JESÚS Y YO

22.08.2015 06:32




LLAMAMIENTO DEL REY DIVINO

AL REINO DE SU VOLUNTAD

 

          Mis muy queridos y amados hijos:

          Vengo en medio de vosotros con el corazón ahogado en las llamas de mi Amor; vengo como Padre en medio de mis hijos, que tanto amo, y es tan grande mi Amor que vengo para quedarme con vosotros, para hacer vida juntos y vivir con una sola Voluntad, con un único Amor. Vengo con el cortejo de mis penas, de mi Sangre, de mis obras y de mi misma Muerte.

          Mirad: cada gota de mi Sangre, cada pena, mis obras todas, mis pasos, quieren a porfía daros mi Divina Voluntad; mi Muerte incluso quiere daros el resurgir de la Vida en Ella. En mi Humanidad os he preparado todo, y os he obtenido gracias, ayudas, luz, fuerza, para recibir Don tan grande; por mi parte he hecho todo, ahora espero vuestra parte. ¿Quién será tan ingrato que no quiera recibirme, que rehúse el Don que le llevo? Sabed que es tanto mi Amor, que no Me fijaré en vuestra vida pasada; vuestras mismas culpas y todos vuestros males los sepultaré en el océano de mi Amor, para así todo quemarlo, y empezaremos juntos la nueva Vida, toda de Voluntad mía. ¿Quién tendrá el valor de rechazarme y de echarme afuera, sin acoger mi visita, hasta este extremo paternal? Si me aceptáis, Me quedaré con vosotros, como Padre entre mis hijos, pero debemos estar con la máxima concordia y vivir con una sola Voluntad. ¡Oh, cuánto lo suspiro, con gemidos inenarrables, y llego hasta las lágrimas porque quiero que mis hijos queridos estén juntos conmigo y vivan de mi misma Voluntad.

          Son ya casi seis mil años de inacabables suspiros y de lágrimas amargas de mi Santísima Humanidad, con que reclamo y quiero a mis hijos en torno a Mí para hacerlos felices y santos; y hasta los llamo llorando... Quizá se muevan a compasión de mis lágrimas, de mi Amor, que llega hasta sofocarme y a hacerme dar en delirio, y entre sollozos y espasmos voy repitiendo: Hijos míos, hijos míos, ¿dónde estáis? ¿por qué no venís a vuestro Padre? ¿por qué andáis lejos de Mí, vagando pobres, llenos de todas las miserias? Vuestros males son heridas para mi Corazón; ya estoy cansado de esperaros, y ya que vosotros no venís, no pudiendo contener más el amor que me devora, vengo Yo a buscaros y os traigo el grande Don de mi Voluntad. ¡Ah, os ruego, os suplico, os conjuro a que me escuchéis, que os mováis a compasión por mis lágrimas, de mis suspiros ardientes!

          Y no sólo como Padre, sino que como Maestro vengo en medio de mis discípulos; pero quiero ser escuchado. Os enseñaré cosas sorprendentes, lecciones de Cielo, que os darán luz que nunca se apaga, amor que siempre arde; mis lecciones os darán fuerza divina, valor intrépido, Santidad que siempre crece; a cada paso os abrirá, el camino, y serán la que os conduzcan a la Patria Celestial.

          Vengo como Rey en medio de los pueblos, más no para exigir impuestos y tributos, no, no; vengo porque quiero vuestra voluntad, vuestras miserias, vuestras debilidades, todos vuestros males. Esta es mi Soberanía, precisamente: quiero todo lo que os hace infelices, inquietos, atormentados, para esconder todo y quemarlo con mi Amor; y Rey bueno, pacífico, generoso cual soy, quiero a cambio daros mi Voluntad, con el Amor más tierno, con mis riquezas y felicidad, con la más pura paz y alegría.

          Si me dais vuestra voluntad, todo estará hecho; Me haréis feliz y seréis felices. No anhelo otra cosa, que mi Voluntad reine entre vosotros. El cielo y la tierra os sonreirán; mi Madre Celestial será para con vosotros Madre y Reina; ya Ella, conociendo el gran bien que os traerá el Reino de mi Querer Supremo, para apagar mis ardientes deseos y hacer que no llore más, y amándoos como verdaderos hijos suyos, va en medio de las gentes, en las naciones, para disponerlas y preparar a los pueblos a recibir el dominio del Reino de mi Voluntad. Ella fue quien me preparó las gentes para hacerme descender del Cielo a la tierra, y a Ella le confío, a su Amor materno, que me disponga las almas y los pueblos a recibir Don tan grande.

