no puedo recordarme de esto sin
llorar, tanto, que al decírselo al confesor, eran tantas las lágrimas que parecía
que me impacientaba con él, y verdaderamente le he dicho: “Usted ha sido
la causa de mis males.”
Octubre 4, 1909
El pensamiento de sí mismo se debe
interrumpir para hacer lo que hace Jesús.
Continuando mi estado de aflicción y de pérdida de mi bendito Jesús, estaba
según mi costumbre toda ocupada en mi interior en las horas de la Pasión,
justo en la hora en la que Jesús carga el pesado madero de la cruz. Todo el
mundo me estaba presente, presente, pasado y futuro, mi fantasía parecía
que viera todas las culpas de todas las generaciones que prensaban y casi
aplastaban al benigno Jesús, así que la cruz no era otra cosa que una brizna
de paja, una sombra de peso en comparación con el peso de todos los
pecados; yo trataba de estrecharme a Jesús y decía: “Mira mi vida, mi bien,
estoy yo a nombre de todos ellos. ¿Ves cuantas olas de blasfemias? Y yo
para repararte te bendigo por todos. ¿Ves cuántas olas de amarguras, de
odios, de desprecios, de ingratitudes, de poquísimo amor? Y yo quiero
endulzarte por todos, amarte por todos, agradecerte, adorarte, honrarte por
todos, pero mis reparaciones son frías, mezquinas, finitas; Tú que eres el
ofendido eres infinito, por lo que también mis reparaciones, mi amor, quiero
hacerlos infinitos, y para hacerlos infinitos, inmensos, interminables, me uno
a Ti, con tu misma Divinidad, es más, junto con el Padre y con el Espíritu
Santo y te bendigo con vuestras bendiciones, te amo con vuestro Amor, te
endulzo con vuestras mismas dulzuras, te honro, te adoro como hacéis entre
las Divinas Personas.” ¿Pero quién puede decir todos los desatinos que
decía? No terminaría nunca si lo quisiera decir todo. Cuando me encuentro
en las horas de la Pasión, siento que junto con Jesús yo también abrazara la
inmensidad de su obrar, y por todos y por cada uno glorifico a Dios, reparo,
impetro por todos, y por eso el decirlo todo me resulta difícil. Entonces,
mientras esto hacía, el pensamiento me ha dicho: “Piensas en los pecados de
los demás, ¿y los tuyos? Piensa en ti, repara por ti.” Así que traté de pensar
en mis males, en mis grandes miserias, en las privaciones de Jesús, que son
causa de mis pecados, y distrayéndome de las cosas acostumbradas de mi
interior lloraba mi gran desventura. Mientras estaba en esto, mi siempre
amable Jesús se ha movido en mi interior y con voz sensible me ha dicho:
“¿Quieres tú juzgarte? El obrar de tu interior no es tuyo, sino mío, tú no
haces otra cosa que seguirme, el resto lo hago todo por Mí. El pensamiento
de ti misma lo debes quitar, no debes hacer otra cosa que lo que quiero Yo, y
Yo pensaré en tus males y en tus bienes. ¿Quién puede hacerte más bien, tú
o Yo?”
Y mostraba que se disgustaba. Entonces me he puesto a seguirlo, pero
poco después, llegando a otro punto del camino del calvario, en el cual más
que nunca me internaba en las diversas intenciones de Jesús, el pensamiento
me ha dicho: “No sólo debes quitar el pensamiento de santificarte, sino
también el de salvarte, ¿no ves que por ti misma no eres buena para nada?
¿En qué te aprovechará hacer por los demás?” Yo dirigiéndome a Jesús le
he dicho: “Jesús mío, ¿tu sangre no es para mí, tus penas, tu cruz? He sido
tan mala que habiéndolas pisoteado bajo mis pies con mis culpas, Tú tal vez
las has agotado para mí, ah, perdóname, pero si no quieres perdonarme
déjame tu Querer y estaré contenta, tu Voluntad es todo para mí; he quedado
sola sin Ti, y sólo Tú puedes conocer la pérdida que he tenido, no tengo a
nadie; las criaturas sin Ti me fastidian, me siento en esta cárcel de mi cuerpo
como esclava en cadenas, al menos por piedad no me quites tu Santo
Querer.” Y mientas esto pensaba me he distraído de nuevo de mi interior, y
Jesús de nuevo me hizo oír su voz, fuerte e imponente que decía:
“¿No quieres terminar con eso? ¿Quieres tú estropear mi obra en ti?”
Y no sé, pero como si hubiera puesto silencio en mi mente he tratado de
seguirlo y de terminar con esos pensamientos.
Octubre 6, 1909
Las virtudes del verdadero amor son: Purificar
todo, triunfar sobre todo y llegar a todo.
Habiendo recibido la comunión ha venido por un poquito mi siempre amable
Jesús, y habiendo tenido una discusión con el confesor sobre la naturaleza
del verdadero amor, yo quería preguntarle a Jesús si yo tenía razón o no, y Él
me ha dicho:
“Hija mía, es exactamente así, como tú decías, que el verdadero amor
facilita todo, excluye todo temor, toda duda, y todo su arte es posesionarse
de la persona amada, y cuando la ha hecho suya, el amor mismo le
suministra los medios para conservar el objeto adquirido. Ahora, ¿qué
temor, qué duda puede tener el alma de una cosa suya? ¿Qué cosa no
espera? Es más, cuando ha llegado a tomar posesión de ella, el amor se hace
intrépido y llega hasta pretender los excesos y a lo increíble, no hay más
tuyo o mío, el amor verdadero puede decir: ‘Tuyo soy yo, y mío eres tú, así
que podemos disponer juntos, hacernos felices juntos, gozárnosla juntos.’ Si
te he adquirido quiero servirme de ti como me place. Y ¿cómo el alma en
este estado de verdadero amor puede ir pescando defectos, miserias,
debilidades, si el objeto adquirido todo le ha condonando, de todo la
enriquece, y el objeto que posee la va purificando continuamente? Estas son
las virtudes del verdadero amor: Purificar todo, triunfar sobre todo, y a todo
llegar. En efecto, ¿qué amor podría haber por una persona a la que se teme,
de la que se duda, de la que no se espera todo? El amor perdería lo más
bello de sus cualidades; es verdad que también en los santos se ve esto, y eso
dice que en los santos el amor puede ser imperfecto y puede tener sus
variedades según los estados en los que se encuentran. En ti la cosa es muy
diferente, debiendo estar ya tú conmigo en el Cielo, y habiéndolo sacrificado
por amor a la obediencia y del prójimo, el amor ha quedado confirmado en
ti, la voluntad confirmada a no ofenderme, así que tu vida es como una vida
que ya ha pasado, por eso no adviertes el peso de las miserias humanas. Por
eso manténte atenta a lo que te conviene, y a amarme hasta el infinito amor.”
Octubre 7, 1909
Cautela y celo de Jesús el circundar a las
criaturas de espinas en el alma y en el cuerpo.
Encontrándome en mi habitual estado, en cuanto ha venido el bendito Jesús
me ha dicho:
“Hija mía, es tal y tanto el celo, la cautela que tengo con mis criaturas,
que para no dejarlas dañarse estoy obligado a circundarles de espinas el alma
y el cuerpo, a fin de que las espinas tengan alejado el fango que podría
ensuciarlas. Es por esto hija mía que aun mis más grandes favores con los
que favorezco a las almas a Mí más amadas los circundo de espinas, esto es,
de amarguras, de privaciones, de estados de ánimo, a fin de que estas espinas
no sólo me las custodien, sino que no las dejen ensuciarse con el fango del
amor propio y de otras cosas.”
Y ha desaparecido
Octubre 14, 1909
Pruebas de que es Jesús quien va a Luisa.
Continuando mi habitual estado, me parecía encontrar en mis brazos al
niño Jesús, y de uno se han hecho tres, y yo me sentía toda inmersa en ellos.
Después, en la mañana cuando vino el confesor me ha preguntado si había
venido Jesús, y yo le dije como está escrito arriba, sin agregar otra cosa.
Entonces el confesor me dijo:
“¿Nada te han dicho? ¿Nada has comprendido?
Y yo: “No sé decirlo bien.” Y él continuaba diciéndome:
“Ha sido toda la Trinidad, ¿y no sabes decir nada? Te has vuelto más
tonta, se ve que son sueños.”
Y yo: “Sí, es verdad que son sueños.” Y ha seguido diciéndome otras
cosas, y mientras el confesor hablaba yo me he sentido estrechar fuerte,
fuerte por los brazos de Jesús, tanto de perder los sentidos, y Jesús me decía:
“¿Quién es el que quiere molestar a mi hija?”
Y yo: “El padre tiene razón, porque yo no sé decir nada; no tienen
ninguna señal de que quien viene a mí seas Tú, Jesucristo.” Y Jesús
continuó diciéndome:
“Yo hago contigo como haría el mar a una persona que fuera a arrojarse a
lo profundo de él, Yo te arrojo toda en mi Ser, de modo que todos tus
sentidos quedan inundados, y si quieres hablar de mi inmensidad,
profundidad y altura, podrás decir que era tanta que la vista se te perdía; si
quieres hablar de mis delicias, de mis cualidades, podrás decir que son tales
y tantas, que tratabas de abrir la boca para numerarlas y quedabas ahogada, y
así de todo lo demás. Además, ¿cómo que ninguna señal he dado de que soy
Yo? Falso. ¿Quién te ha mantenido veintidós años en cama sin
interrupciones y con plena calma y paciencia? ¿Ha sido tal vez virtud de
ellos, o virtud mía? ¿Y las pruebas que hicieron durante los primeros años
de este tu estado? O el hacerte permanecer inmóvil por 10, por 7, por 18
días sin tomar nada de los alimentos necesarios, ¿eran tal vez ellos los que te
mantenían, o Yo?”
