Otras palabras de Jesús a los sacerdotes

22.08.2015 06:24

Marzo 19, 1918

Jesús siente náusea por la desunión de los sacerdotes.

Continuando mi habitual estado, mi siempre amable Jesús ha venido

todo afligido y me ha dicho:

"Hija mía, qué náusea siento por la desunión de los sacerdotes, me es intolerable. Su vida desordenada es la causa por la que mi Justicia permitirá que mis enemigos les pongan las manos encima para maltratarlos; ya los malos están por echarse contra ellos, e Italia está por cometer el más grande pecado, el perseguir a mi Iglesia y mancharse las manos de sangre inocente."

Y mientras esto decía me mostraba a nuestras naciones aliadas devastadas y muchos lugares desaparecidos y su soberbia abatida.

Agosto 19, 1918

Jesús está cansado por las infamias de los sacerdotes.

Encontrándome en mi habitual estado, mi siempre amable Jesús se hacía ver en mi interior como dentro de un cerco de luz, y mirándome me ha dicho:

"Veamos qué hemos hecho de bien hoy." Y miraba y miraba. Yo creo que aquel cerco de luz era su Santísima Voluntad, y que habiéndome unido yo con Ella, por eso decía así. Y ha agregado:

"De alguna manera estoy cansado por las infamias de los sacerdotes, no puedo más, quisiera acabarlos. ¡Oh! cuántas almas devastadas, cuántas desfiguradas, cuántas idólatras! Servirse de las cosas santas para ofenderme es mi dolor más acerbo, es el pecado más execrable, es el sello de la ruina total que atrae las más grandes maldiciones y rompe cualquier comunicación

entre el Cielo y la tierra. A estos seres quisiera extirparlos de la tierra, por eso los castigos continuarán y se multiplicarán, la muerte devastará las ciudades, muchas casas y caminos desaparecerán, no habrá quien las habite, el luto, la desolación reinarán por todas partes."

Yo le he rogado y suplicado, y habiéndose entretenido conmigo una buena parte de la noche, estaba Él tan sufriente que yo sentía despedazarme el corazón por el dolor, pero espero que mi Jesús se aplaque.

Septiembre 4, 1918

Lamentos de Jesús por los sacerdotes.

Encontrándome en mi habitual estado, mi siempre amable Jesús en cuanto ha venido me ha dicho:

"Hija mía, las criaturas quieren desafiar mi Justicia, no quieren rendirse y por eso mi Justicia hace su curso contra las criaturas, y éstas de todas las clases, no faltando aquellos que se dicen mis ministros, y tal vez éstos más que los demás; que veneno contienen, envenenan a quien se les acerca, en lugar de ponerme a Mí en las almas quieren ponerse ellos, quieren hacerse rodear, hacerse conocer, y Yo quedo a un lado; su contacto venenoso en lugar de hacer a las almas recogidas me las distraen, en vez de hacerlas retiradas las hacen más disipadas, más defectuosas, tanto, que se ven almas que no tienen contacto con ellos más buenas, más recogidas, más retiradas, así que no puedo fiarme de ninguno, estoy obligado a permitir que las gentes se alejen de las iglesias, de los Sacramentos, a fin de que su contacto no me las envenene más y las vuelva más malas. Mi dolor es

grande, las heridas de mi corazón son profundas, por eso ruega, y unida con los pocos buenos que hay, compadece mi acerbo dolor."

! ¡Oh! cuántas mascaras vestidas de sacerdotes, las quiero quitar antes de que surja la persecución a mi Iglesia y las revoluciones, tal vez se conviertan en el momento de la muerte; de otra manera, si las dejo, estas mascaras en la persecución se las quitarán, se unirán a los sectarios y serán los más fieros enemigos de la Iglesia, y su salvación resultará aún más difícil."

Y yo muy afligida he dicho: "¡Ah mi Jesús! Que pena oírte hablar de estos benditos castigos, ¿pero los pueblos cómo harán sin sacerdotes? Ya son demasiado pocos y quieres quitar otros, ¿quién administrará los Sacramentos, quién enseñará tus leyes?"

Y Jesús: "Hija mía, no te aflijas demasiado, lo escaso del número es nada, Yo daré a uno la gracia, la fuerza que doy a diez, a veinte, y uno valdrá por diez o por veinte, Yo a todo puedo suplir y además, los muchos sacerdotes no buenos son el veneno de los pueblos, en lugar de bien hacen mal, y Yo no hago otra cosa que quitar los elementos primarios que envenenan a las gentes."

¡Ah! sí, cuánta pena daba a Jesús ver gente que comulgaba sacrílegamente, sacerdotes que celebraban el santo sacrificio de la misa en pecado mortal, por costumbre, y algunos, da horror decirlo, por fines de interés. ¡Oh! cuántas veces mi Jesús me ha hecho ver estas escenas tan dolorosas, cuántas veces mientras el sacerdote celebraba el sacrosanto misterio, Jesús es obligado a bajar, porque era llamado por la potestad

Julio 30, 1904

Desapego que deben tener los sacerdotes.