          Así pues escuchadme; y os ruego, hijos míos, que leáis con atención estas páginas que os pongo ante vosotros, y sentiréis la necesidad de vivir de mi Voluntad. Yo me pondré a vuestro lado cuando leáis; os tocaré la mente, el corazón, a fin de que comprendáis y para que os decidáis a querer el Don de mi “FIAT” Divino.

 

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“FIAT”

 

          Mi dulce Jesús, aquí estoy en tus brazos, para pedirte ayuda. Ah, Tú conoces la amargura de mi alma, cómo el corazón me sangra y mi grande repugnancia de dar a conocer todo lo que Tú me has dicho acerca de tu Santísimo Querer. ¡Más la obediencia se impone! Tú lo quieres..., y yo, aunque me hiciera pedazos, me veo obligada por una fuerza suprema a cumplir el sacrificio.

          Mas recuerda, oh Jesús mío, que Tú mismo me has llamado “la pequeña recién nacida de tu Santísima Voluntad”. Un recién nacido sabe apenas balbucir; ¿qué podré, pues, hacer yo? Balbuciré tu Querer, apenas; Tú harás todo lo demás, ¿no es verdad oh mi Jesús? Más aún, haz que yo desaparezca del todo, y tu Querer sea el que con trazos imborrables y divinos, y mojando la pluma en este Sol Eterno, escriba con letras de oro los conceptos, los afectos, el valor y la potencia de la Voluntad Suprema, y como el que vive en Ella, viviendo como en su centro, se ennoblece, se diviniza, abandona sus despojos naturales, regresa a su principio, y, triunfante de todas sus miserias, reconquista su estado de origen, puro, hermoso, todo ordenado a su Creador, tal como salió de sus manos creadoras.

          Escribe Tú en estas páginas la larga historia de tu Voluntad, tu dolor al verte rechazado por las criaturas, a las regiones celestes, y Tú, que como sol en las alturas, si bien te ves rechazado, derramas tus rayos sobre todas las humanas generaciones y quieres descender para venir a reinar en medio de ellas, y por eso envías los rayos de tus suspiros y de tus gemidos, de tus lágrimas y de tu intenso y eterno dolor viéndote exiliado, y como rota tu Voluntad con la voluntad de las humanas criaturas...; y por eso Tú esperas a que te llamen en medio de ellas y Te reciban como Rey Triunfador, haciéndote así reinar en la tierra como en el Cielo.

          ¡Desciende, oh Querer Supremo! Soy yo la primera que te llamo. ¡Ven a reinar en la tierra! Tú, que creaste al hombre para que sólo hiciese tu Querer, y que él ingrato, rompió, rebelándose contra Ti, ven a atar de nuevo a Ti esta voluntad humana, a fin de que cielo y tierra y todo quede ordenado en Ti.

          ¡Oh, cómo quisiera, a costa de mi vida, que tu Querer fuese conocido! ¡Quisiera elevar mi vuelo en sus infinitos confines, para llevar a cada criatura su eterno beso, su conocimiento, sus bienes, su valor y tus gemidos inenarrables, porque quieres venir a reinar en la tierra, para que, conociéndote te reciban con amor, y haciéndote fiesta, Te hagan reinar!

          ¡Oh, Querer Santo, con tus rayos luminosos deja escapar las flechas de tu conocimiento; haz a todos conocer que Tú vienes a nosotros para hacernos felices, pero no con una felicidad humana, sino Divina, para devolvernos el dominio perdido de nosotros mismos, y aquella luz que hace conocer el verdadero Bien para poseerlo y el verdadero mal para huir de él; que nos hace firmes y fuertes, con una fortaleza y firmeza divinas!

          Establece las corrientes entre la Voluntad Divina y la humana, y pinta con el pincel de tu mano creadora en nuestras almas todos aquellos rasgos divinos que perdimos con sustraernos a Ella...! Tu Querer nos pintará con ese frescor que nunca envejece, con esa belleza que nunca se descolora, con esa luz que nunca se opaca, con esa gracia que siempre crece, con ese amor que siempre arde y que jamás se apaga...