Después, habiéndome llamado el padre he regresado en mí misma, y
habiendo celebrado la santa misa he recibido la comunión, y después ha
regresado Jesús y yo me he lamentado con Él porque no venía como antes,
que su tanto amor con el que me amaba me parecía convertido en frialdad, es
verdad que lamentándome contigo siempre me pones excusas, que porque
quieres castigar y por eso no vienes, pero yo no lo creo, quién sabe que mal
hay en mi alma y por eso es que no vienes, al menos dímelo, que a cualquier
costo, aun a costa de mi vida lo quitaré, pero sin Ti no puedo estar. Piensa
lo que quieras, pero así yo no puedo seguir adelante, o contigo en la tierra, o
contigo en el Cielo.” Y Jesús bendito interrumpiendo mi hablar me ha
dicho:
“Cálmate, cálmate, no estoy lejos de ti, estoy siempre contigo; no me ves
siempre, pero siempre estoy contigo, más bien me estoy en lo más íntimo de
tu corazón para reposarme, y conforme tú me buscas y con paciencia toleras
mis privaciones, así me circundas de flores para aliviarme y hacerme reposar
más pacífico.”
Y mientras esto decía, parecía que en torno a Jesús había tanta variedad de
flores, que casi lo ocultaban. Después ha agregado:
“Tú no crees que es por castigar al mundo que te tengo privada de Mí, sin
embargo es así. Cuando menos lo esperes oirás cosas que sucederán.”
Y mientras esto decía me hacía ver en el mundo guerras, revoluciones
contra la Iglesia, iglesias incendiadas, y todo parecía casi inminente.
Noviembre 2, 1909
No mirar el pasado sino el presente.
Continuando mi habitual estado, estaba pensando en mis cosas pasadas, y
el bendito Jesús haciéndose ver me ha dicho:
“Hija mía, no mires al pasado, porque el pasado ya está en Mí y te puede
servir de distracción, y te puede hacer errar el poco camino que te queda por
hacer, porque ese voltear al pasado te hace aflojar el paso para el presente
camino, y por lo tanto pierdes tiempo y no haces más camino. En cambio
mirando sólo al presente, tendrás más ánimo, te estarás más estrechada
conmigo y harás más camino y no pasarás peligro de equivocarlo.”
Noviembre 4, 1909
Con su beatitud Dios vuelve beato a todo
el Cielo, porque en Él todo es armonía.
Habiendo recibido la comunión estaba diciendo a mi adorable Jesús: “Ya
estoy estrechada contigo, más bien fundida, y si somos ya una sola cosa, yo
dejo mi ser en Ti y tomo el tuyo. Así que te dejo mi mente y tomo la tuya, te
dejo mis ojos, mi boca, mi corazón, mis manos, mis pies. ¡Oh! cómo seré
feliz, de ahora en adelante pensaré con tu mente, miraré con tus ojos, hablaré
con tu boca, te amaré con tu corazón, obraré con tus manos, caminaré con
tus pies, y si alguna cosa me sucede, diré: Mi ser lo he dejado en Jesús y he
tomado el suyo, vayan a Jesús que Él os responderá por mí. ¡Oh! cómo me
siento feliz. ¡Ah! sí, también tomo tu beatitud, ¿no es verdad Jesús? Pero
vida mía y todo mi bien, Tú con tu beatitud vuelves beato a todo el Cielo, y
yo tomando tu beatitud no vuelvo beato a ninguno.” Y Jesús me ha dicho:
“Hija mía, también tú puedes, con tomar todo mi Ser y junto con Él mi
beatitud, hacer beatos a los demás. ¿Por qué mi Ser tiene virtud de
beatificar? Porque todo es armonía en Mí, una virtud armoniza con la otra,
la Justicia con la Misericordia, la Santidad con la Belleza, la Sabiduría con la
Fortaleza, la Inmensidad con la Profundidad y Altura, y así de todo lo
demás, todo es armonía en Mí, nada es discordante; estas armonías me
vuelven beato a Mí mismo, y vuelvo beatos a todos aquellos que a Mí se
acercan. Entonces tú, tomando mi Ser, debes estar atenta a que todas las
virtudes armonicen entre ellas, y esta armonía comunicará la felicidad a
cualquiera que se acerque a ti, porque viendo en ti: Bondad, dulzura,
paciencia, caridad, igualdad en todo, se sentirán felices estando cerca de ti.”
Noviembre 6, 1909
La privación de Jesús purifica y consume al alma.
Estaba lamentándome con Jesús por sus privaciones, y en cuanto se ha
hecho ver me ha dicho:
“Hija mía, la cruz une siempre más conmigo. Estas privaciones que tú
sufres te hacen volar sobre de ti misma, porque no encontrando en ti a aquél
que amas, te fastidia la vida, todas las cosas que te circundan te aburren, no
tienes dónde apoyarte, pues te parece que en ti falta aquél en el cual
solamente puedes apoyarte, y por eso el alma sobrevuela hasta purificarse de
todo, hasta consumirse, y en esto tu Jesús te dará el último beso y te
encontrarás en el Cielo. ¿No estás contenta?”
Noviembre 9, 1909
Diversión de Jesús con el obrar del alma junto con Él.
Encontrándome en mi habitual estado, me parecía ver a Nuestro Señor que
extendía sus brazos dentro de mí, y con sus manos parecía como si hiciera
una sonatina con un órgano, y Jesús se divertía al hacerlo sonar. Yo le he
dicho: “¡Oh, cómo te diviertes!”
Y Jesús: “Sí que me divierto. Debes saber que habiendo hecho tú las cosas
junto conmigo, es decir, habiéndome amado con mi Amor, adorado con mis
adoraciones, reparado con mis mismas reparaciones, y así de todo lo demás,
entonces en ti las cosas son inmensas como las mías, y esta unión de obrar
ha formado este órgano; pero cada vez que tú sufres alguna cosa de más, le
agregas otra tecla, y Yo de inmediato vengo a hacer mi sonatina para ver que
sonido produce esta nueva tecla, y con ello tomo una diversión más, por eso,
por cuanto más sufres tanta más armonía aumentas a mi órgano, y Yo más
me divierto.”
Noviembre 16, 1909
El pecado es el único desorden en el alma.
Después de haber pasado días amargos de privación, habiendo recibido la
comunión me lamentaba con Jesús bendito diciéndole: “Parece que en
verdad me quieres dejar del todo, pero al menos dime, ¿quieres que salga de
este estado? Quién sabe qué desorden hay en mí que te has alejado, dímelo,
que de corazón te prometo que seré más buena.”
Y Jesús: “Hija mía, no te alarmes, cuando te hago perder los sentidos estate
pacífica, cuando no, estate más pacífica, sin perder tiempo, y según te
sucedan las cosas tómalas todas de mis manos, ¿no puedo suspenderte algún
día? En cuanto al desorden te lo habría dicho, y, ¿sabes quién pone el
desorden en el alma? Sólo el pecado, aun mínimo. ¡Oh! cómo la deforma,
la decolora, la debilita; pero los estados de ánimo, las privaciones, no le
hacen ningún daño. Por eso está atenta a no ofenderme aun mínimamente, y
no tengas temor de que haya desorden en tu alma.”
Y yo: “Pero Señor, alguna cosa debe haber de mal en mí, antes no hacías
otra cosa que un ir y venir, y cada vez que venías me participabas cruces,
clavos, espinas, pero cuando la naturaleza se había acostumbrado, tanto que
se volvía como connatural y le era más fácil el sufrir que el no sufrir, te
retiras, ¿cómo es posible que no haya en mí alguna cosa grave?” Y Jesús
benignamente me ha dicho:
“Escucha hija mía, Yo debía disponer tu alma para hacerte llegar a este
punto de hacerte feliz con el sufrimiento y hacer con él mi trabajo, y por eso
debía probarte, sorprenderte, cargarte de sufrimientos, para hacer que tu
naturaleza resurgiera a vida nueva; entonces este trabajo lo he hecho ya, y ha
quedado en ti permanente, a veces más, a veces menos la participación de
mis penas. Ahora, habiendo hecho este trabajo, me lo estoy gozando, ¿no
quieres tú que me repose? Mira, no quieras preocuparte, deja hacer a Jesús
que te quiere tanto, y Yo sé cuándo es necesario mi trabajo en ti, y cuándo
debo reposar de mi trabajo.”
Noviembre 20, 1909
Óptica humana y óptica divina de la cruz.
Estando en mi habitual estado, en cuanto ha venido mi dulce Jesús me ha
dicho:
“Hija mía, quien toma la cruz bajo la óptica humana la encuentra
enfangada, y por lo tanto más pesada y amarga; en cambio quien toma la
cruz según la óptica divina la encuentra llena de luz, ligera y dulce, porque
la óptica humana está privada de gracia, de fuerza y de luz, y por eso siente
la arrogancia de decir: ¿Por qué aquél me ha hecho esta ofensa? ¿Por qué
éste me ha dado este disgusto, esta calumnia? Y el alma se llena de
indignación, de ira, de venganza, y la cruz se enfanga, se obscurece y se
vuelve pesada y amarga. En cambio la óptica divina está llena de gracia, de
fuerza y de luz, y por eso no se siente la osadía de decir: “Señor, ¿por qué
me has hecho esto?” Más bien se humilla, se resigna, y la cruz se hace
ligera y le lleva luz y dulzura.”