Esta mañana el bendito Jesús no venía, y yo encontrándome fuera de mí misma giraba y volvía a girar en busca de mi sumo y único bien, y no encontrándolo, mi alma se sentía morir a cada instante, pero lo que acrecentaba mi dolor era que mientras me sentía morir no moría, porque si yo pudiera morir habría alcanzado mi finalidad al encontrarme para siempre en el centro Dios. ¡Oh! separación, cómo eres amarga y dolorosa, no hay pena que pueda compararse a ti. ¡Oh! privación divina, tú consumes, tú

traspasas, tú eres un cuchillo de dos filos, que de un lado cortas y del otro quemas, el dolor que provocas es tan inmenso por cuanto es inmenso Dios.

Ahora, mientras andaba vagando me he encontrado en el purgatorio, y mi dolor, mi llanto, parecía que acrecentaba el dolor de aquellas pobres almas privadas de su vida: "Dios". Entonces, entre estas almas parecía que habían sacerdotes, uno de los cuales parecía que sufría más que los otros, y éste me ha dicho:

"Mis graves sufrimientos provienen de que en vida fui muy apegado a los intereses de la familia, a las cosas terrenas y un poco de apego a alguna

persona, y esto produce tanto mal al sacerdote, que forma una coraza de fierro enfangada, que como vestido lo envuelve y sólo el fuego del purgatorio y el fuego de la privación de Dios, que comparado con el primer fuego, desaparece el primero, puede destruir esa coraza. ¡Oh, cuánto sufro! Mis penas son inenarrables, ruega, ruega por mí."

…..

sacerdotal, a las manos del sacerdote, se veían aquellas manos que goteaban podredumbre, sangre, o bien estaban sucias de fango. ¡Oh! como daba compasión el estado de Jesús, tan santo, tan puro, en aquellas manos que daban horror el sólo mirarlas; parecía que Jesús quería huir de aquellas manos, pero era obligado a permanecer hasta que se consumían las especies del pan y del vino. A veces, mientras permanecía ahí con el sacerdote, al mismo tiempo se venía apresuradamente a mí y se lamentaba.

otras veces me hacía ver también escenas tan consoladoras y bellas que raptaban, y éstas eran ver a buenos y santos sacerdotes que celebraban los sacrosantos misterios. ¡Oh Dios, como es alto, grande, sublime su ministerio! Como era bello ver al sacerdote que celebraba la misa y a Jesús transformado en él, parecía que no el sacerdote, sino que Jesús mismo celebraba el divino sacrificio, y a veces hacía desaparecer del todo al sacerdote y Jesús solo celebraba la misa y yo la escuchaba. ¡Oh, como era conmovedor ver a Jesús recitar aquellas oraciones, hacer todas aquellas ceremonias y movimientos que hace el sacerdote! ¿Quién puede decir cuán consolador me resultaba ver estas misas junto con Jesús? ¡Cuántas gracias recibía, cuántas luces, cuántas cosas comprendía! Pero como son cosas pasadas y no las recuerdo claramente, por eso las paso en silencio.

¿Qué decirte además, ¡oh! hija mía, de ciertos sacerdotes de estos tiempos? Se puede decir que obran casi satánicamente, llegando a hacerse ídolos de las almas. ¡Ah! sí, mi corazón es más traspasado por mis hijos, porque si los otros me ofenden más, ofenden las partes de mi cuerpo, pero los míos me ofenden las partes más sensibles y tiernas, hasta en lo más íntimo de mi corazón."

Abril 26, 1904

El hábito no hace al monje.

Esta mañana, encontrándome fuera de mí misma me he encontrado con el niño Jesús en brazos, rodeada de varias personas devotas, sacerdotes, muchos de los cuales estaban atentos a la vanidad, al lujo y a la moda, y parecía que decían entre ellos aquel dicho antiguo: "El hábito no hace al monje." Y el bendito Jesús me ha dicho:

"Amada mía, ¡oh! cuán defraudado me siento por la gloria que me debe la criatura, y que con tanta desfachatez me niega, y hasta por las personas que se dicen devotas."

Yo al oír esto he dicho: "Querido de mi corazón, recitemos tres Gloria Patri poniendo la intención de dar toda la gloria que debe la criatura a vuestra Divinidad, así recibirá al menos una reparación."

Y Él: "Sí, sí, recitémoslas."

Y las hemos recitado juntos, después hemos recitado un Ave María, poniendo también la intención de dar a la Reina Madre toda la gloria que le deben las criaturas. ¡Oh! cómo era bello rogar con el bendito Jesús

Octubre 20, 1904

Ve sacerdotes que se muerden entre ellos.

Esta mañana me he encontrado fuera de mí misma, en medio de una calle donde estaban muchos perritos que se mordían unos a otros, y al principio de esta calle un religioso que los veía morderse, los oía y se impresionaba, porque veía naturalmente, y los perritos le decían sin profundizar y analizar bien las cosas y sin una luz sobrenatural, que les hiciera conocer la verdad.

Mientras esto veía he oído una voz que decía:

"Todos estos son sacerdotes que se muerden entre ellos."

Y aquel religioso que viendo a los sacerdotes morderse entre ellos, parecía que fuera el visitador que los dejaba sin la asistencia Divina.