          Oh Querer Santo, ábrete paso, forma Tú el camino para hacerte conocer... Manifiesta a todos QUIEN eres Tú y el gran bien que quieres hacer a todos, para que atraídos, raptados por tan grande bien, todos puedan hacerse presa de tu Voluntad, y así podrás reinar libremente en la tierra como en el Cielo.

          Por tanto te ruego que escribas Tú mismo los conocimientos que de Ella me has manifestado; y que cada palabra, cada frase, cada efecto y conocimiento de tu Voluntad sean para quien lea otros tantos dardos, flechas, saetas, que hiriéndolo, lo haga caer a tus pies y Te reciba con los brazos abiertos, para hacerte reinar en su corazón. A tantos prodigios de tu Querer, añade también éste: que al conocerte, no te dejen pasar de largo, no, sino que te abran las puertas para recibirte y hacerte reinar... Esto busca para ti “la pequeña recién nacida de tu voluntad”; si de mí has querido, y con tanta insistencia, el sacrificio de dar a conocer los secretos de tu Querer que me has comunicado, yo de ti quiero esto otro: que al ser conocido haga este prodigio, que tome su lugar de triunfo y reine en los corazones que lo conozcan; sólo esto te pido, oh Jesús mío; no te pido otra cosa; ninguna otra cosa quiero sino el intercambio de mi sacrificio, que tu Querer sea conocido y reine con su pleno dominio.

          Tú lo sabes, amor mío, cuán grande ha sido mi sacrificio, mis luchas interiores, hasta sentirme morir; mas por amor tuyo, y para obedecer a tu representante en la tierra, a todo me he sometido. Por tanto, grande lo quiero el prodigio: que al ser conocidas tus palabras acerca de tu Querer, las almas queden raptadas, encadenadas y atraídas, más que por un potente imán, y hagan reinar aquel “FIAT” Divino que Tú, con tanto amor, quieres que reine en la tierra.

          Y si te place, mi vida, antes de que estos escritos salgan a la luz del día y circulen por manos de tus hermanos y míos, ah, llévate tu “pequeña recién nacida de tu Voluntad” a la Patria Celestial. Ah, no me des este dolor; que no sea yo espectadora de que nuestros secretos sean conocidos por las demás criaturas; si me has dado el primero, evítame el segundo, pero siempre “non mea Voluntas sed tua FIAT”, “Hágase tu Voluntad y no la mía”.

          Y ahora una palabra a vosotros todos, los que leeréis estos escritos...: os ruego, os suplico que recibáis con amor lo que Jesús quiere daros, es decir, su Voluntad. Más para darnos la Suya quiere que Le deis la vuestra; si no, no podrá reinar... ¡Si supierais con cuánto amor quiere daros mi Jesús el más grande Don que existe en el Cielo y en la tierra, esto es, su Voluntad!

          Y ahora os invito a todos: Venid conmigo al Edén, donde tuvo nuestro origen su principio, donde el Ser Supremo creó el hombre, y haciéndolo rey, le daba un reino que dominase; este reino era todo el Universo, pero su cetro, su corona, su autoridad, le venían del fondo de su propia alma, en la que residía el “FIAT” Divino como Rey dominante, que constituía la verdadera realeza en el hombre. Sus vestiduras eran reales, refulgentes más que el sol; sus actos eran nobles; su belleza, arrebatadora; y Dios lo amaba tanto, se complacía con él, lo llamaba “mi pequeño hijo y rey”

          Todo era armonía, orden y felicidad.

          Este hombre, nuestro primer padre, se traicionó a sí mismo, traicionó a su reino, y haciendo su voluntad llenó de amargura a su Creador, que tanto lo había exaltado y amado, y perdió su reino, el Reino de la Divina Voluntad, en la cual todo le había sido dado. Las puertas del Reino le fueron cerradas, y Dios retiró para Sí el Reino que había dado al hombre...

          Y ahora os debo decir un secreto: Al retirar para Sí el Reino de la Divina Voluntad, Dios no dijo “no lo daré más al hombre”, sino que tuvo reservado, esperando a las futuras generaciones para asaltarlas con gracias sorprendentes, con Luz deslumbradora que eclipsase el querer humano, que nos hizo perder un Reino tan santo, y con un atractivo de prodigiosos y asombrosos conocimientos de la Divina Voluntad, tales que nos hicieran sentir la necesidad, el deseo de abandonar nuestro querer humano, que nos hace infelices, y de arrojarnos a la Divina Voluntad, como a nuestro Reino permanente.

