SE ADQUIEREN TRES DERECHOS Salvador Tomássiny

10.11.2015 10:16
Se adquieren tres derechos
Se desarrollan tantos efectos con el vivir en la Divina Voluntad, que sería casi imposible numerarlos todos, sin embargo hay algunos que es de suma importancia tenerlos muy bien entendidos para que en todas nuestras acciones se encuentren siempre presentes y podamos acceder conscientemente a estas realidades.
Recordemos que solamente esta Divina Voluntad une a Dios y a la criatura en una misma vida. Como resultado de lo anterior, la criatura adquiere tres prerrogativas que cambiarán radicalmente nuestras vidas, a saber:
‘Derecho de Vida Divina’.
¿Qué es esto? Cada vez que realizamos algún acto hacia Dios: oración, adoración, reconocimiento, amor, etc., si lo desarrollamos desde nuestra voluntad, al igual que todos nuestros actos, tuvo un inicio, un desarrollo (tiempo en que es efectuado dicho acto) y un final. O sea un acto llevado a cabo en tiempo y circunstancia, aunado a que se efectúa con alguno de nuestros atributos: pensamiento, palabra, actitud, o en el mejor de los casos todos juntos, quedando el resto de nuestro ser sin tomar parte activa en dicho acto.
Ahora, en la Divina Voluntad todo lo que se hace es vida, y la vida corre en todas nuestras acciones, conscientes e inconscientes, no hay movimiento posible que quede sin la vida del acto que se está realizando, por tanto, si se ama, siente correr en su ser la vida del amor, la siente correr en la mente, en el respiro, en el corazón, en todo, siente la virtud vital que forma en sí no el acto que está sujeto a cesar, sino la continuación de un acto que forma la vida. Si ruega, si adora, si repara, siente la vida incesante de la plegaria, de la adoración, de la reparación divina, no humana, que no está sujeta a interrupción, así que cada acto hecho en la Divina Voluntad es un acto vital que el alma adquiere; en Ella todo es vida, y el alma adquiere la vida del bien que hace. Por tanto, una vez realizado se llevará a cabo continuamente y en todos nuestros actos, sin interrupción, aunque no se esté consciente de ellos, pues como vida es parte de nuestro movimiento vital que pone en acción a todo nuestro ser. Qué gran diferencia entre un bien que posee la vida, y un bien o acto que en cuanto lo hace, termina la vida de aquel acto; como vida lo tiene en su poder y siente la continuación de la vida de aquel bien, en cambio como acto no lo tendrá en su poder, ni sentirá la continuación de él, y lo que no es continuo no se puede llamar vida. Sólo en la Divina Voluntad se encuentran estos actos llenos de vida, porque tienen por principio la Vida Divina, la cual no está sujeta a terminar, y por eso puede dar vida a todo y a todos, en cambio fuera de Ella todas las cosas, incluso las obras más grandes, encuentran el fin. Esta prerrogativa sólo mi Voluntad la puede dar, el sentir en el alma cambiados sus actos en Vida Divina perenne.
‘Derecho de propiedad’.
Pero, ¿quién es el que la da? ¿Quién la constituye propietaria? La misma Divina Voluntad, porque en Ella no hay pobreza, todo es abundancia: Abundancia de santidad, de luz, de gracias, de amor; y como a esta Divina Voluntad la criatura la posee como vida, justo es que posea como suyas estas propiedades divinas, así que se siente dueña de la santidad, dueña de la luz, de la gracia, del amor, y de todos los bienes divinos, y sólo en esta Voluntad existe este dominio, fuera de Ella se da todo con medida y sin volverse propietaria.
‘Derecho de gloria’.
Con lo anterior, no hay cosa que se haga, pequeña o grande, natural o sobrenatural, que no tenga el derecho de gloria: derecho de glorificar en cada cosa, incluso en el respiro, en el latido, a su Creador, y aunado a esto, derecho de quedar glorificado en la gloria de Aquél que no hay gloria que de Él no venga.
Así que en la Divina Voluntad se encuentra todo, y todo a nuestra disposición, con derecho no humano sino Divino, pues es Ella misma quien cede estos sus derechos divinos, amando a la criatura como su verdadera hija.