Agosto 25, 1906

El interés y las ciencias humanas en los sacerdotes.

Esta mañana encontrándome fuera de mí misma, me parecía ver

sacerdotes, prelados atentos al interés y a las ciencias humanas, que no son

necesarios para su estado, agregando a esto un espíritu de rebelión a las

autoridades superiores. Nuestro Señor, muy afligido me ha dicho:

"Hija mía, el interés, las ciencias humanas, y todo lo que al sacerdote no

le pertenece, le forma una segunda naturaleza, fangosa y putrefacta, y las

obras que salen de éstos, aun santas, me provocan náuseas por la peste que

exhalan, tanto, que me son intolerables. Reza y repárame estas ofensas,

porque no puedo más."

Octubre 14, 1906

La propia estima envenena la Gracia.

Encontrándome en mi habitual estado, me he encontrado fuera de mí misma con Jesús niño, y parecía que decía a un sacerdote:

"La estima propia envenena la Gracia en ti y en los demás, porque debiendo por tu oficio suministrar la Gracia, si las almas advierten, porque fácilmente se advierte cuando hay este veneno, que lo que dices y haces lo haces para ser estimado, la Gracia ya no entra sola, sino junto con el veneno que tú tienes, y por lo tanto en vez de resurgir a la vida encuentran la muerte."

Después ha agregado: "Es necesario vaciarte de todo para poderte llenar del Todo que es Dios, y teniendo en ti el Todo, darás el Todo a todos aquellos que vendrán a ti, y dando el Todo a los demás encontrarás todo a tu disposición, de modo que ninguno sabrá negarte nada, ni siquiera la estima, es más, de humana la tendrás divina como conviene al Todo que habita en ti."

"Hija mía, la causa de todos estos enormes delitos han sido los pecados de los sacerdotes, porque un pecado es causa y castigo de hacer caer en otros pecados. Primero me lo han profanado ellos, ocultamente, mi santo templo con las misas sacrílegas, con mezclar los actos impuros en la administración de los sacramentos, y han llegado, bajo el aspecto de cosas santas no sólo a

profanar mis templos de piedra, sino a profanar y a violentar mis templos vivos, que son las almas y a profanar mi mismo Cuerpo. De todo esto los seglares han tenido un indicio, y no viendo en ellos la luz necesaria para su camino, es más, no han encontrado otra cosa en ellos que tinieblas, han quedado tan obscurecidos que han perdido la bella luz de la fe, y sin luz no

es de asombrarse que lleguen a tan graves excesos.

Por eso reza por los sacerdotes, a fin de que sean luz en los pueblos, para que renaciendo la luz, los seglares puedan adquirir la vida y ver los errores que cometen, y viéndolos tendrán horror de cometer estos graves excesos que serán causa de graves castigos."

…"Hija mía, son tales las amarguras que me dan las criaturas, que no puedo contenerlas, los mismos sacerdotes parece que han perdido el carácter masculino y adquirido el carácter femenino, así que raramente se encuentra un sacerdote varonil, y el resto todos afeminados. ¡Ah!, en qué estado deplorable se encuentra la pobre humanidad."

Dicho esto ha desaparecido. Yo misma no comprendo el significado de esto, pero la obediencia ha querido que lo escriba.

Noviembre 16, 1906

Diferencia que hay entre las ofensas de los religiosos y las de los seglares.

Encontrándome fuera de mí misma veía las tantas ofensas que cometen los sacerdotes y personas religiosas, y el gran desagrado que el bendito Jesús sentía por ellas. Entonces yo, casi asombrándome he dicho: "Dulce vida mía, es verdad que las personas religiosas te ofenden, pero a mí me parece que los seglares te ofenden mayormente, no obstante muestras más disgusto

por las ofensas de aquellas que por las de éstos, parece que eres todo ojos para mirar todo lo que hacen los primeros y aparentas no ver lo que hacen los segundos."

Y Él: "¡Ah! hija mía, tú no puedes comprender la diferencia que hay entre las ofensas de los religiosos y las de los seglares, por eso te asombras. Los religiosos han declarado pertenecerme, amarme y servirme, y Yo les he confiado los tesoros de mi Gracia, y a otros los tesoros de los sacramentos como es el caso de los sacerdotes. Ahora, fingiendo en lo exterior que me

pertenecen, en su interior, si es necesario, están lejos de Mí; aparentan amarme y servirme, en cambio me ofenden y se sirven de las cosas santas para servir a sus pasiones, por eso soy todo ojos para no dejarlos desperdiciar mis dones, mis gracias, pero a pesar de mis premuras llegan a malgastar mis dones aun en aquellas mismas cosas externas con las que externamente parece que me están glorificando. Esta es una ofensa tan grave, que si tú la pudieses comprender morirías de aflicción. En cambio los

seglares declaran no pertenecerme, no conocerme y no quererme servir, y esta es la primera cosa, que están libres del espíritu de hipocresía, la cosa que más me disgusta; por eso, habiéndose ellos declarado, no les he podido confiar mis dones, si bien la Gracia los exhorta y les hace la guerra, pero no se ha donado porque no la quieren. Sucede como a un rey que ha combatido

para liberar los pueblos de la esclavitud en la cual eran tenidos por otros reyes, a fuerza de sangre ha logrado liberar a una parte de aquellos pueblos y los ha puesto bajo su dominio, proveyéndolos de todo, y si fuera necesario haciéndolos habitar su misma habitación, ahora, ¿de quién se desagradaría más si lo ofendieran, de aquellos pueblos que han quedado lejanos de él, que

también quería liberar, o de aquellos que viven con él?"