          Así que el Reino es nuestro... ¡Animo! El “FIAT” Supremo nos espera, nos llama y con insistencia nos invita a tomar posesión de él.

          ¿Quién tendrá un corazón tan duro, quién tendrá perfidia para no escuchar su llamada, y para no aceptar tanta felicidad...?

          Sólo debemos dejar los miserables harapos de nuestra voluntad, la vestidura de luto de nuestra esclavitud en que ella nos ha arrojado, para vestirnos de reyes y ornarnos con esplendores divinos.

          Por eso dirijo mi llamada a todos; no creo que no queráis escucharme... ¿Sabéis? Soy una pobre pequeñita, la más pequeña de todas las criaturas; y yo, bilocándome en el Divino Querer junto con Jesús, vendré como pequeñita a vuestro regazo, y con gemidos y lágrimas llamaré a la puerta de vuestros corazones para pediros, como pequeña mendicante, que me deis vuestros harapos, las vestiduras de luto, vuestro querer infeliz, para dárselo a Jesús, a fin de que queme todo; y dándoos su Querer de nuevo, os dé de nuevo su Reino, su felicidad y el candor de sus vestiduras reales.

          ¡Si conocieseis qué significa VOLUNTAD DE DIOS...! Ella encierra Cielo y tierra; si estamos con Ella, todo es nuestro, todo está dependiendo de nosotros; pero si, por el contrario, no estamos con Ella, todo está contra nosotros, y si tenemos alguna cosa somos los verdaderos ladrones de nuestro Creador, que nos mantenemos a base de fraude y robo.

          Si queréis, por tanto, conocerla, leed estas páginas: encontrareis el bálsamo para las heridas que cruelmente nos ha hecho el querer humano, el nuevo aire divino, la nueva Vida toda de Cielo; sentiréis el Cielo en vuestra alma; veréis nuevos horizontes, nuevos soles, y a menudo hallareis a Jesús, con el rostro bañado en lágrimas, que quiere daros su Querer. Llora porque os quiere ver felices, pero viéndoos infelices solloza, suspira y ora por la felicidad de sus hijos, y pidiéndoos vuestro querer para arrebataros la infelicidad, os está ofreciendo el Suyo, como confirmación del Don de su Reino.

          Por eso dirijo mi llamada a todos; y hago esta llamada junto con Jesús, con sus mismas lágrimas, con sus suspiros ardientes, con su Corazón abrasado porque quiere darnos su “FIAT”. Hemos salido de su “FIAT”, que nos ha dado la vida; es justo, es un deber y es necesario que regresemos a El, a nuestra preciosa e interminable heredad.

          Y en primer lugar dirijo mi llamada al Romano Pontífice, a Su Santidad el Papa, al Representante de la Santa Iglesia, y Representante por tanto del Reino de la Divina Voluntad. A sus santos pies esta pobre pequeñita pone este Reino, para que lo domine, lo haga conocer, y con su voz paterna y con su autoridad llame a sus hijos a que vivan en este Reino tan santo. El Sol del “FIAT” Supremo lo inunde con su Luz, y en su Representante sobre la tierra forme el primer Sol del Querer Divino; y formando su Vida en aquel que está a la cabeza de todos, extienda sus interminables rayos por todo el mundo; y eclipsando a todos con su Luz, forme un solo rebaño y un solo pastor.

          La segunda llamada la dirijo a todos los Sacerdotes. Postrada a los pies de cada uno, suplico e imploro que se interesen por conocer la Divina Voluntad. El primer movimiento, el primer acto, tomadlo de Ella, o mejor, encerraos en el “FIAT”, y sentiréis cuán dulce y amable es su Vida; sacad de Ella todo lo que hacéis... En vosotros sentiréis una Fuerza Divina, una voz que siempre habla, que os dirá cosas admirables que nunca habéis escuchado; sentiréis una luz que os eclipsará todos los males, y que eclipsando a las gentes, os dará el dominio de ellas.

          ¡Cuántas fatigas hacéis sin fruto, porque falta la Vida de la Divina Voluntad...! Habéis partido a las gentes un pan sin la levadura del “FIAT”, y por eso, al comerlo, lo han encontrado duro, casi indigerible; y no sintiendo en ellos la Vida, no se rinden a vuestras enseñanzas. Así pues, ¡comed vosotros este pan del “FIAT” Divino! Así tendréis pan suficiente para dar de comer a las muchedumbres. Así formareis con todos una sola Vida y una sola Voluntad.

