Dos Generaciones. Salvador T.F

02.09.2015 16:43



Nosotros al igual que a Luisa, nos parece extraño el que Jesús haya esperado tanto tiempo para hacer conocer su Voluntad obrante en la criatura, y sobre todo Luisa no entendía por qué la había escogido a ella.

 

La respuesta de Jesús siempre era la misma, con diferentes maneras de decirlo, pero llegaba al mismo punto: “Él escoge la criatura destinada para una obra en específico,   y sobre todo para ésta, pero le dice que la escogió por ser la más pequeña que encontró, y además, que Él determina el tiempo y las circunstancias, que nadie puede darle órdenes, y que a nosotros nos queda solamente el aceptar sus designios.

 

Parecería una contestación muy cortante; pero esto se desmiente pues inmediatamente da pormenores de la obra que desea llevar a cabo, y sobre todo, revela misterios inauditos que habían quedado velados por nuestra incapacidad para entender (Jn 16, 12), pero que ahora los saca a la luz del día para ir preparando el triunfo de su Reino sobre la tierra.

 

Ahondemos un poco en una de estas revelaciones que nos hace a través de Luisa, y que nos dejará con un agradabilísimo sabor de boca al constatar lo mucho que nos ama, y la manera en que fuimos creados (I Cor 2:9)

 

Le dice que cuando quiere hacer obras grandes, obras en que toda la familia humana debe tomar parte, concentra en una sola criatura todos los bienes, todas las gracias que la obra contiene, para que todos los demás, como de una fuente, puedan tomar aquel bien por cuanto quieran.

 

Dice que esto hizo en la Redención, que concentró todos los bienes posibles e imaginables en su Madre santísima, llegando a poner en Ella el germen de la fecundidad Paterna, y que así como el Padre Celestial lo generó virgen en su seno con este germen, Y DE ESTE MISMO GERMEN PROCEDIÓ EL ESPÍRITU SANTO, así Ella, con el mismo germen eterno de la fecundidad Paterna lo concibió en su seno virgen, y agrega:

 

De la misma manera que sucedió lo anterior en la Trinidad Santísima, ahora, al mismo tiempo que fue generado en el seno de María por obra del germen de fecundidad Paterna que le había sido concedido, de este mismo germen procede la generación de las almas.

 

Así que todo lo que desde la eternidad sucedió dentro de la Santísima Trinidad en el Cielo, se repite en el seno de nuestra amadísima Mamá, con la diferencia que en la Trinidad fue el Espíritu Santo quien procedió del movimiento de las primeras dos Personas de la Trinidad, y aquí en la tierra, gracias a esta interrelación entre Madre e Hijo procedemos todos nosotros.

 

Qué decir, nuestro origen es sencillamente fabuloso, llevamos en nuestra carne y en nuestro espíritu la marca de la Divinidad, sacados a la luz por esta relación de amor entre Madre e Hijo, comunicándonos todo lo que Ellos son y poseen.

 

Junto con esta revelación, Jesús nos da esta otra:

 

Nos comunica que su Humanidad contenía en Sí dos generaciones, los hijos de las tinieblas y los hijos de la luz.

 

Cabe señalar que hijos de las tinieblas no quiere decir condenados, sino todos aquellos que solamente iban a recibir la salvación y la posibilidad de la santidad humana como fruto de la Redención.

 

Nos dice que a los primeros (hijos de las tinieblas) venía solamente a rescatarlos, y por eso pagó con su sangre para ponerlos a salvo.

 

Continúa diciendo que su Humanidad era santa, que nada había heredado de las miserias del primer hombre, y que si bien era semejante en las facciones naturales, pero era intangible de cualquier mínimo defecto que pudiera ensombrecer su santidad. Su herencia era la Voluntad del Padre, en la cual debía desarrollar todos sus actos humanos para formar en Él la generación de los hijos de la luz. Así que ésta la formó dentro de la Voluntad del Padre Celestial, y para llevarla a cabo no ahorró fatigas, ni actos, ni penas, ni oraciones, pues ésta generación ocupaba el primer puesto en todas las cosas que hacía y sufría, de manera que la concibió en Él, la fecundó y la formó; estos eran los que el Padre con tanto amor le había confiado, era su herencia predilecta que le fue dada en la Santísima Voluntad Suprema.

 

Y agrega: Ahora, después de haber conocido los bienes de la Redención, cómo quiero a todos salvados dándoles todos los medios que se necesitan, paso a hacer conocer que en Mí hay otra generación que debo hacer salir, mis hijos que deben vivir en el Divino Querer, y que en mi mismo corazón tengo preparadas todas las gracias, todos mis actos internos hechos en el ámbito de la Voluntad Eterna para ellos, y éstos esperan el beso de sus actos, su unión, para darles la herencia de la Voluntad Suprema, y como la recibí Yo, quiero darla a ellos para hacer salir de Mí la segunda generación, la de los hijos de la luz.  Si mi Humanidad no diera esta herencia que poseía, es decir la Divina Voluntad, la sola y única cosa que Yo amaba y que me daba todo el bien, habría sido incompleto mi descendimiento a la tierra, no podría decir que he dado todo, más bien habría reservado para Mí la cosa más grande, la parte más noble y divina. Ves ahora cómo es necesario que mi Querer sea conocido en todas sus relaciones, en los prodigios, en los efectos, en el valor, lo que hice Yo en este Querer para las criaturas, lo que deben hacer ellas; y esto será un potente imán para atraer a las criaturas para hacerlas recibir la herencia de mi Querer, y hacer salir en campo la generación de los hijos de la luz.  Sé atenta hija mía, tú serás el portavoz, la trompeta para llamarlos y reunir esta generación tan predilecta y tan suspirada por Mí”.

 

Qué podemos decir ante esta realidad, fuimos concebidos en Jesús pero dentro de esta segunda generación, la de aquellos que tendrán como herencia la Divina Voluntad obrante, para hacer crecer la verdadera Vida Divina.

 

Debe quedar en nosotros un profundo agradecimiento que nos debe llevar a dar una correspondencia total al amor de Dios, y la única correspondencia que reúne estas características, es el llevar a la realidad los designios que la Divinidad se trazó, o sea, el permitir que Él viva su misma Vida en nosotros.