¿Y los sacerdotes? ¡Ah! hija mía, peor aún, ¿hacen bien a todos? Tú te engañas, hacen el bien a los ricos, tienen tiempo para los ricos, también de ellos han quedado casi excluidos los pobres; para los pobres no tienen tiempo, para los pobres no tienen una palabra de consuelo, de ayuda que darles, los rechazan, llegan a decirse enfermos. Podría decir que si los pobres se han alejado de los sacramentos, ellos han contribuido, porque no siempre han tenido tiempo para confesarlos, y los pobres se han cansado y no han regresado más. Todo lo contrario si se ha presentado un rico, no han dudado un momento, tiempo, palabras, consuelos, ayudas, todo se ha encontrado para los ricos. ¿Puedo decir que tienen espíritu de verdadera caridad los sacerdotes si llegan a

seleccionar a quienes deben escuchar? ¿Y los demás? O los rechazan o los atienden tan precipitadamente, que si mi Gracia no ayudara en modo

especial a los pobres, estos se habrían alejado de mi Iglesia. Con excepción

de algún sacerdote, por todos los demás podría decir que la verdadera

caridad y el espíritu recto se han marchado de la tierra."

El principio y todo el mal del sacerdote consiste

en tratar con las almas de cosas humanas.

Estando en mi habitual estado, me he encontrado fuera de mí misma y veía a

sacerdotes, y a Jesús que se hacía ver en mi interior todo dislocado y con los

miembros separados, y Él señalaba a aquellos sacerdotes, hacía comprender

que a pesar de que eran sacerdotes, eran también miembros separados de su

cuerpo, y lamentándose decía:

"Hija mía, cómo soy ofendido por sacerdotes. Los superiores no vigilan

sobre mi suerte sacramental y me exponen a sacrilegios enormes. Estos que

tú ves son miembros separados, que si bien me ofenden mucho, pero mi

cuerpo no tiene más contacto con sus acciones perversas, pero los otros que fingen no estar separados de Mí y continúan su actividad de sacerdotes, ¡oh! cuánto más me ofenden, a qué atroz tormento estoy expuesto, cuántos castigos atraen, Yo no puedo soportarlos más."

Y mientras esto decía, yo veía muchos sacerdotes que escapaban de la Iglesia y se volteaban contra Ella para hacerle guerra; por eso miraba a aquellos sacerdotes con sumo disgusto, y veía una luz que me hacía comprender que el principio y todo el mal del sacerdote, consiste en tratar con las almas de cosas humanas, de naturaleza toda material sin una estrecha necesidad; estas cosas humanas forman una red para los sacerdotes que les ciega la mente, les endurece el corazón para las cosas divinas, y les impide el paso en el camino que conviene hacer en el ejercicio de su ministerio, y no sólo esto, sino que es red para las almas, porque llevan lo humano y lo humano reciben, y la Gracia queda como excluida de ellas. ¡Oh, cuánto mal se comete por estos tales, cuántos estragos de almas hacen! El Señor quiera iluminarlos a todos.

Continuando mi habitual estado, veía ante mi mente a varios sacerdotes, y el bendito Jesús decía:

"Para ser hábil en obrar cosas grandes para Dios, es necesario destruir la estima propia, el respeto humano y la propia naturaleza, para revivir de la Vida Divina y preocuparse sólo de la estima de Nuestro Señor y de lo que corresponde al honor y gloria suya; es necesario triturar, pulverizar lo que concierne a lo humano para poder vivir de Dios, y he aquí que no ustedes,

sino Dios en ustedes hablará, obrará, y las almas y las obras a ustedes confiadas tendrán espléndidos efectos, y tendrán los frutos deseados por ustedes y por Mí, como la obra de las reuniones de los sacerdotes que te dije antes, y uno de estos podría ser hábil para promover y también efectuar esta obra, pero un poco de estima propia, de vano temor, de respeto humano lo

vuelve inhábil, y la Gracia cuando encuentra al alma circundada por estas bajezas, vuela y no se detiene y el sacerdote queda hombre y obra como hombre, y tiene en su obrar los efectos que puede tener un hombre, no ya los efectos que puede tener un sacerdote animado por el Espíritu de Jesucristo."

 

Los sacerdotes se han apegado a las familias, al interés, a las cosas exteriores, etc. Ésta es la necesidad de las casas de reunión de sacerdotes.