Noviembre 25, 1909
Tanto en Jesús como en las almas,
el primer trabajo lo hace el amor.
Encontrándome en mi habitual estado, estaba pensando en la agonía de
Jesús en el huerto; y apenas haciéndose ver el bendito Jesús me ha dicho:
“Hija mía, los hombres no hicieron otra cosa que trabajar la corteza de mi
Humanidad, y el Amor eterno me trabajó todo lo de adentro, así que en mi
agonía, no los hombres, sino el Amor eterno, el Amor inmenso, el Amor
incalculable, el Amor oculto, fue el que me abrió grandes heridas, me
traspasó con clavos abrasadores, me coronó con espinas ardientes, me dio de
beber hiel hirviente, así que mi pobre Humanidad no pudiendo contener
tantas especies de martirios a un mismo tiempo, hizo salir fuera ríos de
sangre, se contorsionaba y llegó a decir: “Padre, si es posible quita de Mí
este cáliz, pero no la mía, sino que se haga tu Voluntad.” Lo que no hizo en
el resto de la Pasión. Así que todo lo que sufrí en el curso de la Pasión, lo
sufrí todo junto en la agonía del huerto, pero en modo más intenso, más
doloroso, más íntimo, porque el Amor me penetró hasta en la médula de los
huesos y en las fibras más íntimas del corazón, donde jamás podían llegar
las criaturas, pero el Amor a todo llega, no hay cosa que le pueda resistir.
Así que mi primer verdugo fue el Amor; por eso en el curso de la Pasión no
hubo en Mí ni siquiera una mirada amenazadora hacia quien me hacía de
verdugo, porque tenía un verdugo más cruel, más activo en Mí, el cual era el
Amor, y donde los verdugos externos no llegaban, o cualquier punto que
quedaba sin tocar, el Amor hacía su trabajo y en nada me perdonaba. Y así
es en todas las almas, el primer trabajo lo hace el amor, y cuando el amor ha
trabajado y la ha llenado de sí, lo que se ve de bien en el exterior no es otra
cosa que el desahogo del trabajo que el amor ha hecho en el interior.”
Diciembre 22, 1909
El por qué de los estados de abandono de
Dios en las almas santas antes de morir.
Habiendo recibido la comunión estaba lamentándome con el bendito Jesús
por sus privaciones, pues si viene es casi siempre como relámpago, o bien
todo silencioso. Y Jesús me ha dicho:
“Hija mía, casi a todas las almas a las que me he comunicado en modo
extraordinario, he permitido al fin de la vida estos estados de abandono, y
esto no sólo para otros fines míos, sino para quedar honrado y justificado en
toda mi conducta, porque muchos dicen: ‘Seguro que estas almas debían
llegar a un punto tan alto de santidad y a amarlo tanto, con tantos favores,
con tantas gracias y carismas, deberían ser muy ingratas si no hubieran
llegado a eso. Si los hubiéramos recibido nosotros, también nosotros
habríamos llegado, y hasta más alto que ellas.’ Y Yo para justificar mi
conducta, manifestaré a ellos los abandonos, las privaciones en las que he
puesto a estas almas, que es un purgatorio viviente para ellas, y también
mostraré su fidelidad, el heroísmo de sus virtudes, y cómo es más fácil y
tolerable sufrir la pobreza sin conocer las riquezas, que nacer rico, habituarse
a vivir rico y después perder las riquezas y vivir pobre; mucho más que las
riquezas sobrenaturales no son como las materiales, que sirven al cuerpo, y a
lo más se difunden al exterior; las sobrenaturales penetran hasta en la
médula, en las fibras más íntimas, en la parte más noble de la inteligencia,
basta decir que es más que martirio. Yo mismo me apiado tanto que casi se
me despedaza el corazón de ternura; y estoy obligado a sentírmelo
despedazar tan frecuentemente que no puedo resistir, y también para darles
la fuerza para poder cumplir su consumación. Todos los ángeles y santos
tienen la mirada fija sobre ellas y me las vigilan para no dejarlas sucumbir,
sabiendo el crudo martirio que sufren. Hija mía, ánimo, tú tienes razón, pero
debes saber que todo es amor en Mí.”
Y mientras esto decía, parecía que más se alejaba. Yo me sentía consumir
aun la misma naturaleza y resolverme en la nada, aquellas semillas de
fortaleza que me parecía sentir, de luz, de conocimiento, todo se resolvía en
la nada; yo me sentía morir, y sin embargo vivo. Mientras estaba en esto
Jesús ha regresado, y parecía que tomándome en brazos sostenía mi nada y
me dijera:
“Mira hija mía, cómo al deshacerse la pequeña semilla de tu fortaleza, la
fuentecita de tu luz, el pequeño conocimiento que tienes de Mí, y todas tus
otras pequeñas dotes, entran en su lugar mi Fortaleza, mi Luz, mi Sabiduría,
mi Belleza y todas mis demás dotes a llenar ésta tu nada? ¿No estás
contenta?”
Y yo le he dicho: “Escucha Jesús, si continúas así perderás el gusto de
tenerme en la tierra.” Y lo he repetido varias veces. Y Jesús no queriendo
oír lo que yo decía me respondió:
“Escucha hija mía, Yo no perderé jamás tu gusto, si te tengo en la tierra,
tendré en tierra el gusto; si te traigo al Cielo, tendré tu gusto en el Cielo.
¿Sabes más bien quién perderá el gusto? Tu confesor.”
Febrero 24, 1910
Luisa no puede manifestarse al confesor.
Esta mañana, en la comunión, me lamentaba con Jesús de que no sémanifestar mi estado a quien debo; me siento, sí, muchas veces llena de Él,
me parece que por doquier lo toco y aun tocándome a mí misma toco a
Jesús, pero no sé decir ni una palabra; no quisiera otra cosa que perderme en
Jesús, en la profundidad del más absoluto silencio, y si soy obligada a
hablar, ¡oh! Dios, qué esfuerzo debo hacer, me siento como una niña que
tiene un sueño pesado y la quieren despertar por la fuerza, y por
consiguiente hace berrinche. Entonces decía a Jesús: “De todo me has
privado, de tus sufrimientos, de tus favores, de hacerme oír tu voz
armoniosa, dulce y suave; no me reconozco más por como me he reducido;
si me haces entender alguna cosa, es tan adentro, que no encuentra el camino
para salir fuera. Dime vida mía, ¿cómo debo comportarme?” Y Jesús:
“Hija mía, si me tienes a Mí, tienes todo, y esto te basta. Si te sientes llena
de Mí es señal de que te tengo en la casa de mi Divinidad. Si un rico
admitiera en su casa a un pobre, es señal de que dará al pobre todo lo que le
sea necesario, a pesar de que no le hable siempre, de que no lo acaricie, de
otra manera sería un deshonor para el rico. ¿Y no soy Yo más que el rico?
Entonces cálmate y trata de manifestar a la obediencia lo que puedas, el
resto déjalo todo a mi cuidado.”
Febrero 26, 1910
Antes de morir, el alma debe hacer morir
todo en el Divino Querer y en el Amor.
Continúa mi habitual estado de privación, y tal vez aún peor. ¡Oh Dios, qué
bajo he caído, jamás hubiera imaginado llegar a tal término, pero espero al
menos no salir nunca jamás del cerco de su Santísimo Querer, esto es todo
para mí. Quisiera llorar por mi lastimoso estado, y alguna vez lo hago, pero
Jesús me lo reprocha diciéndome:
“¿Quieres tú ser siempre niña? Se ve que tengo que tratar con una niña, no
puedo fiarme de ti, esperaba encontrar en ti el heroísmo del sacrificio por
Mí, en cambio encuentro las lágrimas de una niña que no quiere el
sacrificio.”
Y si lloro se muestra más duro y hace una de sus ‘bravuras’, no viene ese
día. Por eso debo forzarme para no llorar, y digo a Jesús: “Tú dices que por
amor me privas de Ti, y yo por amor tuyo acepto tu privación, por amor tuyo
no lloro.” Y si llego a hacerlo se muestra un poco más indulgente, de otra
manera me castiga más fuerte haciéndome morir continuamente y vivir con
su privación. Entonces, habiendo pasado una jornada semejante, por cuanto
he hecho no he podido frenar las lágrimas, y Jesús me ha hecho pagar como
lo merecía; hasta que avanzada la noche, teniendo compasión de mí, como si
se hubiera abierto una ventana de luz en mi mente, Jesús se ha hecho ver y
me dijo:
“No lo quieres comprender, que antes de morir debes morir a todo, al
sufrir, a los deseos, a los fervores, a todo, y todo debe morir en mi Querer y
en mi Amor. Lo que es eterno en el Cielo es mi Voluntad y el Amor, todas
las otras virtudes terminan, paciencia, obediencia, sufrimiento, deseos, sólo
mi Voluntad y el Amor no terminan jamás, por eso en mi Voluntad y en el
Amor debes hacer morir todo anticipadamente. A todos mis santos, y Yo
mismo, no quise evitarme el ser abandonado por el Padre, para morir en todo
en el Querer y en el Amor del Padre. ¡Oh, cómo hubiera querido sufrir más!