          La tercera llamada os la dirijo a todos, al mundo entero, ya que todos sois mis hermanos, mis hermanas, mis hijos. ¿Sabéis por qué os llamo a todos...? Porque os quiero dar a todos la Vida de la Divina Voluntad. Esta es más que aire que todos podemos respirar, es como Sol del que todos podemos recibir el bien de la luz, es como palpitar del corazón, que en todos quiere palpitar; y yo, como niña pequeñita, quiero, suspiro que todos toméis la Vida del “FIAT”... ¡Oh, si supieseis cuántos bienes recibiríais, empeñaríais la vida para hacerla reinar en vosotros todos...!

          Esta pobre pequeñita quiere deciros otro secreto que Jesús le ha confiado, y os lo digo para que me deis vuestra voluntad, y a cambio recibiréis la Voluntad de Dios, que os hará felices en el alma y en el cuerpo.

          ¿Queréis saber por qué la tierra no produce...? ¿Por qué en varias partes del mundo la tierra se abre con terremotos y sepulta en su seno ciudades y personas...? ¿Por qué el viento y el agua forman esas tempestades que devastan todo, y tantos otros males que sabéis todos...?

          Porque las cosas creadas poseen una Voluntad Divina que las domina, y por eso son potentes e imperiosas, son más nobles que nosotros. Nosotros, por el contrario, somos dominados por una voluntad humana y degradados, y por tanto somos débiles e impotentes. Pero si por suerte nuestra, renunciamos a nuestra voluntad humana y tomamos la Vida del Querer Divino, también nosotros seremos fuertes, dominadores; seremos hermanos de todas las cosas creadas, las cuales, no sólo no nos molestarán más, sino que nos darán el dominio sobre ellas, y seremos felices en el tiempo y en la Eternidad.

          ¿No os gusta esto...? Por lo tanto, daos prisa: escuchad a esta pobre pequeñita que os quiere tanto, y sólo estaré contenta cuando pueda decir que todos mis hermanos y hermanas son reyes y reinas, porque todos poseen la Vida de la Divina Voluntad. Así pues, ánimo todos, y responded a mi llamada.

          Y aún suspiro mucho más que todos a coro respondáis a mi llamada, pues no soy yo sola que os llamo y que os ruego, sino que conmigo os llama con voz conmovedora y tierna mi dulce Jesús, que muchas veces con lágrimas os dice: “Tomad como Vida vuestra mi Voluntad, venid a su Reino”.

          Es más, debéis saber que el primero en suplicar al Padre Celestial que venga su Reino y que se haga su Voluntad en la tierra como en el Cielo, fue Nuestro Señor en el “Padre Nuestro”; y transmitiéndonos su oración, hacía una llamada y rogaba a todos que pidiesen el “FIAT VOLUNTAS TUA” en la tierra como en el Cielo; y cada vez que recitáis el “Padre Nuestro”, es tanto el amor de Jesús que quiere daros su Reino, su “FIAT”, que corre a decir junto con vosotros: “Padre mío, soy Yo quien Te lo pido para mis hijos; ¡hazlo pronto!”.

          Así que el primero en suplicar es el mismo Jesús, y después también vosotros lo pedís en el “Padre Nuestro”. ¿No queréis, pues, tan grande bien?

          Una última cosa os digo:

          Habéis de saber que esta niña pequeñita, viendo la Divina Obsesión, los delirios y las lágrimas de Jesús por querer daros su Reino, su “FIAT”, es tan grande su anhelo, sus suspiros y sus ansias pero veros a todos en el Reino de la Divina Voluntad para veros a todos felices y para hacer sonreír a Jesús, que si no lo consigue con plegarias y con lágrimas, quiere lograrlo con caprichos, haciéndolos con Jesús y haciéndolos con vosotros... ¡Escuchad, pues, todos a esta pobre pequeñita..., no hacedla más suspirar...! Decidme, al menos por gracia: “Así sea, así sea; todos queremos el Reino de la Divina Voluntad”.

          Corato (Bari, Italia) Año 1924

          Luisa Picarreta, “La Pequeña Hija de la Divina Voluntad”.