 

Esta mañana el bendito Jesús se hacía ver pequeño, pequeño, pero tan gracioso y bello que me raptaba en dulce encanto, después se volvía más benévolo porque con sus pequeñas manitas tomaba pequeños clavos y me clavaba con una maestría digna sólo de mi siempre amable Jesús, y después me colmaba de besos y de amor, y yo a Él. Después de esto me parecía que

me encontraba en la gruta de mi recién nacido Jesús, y mi pequeño Jesús me ha dicho:

"Hija amada mía, ¿quién vino a visitarme en la gruta de mi nacimiento? Los pastores fueron los primeros visitantes, los únicos que hacían un ir y venir y me ofrecían dones y cosas de ellos, y los primeros que tuvieron el conocimiento de mi venida al mundo, y por consecuencia los primeros favorecidos llenos de mi Gracia. He aquí por qué escojo siempre personas

pobres, ignorantes, despreciables, y de ellas hago portentos de Gracia, porque son siempre las más dispuestas, las más dispuestas a oírme, a creerme sin poner tantas dificultades, tantas cavilaciones, como lo hacen las personas cultas. Después vinieron los magos, pero no se vio ningún sacerdote, mientras que ellos debían ser los primeros en hacerme cortejo, porque ellos sabían más que todos los demás según las escrituras que estudiaban, sabían el tiempo, el lugar, y era más fácil el venir a visitarme, pero ninguno, ninguno se movió, es más, mientras que ellos lo señalaron a los magos, ellos no se movieron, ni se incomodaron en dar un paso para ir en busca de mi venida. Esto fue un dolor, para Mí amarguísimo, en mi nacimiento, porque en aquellos sacerdotes era tanto el apego a las riquezas, al interés, a las familias y a las cosas exteriores, que como resplandores les cegaba la vista, les endurecía el corazón y volvía torpe la inteligencia para conocer las verdades más sagradas, más ciertas, y estaban tan engolfados en las cosas bajas de la tierra, que jamás habrían creído que un Dios pudiese venir a la tierra en tanta pobreza y en tanta humillación, y no sólo en mi nacimiento, sino también en el curso de mi vida, cuando hacía los milagros más estrepitosos, ninguno me siguió, más bien planearon mi muerte y me asesinaron sobre la cruz. Y Yo, después de haber usado todo mi arte para atraerlos a Mí, los puse en el olvido y escogí personas pobres, ignorantes, como fueron mis apóstoles y formé mi Iglesia, los segregué de las familias, los liberé de cualquier vínculo de riquezas, los llené de los tesoros de mi Gracia y los volví hábiles para la dirección de mi Iglesia y de las almas. Ahora, debes saber que este dolor aún me dura, porque los sacerdotes de

estos tiempos se han hermanado con los sacerdotes de aquellos tiempos, se han dado la mano en el apego a las familias, al interés, a las cosas exteriores y poco o nada ponen atención al interior, es más, algunos se han degradado tanto, que han llegado a hacer entender a los mismos seglares que no están contentos de su estado, abajando su dignidad hasta lo ínfimo y por debajo de los mismos seglares. ¡Ah! hija mía, ¿qué prestigio puede tener su palabra en las gentes? Más bien los pueblos por su causa van descendiendo en la fe y en el abismo de peores males, caminan a tropezones y en las tinieblas, porque luz en los sacerdotes no ven más. Esta es la necesidad de las casas de reunión de sacerdotes, a fin de que liberado el sacerdote de las tinieblas

de las cuales está invadido, de las familias, del interés y de los cuidados de las cosas exteriores, pueda dar luz de verdaderas virtudes y los pueblos puedan salir de los errores en los que han caído. Son tan necesarias estas reuniones, que cada vez que la Iglesia ha llegado a lo ínfimo, casi siempre éste ha sido el medio para hacerla resurgir más bella y majestuosa."

 

Enero 8, 1911

La familia mata al sacerdote. El

interés es la polilla del sacerdote.

Ahora, por obedecer escribo cosas pasadas y explico sobre estas reuniones de sacerdotes que el bendito Jesús quiere. Habiendo venido un santo sacerdote en el pasado mes de noviembre y habiéndome pedido que

preguntara a Jesús qué cosa quería de él, mi siempre amable Jesús me dijo:

"La misión del sacerdote escogido por Mí será alta y sublime, se trata de salvar la parte más noble, más sagrada, la cual son los sacerdotes, que en

estos tiempos se han vuelto el escarnio de las gentes. El medio más

adecuado sería formar estas casas de reunión de sacerdotes para segregarlos

de la familia, porque la familia mata al sacerdote; estas casas él las debe

promover, impulsar, aunque tenga que amenazar. Si me salva a éstos, me ha

salvado a todos las gentes."