¡Oh, cuánto deseaba hacer más por las almas! Pero todo esto murió en la
Voluntad y en el Amor del Padre, y así han hecho las almas que
verdaderamente me han amado, y tú no lo quieres comprender.”
Marzo 8, 1910
La recta intención es luz al alma.
Esta mañana, brevemente el bendito Jesús ha venido y me ha dicho:
“Hija mía, la recta intención es luz al alma, la convierte en luz y le da el
modo de obrar a lo divino. El alma no es otra cosa que una estancia obscura,
y la recta intención es como sol que entra y la ilumina; con esta diferencia,
que el sol no convierte los muros en luz, y el recto obrar transforma todo en
luz.”
Marzo 12 1910
La Divina Voluntad perfecciona el amor,
lo modifica, lo restringe, lo engrandece
en lo que es más santo y perfecto.
Encontrándome en mi habitual estado, apenas y como de huída ha venido el
bendito Jesús y me ha dicho:
“Hija mía, mi Voluntad perfecciona al amor, lo modifica, lo restringe, lo
engrandece en lo que es más santo y perfecto. El amor a veces quisiera
escapar y devorar todo; mi Voluntad domina al amor y le dice: ‘Calma, no
escapes, pues escapándote te puedes hacer mal, y con querer devorar todo
puedes fallar.’ Por lo tanto, el amor es puro por cuanto es uniforme a mi
Querer, caminan juntos y se besan continuamente con el beso de paz. Otras
veces, por estado de ánimo o porque en sus escapadas no ha resultado como
él quería, quisiera restringirse y casi indolentemente sentarse. Mi Voluntad
lo incita y le dice: ‘Camina, los verdaderos amantes no son negligentes, no
están ociosos.’ El amor sólo está seguro cuando está encerrado en mi
Querer, así que el amor hace apreciar, desear, llegar a la locura, a los
excesos; pero mi Voluntad modera, tranquiliza al mismo amor, y nutre de
alimento más sólido y divino al alma amante. Así que en el amor pueden
haber muchas imperfecciones, y también en las cosas santas; en mi Voluntad
jamás, todo en Ella es perfecto. Hija mía, esto sucede especialmente en las
almas amantes y que han sido favorecidas con mis visitas, con mis besos y
caricias, que quedan en poder del amor, y cuando Yo las privo de Mí el amor
se adueña de ellas y las hace anhelantes, delirantes, libres, inquietas,
impacientes; así que si no fuera por mi Voluntad que las nutre, las aquieta,
las calma, las corrobora, el amor les daría la muerte, si bien el amor no es
otra cosa que el hijo primogénito de mi Voluntad, pero necesita estar
siempre corregido por mi Querer; y Yo la amo tanto como me amo a mí
mismo.”
Marzo 16, 1910
El camino estrecho de la salvación.
Hablando con el confesor, me había dicho que es difícil el salvarse, y
Jesucristo mismo lo ha dicho: “La puerta es estrecha, debéis esforzaros para
entrar.” Después, habiendo recibido la comunión, Jesús me ha dicho:
Pobre de Mí, cómo me consideran estrecho. Di al confesor que desde su
estrechura juzga la mía; no me tienen por aquel Ser grande, inmenso,
interminable, potente, infinito en todas mis perfecciones, y que por mis
estrecheces puedo hacer pasar grandes turbas de gentes, más que por las
mismas anchuras.”
Y mientras esto decía me parecía ver un camino estrecho, estrecho, que
terminaba en una puertecita también estrecha, pero llena, llena de pueblos
que casi peleaban entre ellos para ver quien podía caminar hacia el frente y
entrar. Y Jesús ha agregado:
“Mira hija mía qué gran turba se apiña y hacen competencia por llegar
primero, en la competencia hay mucho quehacer, en cambio si el camino
fuera amplio ninguno se daría prisa, sabiendo que hay espacio para caminar
cuando a ellos les agrade, y dándose tiempo puede venir la muerte, y no
encontrándose en el camino estrecho se encontrarían en la desembocadura
de la puerta ancha del infierno. ¡Oh! cuánto ayuda esta estrechez; aun entre
ustedes sucede esto, si se hace una fiesta, una función, si se sabe que el lugar
es estrecho muchos se dan prisa y más son los espectadores que gozan de
aquella fiesta o función; pero si se sabe que el lugar es amplio, nadie se da
prisa y pocos son los espectadores, porque sabiendo que hay lugar para
todos, se toman su tiempo, y quien llega a la mitad, quien al final, y quien
encuentra que ya todo terminó y no goza nada. Así habría sido si el camino
que lleva a la salvación fuera ancho, pocos se darían prisa, y de pocos habría
sido la fiesta del Cielo.”
Marzo 23, 1910
El vivir en la Divina Voluntad
es más que la misma comunión.
Encontrándome en mi habitual estado y lamentándome por sus privaciones,
apenas como de huída ha venido y me ha dicho:
“Hija mía, te recomiendo que no salgas de dentro de mi Voluntad, porque
mi Voluntad contiene tal potencia, que es un nuevo bautismo para el alma,
es más, más que el mismo bautismo, porque en los sacramentos hay parte de
mi Gracia, en cambio en mi Voluntad está toda la plenitud; en el bautismo se
quita la mancha del pecado original pero quedan las pasiones, las
debilidades; en mi Voluntad, destruyendo el alma el propio querer, destruye
las pasiones, las debilidades y todo lo que es humano, y vive de las virtudes,
de la fortaleza y de todas las cualidades divinas.”
Yo al oír esto decía entre mí: “Dentro de poco dirá que su Voluntad es
más que la misma comunión.” Y Él ha agregado:
“Cierto, cierto, porque la comunión sacramental dura pocos minutos; mi
Voluntad es comunión perenne, más bien es eterna, que se eterniza en el
Cielo. La comunión sacramental está sujeta a obstáculos por enfermedades,
por necesidades, o por parte de quien la debe administrar, mientras que la
comunión de mi Voluntad no está sujeta a ningún estorbo, sólo con que el
alma la quiera y todo está hecho, ninguno puede impedirle un bien tan
grande, que forma la felicidad de la tierra y del Cielo: ni los demonios, ni
las criaturas, ni mi misma Omnipotencia; el alma es libre, nadie tiene
derecho sobre ella en este punto de mi Voluntad. Por eso Yo la insinúo,
quiero tanto que la tomen mis criaturas, es la cosa que más me importa, que
más me interesa; todas las otras cosas no me interesan, ni aun las cosas más
santas, y cuando obtengo que el alma viva de mi Voluntad me siento
triunfante, porque encierra el mayor bien que puede haber en el Cielo y en la
tierra.”
Abril 10, 1910
Preparación y agradecimiento en la comunión.
Escribo por obedecer, pero siento que se me rompe el corazón por el
esfuerzo que hago, pero, viva la obediencia, viva la Voluntad de Dios.
Escribo pero tiemblo y no sé yo misma lo que digo, la obediencia quiere que
escriba algo acerca de cómo me preparo y cómo agradezco a Jesús bendito
en la comunión. Yo no sé decir nada de esto, porque mi dulce Jesús viendo
mi incapacidad y que no soy buena para nada, hace todo por Sí mismo: Él
prepara mi alma y Él mismo me suministra el agradecimiento y yo lo sigo.
Ahora, el modo de Jesús es siempre inmenso, y yo junto con Jesús me siento
inmensa y como si supiera hacer alguna cosa, y si Jesús se retira yo quedo
siempre como la tonta que soy, la ignorante, la mala, y es exactamente por
esto por lo que Jesús me ama tanto, porque soy ignorante y porque nada soy
y nada puedo; pero sabiendo que a cualquier costo lo quiero recibir, para no
hacerse un deshonor al venir en mí, sino sumo honor, prepara Él mismo mi
pobre alma, me da sus mismas cosas, sus méritos, sus vestiduras, sus obras,
sus deseos, en suma, todo Sí mismo, y si se necesita, también lo que ha
hecho la Mamá Santísima, lo que han hecho los santos, porque todo es suyo,
y yo digo a todos: “Jesús, hazte honor al venir en mí; Mamá, Reina mía,
santos, ángeles todos, yo soy pobre, pobre, todo lo que es vuestro ponedlo en
mi corazón, no para mí sino para honor de Jesús.” Y siento que todo el
Cielo concurre a prepararme. Y después Jesús desciende en mí, y me parece
verlo todo complacido al verse honrado por sus mismas cosas, y a veces me
dice:
“¡Bravo, bravo a mi hija, cómo estoy contento, cuánto me complazco,
dondequiera que miro en ti encuentro cosas dignas de Mí, pues todo lo que
es mío es tuyo, cuántas cosas bellas me has hecho encontrar.”
Yo, sabiendo que soy pobre, pobre, que nada he hecho y nada es mío, me
alegro por el contento de Jesús y digo: “Menos mal que Jesús piensa de este
modo; basta con que haya venido y esto me basta, no importa que me haya
servido de sus mismas cosas, los pobres deben recibir de los ricos.” Ahora,
es verdad que permanece en mí algún recuerdo de esto o de aquello del
modo como Jesús me prepara en la comunión, pero estos recuerdos no los sé
reunir juntos y formar una preparación y un agradecimiento, me falta la
capacidad, me parece que me preparo en Jesús mismo y con Jesús mismo
hago mi agradecimiento.
Mayo 24, 1910
Quien vive en lo alto, en el Querer
Divino, no está sujeto a cambios.