Después tuve cuatro comunicaciones de Jesús con respecto a estas

reuniones, las escribí y se las di a aquel sacerdote, por eso no creía necesario

repetirlas en mis escritos, pero la obediencia quiere que las escriba, y yo

hago el sacrificio:

1.-Mi adorable Jesús me ha dicho: "La misión que le daré es alta y

sublime, en modo especial por los sacerdotes. La fe en las gentes está casi

apagada, y si hay alguna llamita está como escondida bajo las cenizas; la

vida de los sacerdotes y sus malos ejemplos, la vida casi toda secular y quizá

peor aún, se dan la mano para hacer morir aquella llamita, ¿y qué será de las gentes? Por eso lo he llamado, a fin de que se interese en mi causa, y con el ejemplo, con la palabra, con las obras y con el sacrificio, ponga un dique. El dique más apto, más oportuno y eficaz sería formar las casas de reunión de los sacerdotes en los diferentes pueblos, segregarlos de la familia, porque la familia mata al sacerdote y arroja en las gentes tinieblas de interés, tinieblas de aprecio de cosas mundanas, tinieblas de corrupción, en suma, le quita todo el brillo, el esplendor de la dignidad sacerdotal y lo hace volverse la burla del pueblo. Yo le daré valor y gracia si se pone a la obra." Mientras estaba en esto veía ante mi mente como dentro de un cuadro a Corato, y a los sacerdotes que debían ponerse a la cabeza de la obra, pero dirigida por el padre G., los sacerdotes parecía que eran don C., D., B., D., C., F., seguidos por otros, y parecía que debían poner parte de sus pertenencias. Y mi amable Jesús ha agregado:

"Es necesario organizar bien la cosa para no hacer huir a ninguno y procurarles los medios necesarios para no oprimir al pueblo; para esto he aquí la paga, las entradas de la parroquia, hay que comprometer a éstos que harán parte de estas reuniones, y ellos mantendrán el coro y todos los otros oficios pertenecientes a su ministerio. Al principio se suscitarán contradicciones y persecuciones, pero a lo más dentro de los mismos sacerdotes, pero pronto cambiarán las cosas y el pueblo estará con ellos y a

manos llenas los proveerán y gozarán la paz y el fruto de sus fatigas, porque a quien está conmigo, Yo permito que todos estén con ellos."

Después, mi siempre amable Jesús se ha arrojado en mis brazos, todo afligido y suplicante, tanto de enternecer a las mismas piedras, y ha dicho:

"Di al padre G. que le pido, le suplico que ayude a que se salven y que no perezcan mis hijos."

3.-Continúa mi siempre amable Jesús sobre el mismo argumento. Estando presentes los padres veía el Cielo abierto y a mi adorable Jesús y a

la celestial Mamá que venían a mí, y a los santos que del Cielo nos miraban, y mi benigno Jesús decía:

"Hija mía, di al padre G. que absolutamente quiero la obra; ya comienzan a poner dificultades, dile que no se necesita otra cosa que arrojo, valor y desinterés, es necesario cerrar los oídos a todo lo que es humano y abrirlos a lo que es divino, de otra manera las dificultades humanas serán la red que los enredará de tal modo que no sabrán salir fuera, y Yo justamente los castigaré volviéndolos los guiñapos de los pueblos; pero si en cambio prometen ponerse a la obra, Yo seré todo para ellos y ellos no serán otra cosa que las sombras que seguirán la obra tan deseada por Mí, y no sólo, sino que tendrán otro gran bien, porque es necesario que la Iglesia sea purgada y lavada con el derramamiento de sangre, porque mucho, mucho se ha ensuciado, tanto, de

darme nausea, y donde se purifiquen en este modo Yo evitaré la sangre, ¿qué más quieren?"

Después, volteándose como si mirase a un sacerdote ha agregado:

 

"Yo te escojo a ti por cabeza de esta obra por haber puesto en ti un germen de arrojo, esto es un don que te he dado, y este don no quiero que lo tengas inútil, hasta ahora lo has malgastado en cosas frívolas, en locuras y en política, y éstas te han pagado amargándote y no dándote jamás paz; ahora basta, basta, ponte a la obra mía, pon el valor que te he dado todo para Mí, y

Yo seré todo para ti y te pagaré dándote paz, gracia, y te haré adquirir aquella estima que has ido buscando en el pasado y no la has obtenido, es más, no te daré la estima humana sino la divina."

Después ha dicho al padre G.: "Hijo mío, ánimo, defiende mi causa, sostén, ayuda a aquellos sacerdotes que veas un poco dispuestos para esta obra, promete todo bien a nombre mío a aquellos que se metan, amenaza a aquellos que susciten contradicciones y obstáculos. Di a los obispos y a los jefes que si quieren salvar la grey, este es el único medio, toca a ellos salvar

a los pastores, y a los pastores toca salvar la grey, y si los obispos no ponen a salvo a los pastores, cómo puede salvarse la grey?"

4.-Habiendo yo entendido las dificultades de los sacerdotes en formar las casas de reunión, rogaba al buen Jesús que si era voluntad suya que esto se hiciera, quitase todos los obstáculos que impedían tan gran bien, y mi adorable Jesús al venir me ha dicho:

"Hija mía, todos los obstáculos provienen de que cada uno mira las cosas según sus propias condiciones y disposiciones, y naturalmente mil lazos y obstáculos encuentran que les impiden el paso, pero si miraran la obra según mi honor, mi gloria, y el sólo bien de sus almas y de las almas de los demás, todos los lazos quedarían rotos y los obstáculos desvanecidos. No obstante,

si se afilian Yo estaré con ellos y los protegeré tanto, que si algún sacerdote quiere oponerse y obstaculizar mi obra, estoy dispuesto a quitarle aun la vida."

Después mi siempre amable Jesús ha agregado todo afligido: "Ah hija mía, ¿sabes tú cuál es el obstáculo más infranqueable y el lazo más fuerte? Es el interés, el interés es la polilla del sacerdote, porque lo vuelve leño podrido apto sólo para ser quemado en el infierno. El interés vuelve al sacerdote el juguete del demonio, el hazmerreír del pueblo y el ídolo de las propias familias, por eso el demonio meterá muchos obstáculos para impedir que hagan esto, porque ve rota la red que los tenía atados y esclavos en su dominio. Por eso di al padre G. que infunda valor a quien vea dispuesto, que no los deje si no ve la obra encarrilada, de otra manera comenzarán solamente a hacer proyectos y no concluirán nada; que diga también a los obispos que no acepten ordenaciones si no están dispuestos a vivir segregados de la familia. Dile también que muchos lo herirán mofándose de

él y desacreditándolo, pero que él no les de importancia, todo el sufrir le será

dulce si es por causa mía."

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Enero 10, 1911

Cuando los sacerdotes no se ocupan sólo de Dios, quedan

estériles, porque no participan de los influjos de la Gracia.

Continuando mi habitual estado, por poco tiempo ha venido el bendito

Jesús, yo estaba rogándole que quitara los obstáculos que impedían estas

reuniones y que nos manifestara cómo le agradaría que esto se hiciera, y me

ha dicho:

"Hija mía, el punto que más me importa y me interesa es el separar

perfectamente al sacerdote de su familia. Que den todo lo que tienen a la

familia, y para ellos se queden solamente con lo personal; ahora, como ellos

deben mantenerse de la Iglesia, justo es que las cosas de donde vienen, allí vayan a parar, esto es, que todo lo que puedan tener debe servir para mantenerse ellos y engrandecer las obras de mi gloria y para el bien del pueblo, de otra manera Yo no haré que la gente sea dadivosa con ellos, pero no sólo esto, sino que si ellos se separan físicamente de su familia, pero no con el corazón, de esto surgirá la avidez por ver quien puede tener más ganancias para poder dar más a su familia, y esto causará envidias entre ellos si se asigna un puesto de mayor lucro a uno que a otro; en la práctica verán cuántos males vendrán, cuántas desuniones, celos, rencores y más si no corrigen este punto tan esencial. Yo prefiero quedarme con pocos sacerdotes y no con muchos que corrompan la obra tan querida por Mí. ¡Ah hija mía, cuántos Ananías saldrán! Y cómo sabrán defender, patrocinar, excusar este tan bien querido ídolo del interés. ¡Ah! sólo de quien se consagra a Mí tengo esta desventura, que en vez de poner atención a Mí, a mi honor, a mi gloria y a la santificación que conviene a su estado, Yo les sirvo sólo de tapadera, y su finalidad es de poner atención a sus familias, a los sobrinos. ¡Ah! no así en quien se da al mundo, más bien buscan escatimar con sus familias, y si no pueden hacerlo llegan a desconocer a los propios padres.

Cuando el sacerdote no se ocupa solamente de mi gloria y de los oficios pertenecientes a su ministerio sacerdotal, no es otra cosa que un hueso dislocado que me da dolor a Mí, dolor a sí mismo y dolor al pueblo, y deja frustrada su vocación; y así como cuando un hueso no está en su lugar da siempre dolor, y con no participar de los humores del cuerpo con el tiempo se atrofia, y es necesario separarlo tanto por la inutilidad como por el dolor que causa a los otros miembros, así los sacerdotes cuando no se ocupan sólo de Mí, siendo huesos separados de mi cuerpo, quedan secos porque no participan en los influjos de mi Gracia, y Yo los retengo y los retengo, pero si veo su dureza los arrojo lejos de Mí, ¿y sabes dónde? En lo más profundo del infierno."

Después ha agregado: "Escribe, manda decir a aquel padre al cual confío esta misión de sacerdotes, que esté firme en este punto, que me lo vuelva inviolable, dile también que lo quiero en la cruz y siempre conmigo crucificado."

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Enero 15, 1911

El interés es el veneno del sacerdote. Dios no es comprendido por quien no está despojado de todo y de todos.

Continuando mi habitual estado, mi adorable Jesús se hacía ver llorando, porque me lo había traído la Celestial Mamá para que lo tranquilizara y yo hacía cuanto podía por lograrlo, lo besaba, lo acariciaba, me lo estrechaba, le decía: "¿Qué quieres de mí? ¿No quieres amor para que te sientas feliz y calmar tu llanto? ¿No me has dicho Tú mismo otras veces que tu felicidad es mi amor? Y yo te amo mucho, mucho, pero te amo junto contigo, porque por mí sola no sé amarte; dame tu aliento ardiente que convierte todo mi ser en una llama de amor, y después te amo por todos, te amo con todos, te amo en los corazones de todos." ¿Pero quién puede decir todos mis desatinos? Entonces parecía que se tranquilizaba un poco, y para hacer que mi dulce Jesús no llorara más le he dicho: "Vida mía y mi todo, consuélate, ahora que hagan las casas de reunión de sacerdotes, oh, cómo quedarás consolado."