Encontrándome en mi habitual estado, me sentía un ser verdaderamente
inútil, no sabía pensar ni en pecados, ni en frialdades, ni en fervores; todas
las cosas las miraba de un mismo modo, me sentía indiferente a todo, de
ninguna cosa me ocupo sino sólo del Querer Santo de Dios, pero sin
ansiedad, mas bien en la más perfecta calma. Entonces decía entre mí
misma: “¿Qué estado es el mío? Tuviese al menos el pensamiento de mis
pecados, y sin embargo parece que estoy contenta. ¡Oh! Dios Santo, qué
desgracia es la mía.” Mientras esto decía, el bendito Jesús ha venido y me
ha dicho:
“Hija mía, aquellos que viven en lo bajo, respirando el aire que todos
respiran, están obligados a sentir los diversos cambios de los tiempos, es
decir, el frío, el calor, la lluvia, el granizo, los vientos, la noche, el día, pero
quien vive en lo alto, donde el aire termina, no está sujeto a sentir estos
cambios de tiempo, pues aquí no hay otra cosa que perfecto día, y no
sintiendo estos cambios, naturalmente no tiene ningún pensamiento de ellos.
Así sucede a quien vive en lo alto y sólo de aire divino, siendo mi Ser no
sujeto a cambios, siempre igual, siempre pacífico y en pleno contento, qué
maravilla que quien vive en Mí, de mi Querer y de mi mismo aire, de
ninguna cosa se dé pensamiento. Así que, ¿tú quisieras vivir en lo bajo,
como vive la generalidad, es decir fuera de Mí, de aire humano, de pasiones,
etc.?”
Junio 2, 1910
El alma debe morir a todo para resurgir más bella.
Sintiéndome muy mal y como si todo hubiera terminado, me lamentaba con
Jesús de este su total abandono, y Jesús me ha dicho:
“Hija mía, éstos son los modos divinos, morir y resurgir continuamente.
Mira, la misma naturaleza está sujeta a estas muertes y a estos
resurgimientos, la flor nace y muere, pero para resurgir más bella, mientras
que si nunca muriera envejecería, perdería la vivacidad de su colorido, la
fragancia de su olor; y he aquí también la semejanza de mi Ser, siempre
viejo y siempre nuevo. La semilla es puesta bajo tierra como sepultada para
hacerla morir, y en efecto muere, hasta pulverizarse y después resurge más
bella, es más, multiplicada, y así de todo lo demás; y si esto es en el orden
natural, mucho más en el orden espiritual el alma debe estar sujeta a estas
muertes y a estos resurgimientos, porque mientras parece que sobre de todo
ha triunfado y abunda de fervor, de gracia, de unión conmigo, de virtudes, y
parece que en todo ha adquirido tantas nuevas vidas, Yo me oculto y parece
que todo le muere en torno; Yo doy golpes como verdadero maestro y le
ayudo a hacerle morir todo, y cuando me parece que todo le ha muerto, Yo,
como sol, salgo, me develo y conmigo todo resurge más bello, más vigoroso,
más fiel, más reconociente, más humilde, de modo que si había alguna cosa
de humano, la muerte lo ha destruido y hace resurgir todo a nueva vida.”
Julio 4, 1910
La agonía del huerto fue en modo especial para
ayuda de los moribundos; la agonía de la cruz fue
para ayuda del último punto, propiamente
para el último respiro.
Continuando mi habitual estado lleno de privaciones y de amargura, estaba
pensando en la agonía de Nuestro Señor, y entonces Él me dijo:
“Hija mía, quise sufrir en modo especial la agonía del huerto para dar
ayuda a todos los moribundos para bien morir. Mira bien cómo se combina
mi agonía con la agonía de los cristianos: tedios, tristezas, angustias, sudor
de sangre; sentía la muerte de todos y de cada uno como si realmente
muriese por cada uno en particular, por lo tanto sentía en Mí los tedios, las
tristezas, las angustias de cada uno, y con esto daba a todos ayuda, consuelo,
esperanza, para hacer que como Yo sentía sus muertes en Mí, así ellos
pudieran tener la gracia de morir todos en Mí, como dentro de un solo
aliento, con mi aliento, y súbito beatificarlos con mi Divinidad.
Si la agonía del huerto fue en modo especial para los moribundos, la
agonía de la cruz fue para ayuda del último momento, especialmente para el
último respiro. Ambas son agonías, pero una distinta de la otra: La agonía
del huerto llena de tristezas, de temores, de afanes, de espantos; la agonía de
la cruz, llena de paz, de calma imperturbable, y si grité tengo sed, era sed
insaciable de que todos pudieran expirar en mi último respiro, y viendo que
muchos se salían de mi último respiro, por el dolor grité tengo sed, y este
tengo sed lo continúo gritando a todos y a cada uno, como timbre a la puerta
de cada corazón: ‘Tengo sed de ti, oh alma, ah, no salgas de Mí sino entra
en Mí y expira conmigo.’ Así que son seis horas de mi Pasión que di a los
hombres para bien morir, las tres del huerto fueron para ayuda de la agonía,
las tres de la cruz para ayuda en el último suspiro de la muerte. Después de
esto, ¿quién no debe mirar sonriente a la muerte? Mucho más para quien me
ama, para quien busca sacrificarse sobre mi misma cruz. Mira cómo es bella
la muerte y cómo hace cambiar las cosas, en vida fui despreciado, los
mismos milagros no hicieron los efectos de mi muerte, aún sobre la cruz
hubo insultos, pero en cuanto expiré la muerte tuvo la fuerza de cambiar las
cosas, todos se golpeaban el pecho confesándome por verdadero Hijo de
Dios, mis mismos discípulos tomaron valor y aun aquellos ocultos se
hicieron atrevidos y pidieron mi cuerpo dándome honorable sepultura; Cielo
y tierra a plena voz me confesaron Hijo de Dios. La muerte es una cosa
grande, sublime, y esto sucede también para mis mismos hijos, en vida
despreciados, pisoteados, aquellas mismas virtudes que como luz deberían
brillar entre quienes los rodeaban, quedan medio veladas, sus heroísmos en
el sufrir, sus abnegaciones, su celo por las almas, arrojan claridad y dudas en
los presentes, y Yo mismo permito estos velos para conservar con más
seguridad la virtud de mis amados hijos. Pero apenas mueren, estos velos,
no siendo más necesarios, Yo los retiro y las dudas se hacen certezas, la luz
se hace clara, y esta luz hace apreciar su heroísmo, se hace entonces aprecio
de todo, aun de las cosas más pequeñas, así que lo que no se puede hacer en
vida, lo suple la muerte, y esto es para lo que sucede acá abajo, lo que
sucede allá arriba es propiamente sorprenderte y envidiable a todos los
mortales.”
Julio 8, 1910
El cuerpo es como el tabernáculo,
el alma como el copón para Jesús.
Estaba muy afligida por la privación de mi sumo bien, y habiendo recibido
la comunión, al recibir la santa partícula se detuvo en la garganta, y yo
succionándola para hacerla descender chupaba un humor dulce y exquisito, y
después de haber chupado mucho ha descendido, y veía la partícula
cambiada en niño que decía:
“Tu cuerpo es mi tabernáculo, tu alma es el copón que me contiene, el
latido de tu corazón es como partícula que me sirve para transformarme en ti
como dentro de una hostia, con esta diferencia, que en la hostia, al
consumirse estoy sujeto a continuas muertes, en cambio el latido de tu
corazón, simbolizado por tu amor, no estando sujeto a consumirse, mi Vida
es continua, ¿entonces por qué tanto afligirte por mis privaciones? Si no me
ves me oyes, si no me oyes me tocas, y ahora con la fragancia de mis
perfumes que expando a tu alrededor, ahora con la luz de que te sientes
investir, ahora con hacer descender en ti un licor que no se encuentra sobre
la tierra, ahora con el solo tocarte y en tantos otros modos a ti invisibles.”
Ahora, por obedecer escribo estas cosas que Jesús dice que me suceden
frecuentemente, y aun estando despierta. Estos perfumes que yo misma no
sé decir de qué especie sean, yo los llamo los perfumes del amor, y estos los
percibo en la comunión, si rezo, si trabajo, especialmente si no he visto a
Jesús, y digo entre mí: “Hoy no has venido, ¿no sabes, oh Jesús, que sin Ti
no puedo, no quiero estar? Y súbito y casi de improviso me siento como
investir por aquel perfume. Otras veces, moviendo o quitando las sábanas
siento salir aquel perfume y en mi interior oigo: “Aquí estoy.”
Otras veces mientras estoy toda afligida, hago por levantar los ojos y un
rayo de luz se hace ante mi vista. Pero yo a estas cosas no les presto
atención ni me satisfacen, lo único que me vuelve feliz es Jesús, todo el resto
lo recibo con cierta indiferencia.
Lo he escrito sólo por obedecer.
Julio 29, 1910
Las dos columnas donde el alma debe apoyarse.