Y Él rápidamente : ¡Ah, hija mía, el interés es el veneno del sacerdote, y se ha infiltrado tanto en ellos, que les ha envenenado el corazón, la sangre y hasta la médula de los huesos. ¡Oh! cómo los ha sabido enredar el demonio, habiendo encontrado en ellos la voluntad dispuesta para ser entretejida. Mi Gracia ha usado todo su arte para formar en ellos el tejido del amor y darles

el contraveneno del interés, pero no encontrando su voluntad dispuesta, poco o nada ha tejido de divino, por eso el demonio no pudiendo impedir del todo estas casas de reunión de sacerdotes, lo cual le ha provocado mucha pérdida, se contenta con mantener la tela que les ha tejido con el veneno del interés. ¡Oh! si tú vieras cuán pocos son los que están dispuestos a segregarse de la familia y a derramar este veneno del interés, llorarías conmigo, ¿no ves cómo discuten entre ellos respecto a este punto, cómo quedan agitados, cómo se enardecen los ánimos? Más bien creen que es un disparate y que eso no se aplica a su estado."

Mientras esto decía, yo veía a los sacerdotes dispuestos para esto, y cuán escaso era el número de ellos. Jesús ha desaparecido y yo me he encontrado en mí misma. Ahora, sintiendo repugnancia de escribir estas cosas que corresponden a los sacerdotes, pero habiendo hecho el sacrificio porque así lo quiere la obediencia, mi amado Jesús ha venido y me ha dado un beso para recompensarme por el sacrificio hecho y ha agregado:

"Hija amada mía, no has dicho todo sobre los inconvenientes que traería si el sacerdote queda estorbado por la atadura de la familia, las tantas vocaciones equivocadas, por las cuales la Iglesia llora amargamente en estos tristes tiempos; ciertamente no se verían tantos modernistas, tantos sacerdotes vacíos de verdadera piedad, tantos de ellos dados a los placeres, a la incontinencia y tantos otros que ven cómo se pierden las almas como si no fuera nada, sin la mínima amargura, y tantos otros desatinos que hacen, estos son signos de vocaciones equivocadas. Y si las familias ven que no hay nada más que esperar por parte de los sacerdotes, a ninguno le vendrán ganas de incitar a sus hijos para hacerse sacerdotes, ni a los hijos les vendrá el pensamiento de enriquecerse, de elevar a la familia por medio de su ministerio."

Y yo: "¡Ah! mi dulce Jesús, en lugar de decirme a mí estas cosas, ve a los dirigentes, a los obispos, porque ellos que tienen la autoridad pueden lograr contentarte en este punto, pero yo, tan pobre, ¿qué puedo hacer? No otra cosa que compadecerte, amarte y repararte."

Y Jesús: "Hija mía, ¿a los dirigentes, a los obispos? El veneno del interés ha invadido a todos, y como casi todos están presos por esta fiebre pestífera, les falta el valor de corregir y de poner un freno a quienes dependen de ellos. Y además, Yo no soy comprendido por quien no está despojado de todo y de todos, mi voz suena muy mal a sus oídos, más bien les parece un absurdo, una cosa que no es conveniente a la condición humana, pero si hablo contigo nos comprendemos suficientemente, y si no encuentro otra cosa, encuentro un desahogo a mi dolor y tú me amarás de más, porque sabes que estoy

amargado."

Después ha agregado: "Hija, lo que has escrito en relación a las reuniones de los sacerdotes, si me escuchan, no es otra cosa que casi un proceso que hago con ellos; si no, como los jefes de los eclesiásticos no me escucharán, estando también ellos atados por los lazos del interés y siendo esclavos de las miserias humanas, casi besándolas, en lugar de dominar sobre las miserias, o sea, sobre el interés, sobre el deseo de realeza y otros, las miserias los dominarán a ellos, así que ensordecidos por lo que es humano no seré escuchado ni comprendido; entonces Yo me dirigiré a los jefes civiles, los que me prestarán más atención y, entre por ver al sacerdote humillado, y siendo éstos tal vez un poco más despojados que los mismos eclesiásticos, mi voz será más escuchada, y lo que los eclesiásticos no quieren hacer por amor, haré que lo hagan por necesidad y por la fuerza, y haré que les sea quitado por el gobierno el residuo que les ha quedado."

Y yo: "Mi sumo y único bien, ¿cuál será el nombre que se les dará a estas casas y cuáles las reglas?"

Y Él: "El nombre será: "Las casas del resurgimiento de la Fe." Con

respecto a las reglas, pueden servirse de las mismas reglas del oratorio de

San Felipe Neri."

Después ha agregado: "Di al padre B. que tú serás el órgano y él el

sonido para esta obra, y que si recibirá burlas y será mal querido por los

interesados, los buenos y los pocos verdaderamente buenos comprenderán la

necesidad y la verdad que él anuncia, y se harán un deber de conciencia el

agregarse a la obra, y además, si recibe burlas tendrá el honor de hacerse

más semejante a Mí."

Enero 19, 1911

La palabra de Jesús es eterna. Jesús quiere al sacerdote

libre de las ataduras de la familia. El espíritu de los

sacerdotes de estos tiempos es: Espíritu de venganza,

de odio, de interés, de sangre.