Continuando mi habitual estado me sentía muy mala, y me sentía
impresionada porque también el confesor me dice que estoy muy cambiada
de mi estado primero, y que si no fuese así Jesús vendría. Entonces,
habiendo recibido la comunión me lamentaba con el bendito Jesús de estas
sus privaciones, y le pedía que tuviera la bondad de decirme cual es el mal
que hago, porque con gusto daría la vida antes que desagradarlo, y le decía:
“Cuántas veces te he dicho que si ves que estoy por ofenderte, aun
mínimamente, me hagas morir.” Y Jesús me ha dicho:
“Hija mía, no te afanes. Si no lo hubiese dicho años atrás, que por
castigar al mundo era por lo que no venía tan a menudo a desahogarme
contigo, y por consecuencia no he venido tan frecuentemente, pero jamás te
he dejado, y para suplir mi frecuente ir y venir permito la misa y la
comunión todos los días, para que pudieras tomar la fuerza que tomabas de
mis visitas continuas, tanto que llegué a amenazar al confesor si no se
prestaba a esto, ¿y quién no sabe los castigos que han sucedido en este
tiempo? Ciudades enteras destruidas, las rebeliones, el retiro de la Gracia de
los malos y aún de los mismos religiosos malos, de modo que aquellos
venenos, aquellas llagas que tenían dentro las van sacando fuera. ¡Ah! no
puedo más, los sacrilegios son enormes, sin embargo todo esto es nada aún
en comparación a los castigos que vendrán, así que si no lo hubiera dicho
antes tendrías cierta razón para alarmarte. Las columnas sobre las cuales
debes apoyarte para poder vivir con plena seguridad, una es mi Voluntad:
En mi Voluntad no puede haber pecados, mi Voluntad hace pedazos todas
las pasiones y pecados, es más, los pulveriza hasta destruir sus mismas
raíces; apoyada en la columna de mi Voluntad las tinieblas se cambiarán en
luz, las dudas en certeza, la esperanza en posesión. La segunda columna
sobre la cual debes apoyarte es la voluntad firme, y atención continua a no
ofenderme aun mínimamente, disponer tu propio querer a sufrir todo, a
afrontar todo, a someterse a todos antes que desagradarme. Cuando el alma
ve que está continuamente apoyada sobre estas columnas que forman más
que su propia vida, puede vivir más segura que si viviera en continuos
favores míos. Mucho más que este estado tuyo lo permito para disponerte a
partir de esta tierra.”
Agosto 3, 1910
El pecado voluntario descompone
los humores en el alma.
Encontrándome en mi habitual estado, en cuanto ha venido el bendito Jesús
me ha dicho:
“Escucha hija mía, las miserias, las debilidades, son medios para
encontrarse en el puerto de la Divinidad, porque el alma sintiendo el fardo
de las miserias humanas, se aburre, se fastidia y busca desembarazarse de sí,
y desembarazándose de sí ya se encuentra en Dios.”
Después, habiéndose puesto mi brazo en su cuello se estrechaba a mi cara
y ha desaparecido. Luego, al regresar yo he vuelto a lamentarme porque
huía como un relámpago, y sin darme tiempo me ha dicho:
“Ya que te desagrada, tómame, átame como quieras y no me dejes huir.”
Y yo: “Bravo, bravo Jesús, qué bella propuesta me haces, ¿pero contigo
se puede hacer esto? Mientras te dejas atar, estrecharte por cuanto más se
puede, en lo mejor desapareces y no te dejas encontrar más, bravo por Jesús
que quiere burlarse de mí; pero del resto haz lo que Tú quieras, lo que me
importa es que me digas en qué te ofendo, y en qué cosa te he desagradado
que ya no vienes como antes.
Y Jesús ha agregado: “Hija mía, no te afanes, cuando hay verdadera
culpa no es necesario que lo diga Yo, el alma por sí sola lo advierte, porque
el pecado cuando es voluntario trastorna los humores naturales, y el hombre
recibe como una transformación en el mal, siente como una impregnación en
la culpa que voluntariamente se comete; así como también la verdadera
virtud transforma al alma en el bien y los humores quedan todos concertados
entre ellos, la naturaleza siente como impregnarse de dulzura, de caridad, de
paz. Entonces, ¿tú has advertido alguna vez este desconcierto? ¿Te has
sentido como impregnada de impaciencia, de ira, de disturbios?”
Y mientras esto decía parecía que me miraba hasta muy dentro para ver si
algo de eso había en mí, y parecía que no había nada, y ha continuado:
“¿Has visto tú misma?”
Y no sé por qué, pero mientras esto decía me hacía ver terremotos con
destrucción de ciudades enteras, revoluciones y tantas otras desgracias, y ha
desaparecido.
Agosto 12, 1910
El principio y todo el mal del sacerdote consiste
en tratar con las almas de cosas humanas.
Estando en mi habitual estado, me he encontrado fuera de mí misma y veía a
sacerdotes, y a Jesús que se hacía ver en mi interior todo dislocado y con los
miembros separados, y Él señalaba a aquellos sacerdotes, hacía comprender
que a pesar de que eran sacerdotes, eran también miembros separados de su
cuerpo, y lamentándose decía:
“Hija mía, cómo soy ofendido por sacerdotes. Los superiores no vigilan
sobre mi suerte sacramental y me exponen a sacrilegios enormes. Estos que
tú ves son miembros separados, que si bien me ofenden mucho, pero mi
cuerpo no tiene más contacto con sus acciones perversas, pero los otros que
fingen no estar separados de Mí y continúan su actividad de sacerdotes, ¡oh!
cuánto más me ofenden, a qué atroz tormento estoy expuesto, cuántos
castigos atraen, Yo no puedo soportarlos más.”
Y mientras esto decía, yo veía muchos sacerdotes que escapaban de la
Iglesia y se volteaban contra Ella para hacerle guerra; por eso miraba a
aquellos sacerdotes con sumo disgusto, y veía una luz que me hacía
comprender que el principio y todo el mal del sacerdote, consiste en tratar
con las almas de cosas humanas, de naturaleza toda material sin una estrecha
necesidad; estas cosas humanas forman una red para los sacerdotes que les
ciega la mente, les endurece el corazón para las cosas divinas, y les impide
el paso en el camino que conviene hacer en el ejercicio de su ministerio, y
no sólo esto, sino que es red para las almas, porque llevan lo humano y lo
humano reciben, y la Gracia queda como excluida de ellas. ¡Oh, cuánto mal
se comete por estos tales, cuántos estragos de almas hacen! El Señor quiera
iluminarlos a todos.
Agosto 19, 1910
Jesús vierte sus amarguras.
Temor de que fuese el demonio.
Continuando en mi habitual estado, me he encontrado fuera de mí misma
dentro de una iglesia, y sobre el altar estaba la Reina Celestial y el niño
Jesús que lloraba. La celestial Mamá haciéndome señas con los ojos me
hacía comprender que tomara al niño en brazos e hiciera cuanto más pudiera
por calmarlo. Yo me he acercado y lo he tomado en mis brazos, me lo he
estrechado y le he dicho: “Querido mío, ¿qué tienes? Desahógate conmigo,
¿no es el amor el paliativo, el adormecimiento a todos los pesares? ¿No es
el amor lo que hace olvidar todo, lo que endulza todo, que pone paz en
cualquier controversia? Si lloras es porque debe haber alguna cosa
discordante entre tu Amor y el de las criaturas, por eso amémonos, dame tu
amor y con tu mismo amor te amaré.” ¿Pero quién puede decir todos los
disparates que le he dicho? Entonces parecía haberse calmado, pero no del
todo, y ha desaparecido. Al día siguiente de nuevo me he encontrado fuera
de mí misma, dentro de un jardín, y yo iba haciendo el vía crucis, y mientras
esto hacía me encontré con Jesús en brazos. Habiendo llegado a la
undécima estación, no pudiendo soportar más, el bendito Jesús me ha
detenido y acercando su boca a la mía ha derramado una cosa espesa y una
líquida; la líquida podía pasármela, pero la espesa no me bajaba, tanto que
en cuanto Jesús alejó su boca de la mía la he arrojado por tierra, y después
he mirado a Jesús y he visto que de su boca le escurría un líquido espeso y
negro, negro; yo me he asustado tanto que le dije: “Me parece que no eres
Jesús, Hijo de Dios y de María, Madre de Dios, sino el demonio. Es verdad
que te quiero, que te amo, pero es siempre a Jesús a quien quiero, jamás al
demonio, con él no quiero tener nada que hacer. Me contento con estar sin
Jesús antes que tener algo que ver con el demonio.” Y para estar más segura
he marcado a Jesús con la señal de la cruz y a mí también. Entonces Jesús,
para quitarme el espanto ha retirado dentro de Sí aquel líquido negro que yo
no quería ver, y me ha dicho:
“Hija mía, no soy demonio; esto que tú ves no es otra cosa que las grandes
iniquidades que me hacen las criaturas, que no pudiéndolas más contener, las
derramaré sobre de ellas mismas. He vertido en ti, y tú no has podido
contener todo y lo has derramado por tierra, Yo continuaré derramándolo
sobre ellas.”
Y mientras esto decía me hacía comprender qué castigos hará llover del
Cielo, envolverá a los pueblos en luto, en lágrimas amarguísimas y
desgarradoras, y lo poco que derramó en mí evitará, si no del todo, sí en
parte los castigos a mi ciudad. Después hacía ver gran mortalidad de gentes
por epidemias, por terremotos y otros infortunios. ¡Cuánta desolación,
cuánta miseria!
Agosto 22, 1910
Jesús huye y busca consuelo.
Continuando mi habitual estado, habiendo perdido los sentidos veía
muchas personas que ponían en fuga al bendito Jesús, y Jesús huía, huía,
pero a donde iba no encontraba lugar y huía. Finalmente ha venido a mí,
sudoroso, cansado, afligido, se ha arrojado en mis brazos, se ha estrechado
fuerte y dijo a aquellos que lo seguían: “De esta alma no me podéis hacer
huir.” Y aquellos, avergonzados se han retirado, y a mí me ha dicho:
“Hija, no puedo más, dame algún alivio.”
Y se ha puesto a chupar mi seno, y después me encontré en mí misma.
Septiembre 2, 1910
Se debe poner atención a lo que se
debe hacer, y no a las habladurías.
Estaba pensando en Jesús cuando llevaba la cruz al calvario, especialmente
cuando encontró a las mujeres, que olvidó sus dolores y se ocupó en
consolar, oír, instruir a aquellas pobres mujeres. Cómo todo era amor en
Jesús; Él tenía necesidad de ser consolado, en cambio consuela, y en qué
estado consuela, estaba todo cubierto de llagas, traspasada la cabeza por
punzantes espinas, jadeante y casi muriendo bajo la cruz, y consuela a los
demás, ¡qué ejemplo! ¡Qué vergüenza para nosotros, que basta una pequeña
cruz para hacernos olvidar el deber de consolar a los demás! Entonces
recordaba cuantas veces, encontrándome yo oprimida por los sufrimientos o
por las privaciones de Jesús que me traspasaban, me laceraban de lado a lado
mi interior, y encontrándome rodeada de personas, Jesús me incitaba a
imitarlo en este paso de su Pasión, y yo, si bien amargada hasta la médula de
los huesos, me esforzaba en olvidarme de mí misma para consolar e instruir
a los demás. Y ahora, encontrándome libre y exenta de tratar con personas,
gracias a la obediencia, agradecía a Jesús que no me encontraba más en estas
circunstancias; ahora siento que respiro un aire más libre para poderme
ocupar sólo de mí misma. Y Jesús moviéndose en mi interior me ha dicho:
“Hija mía, y sin embargo para Mí era un alivio y me sentía como
restaurado, especialmente en aquellos que venían para hacer el bien. En
estos tiempos falta verdaderamente quien infunda el verdadero espíritu
interno en las almas, porque no teniéndolo no saben infundirlo en los demás,
y las almas aprenden a ser susceptibles, escrupulosas, ligeras, sin verdadero
fondo de desapego de todo y de todos, y esto produce virtudes estériles que
hacen por florecer y mueren. Algunos creen hacer progreso en las almas
porque llegan a la minuciosidad y a la escrupulosidad, pero en lugar de
progreso son verdaderos obstáculos que arruinan las almas, y mi amor queda
en ayunas en ellas. Entonces, habiéndote Yo dado mucha luz sobre los
caminos internos, y habiéndote hecho comprender la verdad de las
verdaderas virtudes y del verdadero amor, encontrándote tú en la verdad, Yo
podría por boca tuya hacer comprender a los demás la verdad del verdadero
camino de las virtudes, y Yo por ello me sentiría contento.”
Y yo: “Pero Jesús bendito, después del sacrificio que yo hacía, esas
personas iban diciendo chismes y habladurías, y la obediencia justamente ha
prohibido que vengan las personas.”
Y Jesús: “Esta es la equivocación, que se ponga atención a las
habladurías y no al bien que se debe hacer. También de Mí se dijeron
muchos chismes, y si hubiera puesto atención a esto no habría cumplido la
Redención del hombre, por eso se debe pensar en lo que se debe hacer, y no
en lo que se dice; las habladurías quedan a cuenta de quien las dice.”
Septiembre 3, 1910
Lo que Jesús hace a un alma,
lo hace con efectos a todos.
Encontrándome en mi habitual estado, el bendito Jesús ha venido como niño,
me besaba, me abrazaba, me acariciaba, y varias veces volvía con besos y
abrazos. Yo me maravillaba de que Jesús había llegado al exceso de
entretenerse conmigo, vilísima, con besos y abrazos. Yo le correspondía,
pero tímidamente, y Jesús con una luz que salía de Él me ha hecho
comprender que el venir, es siempre un bien grande no sólo para mí, sino
para el mundo entero, porque al amar y desahogarse con un alma, lo hace
con toda la familia humana, porque en aquella alma hay tantos vínculos que
unen a todos: vínculos de semejanza, vínculos de paternidad y de filiación,
vínculos de hermandad, vínculos por haber salido y haber sido creados todos
por sus manos, vínculos por haber sido todos redimidos por Él, y porque nos
ve marcados con su sangre. Así que viendo todo esto, amando y
favoreciendo a un alma quedan amados y favorecidos los demás, si no en
todo al menos en parte. Entonces, viniendo a mí Jesús bendito, y
encontrándonos en tiempo de castigos, besándome, abrazándome,
acariciándome y mirándome, quería hacerlo a todos los demás y evitarles, si
no del todo, sí en parte, los flagelos.
Después de esto veía a un joven, creo que era un ángel que iba marcando
a aquellos que debían ser tocados por el castigo. Parecía que era un gran
número de personas.
Septiembre 9, 1910
Lamentos del alma por no poder evitar los castigos.
Continuando mi habitual estado, el bendito Jesús no venía y yo estaba
diciendo entre mí: “Cómo ha cambiado Jesús conmigo, no me quiere ya
como antes; antes de ponerme permanentemente en cama, cuando estaba elcólera, Él mismo me pedía que si aceptaba los sufrimientos por algunos días
haría cesar el cólera, y aceptándolo cesó el flagelo. Ahora me tiene
continuamente en cama, se oye del cólera, de los estragos que hace en las
pobres gentes, y no me pone atención. Ya no quiere servirse de mí.”
Mientras esto decía, hago por mirar en mí y veo que Jesús estaba con la
cabeza levantada, que me miraba, y todo enternecido me estaba escuchando,
y cuando vio que yo advertí que me estaba mirando me ha dicho:
“Hija mía buena, cómo eres fastidiosa, quieres vencer por la fuerza, ¿no es
verdad? Está bien, está bien, no me molestes más.”
Y ha desaparecido.
Septiembre 11, 1910
Jesús quiere amor, verdad y rectitud de las almas.
Un alma unida perfectamente a la Divina Voluntad,
hace vencer la Misericordia sobre la Justicia.
Continuando mi habitual estado, parecía que el confesor ponía la intención
de hacerme sufrir la crucifixión. Después de un poco de espera, el bendito
Jesús ha concurrido y me ha dicho:
“Hija mía, por el mundo no puedo más, mucho me mueven a indignación,
me arrancan por la fuerza los flagelos de las manos.”
Y mientras esto decía, veía un fuerte aguacero que dañaba los viñedos.
Después he rezado por el confesor, que parecía presente; quería tomarle las
manos para hacérselas tocar por Jesús, y parecía que Jesús lo hacía, le pedía
que le dijera al padre lo que quería de él, y Jesús le ha dicho:
“Quiero amor, verdad y rectitud. Lo que vuelve al hombre más desemejante
de Mí, es el no estar armado de estas prerrogativas.”
Y mientras decía amor, parecía que le sellaba de amor todos los miembros,
el corazón, la inteligencia. ¡Oh, cómo es bueno Jesús!
Después, habiendo dicho al padre lo que he escrito el día 9, he quedado
dudosa y decía entre mí: “Cuánto quisiera no escribir estas cosas, si es
verdad que Jesús suspende el castigo para contentarme, o si es mi fantasía.”
Y Jesús me ha dicho: “Hija mía, la Justicia y la Misericordia están en
continua lucha, y son más las victorias de la Misericordia que las de la
Justicia. Ahora, cuando un alma está perfectamente unida con mi Voluntad,
toma parte en mis acciones ad extra, y satisfaciendo con sus sufrimientos, la
Misericordia logra sus más bellas victorias sobre la Justicia. Ahora, como
Yo me complazco en coronar todos mis atributos con la Misericordia, aun la
misma Justicia, viéndome importunado por esta alma unida conmigo, para
contentarla cedo ante ella, pues ella ha cedido todas sus cosas en mi
Voluntad. Por eso cuando no quiero ceder no vengo, porque no me confío
en poder resistir a no ceder; entonces, ¿cuál es tu duda?”
Septiembre 22, 1910
Cada virtud es un cielo que el alma adquiere.
Esta mañana, continuando mi habitual estado, en cuanto vino el bendito
Jesús me ha dicho:
“Hija mía, cada virtud es un cielo que el alma adquiere; así que, tantas
virtudes se adquieren, tantos cielos el alma va formando, y estos cielos
derrotan todas las inclinaciones humanas, destruyen lo que es terreno y
hacen espaciar al alma en las atmósferas más puras, en las delicias más
santas, en los perfumes celestiales del sumo bien, anticipándole parte de los
gozos eternos.”
Y ha desaparecido.
Octubre 1, 1910
El amor a Jesús forma la transformación del alma en Él.
Habiendo recibido la comunión, me sentía toda transformada en Jesús
bendito y decía entre mí: “¿Cómo se hace para mantener esta
transformación con Jesús?” Y en mi interior parecía que Jesús me decía:
“Hija mía, si quieres estar siempre transformada en Mí, más bien, ser una
sola cosa conmigo, ámame siempre y mantendrás la transformación
conmigo, porque el amor es fuego, y cualquier leño que se arroja en el
fuego, pequeño o grande, verde o seco, todos toman la forma de fuego y se
convierten en el mismo fuego, y después que estos leños han quedado
quemados, no se discierne más cuál era un leño y cuál el otro, ni el verde ni
el seco, no se ve otra cosa que fuego, así el alma cuando no cesa jamás de
amarme. El amor es fuego que transforma en Dios, el amor une, sus llamas
invisten todas las obras humanas y les da la forma de las obras divinas.”
Octubre 17, 1910
Por cuanto amor y unión con Jesús tiene
el alma, tanto valor tienen sus sacrificios.
Encontrándome en mi habitual estado, estaba rezando a mi amoroso Jesús
por el feliz paso al Cielo de un sacerdote que hace años fue mi confesor, y
decía a mi amado Jesús: “Recuerda cuántos sacrificios hizo, cuánto celo
tuvo por tu honor y gloria, y además, ¿cuánto no hizo por mí? ¿Cuánto no
sufrió? En este punto le debes corresponder haciéndolo pasar hasta el
Cielo.” Y el bendito Jesús me ha dicho:
“Hija mía, Yo no miro tanto los sacrificios, sino al amor con el cual se
hacen y a la unión que tienen conmigo, así que cuanto más el alma está
unida conmigo, tanto más aprecio sus sacrificios. Así que si el alma está
más estrechamente unida conmigo, los más pequeños sacrificios los tomo
como grandes, porque en la unión está el cálculo del amor, y el cálculo del
amor es cálculo eterno que no tiene término ni límites; mientras que el alma
se puede sacrificar mucho, pero si no está unida conmigo, Yo miro su
sacrificio como el de una persona extraña y le doy la recompensa que
merece, esto es, limitada. Supón a un padre y a un hijo que se aman, el hijo
hace unos pequeños sacrificios, el padre por el vínculo de unión de
paternidad y de filiación, y de amor, que es el vínculo más fuerte, mira estos
pequeños sacrificios como cosa grande, por ellos se siente triunfante, se
siente honrado y da al hijo todas sus riquezas, y dedica para el hijo todas las
atenciones y sus cuidados. Ahora supón un siervo, trabaja toda la jornada,
se expone al calor, al frío, en todo está a sus órdenes, si es necesario vigila
aun por la noche por cuenta del patrón, ¿y qué cosa recibe? El mísero pago
de una jornada, de modo que si no trabaja todos los días estará obligado a
sentir el hambre. Tal es la diferencia que hay entre el alma que posee mi
unión y el alma que no la posee.”
Mientras esto decía me he sentido fuera de mí misma junto con el bendito
Jesús, y de nuevo he dicho: “Dulce amor mío, dime, ¿dónde se encuentra
esa alma?”
Y Jesús: “En el purgatorio, pero si tú vieras en qué luz nada, quedarías
maravillada.”
Y yo: “¿Dices que está en el purgatorio, y dices que nada en la luz?”
Y Jesús: “Sí, se encuentra nadando en la luz, porque esta luz la tenía en
depósito, y en el acto de morir esta luz lo ha investido y no lo dejará jamás.”
Yo entendía que esa luz eran sus obras buenas hechas con pureza de
intención.
Octubre 24, 1910
La turbación, sus efectos.
Todo sale de los dedos de Dios.
Estaba sumamente afligida por la privación de mi amable Jesús, y habiendo
recibido la comunión me lamentaba de su ausencia, y Jesús me ha dicho en
mi interior:
“Hija mía, están sucediendo y sucederán cosas tristes, tristísimas.”
Yo quedé aterrorizada. Después he pasado varios días sin Jesús, sólo que
frecuentemente oía que me decía:
“Hija mía buena, paciencia porque no vengo, después te diré el por qué.”
Entonces me la pasaba amargada, sí, pero pacífica; luego tuve un sueño que
me ha entristecido mucho y también turbado, mucho más que no viendo a
Jesús no tenía a quién dirigirme para ser circundada por la atmósfera de paz
que sólo Jesús posee. ¡Oh! cuánto es de compadecer un alma turbada, la
turbación es un aire infernal que se respira, y este aire de infierno hace salir
el aire celestial de la paz y toma el puesto de Dios en el alma; la turbación
resoplando este aire infernal en el alma la domina tanto, que aún las cosas
más santas, más puras, con su soplo infernal las hace aparecer como las
cosas más feas y perniciosas, pone todo en desorden, y el alma cansada de
este desorden es infectada por este aire de infierno, se fastidia de todo y
siente aburrimiento y tedio hasta del mismo Dios.
Yo sentía este aire de infierno, no dentro de mí, sino sólo en torno a mí,
sin embargo me ha hecho tanto mal que ya ni pensaba en que Jesús no venía,
es más, me parecía que ni siquiera lo quería. Es verdad que la cosa era muy
seria y no una bagatela; se trataba de que me era asegurado que no me
encontraba en buen estado, por lo tanto los sufrimientos, las venidas de Jesús
no eran Voluntad de Dios, y que debía terminar con eso de una vez por
todas; no digo todo al respecto porque no lo creo necesario, lo he escrito sólo
por obedecer.
Después, la noche siguiente veía que del Cielo descendía agua como un
diluvio y que hacía mucho daño inundando pueblos enteros, y era tanta la
impresión del sueño que yo no quería ver nada. En ese momento una
paloma que volaba a mi alrededor me dijo:
“El moverse de las hojas, de la hierba, el murmullo de las aguas, la luz
que invade la tierra, el motor de toda la naturaleza, todo, todo sale de los
dedos de Dios, piensa tú si sólo tu estado no debe salir de los dedos de
Dios.”
Luego, viniendo el confesor le he dicho todo mi estado, y él me dijo que
había sido el demonio para molestarme. He quedado un poco más calmada,
pero como una que acaba de sufrir una grave enfermedad.
Octubre 29, 1910
Las tres armas para vencer la turbación.
Encontrándome en mi habitual estado, Jesús se hizo ver un poco y yo le dije:
“Vida de mi vida, mi amado Jesús, en estos días pasados he estado turbada,
y Tú que eres tan celoso de mi paz, no has tenido en estos días pasados una
sola palabra para darme la paz tan querida por Ti.”
Y Él: “Ah, hija mía, Yo estaba flagelando y destruyendo pueblos y
sepultando vidas humanas, por eso no he venido. Pero en este día de tregua,
porque después de nuevo tomaré el flagelo en la mano, pronto he venido a
verte; ahora, debes saber que las cosas hechas con pureza de intención, las
obras justas y todo lo que se hace por mi amor, si Yo no lo premiase faltaría
a un deber de justicia y todos mis demás atributos quedarían obscurecidos.
Por lo tanto, estas son las tres armas más potentes para destruir esta baba
venenosa e infernal de la turbación. Entonces, si la necesidad de flagelar me
obliga a no venir por algunos días, y este aire de infiero te quisiera investir,
combátelo con estas tres armas: la pureza de intención, la obra justa y buena
en sí misma de víctima, y sacrificarte por Mí con la sola finalidad de
amarme. Con esto vencerás cualquier turbación y la encerrarás en lo más
profundo del infierno, y con el no preocuparte girarás la llave para no dejarla
salir más y que te pueda molestar.”
Noviembre 1, 1910
La consumación en la unidad de
voluntades, forma la unidad suprema.
Continuando mi habitual estado, en cuanto ha venido el bendito Jesús me ha
dicho:
“Hija mía, la unidad suprema es cuando el alma llega a tal estrechez de
unión con mi Voluntad, que consume cualquier sombra de su querer, de
modo que no se discierne más cuál sea mi Querer y cuál el suyo. Así que mi
Querer es la vida de esta alma, de manera que cualquier cosa que dispongo
tanto sobre ella como sobre los demás, en todo está contenta, cualquier cosa
le parece conveniente para ella, la muerte, la vida, la cruz, la pobreza, etc.,
las mira todas como cosas suyas y que sirven para mantener su vida. Llega a
tanto, que aun los castigos no la asustan más, sino que en todo está contenta
del Querer Divino, tanto que le parece que si Yo lo quiero ella lo quiere, y si
ella lo quiere el Señor lo hace, Yo hago lo que quiere ella, y ella hace lo que
quiero Yo. Éste es el último punto de la consumación de tu voluntad en la
mía, que tantas veces te he pedido, y que la obediencia y la caridad hacia el
prójimo no te lo han permitido, tanto, que muchas veces Yo he cedido ante ti
en no castigar, pero tú no has cedido a Mí, por eso estoy obligado a
esconderme de ti, para estar libre cuando la Justicia me forza y los hombres
llegan a provocarme para tomar el flagelo en mi mano para castigar a la
gente. Si te tuviera conmigo, con mi Voluntad en el acto de flagelar, tal vez
habría disminuido el flagelo, porque no hay potencia mayor ni en el Cielo ni
en la tierra, que un alma que en todo y por todo está consumada en mi
Voluntad; ésta llega a debilitarme y me desarma como le place. Esta es la
unidad suprema; además está la unidad baja, en la cual el alma está
resignada, sí, pero no ve mis disposiciones como cosa suya, como vida suya,
ni se hace feliz en ella, ni pierde su voluntad en la mía. A ésta la veo, sí,
pero no llega a enamorarme, ni llego a enloquecer por ella como lo hago con
aquellas de la unidad suprema.”
Noviembre 3, 1910
El alma: Paraíso de Jesús en la tierra.
Esta mañana el bendito Jesús se hacía ver en mi interior en acto de
recrearse y aliviarse de tantas amarguras que le dan las criaturas, y ha dicho
estas simples palabras:
“Tú eres mi paraíso en la tierra, mi consuelo.”
Y ha desaparecido.
Deo gratias.